Jairo Videa, periodista nicaragüense exiliado en Tegucigalpa, Honduras, nos habla de la situación en su país y del periodismo.
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Jairo Videa es un joven periodista nicaragüense. Veinticinco años, pelo corto, engominado hacia atrás, grandes lentes, avispado y con las ideas claras, elocuente.
El periodismo le llegó de casualidad, de repente. Él iba para filólogo y el año que comenzó en la facultad, cancelaron la licenciatura en la Universidad Nacional Autónoma de Managua. Y tocó la opción B. Comunicación.
Al principio, comunicación estratégica. Después, le picó la curiosidad por el periodismo. Rápido comenzó a trabajar investigaciones sobre salud, educación. Sobre corrupción y censura en Nicaragua.
Luego llegó la represión. La intimidación. Las persecuciones. Y de último el exilio.
Nos reunimos con él en un café de Tegucigalpa, Honduras, donde vive desde hace poco más de un año con Juan Daniel Treminio, su pareja. Encendemos la grabadora y comienza a contarnos su historia.
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“Mi nombre es Jairo Videa, tengo 25 años, soy Nicaragüense, periodista, y lamentablemente ahora me encuentro en el exilio. Soy reportero y editor del medio independiente Coyuntura. Tenemos casi tres años de funcionar, primero en Nicaragua y actualmente en el exilio.”
¿Cuándo decides dedicarte al periodismo?
Mi odisea con el periodismo independiente empezó hace más de cinco años, haciendo investigaciones por mi cuenta, ocupando espacios que me brindaban otros colegas. Estuve un tiempo en Radio Corporación, acompañando a los chicos del programa Buenas Tardes Nicaragua, en la parte de edición y digital, pero ya de lleno decidí ingresar al periodismo en el año 2017, cuando mi compañero, Juan Daniel Treminio, me contacta y me dice: “Quiero abrir un nuevo espacio, con nuevas ideas, nuevas narrativas…”.
Empecé como webmaster a diseñar el sitio web (de Coyuntura), pero al ver la necesidad en Nicaragua de que espacios como este funcionaran con periodismo independiente, decidí meterme al periodismo de investigación. Empecé a hacer investigaciones sobre educación, sobre salud.
Uno de mis grandes logros como periodista es una investigación sobre la censura en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN). El sistema supuestamente abierto de Internet censura muchos sitios web de medios independientes, como Radio Corporación, Coyuntura, Confidencial… El medio más grande de Nicaragua, La Prensa, estaba censurado. Ningún estudiante podía tener acceso.
¿Qué explicación te dieron en la Universidad?
La Universidad no aceptó hablar conmigo. A los sitios web de los medios les daban el título de “sitio web de ocio”, pero no calificaba así a medios similares pro gobierno, como El 19 digital, la Radio YA… Desde mi perspectiva, (esos medios) sí entran en la definición de sitio web de ocio, porque publican cosas que no son información para la comunidad universitaria. Lo gracioso de eso es que todos los sitios web de información independiente y opositores al gobierno de Daniel Ortega ingresaban dentro de esa categoría.
¿Cómo ves ahora, desde fuera, la situación de los medios en Nicaragua?
Es bien complicada, viéndolo desde la perspectiva de hacer periodismo y sobrevivir en un contexto violento. Hay más de 100 periodistas exiliados. La mayoría están en Costa Rica, periodistas que pertenecían a medios independientes como La Prensa, El Nuevo Diario… y ya hay medios cerrados. El Nuevo Diario tuvo que cerrar por represiones del Estado, directamente, que en las aduanas no les permitían pasar papel ni tinta. El diario La Prensa, que es un diario histórico en Nicaragua ha reducido sus páginas y ha tenido que pasarse a formato de tabloide.
Podemos rescatar algo positivo: los periodistas han cerrado filas, han empezado a hacer un periodismo de investigación más profundo, y han creado nuevos espacios utilizando herramientas digitales.
Se han creado nuevos medios como Nicaragua Investiga, periodistas como Dino Andino han creado sus propios espacios en Youtube para seguir informando, y los periódicos y los medios digitales que ya existían como Coyuntura, Artículo 66 o Confidencial, se han reinventado para seguir informando y romper la barrera de la censura de Ortega Murillo.
¿Cuándo comenzó a dificultarse más la situación?
La censura siempre ha existido. Incluso cuando Daniel Ortega gobernaba desde abajo, desde la sombra. Pero muchas personas clasifican un antes y un después de la crisis política —que más que política es humanitaria, porque han matado a personas que estaban desarmadas—, el 18 de abril (de 2018, el día en el que iniciaron las protestas contra la reforma del Seguro Social). Desde entonces se vieron periodistas atacados, y está el caso de Ángel Gaona, que fue asesinado mientras transmitía por medio de Facebook.
Los pocos periodistas, editores y fotógrafos que quedan en el país han tenido que cambiar su estilo de vida y la forma en que dan las noticias, en que informan. Porque lo tienen que hacer desde lugares clandestinos, moviéndose.
¿Para ti cómo ha sido ese proceso? ¿Hubo un detonante que te llevó a irte, a decir “hasta aquí llego”?
El detonante, creo yo, no fue uno. Fueron varios. El primero, es que ya no se podía seguir informando. La represión y violencia selectiva en contra de periodistas, en contra de personas en específico como líderes de la oposición, del movimiento campesino, estudiantil… Además, la economía en el país era insostenible. Aparte de ser periodista, yo era asesor de comunicación estratégica y publicidad. Los pocos clientes que tenían me decían: “No puedo seguir pagándote”. Eso también influyó. Yo dije: “No puedo más, tengo que salir”.
Además de eso, la persecución era extrema. Yo sentía que ponía en peligro a mi propia familia. Yo vi la línea de: me persiguen a mí y persiguen a mi familia y esa línea estaba a punto de quebrarse.
¿Cómo fue esa persecución?
Se resume en ataques, cuando andábamos cubriendo marchas, cuando tomábamos fotografías. Persecución de la policía en camionetas de la Policía Nacional, ahora Policía Orteguista.
La misma Policía tenía cargos en mi contra. Ya se estaban creando casos y ya había orden de captura en contra de mí y de otros periodistas, diciendo que eran terroristas. Varias patrullas de la Policía llegaron a la vivienda donde yo habitaba a buscarme. En donde vive mi mamá, donde vivía mi sobrina…Yo dije: “Ya no puedo”.
¿Te planteaste dejar el periodismo, dedicarte a algo que no tuviera nada que ver, para quedarte en Nicaragua?
(Sonríe). Creo que todos los días, lamentablemente. No voy a negar que lo he pensado muchas veces. Después recuerdo que mi sobrina y las nuevas generaciones merecen un periodismo de calidad, que Nicaragua y Centroamérica merecen periodismo de calidad, y ese es mi compromiso. No puedo dejar de informar aunque mi vida corra riesgo, porque es lo que la gente se merece. Que sigamos diciendo la verdad y que investiguemos lo que debe ser investigado.
¿Cómo fue tu salida de Nicaragua? ¿Lo planificaste durante un tiempo o fue algo inmediato?
Pasaron alrededor de 15 días pensándolo. No es fácil, y más cuando no tenés a dónde ir. No tenés la libertad económica, ni amistades, ni un plan. Cuando yo salí, no tenía un catálogo. “Me puedo ir a España, o a Estados Unidos”, no. Por cuestiones económicas y también diplomáticas. Hay países a los que se les está negando el refugio a los nicaragüenses. Un día me desperté y dije: “Tengo que salir, por muy difícil que sea, por mi propia seguridad, por el bien de mi familia, tengo que hacerlo”. Tomé las pocas maletas y los pocos peleros (mantas) que tenía y me fui al rumbo.
¿Por qué Honduras?
Honduras es un país hermoso pero lamentablemente violento, con corrupción, y un historial muy vinculado a Daniel Ortega. No pude decidir a dónde irme. Honduras era la única opción. La frontera con Costa Rica estaba militarizada y además yo tenía conocimiento por fuentes de la Policía Nacional que ya había orden de captura en mi contra. Al intentar salir por la frontera me podían detener, secuestrar o matar. No sólo estaba el Ejército, también paramilitares, personas pro Ortega armadas hasta los dientes. La única opción viable era Honduras.
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¿Cómo fue esa llegada?
Yo llegué a Tegucigalpa acompañado de mi compañero y acá la única esperanza que teníamos era un par de conocidos que nos dijeron que estaban en un lugar seguro. Al llegar, nos damos cuenta que había algunas organizaciones que trabajan el tema de nicaragüenses. Un par de días de haber llegado iniciamos el proceso de solicitud de refugio para establecernos.
¿Y la búsqueda de un lugar para vivir, asentarse en un país desconocido?
Estuvimos en un refugio de nicaragüenses. Pero ha sido muy difícil. Más allá de estar en un refugio, es que Honduras no brinda condiciones mínimas ni para sus propios ciudadanos. A los refugiados no nos otorgan permisos laborarles como lo era en el caso de Costa Rica. Acá la propia ley dice que para la secretaría de trabajo otorgarte un permiso laboral, necesitás tener un contrato firmado con un empleador. Y el empleador te pide lo mismo, el permiso laboral como tal. Esa contradicción. Honduras no te brinda las necesidades básicas. El derecho al trabajo… que no es algo que como nicaragüenses pedimos porque ni sus propios ciudadanos tienen. Hemos denunciado lo que se tiene que denunciar, pero con las uñas, porque no tenemos permiso laboral. Las organizaciones no se han acercado a nosotros, y a las que nos hemos acercado nos han cerrado las puertas. Es bien complicado, estar en el limbo. No tener nada, pero al menos tener la idea de poder hacer algo por tu país.
Y ahora, tanto tú como tu pareja están dedicados al periodismo y a seguir con Coyuntura.
Sí, debido a nuestro exilio, decidimos ampliar la cobertura del medio y no solamente nosotros. En Nicaragua éramos un equipo de ocho personas. Cinco tuvimos que exiliarnos. Tenemos parte del equipo en Guatemala, El Salvador, acá en Honduras, en Costa Rica, y un par de personas que se mantienen en Nicaragua, en el sigilo, en el anonimato. Al vernos obligados a exiliarnos, decidimos trabajar con una perspectiva regional para toda Centroamérica. Están pasando cosas graves, y no solo en Nicaragua, en el ámbito migratorio, humanitario, corrupción, la crisis ambiental… Por eso decidimos ampliar el medio.
¿Qué represalias directas tuvo el medio?
Como una manera de represalia, el gobierno de Nicaragua ha eliminado el dominio de Coyunturas. El gobierno ha confiscado medios, ha ingresado de manera violenta a los medios. 100% noticias y la redacción de Confidencial están tomadas por la Policía actualmente, y no solo lo han hecho con medios físicos, también digitales. A nosotros se nos quitó el dominio, que era .com.ni. Ya habíamos pagado, teníamos cuentas claras. Por suerte teníamos el alojamiento de toda la información en otro servidor, que no era un servidor nacional. Logramos recuperar la información. Hicimos recolacha, entre nuestras familias y amigos, logramos comprar el dominio y ahora somos coyuntura.co.
¿Cómo hacen el trabajo periodístico aquí, sin permiso laboral? ¿Cómo sobreviven?
Coyuntura no recibe ni un centavo. No recibimos un centavo de nadie. No podemos aplicar a subvenciones de cooperación internacional porque no tenemos los papeles que pide el Estado de Honduras. Y no es algo que nos mueva, porque desde que fundamos el medio hemos trabajado con nuestros propios recursos. Compramos el sitio web, cámaras. Pero es muy difícil continuar haciendo periodismo aquí, no solo por el tema monetario, si no por el contexto del país. Honduras es un país inmerso en la violencia, en la corrupción y en la persecución hacia periodistas. Trabajamos muy de bajo perfil.
¿Tienes otros ingresos, entonces?
Yo estoy haciendo cada vez que puedo asesorías para diseñar sitios web, crear políticas de comunicación estratégicas. Con eso logramos sobrevivir, que no es algo fácil. Hemos conocido a otros nicaragüenses que sobreviven vendiendo helados, baleadas. No es algo incorrecto, porque el trabajo siempre dignifica, pero es difícil cuando el Estado no te brinda garantías mínimas.
¿Cómo ha sido para ti todo este proceso, como hombre homosexual?
Aparte de ser periodista, refugiado, perseguido y joven, soy parte de la población LGBTIQ. Es algo increíble. No sé cómo hemos sobrevivido en Honduras. Aquí todos los días hay crímenes de odio. Nosotros tuvimos que desplazarnos de forma interna acá en Honduras por ser homosexuales. La persona a la que estábamos rentando un pequeño apartamento se dio cuenta de que éramos homosexuales y decidió sacarnos del lugar. Llegó a eso de las nueve de la noche y sólo nos golpeó con un papel y nos pidió que le entregáramos el apartamento. Por faltas a la moral y a la ética pública, dijo.
Eso puso el tema de nuestra seguridad en un hilo. Cuando nos desalojaron, dos motocicletas nos dieron persecución. No sabemos si por ser nicaragüenses, por ser periodistas o por ser homosexuales. Que el hecho de ser quien en realidad soy te ponga en peligro es algo que me ha costado entender. Estaba acostumbrado a Nicaragua. No voy a decir que fuera perfecta, pero sí tenía libertad de ser quien soy. En el aspecto de mi sexualidad y mi identidad de género. Pero Honduras es un país extremadamente machista y eso pone en peligro a cualquier persona de la comunidad.