Caligrafías  personales de Margarita Azurdia
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Hasta abril de 2024 estará abierta en Antigua Guatemala una exposición sobre el archivo de la artista Margarita Azurdia; exploración en la memoria del arte y la sensibilidad en Guatemala desde el más íntimo de los espacios, el archivo personal.


Caligrafía es una palabra que nos remite, por un lado, a cierto espacio de escolaridad en la infancia, y por otro a un ejercicio de memoria e identidad en referencia de alguien más. Pensemos en “la letra de la abuela”, en el comentario de una forma de belleza -o de esfuerzo en muchísimos casos- que se aprecia y se guarda, literalmente, en la misma gaveta que las fotos. Importa para aproximarnos a esta reseña, ¿en dónde está la carta caligrafiada de la abuela?, ¿en qué gaveta que guardamos la carta y las fotos?, ¿dónde almacenamos aquello que nos conforma, que nos identifica? La memoria es lenguaje y tiempo almacenados en algún sitio al que podamos volver y la exposición Margarita Azurdia: un universo documentado, es un espacio al que podemos volver, y, llegado el momento, para quien decida dar ese paso, a su archivo también se podrá, cajón de caligrafías.

Rosina Cazali, curadora de la exposición Margarita Azurdia, un universo documentado, durante el montaje en la Nueva Fábrica en noviembre de 2023. Fotografía Julio Serrano Echeverría.

El cajón de Margarita

Muy probablemente la mejor manera de empezar a escribir sobre Margarita Azurdia sea con entusiasmo, casi jugando, con emoción. Claramente ninguna de las tres palabras seleccionadas funcionan con la mera evocación, hace falta algo, algo que a Margarita Azurdia le sobra: encanto. Alguien que utilizó, entre otros nombres, Margot Fanjul, Una Soledad o Margarita Rita Rica Dinamita, amerita imaginarse así, encantadora. A ver, con alguna frecuencia el arte carga en sus hombros ideas complejas para explicarse a sí misma. Pasión de conectar la historia de la humanidad con la del arte y sugerir ideas para el molino artístico como que fueron esos gestos simbólicos los que le dieron la victoria al sapiens sobre el neanderthal, ¡touché! Vanidad de vanidades: ¿qué nos dice esta obra de la humanidad?, y volvemos a la palabra encanto que dice sin decir pero se entiende. O mejor aún, se siente.

Encanto y emoción también es como se definirían los gestos de Rosina Cazali caminando por la galería de La Nueva Fábrica en Santa Ana, Antigua Guatemala, hablando mientras recorre la exposición que ella curó: Margarita Azurdia: un universo documentado (18-11-23/28-04-24). Cazali, una de las voces más importantes del arte contemporáneo de la región, como curadora, como escritora, como maestra en su sentido esencial, el del magisterio vocacional de quien abre amorosamente un sobre para mostrarte una foto, Camina por la galería y con una voz dulce y generosa:

La idea de la exposición es colocar a Margarita Azurdia en su contexto temporal, a la época, a la generación a la que ella perteneció. Su periodo de creatividad fue tan largo que hubo cambios: cuando ves estas obras obras bien definidas dentro de esa estética de los años 60 y luego ves otras tan curiosos, tan distintas ves que fue una mujer polifacética, que investigó muchas áreas de trabajo, estéticas y expresiones.

Fotografía Ana Werren, La Nueva Fábrica

La misma Cazali curó la exposición individual de Margarita Azurdia entre noviembre del 22 y abril del 23 en el Museo Reina Sofía. ¿Es la misma exposición? No, pero hay puentes, como el hecho esencial que, Cazali para curar aquella otra gran muestra, se sumergió a los archivos personales de Azurdia. Exactamente un año después inaugura esta muestra que, claramente: misma artista, misma curadora, exposiciones y contextos distintos. Esta que cierra el 28 de abril del 24, parte de uno de los espacios más íntimos que un artista puede tener: su archivo.

Por archivo entendemos: fotografías, posters, objetos, notas, vestuario,  indicaciones, mapas, bocetos, procesos, poemas, memorias que han estado almacenadas en distintos lugares físicos y que, para el caso, han pasado por un riguroso proceso de clasificación y que están expuestos en este recorrido, incluyendo objetos icónicos como una pata de plástico que le acompañaba a Azurdia en sus performances, pósters y fotografías de eventos, notas de prensa que inlcuyen la crítica de un abogado ligado a adopciones ilegales y a grupos de ultra derecha contemporáneos, Fernando Linares Beltranena, que en los 70 también hacía “crítica de arte”, en fin, muestras exquisitas de un archivo exquisito.

Fotografía: Ana Werren, La Nueva Fábrica

En una expo como esta aquello de “que las costuras no se noten”, es exactamente lo contrario; se trata de una exposición de las costuras -aunque no sea precisamente de un “cómo se hizo”-, es más bien una inmersión al mundo sensible e intelectual de una artista, una forma de intimidad que bien podría ser la de un diario transmedia, por decirlo de otra forma.

Al recorrer los generosos pasillos de La Nueva Fábrica, uno puede construirse una idea de cómo era la persona y qué ruta tomaba para hacer lo que hacía y, para retomar la metáfora inicial, uno puede salir de esta exposición no solo entendiendo la cabeza de una de las grandes artistas mesoamericanas del siglo XX, sino pensar en “qué bonita letra tenía”.

Para hablar del archivo de Margarita Azurdia hay que ubicar en el tiempo a la artista: nació en el 31, murió en el 98 y según esta misma exposición podemos rastrear su obra de los 60 a los 90. En este recorrido en La Nueva Fábrica, abierto hasta el 28 de abril de 2024, el archivo de la artista lo es todo, un todo generoso que Cazali explica así:

En Guatemala no se le ha dado tanta importancia a los archivos, y yo te diría que es el complemento, pero no como el ying y el yang que son opuestos, esto es el complemento de la trayectoria de un artista. Un archivo nos da el mapa de quiénes son esos creadores, las cosas que vivieron, los eventos que los hicieron cambiar o pensar en otras cosas.

Mucha de esa documentación, nos sigue explicando Rosina, es el resultado de lo que los artistas viven en el día a día de su proyecto creativo. El archivo te da una historia, te da más datos de lo que estaba ocurriendo alrededor, ya no es pensar solo la obra aislada, que te impacta, sino te da un hilo conductor de cómo se iba armando el pensamiento de esta persona.

Ves estos documentos piensas en el archivo de Miguel Ángel Asturias, o en el Diario Militar, o el Archivo Histórico de la Policía Nacional, cuanta información hay ahí que ha empezado a llenar vacíos de hechos o de posibles interpretaciones. Siempre recuerdo una historia que da escalofríos: cuando aparece el Diario Militar y está ahí la foto de Luis de Lión por fin entendimos de que sí, a Luis se lo llevaron. Ese libro cuenta que era parte de todo un sistema, de una burocracia policial del tipo “la orden del día es ir a secuestrar a este señor”. Para mí esa es la función del archivo, poder seguir alimentando esa parte de la conversación que nos ha hecho falta, y no solo quedarse con las primeras impresiones.

Fotografía: Ana Werren, La Nueva Fábrica

Margarita Rita Rica Dinamita

El trabajo de Azurdia fue una permanente de exploración de materiales y formas. En el contexto guatemalteco es probable que sus figuras geométricas, de trazos perfectos y colores encendidos sean las imágenes más cercanas en el imaginario. Para quien haya visitado el Museo Nacional de Arte “Carlos Mérida”, una escultura de un lagarto con unos bebes rojos gateándole encima mientras es cargado en hombros por un grupo de personajes antropomorfos con máscaras de jaguar les podrá resultar familiar. De no ser así, la delirante descripción da una pista de las formas y sensaciones muy diversas que la obra de esta artista provoca.

Ingrid Klussman, una importante artista y galerista de la segunda mitad del XX en Guatemala, hablaba en los 70 de “Los diez grandes”, en masculino porque eran 9 hombres y Margarita Azurdia; en este listado aparecía Luis Díaz, Elmar Rojas, Rodolfo Abularach, Efraín Recinos.

Margarita Azurdia vivió en París en parte de la década de los 70 y a su regreso fundó un grupo que se llamó “Laboratorio de creatividad”, ahí fue directamente donde ella empieza a experimentar con el cuerpo, con el movimiento. Cazali describe aquel momento, era una experiencia extraña para los guatemaltecos, ella salía a la calle con sus amigos con los que integraban este Laboratorio de creatividad; y tal vez en esa época no le llamaban directamente performance, pero actualmente con la mirada que nosotros tenemos sí lo hubiéramos identificado como performance. Investigando en este archivo, en uno de los diarios de la artista, Rosina encontró referencias a que con este colectivo hicieron presentaciones en el parque central, en la zona 5, además de, naturalmente, los espacios culturales que en aquel entonces.

El universo documentado al que alude la exposición, ha permitido mostrar la profundidad del pensamiento y lo sofisticado de la búsqueda de esta artista guatemalteca. En la exposición, una pared reproduce una de las notas de uno de los diarios que describían las acciones corporales que fueron una parte esencial de su trabajo y de la cual se tienen pocos registros, pero vaya regalo que nos deja el archivo, cuenta Cazali:

Diarios con imágenes, dibujos, movimiento corporal, esquemas que le servian para entender cómo distribuir los movimientos en el espacio que iban a utilizar. Dibujos con esta especide coreografía a manera de Caligrafías personales, pero que le ayudaban a entender sus propios trazos de cómo iban a entrar, cómo iban a salir, cuáles eran los diferentes tipos de gestos que tenían que realizar en los diferentes momentos de la presentación.

Fotografía Ana Werren, La Nueva Fábrica

Se puede parar uno entonces frente esa reproducción de aquella caligrafía-coreografía y pensar en este intento interpretativo que la curadora hizo durante el recorrido por la galería,  explica Rosina: entrada, hacemos movimientos cretivos en el espacio; hacemos una posición fetal; recorriendo “no sé qué”; luego vamos a una etapa primitiva, creamos fuego, luz, energía, danza, sonido, cantamos, agradecemos, hacemos el ridículo, y la salida. Y hay un radio, se escucha un radio.

Así pues,Volvemos a esos silencios que empiezan a llenarse, “seguir alimentando esa parte de la conversación que nos ha hecho falta”, como dijo Rosina unas líneas antes. Conversaciones como ¿dónde está almacenada nuestra memoria?, ¿en qué cajón están nuestras caligrafías?, ¿a dónde iremos a buscar el trazo de nuestros grandes gestos? Y sí, recorrer esta exposición nos muestra no solo el valor de estos registros, sino la sed insaciable de recorrer las memorias íntimas. Pregunto entonces, ¿dónde almacenaremos estas palabras digitales sobre la memoria de la memoria de una de nuestras grandes artistas mesoamericanas?, y a lo mejor la impresora y el cajón vuelven a seducirnos.

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