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Ni castigo divino ni conspiración
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A un año del inicio de la pandemia en Guatemala, un estudiante de medicina vuelve la mirada a lo que hemos recorrido y busca de conectar las realidades con sus referencias en el tiempo, para explicar cómo ha pasado este año entre la incertidumbre y la esperanza.


Ni castigo divino ni conspiración

Sin duda, el 2020 trajo consigo acontecimientos que quedarán marcados en la memoria de muchos.  La cantidad de información presentada sobre estos eventos ha provocado que parte de la población trate de explicarlos como un castigo divino o una conspiración a nivel global. No obstante, mucho de lo que sucedió el año pasado (al igual que lo que sucede en este) tiene una explicación dada por la ciencia, que es necesaria conocer; después de todo, dependiendo nuestra forma de entender el mundo dependerán nuestras decisiones individuales y colectivas.

COVID-19: Posiblemente este es el acontecimiento que más ha marcado la vida de los guatemaltecos desde el 2020. Si bien algunas personas, incluso gobernantes, llegaron a afirmar que el virus fue creado como un arma biológica en China, esta teoría fue descartada por científicos después de hacer diversas investigaciones. Y es que, a diferencia de lo que muestran muchas películas, la comunidad científica es muy rigorosa con este tipo de asuntos, y sí el virus hubiera sido creado, esta alzarían la voz. Un ejemplo de esto último es cuando la comunidad científica condenó al chino He Jiankui, después de descubrir que este realizaba experimentos de edición genética que violaban convenios internacionales de ética, lo que resulto en el despido de este de su centro de trabajo y una condena de tres años de prisión. 

Y entonces, ¿de dónde surgió este virus? COVID- 19 es una zoonosis, es decir, una enfermedad que se origina por la transmisión original de un microorganismo desde animales a humanos, aunque actualmente se transmite únicamente de humano a humano. Factores como la sobrepoblación, globalización, cambios ambientales, tráfico de especies y la invasión cada vez mayor a bosques y selvas en búsqueda de tierra para cultivo o vivienda, ha hecho que interactuemos cada vez más con animales salvajes, lo que hace posible la transmisión de nuevas enfermedades hacia el ser humano. Otras enfermedades de reciente aparición como el zika, chikungunya y ébola también son zoonosis. 

Incendios e inundaciones: nada más apocalíptico que esto; en enero de 2020 se produjeron incendios en Australiaque afectaron a  52,400 kilómetros cuadrados y afectaron a más de mil millones de animales.  En California, Estados Unidos también se presentó una temporada de incendios más alta que en otras ocasiones. Respecto a esto, si bien los incendios son parte natural del ecosistema, en los últimos años ha habido un aumento en su frecuencia e intensidad debida al cambio climático. 

El cambio climático también es el responsable de que cada vez haya más huracanes y tormentas tropicales, de hecho el 2020 rompió récord en el número de estas. Guatemala, al igual que otros países de Centroamérica, fue uno de los más afectados, especialmente por Eta e Iota. Esto no es sorpresa, de hecho según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Guatemala es uno de los 10 países más vulnerables a nivel mundial respecto a los efectos del cambio climático. 

Más que a factores geográficos, esto se debe a cuestiones político-histórico-sociales, que incluyen la inexistencia de una ley de ordenamiento territorial que de pautas para evitar la construcción en áreas de peligro; y es que aunque para muchos suene descabellado, en otros países no se permite la construcción de casas en barrancos y volcanes por los riesgos que esto conlleva. De hecho, hasta 2018, únicamente siete de los 340 municipios del país tenían un plan de ordenamiento territorial. Además debemos agregar la baja educación de buena parte de la población, así como la extrema pobreza que los hace construir sus viviendas en lugares de riesgo. 

Por otro lado, históricamente en Guatemala hubo grandes expropiaciones de tierra, como en el gobierno de Justo Rufino Barrios, que hicieron que muchos habitantes del país (especialmente indígenas) se vieron obligados a habitar en zonas de riesgo. Además de que las masacres realizadas en el conflicto armado (la gran mayoría cometidas por el ejército de Guatemala) obligaron a muchos pobladores a huir a lugares inseguros como montañas y volcanes, buscando salvaguardar su vida, áreas que con el paso del tiempo fueron habitando sus descendientes. La tala de árboles también es un problema que afecta la vulnerabilidad ante desastres, lo que cobra relevancia en Guatemala en la que posemos la cuarta tasa de deforestación más grande del mundo. Quizá a muchos les sorprenda este último dato, pero en realidad el país está muy atrás respecto a legislación ambiental, como otro ejemplo, Guatemala es el único país de Centroamérica sin una ley de aguas.

Erupciones volcánicas: otro ingrediente perfecto para un buen apocalipsis; durante abril muchos noticieros informaron de manera amarillista sobre la erupción del volcán Anak Krakatau, en Indonesia, así como en otros volcanes, afirmando que era una actividad de alerta. Sin embargo, expertos en el tema aclararon que está actividad se había dado en el llamado Cinturón de Fuego, un área en donde siempre hay actividad volcánica, y que era totalmente normal. 

Los zoológicos: debido al confinamiento, en redes sociales se difundió la idea de que los zoológicos encierran animales y los tratan mal, lo que dista mucho de la realidad. Si bien este pensamiento es válido para los circos donde la explotación animal es la norma, los zoológicos funcionan como un espacio de conservación e investigación. En estos trabaja personal especializado, veterinarios o biólogos, que han estudiado por años para poder trabajar con animales, además de darles un ambiente y comida adecuado. De hecho se estima que gracias a los zoológicos se han logrado salvar 48 especies animales de la extinción. 

Arena del Sahara y el Amazonas: A pesar de que pasa de manera frecuente, muchas personas se alarmaron al enterarse que arena proveniente del desierto del Sahara había llegado por medio del viento hasta la selva Amazónica. Está actividad es normal debido a que está arena contiene compuestos como fósforo y nitrógeno, que son utilizados como nutrientes por las plantas. Sin embargo, está puede ocasionar problemas de salud en personas alérgicas y asmáticas, así que es importante tomar precauciones. 

La Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH): aunque dista un poco en lo relacionado a lo científico, hubo mucha desinformación sobre esto, debido a que muchos han tachado a la PDH de inútil desde el año pasado. No obstante, está realizó muchas acciones en beneficio de la población, que incluyen la verificación del cumplimiento del pago del Bono Empleo en el que se demostró que 30 mil trabajadores aún no lo recibían, amparo efectivo para que periodistas puedan ingresar a las sesiones del Congreso para informar a la población, amparo efectivo para que se le brinde al personal médico equipo de protección y de manera más reciente amparo para garantizar la compra de vacunas contra COVID-19 por parte del Estado. 

El problema con creer que las situaciones que se han dado desde el 2020 se deben a castigos o señales divinas, es que impide ver la  responsabilidad que nuestros actos conllevan para provocar estas. Por supuesto, Guatemala es uno de los países que menos aporta al cambio climático, pero tenemos responsabilidad de exigir cuestiones como una ley de ordenamiento territorial para reducir los futuros riesgos que este causará.  Y es que como escribió el teólogo Rodolfo Cardenal: 

En la actualidad, proliferan expresiones religiosas con dosis muy altas de superstición. Algunas de ellas afirman que todo lo que sucede es enviado directamente por Dios y, por tanto, si Él quisiera, podría evitarlo. Esta forma de pensar surge con fuerza en las catástrofes. Nunca faltan predicadores que interpretan los fenómenos naturales o las epidemias como castigo divino. Este dios castigador es muy injusto, porque la mayoría de las víctimas suelen ser pobres, que así resultan doblemente sancionados: a la penuria en la que sobreviven se agregan las calamidades asociadas a los desastres. Los ricos, en cambio, aunque igualmente pecadores, viven en la abundancia y en sitios seguros, donde difícilmente los alcanzan los embates de la naturaleza y la enfermedad. En cualquier caso, disponen de medios para recuperarse… En principio, el origen de esas “situaciones” es natural, pero su incidencia es obra de la irresponsabilidad individual y social, y de la desidia e incompetencia de los gobernantes… La pandemia y los huracanes son un llamado de atención para cambiar el estilo de vida. No podemos seguir como hasta ahora, indiferentes al medioambiente y abandonados al consumo desenfrenado”.

Por supuesto, la libertad de culto es un derecho constitucional, y de hecho muchos grupos religiosos de distintas doctrinas contribuyen a la recaudación de víveres y cuestiones similares en caso de desastres naturales, de eso no hay duda, pero la visión que muchas personas tienen de este tipo de asuntos, evita que puedan ver la problemática, y por tanto exigir o proponer soluciones. 

Por otro lado están los creyentes de teorías de conspiración, las cuales se basan en el desconocimiento científico, histórico o político de la población, que además de hacer caso omiso de las advertencias de los profesionales de la salud, ponen en riesgo su vida y la de los demás, y se oponen a las soluciones que la ciencia nos puede brindar, como el caso de la utilización de mascarillas y vacunas, que son totalmente seguras y efectivas. De no serlo, no se aprobarían para su uso. 

Esta desinformación se debe a factores como la falta de formación científica en el sistema educativo, la creciente ola de desinformación en medio de comunicación y la deficiencia en lectura de la población. Si bien esto es algo que pasa a nivel global, cifras como una tasa de abandono de la escuela secundaria del 52% o el hecho de que para 2017 el 24% de los jóvenes era analfabeto son indicios de que nuestra población pueda ser más vulnerable a esto. Y es que resulta alarmante que siendo uno de los países con tal vulnerabilidad al cambio climático, se hable tan poco del tema. 

¿Hasta dónde puede llegar la desinformación y las noticias falsas o sesgadas? Pues en México se difundió la noticia de que Guatemala había suspendido los salarios de los diputados del Congreso durante la pandemia, cosa que por supuesto no sucedió.

No obstante, el tiempo que ha durado la pandemia también nos deja cosas buenas, como el primer viaje al espacio hecho por una empresa privada, la primera nota periodística escrita por un robot, o las múltiples nominaciones y premiaciones de la película “La llorona”, que tengo esperanza despierte el deseo de aprender sobre historia nacional.

[Te puede interesar: Conexión y libertad, la vida en pandemia, dos video ensayos para reflexionar sobre cómo hemos vivido esta pandemia en Guatemala]


Juan Carlos Castillo 

Estudiante de medicina en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Dos veces representante estudiantil. Amante de la lectura y la ciencia. 


Las opiniones emitidas en este espacio son responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan los criterios editoriales de Agencia Ocote. Las colaboraciones son a pedido del medio sin que su publicación implique una relación laboral con nosotros.

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