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Silencio en Las Nubes, una aldea en el patio de la CGN

Decenas de familias q’eqchi’es viven en una aldea de El Estor situada en una explanada sobre montañas que hace décadas eran frondosas. Hoy son yermas. En lugar de árboles solo se ven rocas y tierra cruzada por caminos polvorientos abiertos por la Compañía Guatemalteca de Níquel (CGN). En Las Nubes, sus habitantes creen que hay sustancias generadas por la mina, que arruinan sus techos de láminas de metal y que dejan sin vida a sus plantaciones de cardamomo. Aun así, callan. No quieren tener problemas ni con la mina (que da empleo a decenas de vecinos) ni con los pobladores de otros municipios que se oponen a la empresa.

En Las Nubes callan. No quieren tener problemas con la CGN, que sospechan ha secado sus plantaciones de cardamomo. Tampoco con los pobladores que se oponen a la empresa.

Una carretera de terracería serpentea lo que un día fueron montañas boscosas en el sur de El Estor, Izabal, y que hoy se asemejan a un desierto rojo por la explotación de la Compañía Guatemalteca de Níquel (CGN).

El camino empieza al lado de las instalaciones de la Procesadora de Níquel de Izabal, (Pronico), propiedad de la CGN y ubicada a 3.5 kilómetros de la zona urbana del municipio. Al inicio de la carretera hay un letrero metálico cubierto de polvo. El rótulo dice que está “prohibido el paso” porque es “propiedad privada”. 

Foto: Sandra Sebastián.

Más adelante, a unos 20 metros del letrero, hay una garita. La madera y las lámina metálicas con las que fue construida tienen un aspecto viejo, a diferencia del letrero. En el puesto de control no hay nadie que baje la talanquera o que pida documentos de identificación para pasar.

La carretera de terracería, desde donde se puede apreciar la inmensidad del lago de Izabal, termina en una aldea. En Las Nubes.

El desierto rojo es el territorio que ha sido usado para la extracción de níquel desde hace 70 años en El Estor.

El camino lo construyó Explotaciones y Exploraciones Mineras de Izabal (Exmibal, la primera empresa a la que el Estado de Guatemala cedió los terrenos en 1971). En 2005, la compañía vendió esos derechos a Skye Resources y Hubday Minerals de Canadá que, de la misma forma en 2011, se los traspasaron a Solway Investment Group, una corporación inscrita en Suiza, que nombró a la mina “Compañía Guatemalteca de Níquel”. CGN.

Foto: Sandra Sebastián.

Al inicio, cuando el territorio era propiedad de Exmibal, los vecinos de Las Nubes circulaban por este camino a pie y en vehículos de doble tracción sin ningún problema.

Las restricciones empezaron después de que los derechos de la compañía pasaran a manos de Skye Resources y Hubday Minerals. La empresa colocó una talanquera y sus  guardias de la empresa pedían un salvoconducto que entregaba la minera a los habitantes de Las Nubes. Solo de esta manera podían llegar a la comunidad. Hasta que protestaron.

“Fue un domingo —recuerda uno de los vecinos— Unos evangelistas iban a venir y no los dejaban pasar. Querían que fuéramos a traer un boleto de permiso para que pasaran. Entonces ese día la comunidad se enojó y bajaron unas 50 o 60 personas. Ese día fue el último día que la empresa nos pidió el permiso ”.

Después de la protesta, la garita dejó de funcionar y el paso se habilitó. Esto pasó hace unos siete años.

Foto: Sandra Sebastián.

La CGN  -a través de su equipo de comunicación, que respondió a las preguntas de Ocote por escrito- asegura que la talanquera y la garita continúan habilitadas: “Al existir movimiento rutinario de vehículos pesados, es necesario que antes de que cualquier persona ingrese a la propiedad se le oriente sobre algún movimiento de maquinaria que ponga en riesgo su seguridad. Es una medida preventiva para apoyar a la seguridad de la comunidad”, dice. La compañía además hace énfasis en que esta carrera y el territorio son de su propiedad.

Pero el día que Ocote viajó hasta Las Nubes no había ningún guardia en la garita ni una persona que controlara la talanquera.

Una comunidad sin escrituras

Las Nubes se fundó hace unos 20 años. Uno de los vecinos que vive en la aldea recuerda que hace entonces, un hombre reunió a un grupo pequeño de vecinos que vivían en el casco urbano en El Estor y que tenían algo en común: no contaban con terrenos propios para sembrar.

Foto: Sandra Sebastián.

Les dijo que conocía un área en las montañas del municipio que era propiedad del Estado y que podían ocupar. Estaba cerca de los terrenos que eran explotados en ese entonces por Exmibal. La idea era solicitar después que les fuera entregada legalmente.

Durante estas casi dos décadas, los vecinos han solicitado a la municipalidad que se continúe el trámite, pero hasta ahora no tienen respuesta. “Los únicos papeles que tenemos son el mapa de lugar y un croquis que nos dio el RIC -Registro de Información Catastral-”, dice el vecino.

La CGN explica, en el documento donde respondió a preguntas realizadas por Ocote, que el territorio donde está asentada la aldea es de su propiedad y niega que en los últimos años haya negociado con los vecinos para que se retiren del área a cambio de otros terrenos, como aseguran en la comunidad.

“La empresa no tiene planes de desplazamiento de la comunidad porque la considera un aliado estratégico en el marco de las operaciones que se realizan en la zona”, asegura la compañía.

Romel Reyes, director del departamento de Comunidades en Desarrollo de la municipalidad, explica que en El Estor hay varias comunidades que se han asentado en territorios sin ningún trámite legal. “Son como unas diez comunidades las que ahora están en trámite de legalización”, dice el funcionario.

Ocote consultó a la municipalidad de El Estor para verificar de quién es la propiedad del terreno en el que se encuentra Las Nubes (si de la CGN o del Estado), pero a la fecha de publicación de este texto todavía no había respondido.

El silencio de Las Nubes

En Las Nubes viven 84 familias q’eqchi’es, según un censo hecho por el Consejo Comunitario de Desarrollo (COCODE). Sus casas están dispersas entre caminos bordeados con maleza y árboles tropicales, un paisaje que contrasta con los terrenos desérticos que rodean la aldea. Esa vegetación verde también contrasta con el rojo del suelo, lleno de minerales ricos en hierro. La mayoría de casas están construidas con tablones de madera y láminas metálicas.

Foto: Sandra Sebastián.

En las noches, las viviendas se iluminan con paneles que convierten las radiaciones del sol abrasador de El Estor en electricidad. En la comunidad no hay cableado eléctrico ni tampoco agua potable. Las familias se abastecen con un riachuelo que atraviesa la aldea.

Son los últimos días de octubre de 2021. En El Estor se ha decretado un Estado de Sitio por treinta días, que finalizará el 25 de noviembre. La medida fue aprobada después de que un grupo de pobladores bloquearan el paso de los vehículos de Pronico, la empresa que se encarga de procesar el mineral que extrae la CGN.

La protesta tenía dos reclamos principales. El primero, que la minera seguía operando pese a que la Corte de Constitucionalidad (CC) había ordenado la suspensión de sus operaciones en julio de 2019. El tribunal estableció entonces que el Gobierno no había celebrado una consulta comunitaria antes de que el proyecto extractivo arrancara.

La CGN sostiene que sus operaciones de extracción en El Estor están detenidas y que únicamente sigue en funcionamiento su proyecto extractivo Montúfar, ubicado en Los Amates, y Pronico, que procesa los minerales de Montúfar y los que extraía la CGN en El Estor.

Ante las quejas de la población, el gobierno aseguró en octubre  que esa “planta procesadora y otros derechos mineros” no está incluida en la resolución de la CC. La máxima corte de Guatemala estableció que únicamente se suspendían las operaciones de explotación que realizaba la CGN.

Foto: Sandra Sebastián.

El otro reclamo que hizo salir a las calles a los pobladores una vez más es que 47 comunidades indígenas q’eqchi’es habían sido excluidas de la preparación y de la consulta comunitaria que el tribunal había ordenado hacer en su fallo y que el Ministerio de Energía y Minas (MEM) realizaría después de la protesta, durante noviembre y diciembre de 2021.

Robin Sicajan, director de La Asociación Estoreña para el Desarrollo Integral -conocida como Defensoría Q’eqchi’- asegura que en los próximos días la organización junto con  autoridades ancestrales q’eqchi y un grupo de pescadores, denunciarán el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), pues las comunidades que se oponen al proyecto extractivo quedaron fuera de la consulta.

[Explora aquí la fotogalería: Estado de Sitio en El Estor]

Las Nubes no es ajena al conflicto con la CGN. En septiembre de 2009, cuando Skye Resources y Hubday Minerals operaba la mina, ocurrió un crimen contra un líder de La Unión, una comunidad que llegó a acuerpar en una protesta a los vecinos de Las Nubes por un intento de desalojo. Adolfo Ich fue asesinado por el teniente coronel Mynor Padilla González, entonces jefe de seguridad privada de la CGN que entonces era propiedad de la corporación canadiense. Padilla fue condenado en enero de 2021.

Ese día también resultó herido Germán Chub, un campesino de entonces 22 años, que quedó sin poder caminar por un disparo.

Pero a pesar del Estado de Sitio, en Las Nubes no hay policías ni soldados que merodeen las calles ni las viviendas, a diferencia de lo que ocurre en El Estor y en otras poblaciones cercanas al casco urbano.

Foto: Sandra Sebastián.

En la aldea hay silencio. Nadie camina por las calles. Algunas personas desgranan las mazorcas de maíz que cosecharon en las últimas semanas o descansan en hamacas, en sus patios.

El silencio envuelve más a la aldea cuando se les pregunta a los habitantes cómo se llaman. Algunos apenas dan su primer nombre y ninguno dice su apellido. Cuando se les comenta que es para citarlos en un reportaje, piden no ser mencionados.

No quieren tener problemas ni con los pobladores que se oponen a la mina ni con la misma CGN, donde trabajan sus familiares o ellos mismos. Mucho menos ahora, en el Estado de Sitio. Saben que han allanado las casas de vecinos de otras comunidades y detenido a algunos de ellos.

Por el silencio que mantienen los habitantes de la aldea, algunos líderes de otras comunidades de El Estor califican a los vecinos de Las Nubes como “vendidos”. Una muestra de ello, afirman, es que no participaron en el bloqueo que generó el Estado de Sitio en el municipio. Uno de los vecinos de Las Nubes admite que no los acompañaron y asegura que decidieron no hacerlo porque sus luchas ahora son individuales.

La relación que mantienen con la minera por ahora, dice, es “tranquila“. Pero añade que, de ser necesario, se organizarán y saldrán a manifestar porque quieren seguir viviendo en Las Nubes.

[Las sombras detrás de la captura de un pescador]

Según la CGN y Pronico, 63 de sus trabajadores residen en Las Nubes. Algunos de los habitantes de Las Nubes trabajan como operadores de maquinarias y otros en la limpieza de las instalaciones de la procesadora. Aparte de trabajar para la empresa, unos cuantos siembran y venden cardamomo.

Foto: Sandra Sebastián.

Dicen que las plantaciones ya no producen lo mismo que antes cuando llegaron a la aldea hace casi 20 años. Creen que hay dos razones detrás de esto. La primera ha sido la destrucción de los bosques para extraer níquel. Eso, dicen, ha aumentado la temperatura del área, lo que ha creado una ambiente hostil para sus cultivos, que necesitan un clima menos caluroso.

En imágenes satelitales comparativas de 2009 y 2021 se puede observar el cambio en las montañas explotadas por la minera en El Estor.

Raúl Maas, director del Instituto de Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente (IARNA) de la Universidad Rafael Landívar, explica que la actividad minera supone remover la cobertura vegetal del área que se explota. Eso provoca la alteración de los microclimas de las áreas cercanas y afecta a los organismos vivos que las habitan.

“El cambio en la temperatura y los cambios en la humedad resienten a los seres vivos, que deben empezar sus procesos de adaptación, y si no pueden adaptarse, migran, y si no pueden migrar, desaparecen. La actividad minera modifica las condiciones de vida de los organismos vivos y el cardamomo es un organismo vivo que requiere condiciones ambientales específicas para sobrevivir”, dice.

El segundo motivo para que el cardamomo ya no crezca, según los pobladores de Las Nubes, es la posible existencia de sustancias en el aire, expulsadas durante la extracción y el procesamiento del mineral, que provocan que las hojas de sus cultivos se marchiten.

Sobre esto, Maas explica que, si bien es posible que haya sustancias químicas o gases que podrían estar afectando a los cultivos cercanos al área de explotación minera, es necesario realizar una investigación específica que determine cómo se desplazan los vientos en el área, cuáles son los elementos que transporta y el nivel específico de afectación que podrían causar.

Foto: Sandra Sebastián.

“Esto también podría obedecer en parte al cambio climático global. A la variabilidad climática que este impone, se le suma las afectaciones a nivel micro que genera la actividad minera. Es decir, que una sumada con la otra impactan más fuertemente las condiciones de vida de los seres vivos”, asegura Maas.

La CGN afirma en el documento entregado a Ocote que “durante los trabajos de extracción de material, la maquinaria utilizada para movimiento de tierra no provoca desechos que dañen el ambiente en el área de trabajo o sus alrededores“.

Uno de los vecinos de Las Nubes cuenta que en los últimos años las láminas de sus techos se han oxidado más después de cada lluvia, algo que no ocurría antes, pues  tardaban mucho más tiempo en deteriorarse. Cree que también está relacionado con la explotación minera.

Maas dice que esto es un indicador de que hay sustancias que antes no estaban presentes en la aldea y ahora provocan el deterioro del material. Este indicador, afirma, debería ser suficiente para empezar una investigación, pues también es necesario determinar si esto afecta a la vegetación, a los pobladores y a los animales que habitan el área.

Foto: Sandra Sebastián.

Se solicitó información al Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) y al Ministerio Público (MP) sobre denuncias planteadas por daños al ambiente en la zona, pero al cierre de edición de esta publicación no habían enviado los datos.

La CGN asegura que hasta el momento no ha recibido ninguna queja sobre daños a las estructuras de las casas. “El equipo de asuntos comunitarios mantiene un diálogo constante con la comunidad y esto nos permite conocer sus solicitudes e inquietudes“, asegura.

El abandono del Estado

En Las Nubes hay tres iglesias. Dos evangélicas y una católica que está en construcción. La CGN asegura que la construcción de las tres corrió por su cuenta. También la construcción de la única escuela primaria en la aldea, el salón comunal, un campo de fútbol y el alcantarillado.

Se intentó verificar estos datos con la municipalidad de El Estor y el Ministerio de Educación, pero al cierre de edición de esta publicación, aún no habían respondido a la consulta de Ocote.

A tres cuadras de la iglesia católica, hoy hay cuatro hombres que remodelan las instalaciones de la  escuela primaria. No hay escuela secundaria. Los trabajadores pintan las paredes de madera y colocan láminas metálicas nuevas en el techo. Dicen que el Ministerio de Educación envió el material para recibir en 2022 a los niños que dejaron de asistir por la pandemia de COVID-19.

Foto: Sandra Sebastián.

En la escuela también construyen los primeros baños con paredes de bloques de cemento, para sustituir a los sanitarios de madera.

La única presencia estatal en la aldea son los cinco maestros que dan clases en la escuela y el puesto de salud, a donde mensualmente llegan una enfermera o dos auxiliares de enfermería, los únicos contratados por el Ministerio de Salud, a vacunar a los niños y a examinar a las mujeres embarazadas.

Este año, los niños han recibido pocas tareas, dicen los vecinos. Desde que se prohibieron las clases presenciales por la pandemia, los maestros de esta escuela primaria sólo llegan algunos un par de días al mes.

Antes de la pandemia, los adolescentes de la aldea que habían podido continuar con la secundaria debían viajar hasta la zona urbana del municipio para recibir las clases. Todos se movilizaban en motocicleta. Bajaban y subían juntos sobre la carretera polvorienta.

Uno de ellos ahora estudia magisterio y por la pandemia ha recibido las lecturas y las tareas a través de WhatsApp. Pero dice que hacerlo ha sido complicado porque hay poca señal telefónica en la aldea. Tiene que caminar hasta una colina a donde llega la cobertura.

Al fondo de la aldea hay un cerro lleno de árboles donde nace un río. Ahí las mujeres llegan con sus tinajos a recoger agua para cocinar o a lavar su ropa cuando el tanque que la distribuye en la comunidad deja de funcionar.

Foto: Sandra Sebastián.

El tanque de agua fue comprado por todos los vecinos de la comunidad y cuando se rompe la tubería, como ocurrió hace unos días, todos reúnen dinero para comprar los repuestos.

En la aldea, las familias tienen prohibido botar los árboles del cerro para no secar el riachuelo. Temen que con el tiempo y con la posible expansión y reanudación de la minera que está suspendida, esto sea algo inevitable.

Por ahora, en Las Nubes hay una aparente calma. Las personas que viven en la comunidad, aunque no están de acuerdo con las operaciones de la minera, evitan abrir un conflicto. No quieren arriesgarse a perder sus empleos o a que la CGN intente desalojar a las familias de los terrenos.

Foto: Sandra Sebastián.

José David López Vicente

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