Pueblo ancestral
El caudal sin fin de los xinkas
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Todo comenzó como un pequeño río, que con su corriente fue abriéndose paso; poco a poco se sumaron más y más caudales, al final, ese río ya era muy grande». Así describen las autoridades de las comunidades xinkas a las movilizaciones en defensa de la democracia durante 2023. Esta es la crónica de la más reciente de sus movilizaciones.


Llegar a cumplir 106 días del Paro Nacional que pedía el respeto  al voto popular, transición democrática y la renuncia de funcionarios del sistema de justicia, no fue producto de improvisaciones o casualidades. 

Autoridades del pueblo xinka aseguran que las estructuras de organización comunitaria, entre los diferentes pueblos ancestrales, habían hallado puntos de convergencia hace años. Esto permitió la articulación de acciones conjuntas y organizadas, bajo un mandato donde prevalece el bienestar comunitario.

Las acciones de 2023, que marcan un antes y un después en la historia reciente del país, para el pueblo xinka significan un nuevo ciclo donde tienen claro cuál es su papel en la toma de decisiones. Algo que ya no es negociable para ellos.

Autoridades del Parlamento Xinka caminan junto con el resto de autoridades ancestrales durante una de las marchas de 2023. Fotografía: Christian Gutiérrez.

Las comunidades que persisten

Las comunidades xinkas tiene una historia muy antigua. Tan antigua como la de los grupos mayas, que incluye a los k’iche’s, q’eqchi’s, ch’orti’s, kaqchikeles, entre otros. Ambos grupos tienen al menos 4 mil años de habitar sus territorios. Territorios que se han modificado en el tiempo. 

Las sociedades mayas y xinka han sido complejas —sedentarias, con organización social de múltiples niveles, escritura, agricultura, entre otros— según Ruud van Akkeren en su libro Los mayas nunca se fueron.

En esa publicación se menciona que los xinkas, a diferencia de los mayas, nunca han abarcado un área muy amplia, confinados más al área entre el oriente de Escuintla, el valle de la Ciudad de Guatemala, y desde allí hacia el oriente y nororiente, hasta Los Amates en Izabal y hasta el área ch’orti’ (esto en su momento de mayor expansión, hace unos tres mil años).

Al parecer los xinkas tenían otras formas de producción económica, incluyendo las piñas, que ya aparecen representadas en el temprano Lienzo de Quauhquechollan (ca. 1535), algo que no aparece en ninguna otra región y sigue siendo una especie de «patrimonio» de este grupo.

Además de lo cultural y territorial, también existe una historia de las comunidades xinkas asociada a un tipo de organización militar. Las milicias tienen su origen en el final de la Colonia y sobre todo en las primeras décadas del temprano Estado de Guatemala, que les dio ventaja organizativa y armada. 

Esa ventaja apuntaló la «Rebelión de La Montaña» que canceló el primer experimento liberal guatemalteco y a la federación centroamericana.

Además, restituyó parte de la legislación colonial que beneficiaba a las comunidades, como las alcaldías propias y la titulación de sus tierras comunales y la administración indígena de la justicia en un contexto republicano.

Imagen del museo del Parlamento Xinka, en su sede de la ciudad de Cuilapa, Santa Rosa. Fotografía: Christian Gutiérrez.

Juan Carlos Sarazúa, desarrolla el tema en  La Montaña en Guatemala: entre la rebelión y la defensa del Estado, 1800-1871, que forma parte de la compilación Miradas Regionales: Las regiones y la idea de nación en América Latina, siglos XIX y XX de Arturo Taracena Arriola.

Dirigida por Rafael Carrera y aliados locales, la «rebelión de la montaña» aún está presente en el imaginario regional xinka con el mote de los «carreristas». Son antepasados con habilidades guerreras casi sobrenaturales que defendieron a la comunidad, como documentó Claudia Dary en Unidos por nuestro territorio: identidad y organización social en Santa María Xalapán.

Región de «gente recia», la montaña fue lugar de acciones militares de los Lucíos – en tiempos de Carrera -, del famoso Serapio Cruz «Tata Lapo», o de los Remincheros poco después de 1871. Sobre estos últimos también existe abundante tradición oral, que se complementa con fotografías y referencias a hombres armados y mujeres a caballo con guerreras (cintas de balas) cruzadas en el pecho.

Experiencia en administración comunitaria

Aleisar Arana, originario de Quezada, Jutiapa, quien fue Huxi Hurak (que traducido del idioma Xinka se podría citar como «el hombre que dirige, el líder o guía de la comunidad») de la Junta Directiva del Parlamento Xinka en 2020, confirma que su cultura está vinculada a una administración de gobiernos propios y del territorio. 

«Somos un pueblo que ha podido observar e interpretar lo que nos dicen las aves, los ríos, los insectos, para poder tener una mejor visión de lo que podemos hacer para conservar los bienes naturales. Somos poseedores de tierras comunales, administraciones de gobiernos propios, con un sistema que es parte de nuestra cultura».

Aleisar Arana, autoridad Xinka, frente a la Corte de Constitucionalidad junto con otras autoridades ancestrales en octubre de 2023. Fotografía: Christian Gutiérrez.

Según la publicación Historia e Identidad del Pueblo Xinka de Claudia Dary y Gretel Galindo, se identificaron dos tipos de organización local que persisten: Las organizaciones campesinas e indígenas que fueron fundadas durante la Colonia y otras a inicios del siglo XX. Además de las del período posterior a la firma de los Acuerdos de Paz, en 1996.

Kelvin Jiménez, asesor jurídico del Parlamento Xinka, que en 2021 fue nombrado coordinador del equipo técnico, comenta que fue a partir de esas estructuras antiguas, que en los años 90 se logra retomar el proceso de relevo de autoridades indígenas.

«Las comunidades siempre han existido, pero el conflicto armado interno ocasionó que pasaran muchos años para que se pudiera hacer el relevo debido a una política de terror, de mantener el control, sobre todo a través de las Patrullas de Autodefensa Civil. No había reuniones si no era bajo la convocatoria del Ejército», asegura.

Para resguardar la forma de organización comunitaria xinka, pasaron más de 30 años en comunidades como Jumaytepeque sin que hubiera relevo de autoridad a través de asambleas. 

Kelvin Jiménez es asesor en temas jurídicos del Parlamento Xinka. Fotografía: Christian Gutiérrez.

Esa estrategia también propició el resguardo del patrimonio, sobre todo los títulos históricos que tiene cada comunidad. 

Esta estrategia no fue única de los xinkas: Diego Vásquez Monterroso cuenta con estudios periciales sobre los ch’orti’s de Jocotán y de los kakchikeles de Santiago Sacatepéquez. 

El resurgir de la organización comunitaria

Kelvin Jiménez explica que a partir de la década de los 90, se empieza a establecer un Consenso por la Unidad del Pueblo Xinka, una primera iniciativa que buscaba articular esas acciones comunitarias y retomarlas para fortalecerlas. 

Cerca del 2002, sobre todo en Santa Rosa y Jutiapa, se decide empezar a recuperar las formas de organización que tenían los antepasados.

«Lo que más se acerca a esa forma de autoridad que tenían los abuelos es un parlamento, porque cada comunidad en el parlamento tiene un número de asambleístas de acuerdo a la población que tiene», indica Jiménez. 

De la organización emerge el Parlamento Xinka, donde al menos 22 comunidades forman parte. Compraron un terreno donde se encuentra la sede en Cuilapa, Santa Rosa y donde cada comunidad tiene su propio espacio. 

 «A eso están acostumbradas las comunidades, a tener un lugar donde se atiende, se resuelve, se extienden documentos, tal y como funciona un juzgado, una municipalidad, etc. En ese espacio se ejerce autoridad como comunidad, es una extensión del territorio comunal», según el abogado.

Un grupo de comerciantes vende comida en el parque de Cuilapa, Santa Rosa, sede del Parlamento Xinka. Fotografía: Christian Gutiérrez.

Las comunidades que más votos tienen en las asambleas del parlamento son Xalapan y Jutiapa, que son nueve, luego siguen comunidades medianas como Jumaytepeque y Casillas, de Santa Rosa, junto a San Carlos Alzatate, de Jalapa, que tienen siete votos. Dependiendo del tamaño de la comunidad es la cantidad de votos.

Los cargos en la junta directiva se establecen para dos años, pero debido a que las comunidades tienen sus propias formas y tiempos para cada cargo de sus representantes, eso se respeta a lo interno del parlamento. 

Por ejemplo, en la comunidad de Jutiapa la junta directiva ostenta el cargo durante cinco años, en otras es para tres años, pero la mayoría se mantiene en dos años y luego se cambian o deciden si alguna de las personas que la integran seguirá.

Este tipo de organización pasa por «entender que las decisiones se toman en las comunidades», reflexiona Aleisar Arana. Esto quiere decir, que «todo es a base de consulta, de asamblea y eso ha sido fundamental para que las cosas en las comunidades funcionen».

Él lo tiene presente porque fue presidente del parlamento «Como presidente, si no funciono en una asamblea me quitan y es la misma asamblea quien propone y dice quién debe ser, así pasa con cualquiera de la junta directiva, se elige y se puede cambiar».

Por esa razón, para Arana «es importante ejercer esa soberanía del pueblo, donde el pueblo es el que decide. Nosotros así lo hacemos en las comunidades, eso es lo fundamental en la organización comunitaria».

Articulación de siete pueblos indígenas 

Las redes de intercambio entre comunidades xinkas siempre han existido y se trata de un proceso antiguo y dinámico, que está más allá del supuesto fenómeno colonial de la inamovilidad de los comunitarios, restringidos a sus poblados. 

En el libro Unidos por nuestro territorio, Claudia Dary explica que «hubo una ruta utilizada por comerciantes para llevar y traer productos de Cobán, Tactic, San Agustín Acasaguastlán, San Luis Jilotepeque, Santa Catarina y Asunción Mita». 

«Incluso, en la actualidad, los jalapanecos acostumbran a llamar a los comerciantes de Las Verapaces, como “los cobanes”. Existe un lugar llamado “el paso de los cobanes” y otro conocido como “el paso de los jalapas”, lo cual se refiere precisamente al lugar en donde los negociantes acostumbraban transitar». 

Con las comunidades del Altiplano seguramente también existía algún tipo de intercambio. El área xinka era un lugar de paso regional, el camino real pasaba por allí desde México hasta Costa Rica (un camino que aparece en el Lienzo de Quauhquechollan de 1530). 

El Lienzo de Quauhquechollan o «lienzo de la conquista» data del siglo XVI, y narra la conquista de Guatemala desde territorio mexicano. Imagen restaurada: UFM.

El establecimiento de haciendas en la región crearon un área de convergencia de personas de orígenes diversos, en relaciones que eran mucho más abiertas y menos excluyentes que aquellas vividas en el altiplano occidental. 

Esta diversidad cultural atrajo desde hace siglos a comerciantes y viajeros mayas del altiplano. La amplia alianza de mayas, xinkas y ladinos en la Rebelión de la Montaña y la recuperación del Estado de Los Altos entre 1837 y 1840 se gestó más rápidamente por estas relaciones previas.

Las relaciones entre pueblos y autoridades

Las actuales generaciones de autoridades xinkas, de los 48 Cantones de Totonicapán y del pueblo ixil han dejado claro que las alianzas han sido importantes. 

El abogado Jiménez comenta que desde que inició el proceso de resistencia a la minería las comunidades del altiplano se han pronunciado en apoyo a las comunidades xinkas del suroriente del país.

Entre 2020 y 2023, las comunidades indígenas del altiplano, región Ixil y xinka realizaron diversas reuniones y acercamientos para analizar y proponer acciones frente a la coyuntura política del país. 

«Por el Presupuesto -de la Nación- deciden las autoridades de Sololá, ixiles, de los 48 Cantones y el pueblo xinka ir a plantarse a la Casa Presidencial y se entregaron peticiones juntos». 

«En 2021 también tratamos de incidir en la elección de Cortes (de justicia), entre otros temas, con acciones conjuntas, pero estaba la pandemia», cuenta el abogado del Parlamento Xinka.

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En ese momento también había rumores de la destitución del jefe de la Fiscalía Especial Contra la Impunidad, Juan Francisco Sandoval.

«Empezamos a analizar que era necesario estar listos para ver qué hacer y luego se da la noticia que se destituye a Sandoval, por lo que se convoca a una reunión de emergencia y se decide salir a manifestar y convocar a un paro nacional. Ese fue el primer antecedente de lo que pasó en 2023», añade Jiménez.

Esa articulación también permitió la estrategia. Siempre en 2021 se decidió que el Parlamento convocara a la conferencia de prensa, se fueron sumando los pueblos del Altiplano y así sucesivamente, enviando un mensaje de alternabilidad y unidad en las convocatorias.

Las autoridades indígenas decidieron también visitar a otras comunidades y así los Xinka llegaron a San Juan Sacatepéquez, a Alta Verapaz, Baja Verapaz, Izabal, mientras Totonicapán a comunidades de Quetzaltenango, Sololá a la boca costa y así sucesivamente. 

El llamado #29J de 2021 fue una de las primeras acciones que hicieron visible la unidad de las personas y comunidades a las que se sumaron organizaciones de estudiantes, sindicatos, mujeres, etc. 

En 2021 también se registró un acto simbólico como pueblos indígenas, ya que durante la asamblea de autoridades de diversas comunidades en Iximche’, Tecpán, Chimaltenango; se entregaron varas de autoridad a las autoridades q’eqchi’s, por parte de los xinkas, ixiles, autoridades de Totonicapán y Sololá.

Reunión de autoridades ancestrales en Iximché, en noviembre de 2021.

En 2022 se fortaleció esa alianza, que a criterio de Aleisar Arana también potenció otro hecho histórico del Paro Nacional 2023: ser recibidos por una misión de la Organización de Estados Americanos que llegó al país ante la inestabilidad política, permitiendo que por primera vez se leyera un pliego de peticiones de los pueblos.

«Con la judicialización de la política, no se podían mantener al margen las autoridades indígenas. Cuando la Corte de Constitucionalidad suspende la oficialización de los resultados electorales se constituyen como terceros interesados solicitando que suspenda el amparo, porque no había razón para no oficializar los resultados, al final la Corte resuelve a favor», explica Jiménez.

También en 2023, «tuvimos incidencia en las embajadas, viendo cómo encontrar soluciones a lo que pasaba. Pudimos sentarnos y poner puntos en común, capacidades que en el futuro nos permitirán tomar mejores decisiones», completa Arana.

Protesta liderada por el Parlamento Xinka frente a la sede del Cacif, en septiembre de 2023.

El momento de actuar

Luego de las elecciones y tras  los allanamientos del Ministerio Público a las sedes del Tribunal Supremo Electoral y el secuestro de las cajas electorales, sumado al clima que advertía de un golpe de Estado, los pueblos indígenas retomaron la comunicación y el trabajo realizado desde 2020.

Los siete pueblos que en un primer momento convocaron a un Paro Nacional fueron los 48 Cantones de Totonicapán, la Municipalidad Indígena de Sololá, el Parlamento Xinka, Autoridades del Pueblo Ixil, la Municipalidad de Santa Lucía Utatlán, la Municipalidad Indígena de San Cristóbal Totonicapán y las autoridades aliadas de Chichicastenango.

«Cuando los siete pueblos decidimos ir a un paro indefinido, pensamos que iban a ser tres días… cuando sentimos, llegamos a 106. No estábamos preparados, quizá hubo muchas cosas por mejorar», Kelvin Jiménez, abogado.

«Pero como un primer ensayo a nivel nacional con un solo objetivo de defender la democracia, el liderazgo de las autoridades fue impresionante, porque se logró mantener todo de forma pacífica, fueron 106 días donde no hubo conflicto entre los siete pueblos que lideraban».

Aura Marisol Guerra, autoridad xinka de Santa Rosa de Lima, lo recuerda como algo que le resultó familiar. «Cuando acuerpamos el paro empezamos en El Boquerón, y se nos hizo fácil porque teníamos experiencia», dice en referencia a la resistencia permanente que mantienen contra la extracción minera El Escobal.

Aura Marisol Guerra, autoridad xinka de Santa Rosa de Lima. Fotografía: Christian Gutiérrez.

Pese a que el 3 de septiembre de 2018 la Corte de Constitucionalidad ordenó detener ese proyecto en beneficio de las comunidades xinkas, según sentencia del expediente 4785-2017, la población y el gobierno iniciaron un proceso de preconsulta que aún no termina y se vio afectado por la pandemia por el COVID-19.

Este 2024, en Casillas, Santa Rosa y Mataquescuintla, Jalapa, las comunidades celebrarán el 7 de junio siete años de resistencia, en los plantones permanentes que siguen activos gracias a la organización de turnos de 24 horas entre comunidades.

Guerra ha sido una de las lideresas de la resistencia a la minería en Casillas. Cuenta que no es fácil resumir lo que han vivido en siete años de oposición a El Escobal, pero resalta que «uno no se imagina lo que se puede lograr con unidad».

«No fue por un partido, somos apolíticos»

Previo al proceso electoral y en paralelo a las reuniones y asambleas que se tenían junto a otros pueblos indígenas, las comunidades xinkas realizaban llamados a la reflexión, sobre todo a la juventud. 

«Hablamos con los jóvenes y les dijimos ustedes son mayoría, ustedes pueden elegir, pueden investigar a los candidatos, háganlo y decidan por los que tienen los mejores perfiles y pueden llegar a hacer un cambio», señala Arana.

Patricia Gregorio de Arreaga, autoridad del Parlamento Xinka, originaria de Nueva Santa Rosa, en Santa Rosa, reitera que «nosotros no lo vimos como un apoyo al partido, somos apolíticos, estábamos luchando por la democracia para nuestro país. Soy guatemalteca orgullosa de ser xinka y representar a las mujeres».

Capacitación de incidencia política y derechos, a jóvenes xinkas, en 2021.

«Si el gobierno permite que esta situación siga, las protestas van a continuar», afirma Gregorio de Arreaga, quien forma parte de la resistencia pacífica contra la minería en los departamentos de Jutiapa, Jalapa y Santa Rosa.

Ella acompañó desde el 2 de octubre los 19 días de protesta en El Boquerón, Cuilapa, Santa Rosa, a la altura del kilómetro 67 de la Ruta CA-1 que conduce a El Salvador, donde colocaron palos, piedras e instalaron un campamento. 

También acompañó la movilización que se inició en Vista Hermosa, en la zona 15 capitalina, el 3 de noviembre, donde habitantes de esa zona se unieron a las comunidades xinkas para caminar juntos a la Corte de Constitucionalidad, al Congreso y finalmente al punto de protesta frente al Ministerio Público.

El encuentro de dos pueblos

«Por primera vez nos acercamos con vecinas y vecinos de la zona 15. Nos sentimos felices de sentir ese apoyo, porque los amigos de la zona 15 nos esperaban para unirse en esa caminata», recuerda Gregorio de Arreaga.

Esa emoción es compartida por Eugenia, de 25 años, residente de la colonia Vista Hermosa, que prefiere no ser identificada. Añade que también fue de terror e incertidumbre porque pudo dimensionar lo que estaba pasando.

La joven cuenta que le impactó ver las mantas que llevaban con el rostro del líder comunitario Noé Gómez Barrera, de 65 años, asesinado en Jutiapa días antes de esa marcha, el 28 de octubre, durante las protestas del Paro Nacional.

Patricia Gregorio en la marcha del 3 de noviembre que salió de zona 15 hacia zona 1.

«Ver el rostro de don Noé y conocer su historia en defensa de su comunidad me erizó la piel, sentía ganas de llorar. Pero también sentía la fuerza de las mujeres y de los hombres que pedían justicia y que no nos robaran la poca democracia». 

«No sentí el tramo que caminamos y pasé varios días afónica después de esa marcha», recuerda y define esa experiencia como un despertar a su consciencia.

Y, ahora, reflexiona «pienso que no vamos a ver una oportunidad así en mucho tiempo, donde se tengan tantas condiciones favorables para hacer cambios».

Patricia Gregorio  asegura también que le duele tocar ese tema, porque Noé Gómez «era un gran hombre, un luchador, temeroso de Dios». 

Cuestiona con enojo «¿cómo es posible que cobardemente le quitaran la vida a un hombre que defiende su territorio, la vida, el agua, el medioambiente, que es líder en su comunidad y de una gran familia?» 

Patricia Gregorio, de Nueva Santa Rosa, es autoridad del Parlamento Xinka. Fotografía: Christian Gutiérrez.

Enfatiza que le gustaría que el caso llegue a todos los rincones de Guatemala, «porque exigimos que se aclare de dónde vino la muerte de Noé, que no quede impune». 

Noé Gómez Barrera, autoridad xinka, era parte de la resistencia contra la minería desde 2016, y participaba del Paro Nacional 2023. De momento, el Ministerio Público de Jutiapa no ha tenido ningún avance en el caso.

Reconocimiento a una lucha

Durante las protestas en carretera a El Salvador así como en la zona 15, las comunidades xinkas recibieron el acompañamiento de la población ladina o mestiza, universitarios y profesionales. También de población de clase media alta que vive en condominios, residenciales y aldeas ubicadas en las estribaciones montañosas al oriente de la capital.

Estos grupos el 9 de octubre sumaron 3 puntos de toma en la ruta CA-1, uno en el kilómetro 21; otro en el kilómetro 16.5 y el último en el kilómetro 14.5 donde los vecinos reconocían la resistencia que el pueblo xinka mantenía. 

Fue a partir de esas acciones de protesta que Maribel, de 40 años, residente de un condominio en zona 16 capitalina, quien también prefirió reservar su identidad, decidió también movilizarse. 

«Recuerdo que vi varios videos en TikTok. Uno donde se leía en letras rojas y blancas “pueblo Xinka en resistencia”, también se veía un campamento y estaba acompañado de música suave que me transmitió esperanza, en un momento donde todo era tensión e incertidumbre».

Maribel se refiere al video del Colectivo Xinka Anpük que como sucedió a lo largo de las protestas del Paro Nacional, documentó desde un dron las panorámicas de lo que estaba sucediendo en las tomas de carreteras y de resistencia.

Las tensiones entre sectores

Sin embargo, quienes ocuparon la carretera y manifestaron, también registran momentos álgidos y de tensión porque sufrieron insultos e intimidaciones por parte de las personas que se molestaban al encontrar las tomas de carretera y aseguraban que les perjudicaban en su economía. 

El 12 de octubre, mientras se mantenía la toma en el kilómetro 16.5, una persona que intentaba cruzar los obstáculos en el camino, resbaló y cayó sobre una llanta que tenía fuego.

El suceso únicamente quedó entre reclamos e insultos entre ambos grupos. En otro momento, manifestantes que vestían ropa blanca y dijeron ser vecinos del sector hicieron una protesta para pedir la liberación de la carretera en ese punto. 

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Los grupos de Facebook que se han creado en el sector para informar sobre el tráfico fueron utilizados para convocar a despejar la ruta.

«La gente nos insultaba, se molestaba, pero se daba paso a los enfermos, a los niños, a quien llegaba con un producto que se le iba a descomponer, pero aun así nos decían haraganes, que nos pagaban por estar ahí», agrega Gregorio.

No obstante, recuerda que en la noche «nos poníamos a cantar porque hay talentos entre las comunidades. Llegaban jóvenes y señores que tenían el valor de agarrar un micrófono y expresarse en contra de la corrupción». 

«También llegaban mujeres de oración en caminatas, cantando rosarios, a hacer avivamientos, llegaban grupos con música y así íbamos pasando la noche, porque  teníamos que cuidarnos todos».

La articulación también permitió relaciones más allá de las consignas. Patricia Gregorio cuenta que ahora tiene una nueva amiga que prometió visitar en Totonicapán. «Nos dimos nuestros números de teléfono, compartimos y ella quiere que la visite».

La fuerza de lo complementario y lo comunitario

Jorge Arriaga Rodríguez, ciudadano y académico que participó en las marchas en defensa de la democracia en carretera a El Salvador, indica que las movilizaciones permitieron que todos los grupos y pueblos ancestrales coincidieran en defender la participación. 

Además, esas acciones también defendieron lo que él llama «una ganancia», por el triunfo electoral del Movimiento Semilla. 

«Aunque no era una participación partidaria, sí había un hartazgo que había rebasado los niveles de tolerancia, el pueblo coincidió, lo que permitió una visualización de unidad, independiente de la fuerza de movilización o la cantidad».

Arriaga indica que además de la defensa del proceso democrático, la región xinka también presentó demandas propias, como la defensa del territorio y la lucha contra la minería, un aspecto importante porque hace visible las grandes demandas que ellos han mantenido por años.

Autoridades ancestrales frente a la Corte de Constitucionalidad en una manifestación pacífica durante el Paro Nacional 2023. Fotografía: Christian Gutiérrez.

En igual sentido, José Cruz, ingeniero civil, sociólogo, defensor de derechos humanos y ecologista, considera que «esa convergencia reafirma las articulaciones regionales en defensa de los territorios. Los pueblos indígenas en su conjunto ocupan una posición relevante ante el gobierno de Bernardo Arévalo»

«Dependerá de la sensibilidad e inteligencia de Arévalo para captar y fomentar esa naciente participación. La idea muy presente entre el liderazgo indígena es que el gobierno está en deuda con los pueblos y debe responder a sus demandas y planteamientos», José Cruz, sociólogo.

Pero para Aura Guerra, líder de la resistencia de Santa Rosa de Lima, las acciones del Paro Nacional solo reiteraron que sí existen como comunidades, algo que en cualquier momento pueden volver a hacer.

«Cuántas veces nos han dicho a los xinkas que no existimos, pero al pueblo xinka que ni lo toquen, porque siempre demostramos que no es así».

Maribel, la residente de zona 16, gira un poco la discusión a la capacidad que las organizaciones indígenas y comunitarias tienen para permanecer más allá de los gobiernos de turno. 

«Más que la deuda que tenga el gobierno de Arévalo con los pueblos que defendieron el proceso electoral, es la sociedad la que tiene la deuda, porque debe empezar a ver ese liderazgo. A los capitalinos es a los que se nos olvida».

Para Jorge Arriaga, vivimos un momento que se asimila a un compás de espera, donde existen expectativas para que el gobierno de Arévalo responda a las demandas ciudadanas y de los pueblos ancestrales en defensa de su territorialidad.

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Complementa indicando que las movilizaciones del Paro Nacional han dejado grandes enseñanzas, «una de ellas es que el accionar político es importante. El pueblo xinka ha sido fiel defensor del medio ambiente, ha luchado contra la explotación y ese es un aspecto importante que lo llevó a esas movilizaciones».

Un futuro que se construye en común

Aleisar Arana, indica que si bien es cierto que cada pueblo es diferente e incluso en el área xinka las comunidades tienen diversas costumbres, tradiciones y formas de vida, articular acciones junto con comunidades mestizas y mayas fue una tarea de mucha comprensión y tolerancia.

Multitudinarias marchas reunieron a pueblos desde cuatro puntos de la Ciudad Capital, en rechazo a la corrupción, el 3 de noviembre de 2023. Fotografía: Christian Gutiérrez.

«Vemos que hay una corriente a la que se suman otras. Es como un riíto, que va por ahí y se le van sumando más y más caudales, al final se hace un caudal muy grande, eso pasó con la gente que apoyó en la zona 15 y otros sectores».

Mientras el caudal de ese gran río que se formó en el Paro Nacional sigue provocando análisis y discusiones, las mujeres, los hombres, juventudes y adultos mayores Xinka se preparan para asumir su turno de 24 horas, el que deben cumplir como lo han hecho desde hace siete años en contra de las empresas mineras.

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