El liderazgo que han asumido los pueblos indígenas en este paro nacional es histórico. Así lo afirma Irma Alicia Velásquez Nimatuj, una antropóloga maya k’iche’.
Los pueblos indígenas de Guatemala, a través de sus autoridades, como los 48 cantones de Totonicapán, la Alcaldía Indígena de Sololá, la Alcaldía Indígena de Nebaj, el Parlamento Xinka y las Comunidades indígenas Aliadas de Chichicastenango, comenzaron un Paro Nacional que se ha extendido por todo el país desde el 2 de octubre.
A esa movilización, que tiene como objetivo la renuncia de la Fiscal General Consuelo Porras, los fiscales Rafael Curruchiche y Cinthia Monterroso, así como la del juez Freddy Orellana, se han unido otras autoridades indígenas. LaAlcaldía Indígena de Palín, la Alcaldía Indígena de Chinautla y la Alcaldía de Rabinal. Todas representan a algunos de los pueblos originarios que habitan en Guatemala: el k’iche’, kaqchikel, xinca, achí, q’eqchi’ y poqomam.
Irma Alicia Velásquez Nimatuj, antropóloga maya k’iche’, profesora en la Universidad de Stanford, afirma que este es un momento único y trascendental en la historia nacional debido a la alianza que se formó entre distintos pueblos indígenas, que en conjunto han dado una muestra de su fuerza. “Con su levantamiento”, dice, “han puesto en jaque a Consuelo Porras y al presidente Alejandro Giammattei, algo que no había ocurrido con movimientos emprendidos desde la Ciudad de Guatemala”.
La también periodista y escritora señala que es una lucha por la democracia en Guatemala, pese a que ha sido un país racialmente desigual. Este movimiento sin antecedentes recientes es una toma de conciencia sobre la amenaza que representaría un sistema autoritario como el de Nicaragua. Aun así, Velásquez considera que no se les debe idealizar a los pueblos, ni a sus autoridades.
¿Podemos afirmar que la alianza en de diferentes pueblos originarios como el k’iche’, kaqchikel, xinca, q’eqchi’ y poqomam, este paro nacional, es histórica?
Es un momento único. Una toma de conciencia política de los pueblos indígenas. En la revolución de 1944 no formaron parte; porque en entonces el 80% o 90% vivía en pobreza. Sometidos por leyes de obligatoriedad de trabajo en fincas. En 1945 es que se liberan de eso y se convierten en actores políticos. Una parte de ellos participó en el conflicto armado. Pero eso hace que sufrieran la represión del Estado, que terminó con el genocidio.
Tras la firma de los Acuerdos de Paz, en 1996, es que los pueblos empezaron a florecer. Es ahí que comenzó una capacidad organizativa en todo el país. Pero luego se iniciaron las políticas multiculturales y se tomaron a dos o tres indígenas, de forma individual. Se les colocó en puestos de gobierno y no respondieron cómo se esperaba. Después jugaron un papel fundamental en el proceso de justicia transicional -casos del conflicto armado- pero no fueron todos los pueblos.
Ahora son actores políticos que reconocen su territorio, que lo bloquean, que se articulan para exigir que la democracia no se caiga.
¿Cómo se explica que la articulación de los pueblos indígenas ocurra justo durante este gobierno?
Creo que Giammatei ha ignorado a los pueblos indígenas durante todo su mandato, así como lo hizo Jimmy Morales. Les ha dado la espalda. No abordó sus urgencias, sus necesidades, no han sido puestas sobre la mesa.
Lo que dice es que hay un racismo profundo de este gobierno hacia los pueblos indígenas, que lo han vivido indígenas a través de cerrarle las posibilidades de organización, las posibilidades de apoyo a través de organismos internacionales, de callarlos, de hacerlos de menos, de subestimarlos.
Estas organizaciones, estos colectivos, ahora están pasándole la factura a Giammattei. Están demostrando lo importante que son y realmente lo ignorante que ha sido durante todo su mandato por no tomarlos en cuenta, pese a que son una fuerza fundamental. Ellos tienen el poder, todavía en estos momentos, de poder quitarle a él el mandato que posee. Ese es uno de los elementos que ha hecho que se levanten.
Escucha en Radio Ocote Podcast: “El racismo nos estalló en la cara”, en donde Irma Alicia Velásquez es la protagonista.
Además de la respuesta directa a las acciones de Giammattei, ¿qué otros elementos han intervenido para que los pueblos se hayan unido en esta gran movilización?
El cansancio de vivir en un país donde quienes deben respetar la Constitución, las leyes y las instituciones son quienes las violan para beneficio propio. La persecución de sus líderes y el irrespeto a sus territorios.
Un factor fundamental también es la herencia de la CICIG -Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala-. Sus casos demostraron con datos la forma, el modus y las personas que viven enriqueciéndose gracias al Presupuesto General de la Nación. Eso permitió que la gente tomara conciencia y se diera cuenta que los políticos son los principales responsables.
A eso se suma el hartazgo por la incapacidad del presidente de Alejandro Giammattei de cumplir su mandato, sus promesas. Lo que vino a hacer fue tomar el país de forma brutal y enriquecerse.
Un punto más es el Ministerio Público (MP), donde han sido desmanteladas las fiscalías que realmente habían dado resultado bajo el mandato de Claudia Paz y Paz y el de Thelma Aldana. Con la llegada de Rafael Curruchiche a la FECI -Fiscalía Especial Contra la Impunidad- es que nos damos cuenta que el MP ha sido totalmente desmantelado para servir a intereses espurios que están dejando al país en un desastre total. Y ahora la gota que rebalsó el vaso es la negativa para que Bernardo Arévalo asuma el poder.
En las protestas algunas autoridades indígenas han recalcado que este Estado les fue impuesto, que no los representa, pero pese a eso salen a defenderlo…
Los pueblos indígenas nunca se han sentido representados por este sistema democrático. Es un sistema que ha servido a los ladinos y que ha servido a los criollos. Un factor clave ahora es la llegada del crimen organizado a sus territorios. Hay algunos que han sido tomados por el crimen organizado, que es el que ha colocado a alcaldes municipales, los diputados y a presidentes.
Es el crimen organizado el que financia las campañas de esos candidatos y eso es una amenaza de perder sus territorios. Además, las poblaciones indígenas temen que Guatemala termine como otra Nicaragua. Bajo un régimen como el que tiene Daniel Ortega perderían lo poco que les queda en términos de territorio, autoridad indígena y organización. Por lo tanto aquí lo que se está peleando no solamente es la democracia, sino garantizar la continuidad de los pueblos indígenas.
Es decir, ¿hay una esperanza de cambio?
Hay una defensa profunda de esta democracia débil, de esta democracia que nunca ha sido una democracia racialmente equitativa, sino ha sido racialmente desigual, pero hay una defensa de esto porque se ve la posibilidad de que quizá puede ser transformada y mejorada.
¿Esto a raíz de la elección de Bernardo Arévalo?
Ven en Bernardo Arévalo la posibilidad de poder redefinir ese país que ellos no han tenido, la posibilidad de no perder sus últimas tierras ante el poder que tiene el crimen organizado y que ha avanzando. Ellos lo quieren como presidente, pero Alejandro Giammattei junto al MP no lo están permitiendo y el sistema de justicia tampoco. Esto es lo que ha rebalsado el vaso.
¿Los pueblos indígenas, entonces, se han convertido en aliados del presidente electo?
El principal aliado de Bernardo Arévalo en estos momentos son los pueblos indígenas. Debe de trabajar con ellos. Eso por supuesto no será fácil porque tienen su propia conflictividad interna. Pero si el presidente electo tiene la fuerza de estos sectores podrá ejercer su ruta porque tendría el apoyo de ellos.
La fuerza de los pueblos indígenas ha aumentado con el respaldo por gran parte de la Ciudad de Guatemala, llevan varios días en protesta. ¿Es un hito?
Esto realmente es histórico, no sólo como hecho social, sino es histórico porque la población sabe que está perdiendo, sabe que está dejando de cuidar sus parcelas, dejando sus negocios, que está perdiendo como pequeño como mediano comerciante, como trabajador.
Pero también saben que quien más va a perder es el sector privado organizado. Además, hay que reconocer que los pueblos indígenas, los sectores medios, los sectores ladinos, mestizos, siempre han vivido en la marginalidad. Estas luchas de resistencia no son nuevas, no son novedosas, lo novedoso es que han paralizado el país y que lo van a seguir paralizando.
¿Qué papel han jugado las alcaldías indígenas en esta movilización? ¿Su cercanía con la comunidad ha sido clave?
No todas las poblaciones indígenas tienen alcaldías indígenas. Algunas como las de Nebaj, Totonicapán, Palín y Chichicastenango, las han mantenido y eso es un elemento fundamental. Son fundamentales porque son las caras visibles. Las autoridades indígenas no son las únicas, pero son las que también están animando. Son las que están poniendo su vida, su cuerpo, su fuerza, sus recursos para hacer una defensa y para decirle al pueblo de Guatemala que las autoridades indígenas también tienen un rol de defensa.
Cuando las autoridades del mundo occidental no responden, vemos el rol y la importancia de tener autoridades indígenas. Estas tienen la responsabilidad de mantener el frágil y débil equilibrio social dentro de sus comunidades, pero también deben cuidar sus bosques, sus recursos, sus territorios y evitar que la delincuencia no sea algo que abrace a sus comunidades. Ahora están ejerciendo el rol de cuidar y mantener este débil momento social para que el país no empiece a recorrer el camino del autoritarismo. Pero no hay que idealizar y también ver sus contradicciones. En el caso de los 48 cantones se puede mencionar que Totonicapán ha sido uno de los departamentos que ha llevado al Congreso a diputados de partidos de derecha o diputados profundamente corruptos.
¿Puede perdurar esta alianza de pueblos indígenas?
No podemos idealizar a los pueblos indígenas. Yo esperaría que esto fuera un gran ejemplo. Pero la historia nos dice que los pueblos indígenas tienen sus propios intereses como los geográficos, históricos y culturales. Por ejemplo, estoy sorprendida de las autoridades de Chichicastenango, que en los últimos años estuvieron al servicio de Cementos Progreso, a la creación y la instalación de plantas de cemento en territorios del pueblo kaqchikel, específicamente en San Juan Sacatepéquez.
También hay que mencionar otros factores como la iglesia católica y la iglesia evangélica que generan fracciones así como los partidos políticos que los han dividido. Entonces este momento hay que celebrarlo, pero hay que tratar de leerlo con toda su complejidad.
Aun así han logrado una convocatoria mucho más grande que otras movilizaciones iniciadas en los últimos años en la Ciudad de Guatemala.
Esto es sumamente interesante porque el sector ladino es al que mejor representa el Estado. Pero ellos son los que menos han puesto sus territorios, sus cuerpos, sus luchas, sus recursos, su vida para defender este país. De haber un logro, como han dicho varios compañeros y compañeras, esa victoria se le va a deber a los pueblos indígenas, que están conscientes y que se han parado y han dicho: momento, nosotros también contamos y nosotros no permitimos esto, sus acciones.
Creo que si la población indígena no se hubiera levantado, la capital no hubiera sido capaz de poner en jaque, ni poner entre la espada y la pared, ni hacer temblar a Consuelo Porras. La población ladina creo que tiene límites y ojalá pueda reconocer la urgente necesidad de comprender que Guatemala no puede pensarse si no se piensa en los pueblos indígenas como actores. Para tener una Guatemala distinta los pueblos indígenas tienen que jugar un rol protagónico.
En esta crisis política uno de los actores principales ha sido Rafael Curruchiche, el jefe del FECI, que ha sido calificado «como una una vergüenza de maya kaqchikel» en las manifestaciones, ¿ su identidad como persona indígena conlleva un rechazo más profundo que el de otros funcionarios a los que se les solicita su renuncia en el Paro Nacional?
Desde la colonización española algunos sectores de pueblos mayas se unieron a los conquistadores españoles con el propósito de tener algunos privilegios si lograban derrocar a quienes en ese momento, como pueblos indígenas, tenían la hegemonía. A lo largo de la historia han existido personas y miembros de algunos pueblos que se han prestado para servir al poder.
En el caso de Rafael Curruchiche, su experiencia de exclusión de clase y todo lo que pudo haber vivido como persona indígena no le han servido para cultivar su conciencia. Al contrario ha internalizado ese desprecio tan profundo para convertirse en un abogado servil, un abogado al servicio de una élite que lo despreciará y que jamás lo verá como un igual. Siempre lo va a ver como un instrumento.
La élite jamás lo asumiría como parte de sus sectores más cercanos. Lo ven como un indio que ha estado a su servicio, que ha tenido un precio, que tiene un costo y que ellos están dándole en este momento lo que necesita porque es él que está ejecutando las acciones para debilitar la democracia. Entonces hay un elemento fundamental cuando escuchamos decir a las autoridades indígenas de diferentes regiones que Curruchiche no les representa, que indígenas como él se venden, que están dispuestos a negociar con quien controla el poder para seguir manteniendo la hegemonía.