Breve reflexión sobre los discursos presidenciales
Adivina qué Arévalo fue
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Discurrir sería una palabra en español que se quede más cerca de aquel origen latino de «discurso», dis-cursus, que significa correr de acá para allá. Y aunque parezca lejano al concepto actual de discurso, que suele pensarse serio y ceremonial (específicamente cuando hablamos de un discurso presidencial) sí es oportuno pensar que el sentido original pervive en su función. 

Un discurso presidencial brinca de rama en rama para intentar dibujar un árbol.

Este texto no pretende ser un análisis de discurso como tal. Más bien es un mero ejercicio de lectura y de tiempo. Queremos proponer en esta comparación de tiempos y espacios entre dos personajes claves para nuestro presente, una reflexión sobre cómo nos vemos, qué ha pasado con el país en este tiempo y cuánto puede moverse una sociedad en 80 años. 

El sutil viento de la historia

«Con la Revolución de Octubre, Guatemala comenzó un largo y doloroso camino hacia una modernidad que, siete décadas después, sólo hemos alcanzado parcialmente. Largas crisis políticas y regímenes autoritarios; una contrainsurgencia que antecedió a la insurgencia; la violencia ejercida desde el Estado y en su contra, con cauda de decenas de miles de víctimas mortales; vicios del autoritarismo que, tras la firma de la paz, han sobrevivido dentro de una formalidad democrática mermada por las rémoras autoritarias que la plagan». 

No es fácil sintetizar la historia del siglo XX guatemalteco en un solo párrafo, pero Bernardo Arévalo lo logró.  

El texto de arriba alude a siete décadas porque fue escrito en 2014, para el prólogo del libro Arévalo: discursos desde una Guatemala inconclusa, publicado por la editorial Catafixia en 2014. 

El libro, como sugiere el título, contiene los principales discursos de Juan José Arévalo como presidente de Guatemala entre 1945 y 1951. El prólogo continúa:

«Democráticas en lo formal, nuestras instituciones políticas y sociales están siendo administradas desde una cultura política clientelar que, compartida por líderes y seguidores, traiciona los intereses de los distintos sectores sociales y frena las posibilidades de avanzar en la construcción de un pacto social y político justo, libre y fraterno».

Es posible desplazarnos en las palabras y el tiempo como buscando, como conectando. 

Cristina Rivera Garza escribió: «El presente también es esta vasta acumulación material de experiencias humanas y no humanas en un tiempo profundo que se extiende hacia el pasado y también hacia el futuro». 

Y resultaría ingenuo de nuestra parte, trabajadores de la palabra y la memoria —como escritores, periodistas o lectores—, no buscar las conexiones entre dos personajes esenciales para entender la democracia en Guatemala. Esenciales por razones distintas y no precisamente por consanguinidad, que la tienen. Mérito propio de esa acumulación de material de experiencias entre Juan José Arévalo Bermejo y César Bernardo Arévalo de León.

Por eso, al leer estos primeros párrafos de Arévalo (hijo) sobre Arévalo (padre), podemos observar algunos de los aportes que implica revisar las palabras hacia atrás y hacia adelante. Entre otras cosas, porque las ideas que anota César Bernardo: «Largas crisis políticas», «cultura política clientelar» o «vicios del autoritarismo»; siguen siendo conceptos que podrían describir el más reciente pasado del país. Y por pasado reciente me refiero a muy pocos meses

«Hemos asistido en el curso de muy pocos meses a actos de gran trascendencia nacional e internacional. Un pueblo entero, por sus solas fuerzas morales y materiales, ha quebrado un sistema totalitario de vida para asumir por sí mismo el gobierno en un gesto de restauración republicana. Así ha contribuido el pueblo de Guatemala para realizar el ideal democrático, que ahora enciende los continentes y los mares, en lucha infernal contra aquellos gobiernos que se habían conjurado para desnaturalizar los legítimos destinos del hombre. 

Creemos, pues, que en el orden internacional, lo que sucede ahora en Guatemala tiene singular importancia. Guatemala ha dejado de ser una mascarada democrática para convertirse en una democracia. Y así, con esta nueva realidad social y con esta nueva investidura moral, podemos seguir sin rubor y sin simulaciones, luchando en la medida de nuestras fuerzas, al lado de las grandes potencias democráticas que dan su sangre, su poder material, su dinero y su tiempo en defensa de todos los habitantes de la tierra».

Este es Juan José, el 15 de marzo de 1945, en su discurso de toma de posesión. Y me temo que, de nuevo, es demasiado tentador decir que podría haber sido el inicio de la alocución de su hijo César Bernardo el 14 de enero de 2024. Lo que plantearía una pregunta esencial para este texto: ¿ha sido tan poco el movimiento del país como para que la máquina del tiempo en realidad sea más bien una especie de loop vertiginoso? 

Es tramposa la pregunta pero es importante sugerir una primera respuesta. Hay una faceta del tiempo político que se parece más al tiempo geológico que al calendario gregoriano. Y en eso hay que partir de que como modelo sí estamos en el mismo momento histórico: la democracia.

«En este día trascendental, avanzamos por el camino que muchos hemos labrado con esfuerzo, marcando un hito significativo gracias al ejercicio democrático. Me llena de profundo honor asumir esta alta responsabilidad, evidenciando que nuestra democracia tiene la fortaleza necesaria para resistir y que, mediante la unidad y la confianza, podemos transformar el panorama político en Guatemala. Este momento no solo representa un logro personal, sino un paso firme hacia un futuro donde la participación ciudadana y el cambio positivo prevalezcan. Este honor es el fruto de la confianza esperanzada y sincera que millones de guatemaltecos han depositado en nuestro proyecto colectivo. Además, refleja la fe que las amplias mayorías de nuestro país tienen en nuestra capacidad para superar desafíos y avanzar hacia un futuro más prometedor. Es un compromiso que asumimos con humildad y determinación, conscientes de la responsabilidad que implica trabajar en favor del bienestar común y la prosperidad de Guatemala

Jugando al adivina adivinador, es relativamente sencillo imaginar que fue Bernardo quien aludió a «millones de guatemaltecos». Casi dos millones y medio —2,442,718— de personas votaron por él en la segunda vuelta de agosto de 2023. Mientras que, en las elecciones de diciembre de 1944, 255,660 personas votaron por su padre. 

Pero como al final las elecciones no se ganan por peso sino por porcentajes, el dato no deja de ser menor, Bernardo ganó con un 60.08% de los votos, y Juan José con un 86.25%. Huelga decir que en 1950 el censo registró un poco más de 3 millones de ciudadanos, y en 2018 llegó a casi 15 millones. 

«Durante estos últimos meses, nos hemos enfrentado a complejas tensiones y desafíos que llevaron a muchos a creer que estábamos destinados a un retroceso autoritario. Para miles de personas, estos meses sugirieron el resurgimiento de la dictadura en Guatemala. Sin embargo, el pueblo de Guatemala ha demostrado su sabiduría, e instituciones fundamentales como el Tribunal Supremo Electoral y la Corte de Constitucionalidad han protegido el deseo soberano de los guatemaltecos de vivir en democracia. El respaldo de las naciones democráticas del mundo ha sido crucial, permitiéndonos estar aquí hoy y permitiéndome ratificar nuestro primer gran compromiso: nunca más el autoritarismo. Jamás permitiremos que la violencia sea empleada como medio para promover agendas políticas o preservar privilegios. No toleraremos la intolerancia y la arbitrariedad. No permitiremos que nuestras instituciones se dobleguen ante la corrupción y la impunidad».

Y acá probablemente dudaste otro poco. Pero sí, no es de 1945, es del 2024. Las claves: 1985 es el parteaguas «oficial» de lo que llamamos el período democrático. Sin embargo, y vaya paradoja, el Tribunal Supremo Electoral es una institución que empieza a nacer durante el gobierno de Efraín Ríos Montt y tiene por primer reto las elecciones para diputados de la Asamblea Nacional Constituyente, que se traduce en la constitución de 1985, y crea la Corte de Constitucionalidad de este presente. Ambas instituciones, el TSE y la CC, estuvieron al centro de las tensiones que atravesó el proceso electoral de 2023, y a ambas alude César Bernardo. 

«Guatemala ha dejado de ser una mascarada democrática para convertirse en una democracia», dijo Juan José ante aquel Congreso revolucionario del 45. Y pocos minutos después señala un marco histórico que, a pesar de los sube y bajas de nuestra historia nacional, es esencial colocar en el contexto y conectar lo que pasa acá con el resto del mundo, o al menos del mundo del cual dependemos. 

¿El viejo y el nuevo orden mundial?

«Tres continentes arden en guerra en estos días. América, refugio y reserva de la democracia, sirve de freno al enemigo universal. El continente de la paz se ha visto obligado a incorporarse en la lucha espantosa. Gracias al poder de los Estados Unidos, la guerra se mantiene lejos de nuestro suelo. Pero en más de una forma, sentimos los efectos de la guerra así como experimentaremos en su hora los efectos benéficos de la victoria».

Juan José toma posesión de la presidencia cuando aún no se habían lanzado las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki. 

La II Guerra Mundial estaba por terminar y la Guerra Fría sería el escenario sobre el cual Juan José Arévalo tendría que plantear proyectos como la Legión del Caribe, una alianza de países de la región por la lucha de la democracia, fundada en Guatemala en 1947; y la tensa y prolongada negociación política del conflicto con Belice en 1948

El historiador Rodrigo Véliz en su artículo «La faceta internacional del proyecto revolucionario guatemalteco», resume así el rol de Guatemala durante el periodo de Juan José Arévalo: «Pese a ser un país pequeño y con una economía dependiente de Estados Unidos —luego de la derrota y el desplazamiento de la inversión alemana—, Guatemala venía desplegando desde 1944 una activa diplomacia de repercusiones continentales y, en menor medida, globales. Eso le había ganado el apoyo de una nueva generación de políticos latinoamericanos, volviendo al país en un símbolo de democracia continental».

Continuemos con las palabras de Arévalo  del 45:  

«Suele decirse que la democracia está en juego, en lucha de vida o muerte. Preferible es decir que está en crisis. Porque después de esta guerra, garantizada la victoria, emergerá como eco de los combates la exigencia de una democracia depurada, más sincera, más enérgica, mejor organizada. La democracia de posguerra ha de ser una democracia funcional, es decir, un sistema de gobierno y un sistema legal que broten como flor natural desde el seno afectivo de los pueblos. Deben desaparecer los gobiernos postizos y las leyes incongruentes con la realidad. En la mayoría de los casos se ha convenido en identificar la farsa electoral con la voluntad popular, y cierto engranaje jurídico internacional, digno de ser revisado y rectificado, se apresuraba a legalizar la farsa electoral incurriendo en delito de lesa democracia al reconocer como “legal” y como democrático un gobierno emanado del fraude».

Parte del viaje de las palabras pasa por su polisemia, por su ser distintas en el tiempo, y la posguerra a la que alude es, claramente, la de la II Guerra Mundial. Y no se equivocó Juan José al afirmar que la democracia después de la Europa en ruinas se convertiría en un sistema de gobierno y un sistema legal. 

Del último gran conflicto bélico europeo se desprende la creación de las Naciones Unidas y sí, el 10 de diciembre de 1948 nace la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que sería el pacto sobre el cual se basarían las democracias de la segunda mitad del XX.  

Y César Bernardo en el 24:

«Reiteramos que la implementación de este programa se dará en el marco del respeto y plena vigencia de los derechos humanos. Repito. Violaciones de derechos humanos, nunca más. Este programa nacional también aspira a posicionar a Guatemala como un actor responsable, influyente y participativo en una comunidad política global que aborda desafíos comunes desde una perspectiva propia».

Y Jacobo Árbenz en junio de 1954 en su discurso de renuncia:

«¿En nombre de qué hacen estas barbaridades? ¿Cuál es su bandera? Todos la conocemos también».

Sería demasiado ambicioso hacer el recorrido de la intervención norteamericana desde 1954 hasta 2024. Será una tarea importante para hacer un justo balance de la historia. Por lo pronto, en un simple ejercicio de comparación, en 2024 Bernardo incluiría en su discurso un agradecimiento clave para que tomara posesión el domingo 14 de enero:

«También expreso mi profundo agradecimiento por la solidaridad y respaldo de las naciones hermanas que nos acompañan en este significativo avance. Su apoyo ha sido fundamental para el éxito de los esfuerzos emprendidos por la sociedad guatemalteca en defensa de sus instituciones democráticas y la preservación del Estado de Derecho. La colaboración internacional ha fortalecido nuestro camino hacia adelante, destacando la protección y promoción de los valores fundamentales que sustentan la democracia».

Sanciones de Estados Unidos y poderosos pasos políticos de la Organización de Estados Americanos y la Unión Europea, fueron clave para garantizar el traspaso de mando a Bernardo Arévalo. 

De la democracia a la diversidad 

«Guatemala, con el corazón en la mano y la cara puesta en sus altos destinos, se muestra al mundo tal cual es, tal cual hubiera querido presentarse desde 1821, unificadas todas sus clases sociales, todas las profesiones, los hombres de todas las edades, en un propósito de convivencia democrática, digno de nuestro siglo, digno de América y digno de esta hora de prueba para el hombre».

Esta estaba fácil. A estas alturas del siglo XXI es fácil imaginar qué hombre dejó de ser sinónimo de humanidad. Aunque este fragmento del discurso de Juan José refiere a esa refundación democrática del país que implicaba su gobierno, sí es un hecho que una de las áreas más sensibles en que se diferencian estos discursos y su tiempo, tienen que ver precisamente con la manera en que hemos incluído la diversidad de culturas y personas que conforman la guatemalidad. 

No es sino 20 años después del discurso de Juan José que el sufragio universal entra en vigencia en Guatemala y que las mujeres pueden votar, en 1965, pero como señala la politóloga Camila Alarcón, «es hasta la creación de la Constitución Política de la República de 1985 que se menciona dentro de nuestro marco legal a la mujer por primera vez, específicamente en el artículo 4». 

«Hemos conformado un gabinete con la mayor participación de mujeres en la historia de Guatemala, una demostración palpable del compromiso del nuevo gobierno con la igualdad efectiva entre hombres y mujeres». 

E iniciado ya el gobierno de César Bernardo, son importantes dos datos: que efectivamente es el primer gobierno que demuestra explícitamente el compromiso de esa «igualdad efectiva». 

El segundo dato es que uno de los grandes elementos memorables del gobierno revolucionario del 44-54 tiene que ver con la modernización del estado y la integración de Guatemala a esa figura retórica del «coro de las naciones». Pero no es sino hasta 2024 que un gabinete logra la paridad. 

Aun así, en honor a la justicia, este fragmento de Juan José, sí, hace 80 años:

«Está a punto de comenzar la política “feminista” de Guatemala, que otorga a la mujer alfabeta paridad de derechos cívicos con el hombre. Podríamos asegurar que esta vez la ley emana de la experiencia y no será la experiencia consecuencia de la ley. La mujer guatemalteca demostró en 1944 la misma fe democrática, la misma pasión cívica, el mismo coraje, la misma voluntad heroica que los hombres. Ella se ganó los galones ciudadanos en la trinchera del civismo, y la Constituyente de 1945 no ha hecho otra cosa que no sea reconocer un derecho que nuestras mujeres han ejercido con honor». 

Además de las decisiones de género en relación al gabinete del 2024, resulta importante señalar también la alusión a los Acuerdos de Paz en el discurso de César Bernardo; al último pacto social con el que Guatemala inició el siglo XXI:

«Al pueblo de Guatemala, a su liderazgo político, a sus líderes sociales y ancestrales, así como a sus líderes profesionales y empresariales, les hago una sincera invitación a unirnos. Con valentía, abracemos nuestras diferencias y reconozcamos la riqueza que estas aportan a nuestra sociedad. Es hora de emprender un camino de unidad, diálogo y paz. Nos encontramos en una oportunidad histórica para revertir décadas de abandono social y deterioro institucional. Necesitamos recuperar la visión y los principios que, como nación, acordamos en el marco del Proceso de Paz y sus Acuerdos, los cuales una clase política irresponsable y superficial nos arrebató en las últimas décadas. No podemos dejar escapar esta oportunidad; es crucial trabajar juntos en unidad y armonía para mejorar la calidad de vida de nuestra gente».

Y cito acá una de las consideraciones que incluye el documento completo de los Acuerdos de Paz: «El presente Acuerdo busca crear condiciones para una auténtica conciliación de los guatemaltecos basada en el respeto a los derechos humanos y a la diversidad de sus pueblos, y en el empeño común por resolver la falta de oportunidades sociales, económicas y políticas que socavan la convivencia democrática, y limitan el desarrollo de la nación».

Veamos pues el contraste del Arévalo del 44: 

«Vamos a agregar la justicia y la felicidad al orden, porque de nada nos sirve el orden a base de injusticia y de humillación. Vamos a revalorar cívica y legalmente todos los hombres que habitan la república. Y lo vamos a lograr de común acuerdo, sin violencias, sin exigencias torpes, sin mezquindades ni usuras. Todos los capitalistas de la república, los industriales y los finqueros guatemaltecos o extranjeros, tienen el pleno apoyo del gobierno para sus intereses legítimos y algo más que apoyo: también ellos tendrán de parte del gobierno la simpatía que les corresponde porque sabemos que trabajan por la grandeza de Guatemala. Y desde ahora sé que cuento con todos para iniciar, lenta y progresivamente, la revaloración de los hombres de trabajo».

Probablemente el orden debía ser el inverso del 44 al 96 al 24, pero es posible que en esta idea de igualdad de derechos y diversidad, transcurridos ya casi 30 años de los Acuerdos de Paz y 80 del gobierno revolucionario, sigue siendo una deuda endosada de administración en administración. En este sentido César Bernardo afirmó:

«Reconocemos, como ya he mencionado, la deuda histórica del Estado con los pueblos originarios, y llevaremos a cabo nuestro plan mediante un diálogo respetuoso y en condiciones de igualdad con una mayoría que hasta ahora ha sido sistemáticamente ignorada. Nos esforzaremos por hacerlos partícipes y beneficiarios de un desarrollo que durante siglos les ha sido negado».

Los grandes desafíos del padre y del hijo

A diferencia del resto del texto, esta vez los dejamos sin distinción a ambos. No es difícil adivinar, pero leerles juntos nos habla de los cambios de interés, de punto de vista, de las cosas que nos preocupan, del cambio global y de que, efectivamente, han pasado muchas cosas entre el padre y el hijo:

«El desafío más crítico y urgente es, sin lugar a dudas, el cambio climático. Habitamos en una de las regiones más expuestas a los impactos de esta amenaza existencial que, en gran medida, ha sido provocada y tolerada por otras naciones(…). En segundo lugar, me enfrento a un problema complejo que toca muy de cerca mi corazón y el de millones de guatemaltecos y centroamericanos: las condiciones económicas, la catástrofe ambiental que enfrentamos y la inseguridad cotidiana han llevado al desplazamiento de millones de familias en esta región y en todo el continente(…) Por último, el mundo se ve confrontado por una ola de autoritarismos, la propagación de la intolerancia y la restricción del disenso. Nos enfrentamos a nuevos fenómenos autoritarios, como la cooptación corrupta de las instituciones estatales por parte de grupos criminales que explotan su apariencia democrática para traicionar los principios de libertad, equidad, justicia y fraternidad en los que se fundamentan.

Está ya en marcha la modernización del Ejército, que será de hoy en adelante, una entidad autónoma de gran responsabilidad profesional, guardadora de paz interna, colaboradora de las grandes empresas culturales del país(…) Está también en marcha la experiencia universitaria guatemalteca, que aspira a convertir a la Universidad en un organismo también autónomo, promotor de la alta cultura y colaborador en las empresas nacionales de alfabetización e higienización. (…) Paralelamente a estas experiencias, haremos también la gran experiencia culturalista. La nueva Constitución impone al gobierno el deber de iniciar la alfabetización de las masas. Es un deber que los hombres de la revolución nos hemos impuesto para no vacilar en su cumplimiento. Empezaremos a construir edificios para escuelas. Llevaremos las escuelas a las aldeas, y algunas de esas escuelas tendrán ruedas para trepar a las montañas y meterse en los bosques. (…) Está en vías de iniciación la gran experiencia social de protección al trabajador, al campesino, al enfermo, al anciano y al niño». 

Y en dos líneas sintetizar aquello que se buscó entonces y lo que se busca ahora: 

«Vamos a agregar la justicia y la felicidad al orden, porque de nada nos sirve el orden a base de injusticia y de humillación».

«No puede haber democracia sin justicia social, y la justicia social no puede prevalecer sin democracia». 

Quede pues este texto como un registro del tiempo y las palabras, y una página digital que ahora les resguarda. 


Descarga acá el discurso de toma de posesión de Juan José Arévalo. Cortesía de Catafixia editorial.

Descarga acá el discurso de Bernardo Arévalo de León.

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