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Cinco datos para entender que las mascarillas funcionan y por qué quizá llegaron para quedarse

En esta nota de Chequeado se presentan cinco datos que evidencian la efectividad de las mascarillas en reducir el contagio de enfermedades respiratorias. Y algunas razones de por qué puede que hayan llegado para quedarse.

Las mascarillas han demostrado ser efectivas para reducir la propagación de la #COVID19 y de otras enfermedades respiratorias. ¿Habrán llegado para quedarse?

Texto: Florencia Ballarino


El Gobierno de Argentina dispuso la eliminación de la obligatoriedad del uso de la mascarilla al aire libre, cuando se circule en forma individual o en burbuja, y en un espacio en el que no concurran numerosas personas. Sin embargo, su uso sigue siendo obligatorio en lugares cerrados, como aulas, cines, teatros, ámbitos de trabajo, transporte público, espectáculos y eventos masivos. En países como Guatemala, el uso de mascarillas aún es obligatorio en cualquier espacio público.

Los especialistas siguen recomendando llevarlas incluso al aire libre cuando no es posible respetar el distanciamiento social.

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En esta nota te contamos cinco datos que confirman que las mascarillas funcionan y por qué tal vez llegaron para quedarse.

1. Cada vez más y mejor evidencia a favor de su uso

Al principio de la pandemia, contábamos con varios estudios de laboratorio sobre la eficacia del uso de mascarilla. Sin embargo, cada vez tenemos más datos sobre la efectividad de su uso en el “mundo real” y sus beneficios a la comunidad, con base en estudios observacionales y epidemiológicos (ver acá, acá, acá y acá).

Con el fin de generar mayor evidencia científica, un grupo de investigadores de los Estados Unidos realizó un ensayo controlado aleatorio con el fin de evaluar si las comunidades en las que más personas usan mascarilla tienen menos casos de COVID-19. Se trata del mayor y más riguroso estudio hecho hasta el momento.

La investigación, que aún no fue publicada en una revista científica, contó con la participación de 340 mil adultos de Bangladesh. A 163 mil personas que estaban dentro del grupo control, no se les realizó ninguna intervención. En el otro grupo, de 178 mil individuos, se realizaron diferentes acciones para promocionar el uso de mascarillas, desde distribuirlas gratuitamente hasta brindar información sobre por qué usarlas era importante. Así el uso de cubrebocas aumentó alrededor del 30% entre los adultos y este cambio condujo a una reducción del 9% en los casos de COVID-19.

Las personas mayores de 50 años fueron las más beneficiadas, en especial en comunidades donde se distribuyeron mascarillas quirúrgicas. En estas comunidades, los casos de COVID-19 disminuyeron el 23% en personas entre los 50 y los 60 años y el 35% para personas mayores de 60 años. “Nuestra intervención demuestra un método escalable y eficaz para promover la adopción del cubrebocas y reducir las infecciones sintomáticas del SARS-CoV-2”, concluyeron los autores del estudio.

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2. Me protege a mí y también a los demás

Las mascarillas están destinadas principalmente a reducir la emisión de gotitas y aerosoles cargadas de virus, lo cual es especialmente relevante para las personas infectadas asintomáticas que se sienten bien y pueden no ser conscientes de su contagiosidad. Pero las mascarillas también ayudan a reducir la inhalación de estas gotitas y aerosoles por parte del usuario.

“El beneficio comunitario del uso de las mascarillas para el control del SARS-CoV-2 se debe a la combinación de estos dos efectos. El beneficio de la prevención individual aumenta con un número cada vez mayor de personas que utilizan tapabocas de forma constante y correcta”, señalan los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades de los Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés).

Aunque lo ideal es que todos usemos mascarilla, qué pasa si soy la única persona que lleva tapabocas en un espacio interior, ¿sirve para reducir el riesgo de contagio? Cada vez hay más evidencia (ver acá y acá) que muestra que las mascarillas ofrecen cierta protección a quienes las usan incluso cuando los demás no la llevan puesta, como plantea esta nota del New York Times.

Por ejemplo, durante un brote de COVID-19 en un hotel de Suiza, varios empleados y huéspedes dieron positivo de coronavirus. Todos los contagiados solo usaban pantalla facial y ninguno de los que llevaban mascarilla se infectó.

Un estudio publicado en la revista de la Asociación Estadounidense para la Investigación de Aerosoles examinó la “protección hacia adentro” de los tapabocas hechos en casa, las mascarillas quirúrgicas y los escudos faciales, según el tamaño de las partículas. La investigación mostró que la mayoría podrían bloquear partículas muy grandes. Pero cuando los investigadores analizaron partículas más pequeñas, la protección varió entre casi cero (con escudo facial) a alrededor de 50% (con mascarilla quirúrgica).

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3. No sólo COVID-19, también otras enfermedades respiratorias

La mascarilla no sólo protege contra la COVID-19 sino contra otras enfermedades respiratorias, como demuestran varios estudios (ver acá, acá y acá). Para Wanda Cornistein, jefa del Servicio de Control de Infecciones del Hospital Austral y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), se puede pensar la estrategia para prevenir los contagios tanto de COVID-19 como de otras enfermedades respiratorias como un trípode: distanciamiento social, uso del cubrebocas y ventilación de los ambientes.

“Si te falta alguna de las tres patas, tenés que reforzar alguna de las otras dos. Si estoy al aire libre y mantengo cierta distancia puedo dejar de usar mascarilla, ya que hay muy poca probabilidad de contagio. Pero si estoy en un autobús, lo ideal es abrir las ventanas y usar el tapabocas ya que no puedo mantener distancia. Y en un banco donde hay poca ventilación, necesito mantener distancia y usar mascarilla”, sostuvo.

Por su parte, para Laura Pulido, co-coordinadora de la sección de Enfermedades Infecciosas de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR) y neumóloga del sanatorio Delta de Rosario, el cubrebocas es una barrera, una primera línea de protección para evitar la transmisión de COVID-19 y otras enfermedades respiratorias, como un resfriado común hasta una neumonía por neumococo.

“Su uso ha disminuido otro tipo de enfermedades infecciosas respiratorias. El año pasado vimos una disminución drástica de las bronquiolitis en niños y en las personas asmáticas de las reagudizaciones de la enfermedad. Pero estaba el confinamiento. Este año sí se vio que con el hecho del uso del cubrebocas hubo una disminución de reagudizaciones, en el caso de las personas con asma”, comentó Pulido.

4. El mejor cubrebocas es el que se usa y de la manera correcta

Al principio de la pandemia, la falta de insumos hizo que se priorizara el uso de mascarillas quirúrgicas y respiratorias de filtro N95 para el personal médico. Para el resto de las personas, la recomendación fue utilizar tapabocas confeccionados en tela. Pero, a medida que se cuenta con mayor disponibilidad de suministros y más y mejor evidencia científica, ¿qué mascarillas son las mejores?

La mascarilla quirúrgica o de alto filtrado como la mascarilla N95 son efectivas para prevenir la diseminación y los contagios por COVID-19. El resto de las mascarillas son en realidad tapabocas y tienen una gran variabilidad. Algunos estudios de científicos del Conicet mostraron que determinadas telas son mejores que otras. Pero hoy por hoy no hay un trabajo contundente de cuál tela es la mejor”, explicó Cornistein.

Un estudio de 2008 incluyó a adultos y niños para medir la efectividad de los distintos tipos de mascarillas contra el virus de la gripe. Las conclusiones fueron que los tapabocas de tela redujeron la exposición en un 60%, las mascarillas quirúrgicas en un 76% y los N95 en un 99%.

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Además, el estudio realizado en Bangladesh probó que el filtrado de las mascarillas quirúrgicas, que incluso habían sido usados, arrugados en bolsillos y bolsos y lavados con agua y jabón, evitaba que atravesaran más partículas de virus que los típicos tapabocas de tela.

“Lo importante es que las mascarillas funcionan y es probable que las de mayor calidad funcionen mejor para evitar la COVID-19. Si podés elegir entre un cubrebocas de tela y una mascarilla quirúrgica, escoge la quirúrgica. Sin embargo, la mejor mascarilla es la que una persona se pone y de la manera correcta”, recomendaron los autores del estudio.

Tan importante como el material del que está hecho, es su buen uso. Es clave que cubra boca, nariz y mentón, tenga buen ajuste en la nariz y la boca para evitar fugas y cuente con varias capas de tela o material no tejido. Acá se pueden leer más recomendaciones para conocer cómo utilizar la mascarilla correctamente.

5. Las mascarillas quizá llegaron para quedarse

Conocemos los beneficios del uso correcto de la mascarilla en forma individual y para la comunidad pero, ¿aceptará la sociedad prolongar en el tiempo esta medida?

Para las especialistas consultadas, es difícil que la gente adopte el uso mascarilla en la pospandemia, pero existen situaciones como viajar en avión o estar en un evento donde hay aglomeración de personas en que la mascarilla sí llegó para quedarse.

“En otras culturas como las orientales el uso de la mascarilla es bastante común pero más por una cuestión de polución. Acá no sé si culturalmente vamos a aceptar 100% el uso de la mascarilla. Sí creo que en situaciones como lugares cerrados con mucha gente –el transporte público o un supermercado– no va ser tan fácil sacarse [el hábito] el uso del cubrebocas”, sostuvo Pulido.

“En ambientes cerrados con mucha gente, por ejemplo un avión o autobús, es una medida que se puede y se debe adoptar en lo posible para prevenir el contagio del SARS-CoV-2 y otros virus, pero eso va a depender de la tolerancia de la gente”, concluyó Cornistein.


Este texto fue publicado originalmente en Chequeado. Puedes leer la publicación original en este enlace.

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