Aunque el 5 de mayo de 2023 se decretó el fin de la emergencia de salud pública por COVID-19 en Guatemala, la enfermedad no desapareció. Solo en lo que va …
En resumen
- Personas no vacunadas, con enfermedades crónicas, adultos mayores y mujeres tienen mayor probabilidad de desarrollar COVID prolongado.
- COVID persistente es una condición crónica que puede durar años, con más de 200 síntomas identificados, desde fatiga hasta problemas neurológicos.
- En Guatemala no hay diagnóstico ni atención integral en el sistema de salud para este padecimiento. Expertas destacan la necesidad de la vacunación.
Aunque el 5 de mayo de 2023 se decretó el fin de la emergencia de salud pública por COVID-19 en Guatemala, la enfermedad no desapareció. Solo en lo que va del 2025, el Ministerio de Salud Pública ha detectado 502 casos.
Además de la infección por COVID-19, ya es de conocimiento el COVID persistente, prolongado o Long COVID. Según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades, (CDC) de los Estados Unidos.
Esta es una condición médica crónica que ocurre después de la infección por el SARS-CoV-2 y dura al menos 3 meses.
Sin embargo, los síntomas y condiciones médicas pueden durar años. Existe una amplia variedad de síntomas que se pueden parecer a los de otras enfermedades, lo que hace difícil identificar que sea este padecimiento.
Nancy Virginia Sandoval, jefa de Medicina Interna del Hospital Roosevelt y miembro de la Asociación Guatemalteca de Enfermedad Infecciosas (AGEI), confirma que estudios han demostrado que cualquier persona que contraiga COVID-19 puede presentar COVID persistente.
Sin embargo, indica que se han identificado grupos más propensos a contraer esta condición.
- Personas que se enfermaron gravemente de COVID-19, en especial las que han sido hospitalizadas o recibieron cuidados intensivos.
- Personas con condiciones médicas subyacentes como diabetes tipo 2, hipertensión arterial sistémica, obesidad.
- Personas que no se vacunaron contra el COVID-19.
- Adultos mayores de 65 años.
- Personas hispanas y latinas.
- Mujeres.
Sobre los síntomas, Sandoval menciona que estudios en varios países han vinculado más de 200 síntomas con COVID prolongado.
«Después de cualquier enfermedad por coronavirus 2019, sin importar cuán grave sea, algunos informan que los síntomas permanecen durante meses o años».
«Los síntomas pueden permanecer iguales con el tiempo, empeorar, o irse y volver», afirma la profesional.
Estos son los síntomas más comunes por COVID persistente.
- Cansancio extremo, especialmente después de realizar cualquier actividad.
- Problemas de memoria, a menudo denominados bruma o neblina mental.
- Sensación de mareos o aturdimiento.
- Problemas o anormalidades en el gusto o el olfato.
Además, Sandoval enlista otro grupo de síntomas menos frecuentes.
- Problemas o anormalidades digestivas, como diarrea, estreñimiento o distensión del estómago.
- Problemas o anormalidad en el patrón de sueño.
- Latidos cardíacos rápidos o irregulares.
- Falta de aire o disnea.
- Dolor de cabeza.
- Tos.
«También se ha encontrado que las personas con Long COVID, pueden tener otras enfermedades. Estas pueden ser causadas o empeoradas por el COVID».
Estas incluyen «migrañas, enfermedades pulmonares, enfermedades autoinmunes y enfermedad renal crónica», indica Sandoval.
¿Por qué pasa el COVID persistente?
La infectóloga Alicia Chang, también parte de AGEI, comparte que la teoría científica es que el COVID no es un virus que se limite a afectar el sistema respiratorio, sino que también afecta al sistema nervioso central y cardiovascular.
«Lo que pasa es que ocasiona una respuesta inflamatoria en otros sistemas que no son el respiratorio. Es como una respuesta casi autoinmune, nuestro organismo está reaccionando a la infección, pero de una manera post aguda», explica.

Nancy Sandoval menciona que «los investigadores no saben con certeza cómo la COVID-19 causa la enfermedad a largo plazo, pero se cuenta con algunas ideas basadas en los datos e información actual».
«El virus altera la comunicación del sistema inmunitario, lo que podría hacer que las células inmunitarias confundan las células del propio cuerpo con una amenaza y reaccionen ante ellas», explica Sandoval.
«Es lo que se conoce como reacción inmunitaria».
Tener COVID-19 también puede despertar los virus no eliminados del cuerpo, y afecta las células que recubren los vasos sanguíneos, generando una disfunción microvascular.
Además, el virus daña la comunicación en el tronco cerebral o en el nervio vago que controla las funciones automáticas del cuerpo.
«Como el virus sigue cambiando, los investigadores no pueden saber cuántas personas se han visto afectadas por COVID prolongada», finaliza Sandoval.
No hay acción desde el Sistema de Salud
No existe una prueba de laboratorio para identificar si una persona tiene COVID prolongado.
El diagnóstico puede ser complicado, pues se necesitan varios exámenes para llegar a la conclusión de que se trata de este padecimiento.
Alicia Chang considera que el Sistema de Salud guatemalteco actual no está atacando la problemática del COVID persistente de manera integral.
«El COVID prolongado se volvió una enfermedad crónica que necesita un conjunto multidisciplinario de personas».
«Aunque se esperaba poder organizar este equipo multidisciplinario, ha sido difícil porque no se cuenta con esa directriz de parte del Ministerio», indica Chang.
Por ahora, los pacientes llegan a las clínicas y luego son referidos a otros especialistas, pero no existe una coordinación o esta se dificulta porque se necesitan muchas citas médicas para su diagnóstico y tratamiento.
Tanto Sandoval como Chang destacan la importancia de la vacunación, pues se ha detectado que la vacuna es la mejor herramienta, incluso en niños.
«En niños, la vacuna les protege de desarrollar el síndrome inflamatorio multisistémico», finaliza Chang.
Los efectos de la pandemia
Hace cinco años, el 13 de marzo de 2020, el presidente Alejandro Giammattei interrumpió una conferencia de prensa por una llamada telefónica.
Unos minutos después, en directo, anunciaba que se había detectado el primer caso de COVID-19 en Guatemala, lo que dio inicio al confinamiento por la pandemia.

Desde entonces, hasta el 9 de marzo de 2025 se han registrado más de 1.3 millones de casos.
Los departamentos con mayor registro de contagios los primeros tres años fueron Guatemala, Quetzaltenango y Sacatepéquez.
El país perdió a más de 20 mil personas por esta enfermedad.
Más de 20.4 millones de vacunas fueron administradas al 52% de la población.
De igual forma, la ineficiencia en su administración y el rechazo en muchas comunidades a vacunarse provocó que 7.8 millones de vacunas se vencieran.
El valor de esas vacunas era Q505 millones. El 62% de estas eran Sputnik.
Han pasado cinco años desde el inicio de la pandemia, la cual ha dejado muchas lecciones sobre cómo manejar emergencias sanitarias en el mundo.
Para el caso de Guatemala, el Índice de Seguridad Sanitaria Global de 2019 clasificó al país en el puesto 125 como uno de los menos preparados para responder a una amenaza biológica.
¿Habremos mejorado?
La infectóloga Alicia Chang menciona como latente, tener un sistema de vigilancia activo y eficaz que monitoree las enfermedades infecciosas a nivel nacional.
También una estrategia definida a seguir si se presenta un nuevo caso con las características de esta emergencia.
Recalca la importancia de utilizar fuentes de información confiables.
«Es importante que todos aprendamos a manejar fuentes confiables de información, porque tuvimos mucha información viniendo de muchas fuentes, no todas confiables, lo que causó mucho caos y confusión», finaliza.
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