«Soy una persona queer», dice Brandon, quien se involucró en el activismo desde los 12 años. Empezó con el teatro, como un medio para difundir los derechos humanos y la …
«Soy una persona queer», dice Brandon, quien se involucró en el activismo desde los 12 años. Empezó con el teatro, como un medio para difundir los derechos humanos y la denuncia de las injusticias sociales. Luego se involucró en el activismo LGBTIQ+ en 2014, tras participar en la elección de Miss Gay Pride Huehuetenango.
Vive en Chiantla, Huehuetenango. Para llegar a su municipio desde la capital se deben recorrer al menos 260 kilómetros. El tiempo varía, pues las carreteras suelen estar en malas condiciones.
En los nueve años de activismo en la comunidad LGBTIQ+, el incidente que más le ha marcado es el asesinato de Josecito, quien se identificaba también como Alessandra Villamizar. José/Alessandra, usaba ambos nombres y empezaba su transición social cuando le asesinaron. Para buscar justicia, Brandon se constituyó como querellante en el caso que aún está impune.
«Nos llevábamos muy bien, lo asesinaron con todas estas señales de tortura, saña, transfobia y prejuicio que le traspaso a su cuerpo. Acompañé a la madre para reconocerlo, se me partió el corazón», recuerda Brandon.
El día del entierro de Josecito, Brandon estuvo en un lugar apartado porque había amenazas de un atentado. Recuerda que su mamá, como llama a su abuela por lo que representa en su vida, le cuestionó que se involucrara por el peligro que implicaba
«Si me pasara eso, yo quisiera que alguien hiciera justicia por mí», dice Brandon.
Aunque aún no ha llegado la justicia para su amiga, el activismo le ha permitido contribuir a formar liderazgos, promover la sanación, crear alianzas, tener cómplices, informar sobre los derechos de las personas LGBTIQ+.
Brandon se involucró en el movimiento porque descubrió cómo se naturaliza la violencia.«Yo decía ‘me toca sufrir esto porque soy diferente’», reflexiona.
En su trayectoria como activista ha visto y conocido experiencias muy dolorosas y violentas de personas cercanas. Padres que amarran y golpean a sus hijos justificando que es para «quitarles lo gay», un padre que amarra a su hijo debajo de la mesa y pide a los hermanos que lo golpeen «porque es el hueco de la familia», comunidades que queman las casas de mujeres trans.
«Cuánta maldad hay en el ser humano para violentar a la gente», dice Brandon.
A pesar de la violencia, por medio de la base comunitaria Trabajando Unidos que dirige en Huehuetenango, ha podido ver cambios y ayudar a otras personas.
“A más distancia de la capital, a más distancia de las cabeceras departamentales, hay más conservadurismo y menos información sobre los derechos humanos, porque vivimos la desnutrición, el analfabetismo y las personas prefieren buscar el pan de cada día antes que informarse”, dice Brandon.
Para Brandon es importante que existan colectivos y comunidades fuera de la capital, descentralizar y promover el empoderamiento de derechos humanos en la ciudadanía.
Con frecuencia Brandon viaja a San Marcos, otro departamento donde junto a otras organizaciones dan apoyo psicológico y legal, pero también fortalecen la incidencia política con talleres.
En uno de esos viajes, recuerda que al bajar del bus un adulto mayor quiso agredirlo. En otra ocasión una mujer lo observó y se acercó para persignarse delante de él.
Pero eso no lo detiene, está consciente de la importancia de la sanación y la promueve en su colectivo. Además está convencido de que en Occidente, las secuelas del conflicto armado interno provocan que las personas sean más calladas y reclamen menos sus derechos.
Nueve años después de aquella participación en Miss Gay Pride Huehuetenango, que le llevaría al activismo LGBTIQ+, Brandon celebra que hayan podido tomar el teatro para algunos eventos. La primera vez que se los permitieron, hubo aforo completo. «Yo soy bastante emocional, pero me gusta hacer la proyección de que tuvimos que pasar mucho para llegar a esto», dice Brandon.