Es probable que para muchas personas en Centroamérica el nombre de Ricardo Darín (el actor) sea bastante más fácil de recordar que el de Julio César Strassera (el fiscal). En 2022, Darín …
Es probable que para muchas personas en Centroamérica el nombre de Ricardo Darín (el actor) sea bastante más fácil de recordar que el de Julio César Strassera (el fiscal). En 2022, Darín interpretó a Strassera, el fiscal a cargo del juicio de las juntas militares argentinas en el film Argentina, 1985. En la película nominada al Oscar y ganadora de un Globo de Oro, un brillante monólogo de Darín se robó las palmas. Pero en realidad era una adaptación del original, el alegato final del fiscal Julio Strassera el 9 de diciembre de 1985:
Se entiende que en la región centroamericana sepamos poco de aquel juicio y sus implicaciones para Latinoamérica. Todo el continente atravesaba en esa época sus propias sombras y, hasta el presente, sus propios procesos.
En aquel histórico juicio de 1985 Clyde Snow, estadounidense pionero de la antropología forense, dio su testimonio «para demostrar científicamente el asesinato de desaparecidos a partir del análisis de las lesiones de cuerpos recuperados de fosas clandestinas», como se lee en la historia del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) fundado por Snow.
El forense norteamericano fue el motor para organizar y formar a nuevos profesionales latinoamericanos capaces de realizar exhumaciones que permitirían recabar pruebas científicas para procesos judiciales, cumpliendo órdenes de tribunales.
Una de las formas de expandir estos equipos de antropólogos forenses fue compartiendo capacidades con países con situaciones similares. Guatemala y El Salvador fueron uno de los primeros destinos del EAAF después de Argentina.

Así, llegó en 1993 a Centroamérica la antropóloga Silvana Turner. La transición de los acuerdos de paz de ambos países abrió paso a las investigaciones forenses. «Eran casos de masacres de población campesina, no es el tipo de investigaciones que estábamos acostumbrados a hacer». Así comienza Turner la narración de su llegada a Guatemala en 1994. Empezó en las investigaciones forenses de la masacre en aldea Dos Erres en Petén, perpetrada el 8 de diciembre de 1982.
El recorrido profesional de Turner, antropóloga egresada de la Universidad de Buenos Aires y doctora honoris causa por la Universidad Nacional de Cuyo, había iniciado pocos años después de esa masacre,. Desde 1988 en el EAAF, ha hecho peritajes de antropología forense que van desde conflictos armados hasta migrantes desaparecidos.
Turner nos recibe en Buenos Aires en la sede del EAAF en la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). La escritora Leila Guerriero en su libro La llamada describe así la ESMA: «…un sitio de instrucción militar donde, desde el golpe de Estado que se produjo el 24 de marzo de 1976 en la Argentina, funcionó un centro clandestino de detención, el más grande de los casi setecientos que hubo en el país. Entre 1976 y 1983, cuando la dictadura terminó, fueron secuestradas, torturadas y asesinadas allí, por los llamados Grupos de Tareas, unas cinco mil personas. Sobrevivieron menos de doscientas. El número total de desaparecidos durante la dictadura es de treinta mil».
Ahora este lugar es Museo y Sitio de Memoria, y alberga espacios de organizaciones como HIJOS, o La Casa por la Identidad de las Abuelas de Plaza de Mayo, y el EAAF. Salvadas las distancias, en Guatemala La Isla, el archivo histórico de la Policía Nacional; y el Parque Intercultural en Quetzaltenango —antigua brigada militar «Manuel Lisandro Barillas»—, serían dos espacios con una carga simbólica parecida a la ex ESMA.

La experiencia en Guatemala
En Guatemala y El Salvador, Naciones Unidas había desplegado misiones específicas para cada país y la cooperación internacional ponía sus ojos en el fin del conflicto armado de ambos países. Para Turner y compañeros del EAAF, la experiencia en Centroamérica abriría una nueva experiencia para la, también joven, antropología forense latinoamericana.
«Así como a fines de los 90 las investigaciones en los Balcanes para los tribunales penales internacionales, o el caso de Yugoslavia, fueron hitos», explica Turner; «Guatemala y El Salvador a principios de los 90 también lo fueron. Era otra dimensión de violencia, de investigaciones en donde podían aplicarse las mismas herramientas que estábamos aplicando aquí (Argentina) para los casos de desaparición forzada; pero en contextos distintos: la masividad de la violencia del ataque a población campesina».
En aquella primera investigación, en Dos Erres, se exhumaron 162 cuerpos de un pozo. «Una cosa que siempre nos impresionó mucho, fue el alto porcentaje de niños víctimas de esas masacres. Era algo que aquí no nos había pasado, estar excavando una fosa con restos de niños de menos de 12 años». Sesenta y siete niños fueron encontrados en Dos Erres.

«Me parece importante como foto de ese momento, la gran lucha de los familiares y de las organizaciones. Porque claramente fueron quienes lograron todas esas acciones con mucha dificultad. No había un Estado proclive a investigar, ni había iniciativas de la academia, ni de equipos como los que actualmente existen», recuerda Turner.
La clave para que este equipo de especialistas llegara a Guatemala: Famdegua, la Asociación de Familiares Detenidos y Desaparecidos de Guatemala, que ha liderado la búsqueda de justicia para este caso, durante cuatro procesos judiciales con sentencias condenatorias para el Estado de Guatemala y varios ex militares.
«No había otras experiencias, era algo que de alguna manera se hacía por primera vez, los recursos materiales para hacerlo eran con el esfuerzo de las organizaciones, tanto nuestras como las de Guatemala, todo eso hacía las cosas muy, muy a pulmón.
Tengo el recuerdo de dos contextos bastante contrapuestos, por un lado el de Guate, la ciudad, cierto desconocimiento de lo que pasaba en los caseríos o en el interior del país. Y Petén una zona muy despoblada, ahí en el borde con la factura con México. Y de repente, como dos realidades en donde hasta un punto, tal vez justamente estas experiencias hicieron que se conozca un poco: los juicios, los informes que hubo; hicieron que se conociera un poquito más. Que la gente tomara un poco más de conciencia de lo que estaba pasando en los lugares rurales».

Ciencia para la justicia y la restauración
Para explicar el objetivo de su trabajo, Turner se refiere justamente al fin de la dictadura argentina: «Una de las demandas era la aparición de las personas, de los restos o de las personas con vida. No había, en nuestra región, en general, conocimiento de la aplicación de la Antropología Forense para este tipo de investigaciones. Concretamente para la búsqueda, la recuperación, la identificación y la restitución —que esta última es la finalidad— de los restos de las personas desaparecidas. Y, por supuesto, aportar elementos a la justicia, hacer este trabajo con estándares profesionales y suficientes como para que se convirtieran en evidencia documentada científicamente que fuera un aporte a eventuales procesos de justicia».
La evidencia documentada por la antropología forense comparte parte de su conocimiento científico con la medicina forense, aunque la diferencia, explica Turner, «un patólogo trabaja en contextos de cadáveres frescos, digamos, de cuerpos que recientemente estuvieron en situaciones de violencia. En cambio, en casos de violaciones de derechos humanos, o de violencia política, el momento de investigar llega bastante después. Es una etapa post conflictos, entonces, ese tiempo que transcurre hace que no nos encontramos con cadáveres, si no con restos óseos, mayoritariamente, y ahí es donde entra el antropólogo y no el médico».
Y bien, el meticuloso trabajo de la antropología forense permite hablar del término verdad, reconstrucción de hechos, prueba científica que describe elementos difíciles de refutar. «Nuestro rol está absolutamente vinculado a los procesos de justicia», afirma Turner, «formalmente somos peritos, o sea, somos expertos, que lo que hacen es aportar a un órgano de justicia, información a modo de peritaje. Por eso somos forenses, y nunca es posible nuestra intervención si no hay una disposición formal legal del Estado. El elemento de prueba, una evidencia material, que la antropología forense produce, a diferencia de las testimoniales, es un dato concreto».
Un ejemplo de lo que implica este dato concreto, no solo en la reconstrucción judicial, sino en la interpretación de la historia y las narrativas que le acompañan: «Si uno encuentra un cuerpo enterrado boca abajo, con las manos atadas en la espalda, es muy difícil decir que eso es un entierro regular, porque no hay ningún rito funerario que entierra así a sus muertos».
Otro ejemplo: «La antropología permite, a partir del análisis de los restos, saber la edad aproximada, el sexo, o rasgos y características de esa persona. Entonces, se dice “son guerrilleros”, y uno encuentra a niños de 8 años y ancianos; ahí hay inconsistencias entre el relato que se propone y las evidencias que uno encuentra. Si uno puede describir el disparo de atrás hacia adelante en un cráneo, se da cuenta de que esa persona fue ejecutada en determinadas situaciones, no era un combate…»
Turner recuerda el caso del Mozote, en El Salvador «fue exactamente así, el argumento era que los niños habían sido utilizados de escudo de los guerrilleros, sin embargo, un balístico hizo un análisis de las trayectorias, de cuántos tiradores habían intervenido, de hacia dónde los disparos, de dónde venían. Y eso describía una escena que no tenía nada que ver con la que proponían».
De ahí que, entendiendo la función forense de las investigaciones, esta misma metodología sirva para casos de nuestro más reciente contexto, tal cual lo explica la antropóloga: «Esta misma herramienta se aplica en contexto de violencia de crimen organizado y migración, que tienen que ver con los casos que ocurren hoy. O sea, un aporte desde los científicos para develar algún tipo de verdad sobre hechos que tienen implicancias para las personas, para la historia, para la política y para la justicia».
Al preguntarle a la antropóloga sobre esas marcas particulares del encuentro con la historia guatemalteca. Turner señala, además de esa masividad de la violencia, otro aspecto que generaba, por contraste, un contrapeso simbólico ante el horror de las masacres.
«En Guatemala, en particular, nos impactó, como un rasgo diferencial, la cuestión colectiva. Muchas veces en estos contextos, no era posible identificar a las víctimas. Primero, porque no había técnicas de genética como para hacerlo de forma masiva o porque las poblaciones enteras eran arrasadas y tal vez no quedaban familiares, ni siquiera para aportar muestras genéticas. También era gente campesina que no tenía tanto acceso a la salud. Entonces tampoco había fichas o registros de sus condiciones de salud como para poder hacer una identificación antropológica. Y, sin embargo, todo ese colectivo de víctimas, era asumido por la comunidad como perteneciente, o sea propio. Entonces en algunos casos las identificaciones no eran individualizantes, sino que como pertenencia a una comunidad que asumía, justamente, los ritos funerarios de su cultura».
Parte del trabajo forense de profesionales como Silvana Turner y el EAAF, fue el apoyo para la creación de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG), que desde 1997 ha liderado las investigaciones forenses en materia de derechos humanos para la región.
Gracias al trabajo de la FAFG, en distintos procesos de justicia transicional en Guatemala sus peritajes han colaborado a lograr sentencias condenatorias. También, gracias a la ampliación del trabajo de recopilación de muestras de ADN, la FAFG ha logrado identificar a más de 3,800 personas desaparecidas.

Para saber más:
Te compartimos acá nuestro podcast documental-expandido Aquí pasó algo, sobre víctimas del conflicto armado y espacios donde podemos encontrarnos con su memoria:
Decimos la verdad, un especial de Ocote sobre el juicio por genocidio y sus implicaciones en el presente:
Si quieres conocer más de la historia de la dictadura argentina y los procesos de justicia y construcción ciudadana te recomendamos:
– Este podcast de Radio Ambulante, narra la historia de un fotógrafo sobreviviente de la ex ESMA que recopiló prueba documental contra los militares clandestinamente.
– Leila Guerriero escribió La llamada, una potente crónica sobre testimonio de una sobreviviente secuestrada durante la dictadura.
– Acá puedes leer el texto que Jorge Luis Borges escribió al asistir al juicio de las juntas militares.
