Las que sostienen la vida
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Tres mujeres guatemaltecas que cuidaron de otras personas desde muy jóvenes. Tres proyectos de vida truncados, aplazados. Un desafío doble. ¿Cómo superarlo? Históricamente, las mujeres han asumido el rol de cuidadoras. Como madres, como amas de casa, como encargadas de los adultos, como trabajadoras del hogar. Hay una carga desigual de trabajo no remunerado. En este episodio contamos sus historias.



Este es un episodio de podcast. Para escucharlo, dale play al enlace de abajo:


Si quieres leer la transcripción de este episodio, la dejamos aquí:


Brenda Pérez:  Pues desde los 12 años empecé a trabajar. Mi primer trabajo fue cuidando niños y yo, niña.

Narradora: En una pequeña cocina, en una casa de Zaragoza, un municipio en el centro de Guatemala, Brenda Pérez se prepara para hacer el almuerzo. Su familia no tardará en llegar. 

Antes, se recoge el pelo negro con un gancho, toma los platos y sartenes que quedaron del desayuno y comienza a lavarlos. Se estira todo lo que puede hasta ponerse de puntas, para poder alcanzar una olla que llena de agua.

Prende el fuego, toma un poco de aceite y sal y los echa dentro. Hoy comerán fideos con salsa y chorizo. 

Brenda se mueve en una coreografía fascinante, que practica a diario. Con rapidez, abre una gaveta para sacar la pasta, la quiebra y la suelta en el agua hirviendo. Corta los chorizos, que rápido crepitan en un sartén. Y, mientras los ingredientes se van cocinando e inundan de olor la cocina, Brenda ya prepara el siguiente movimiento.

Brenda Pérez: Ahorita lavamos la cocina. Para no trapear mejor siempre lavamos. 

Narradora: Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, en el mundo, cada mujer dedica más de tres horas al día a trabajos de cuidados no remunerados. 

Y la última Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos nos dice que en Guatemala las mujeres usan alrededor del 22 por ciento de las horas del día para realizar estas actividades, mientras que los hombres dedican menos del 4 por ciento.

Ellas, el 22 por ciento. Ellos, sólo el 4 por ciento. Y esa distancia  se incrementa en comunidades rurales o en países de rentas bajas, donde ellas pueden llegar a dedicar hasta 14 horas diarias al trabajo de cuidados. Cinco veces más que los hombres.  

Además de los cuidados en su hogar, Brenda también trabaja en otras casas.

Es una de las 32 mil trabajadoras del hogar en Guatemala, según datos del Instituto Nacional de Estadística. El trabajo de cuidados permite sostener la vida de los demás, pero ¿qué implicaciones tiene para quienes lo ejercen?

Soy María Olga Domínguez Ogaldes, periodista de Ocote, y en este episodio, parte del especial Mientras sigan en pie, coordinado por Otras Miradas, conocerás la historia de tres mujeres guatemaltecas que invierten largas jornadas en cuidar a quienes les rodean. Por eso mismo, algunas de ellas han tenido que renunciar a sus planes de vida o esforzarse el doble para cumplirlos. 

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Brenda Pérez: Yo soy Brenda Hortensia Pérez Arana. Yo soy de Chimaltenango. Tengo 35 años. 

Narradora: Brenda vive en la entrada de Zaragoza, un municipio del departamento de Chimaltenango a unos 65 kilómetros de la capital de Guatemala. Su casa tiene un portón blanco y lo primero que se ve al entrar es un gran patio con un árbol de aguacates. Se pasean gallinas, gallos, palomas, dos perros y dos gatos.

En su primer trabajo, cuando tenía 12 años, Brenda se dedicaba a cuidar a una niña de seis años y a otra de cinco. Su jornada empezaba a las seis de la mañana. Tenía que cambiar a las niñas y prepararles el desayuno. También hacía otras tareas. La dueña de la casa le enseñaba cómo hacerlas.

Brenda Pérez: Ella me explicaba cómo lavar los trastes. Me ponía a platicar con ella y me enseñaron a preparar desayunos. Mi primer desayuno fue un huevo y lo quemé. Y ahí fue donde aprendí un poquito de cada cosa.

Narradora: Su mamá también era empleada del hogar y trabajaba en la capital, en Ciudad de Guatemala. La veía poco, pero para Brenda, que era la más pequeña de dos hijas, su mamá siempre fue un ejemplo a seguir.  

Brenda Pérez: Ya a los 15 le dije yo a él de necia: «Mira papa, me voy a buscar otro trabajo». Me fui a cuidar a una viejita. Tenía 92 años. La levantaba, la cambiaba, cambiaba pañales, le hacía su limpieza normal… Entraba a las siete de la mañana y salía a las siete de la noche, porque hasta las siete de la noche llegaba la hija y lo que me pagaban eran 300 (quetzales) al mes.

Narradora: Eso son unos 40 dólares. Para el 2022, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos, el sueldo promedio mensual de las trabajadores domésticas en Guatemala era de 1,018 quetzales; menos de 130 dólares. El ingreso de las trabajadoras domésticas es el más bajo de todas las categorías en la encuesta. 

A medida que Brenda ganó experiencia, su sueldo aumentó. A los 18 años decidió ir a trabajar a la capital con una conocida de su iglesia. Le ofrecieron 900 quetzales al mes, aunque las condiciones de trabajo no eran buenas.

Brenda Pérez: Yo iba feliz porque 900 para mí era más de lo que yo había ganado. Y qué si lo que hizo la señora no me gustó, porque en mi primer día dejaba la refri con llave, la cocina con llave, todos los cuartos con llave. Yo sólo hacía limpieza en la sala y a sentarme en el sillón hasta esperar para que ellos vinieran y poder comer.

Narradora: Vivía encerrada. No pudo estar más de quince días en esa casa. Y una noche…  

Brenda Pérez: Agarré mis tanatíos y me salí de la colonia sin que ella se diera cuenta. Pero corriendo salí a la salida. ¿Y aquí para dónde dije yo? Porque no daba para dónde. Y caminé para abajo, hasta que llegué a una gasolinera. Ahí pasó una camioneta, nadie me daba jalón y llamé a mi mamá de un público, porque gracias a Dios lleva dos quetzales. Mi mamá solo me dijo «¿Dónde estás para irte a traer?». 

Narradora: Floridalma Contreras, parte de la junta directiva del Sindicato de trabajadoras domésticas, similares y a cuenta propia, más conocido como Sitradomsa, amplía sobre ese tipo de violencias que acompaña el ambiente laboral de las cuidadoras. 

Floridalma Contreras: La mayoría nos cuentan a nosotras todas las situaciones que viven en los centros de trabajo. Por ejemplo, la explotación laboral. Las trabajadoras domésticas o del hogar se levantan a las cinco de la mañana y se van acostando a las nueve o diez de la noche. Eso es algo tan terrible porque no tienen descanso. Además, no les dan muchas veces de la comida que ellas mismas se elaboran. Lo que implica que las compañeras no están bien alimentadas, que muchas veces enfrentan el cansancio, la fatiga porque esas horas extenuantes que van entre 12, 14 y 16 horas las agota. 

Narradora: Floridalma también recuerda que muchas de las mujeres que trabajan en casas particulares pueden llegar a sufrir acoso y abuso sexual por parte de sus empleadores. 

Brenda comentaba que, cuando empezó a trabajar en la capital, le pagaban 900 quetzales al mes. Era 2008. Para ese momento, el Congreso de Guatemala ya había engavetado la iniciativa 3243 que buscaba proteger a los trabajadores de casas particulares. 

Esta propuesta de ley planteaba regular aspectos como las jornadas laborales, los salarios, los descansos o el acceso a la salud de las trabajadoras del hogar. Hoy, 15 años después, el Estado sigue sin responder ante la falta de regulación de estos derechos.

Floridalma Contreras: Nosotras hemos luchado desde hace más de 10 años con el Estado de Guatemala para que ratifique, el Convenio 189. Posteriormente llega bajo la iniciativa 4981 al Congreso de la República y ahí tenemos desde el año 2016 de estarla impulsando para que aprueben una ley para las trabajadoras domésticas desprotegidas legalmente sin seguridad social, ni indemnización sin que haya una ley que las proteja. 

Narradora: El Convenio 189 del que habla Floridalma es el convenio de la Organización Internacional del Trabajo que promueve la protección específica a las trabajadoras y trabajadores domésticos, que incluye principios y derechos básicos como las condiciones de empleo y los salarios dignos. 

Grupos de mujeres trabajadoras de casas particulares se han organizado para que el Estado de Guatemala lo ratifique. La iniciativa de ley que menciona Floridalma, la 4981, buscaba precisamente eso. Hace siete años, recibió el dictamen favorable de una comisión legislativa, pero el pleno de diputados nunca la llegó a conocer para aprobarla. Quedó estancada.

Narradora: Los siguientes años, Brenda se dedicó a cuidar a niños, a ancianos y a personas con enfermedades terminales. En paralelo, también ayudaba en casa. 

Brenda Pérez: Yo le ayudaba a mi mamá y a mi tío, cuando mi abuelo se enfermaba.

Narradora: Y en el camino, dejó de lado lo que realmente quería hacer.

Brenda Pérez: Por eso no seguí mis estudios, también, porque a pesar de que ganaba poquito y me iba mal en ese trabajo que le digo, ayudaba a mi mamá, tan siquiera colaborar con algo de comida, tan siquiera con algo de decirle: «Mamá aquí está. Compren esto, compren medicamentos», y aunque fuera una miseria, va. 

Narradora: Hoy, Brenda, a sus 35 años, busca retomar lo que realmente quiere hacer. Le gustan las manualidades y sabe hacer velas, así que le gustaría dedicarse a eso.

Brenda Pérez: Ahorita esos son mis planes: poner un mi negocio. Dedicarme a mí, a disfrutar mi vida, porque ya desde pequeña he estado trabajando. Ya me olvidé de mí misma. Entonces ahorita solo yo, mi suegra, mi mamá y mi tío. Bueno, siempre pensando en ellos, pero a la vez pensando en mí, quererme más a mí y valorarme como mujer, como empleada y poder ayudar a los demás. 

Narradora: Por cuidar de los demás, muchas mujeres han abandonado sus estudios y sus planes de vida. O han tenido que trabajar el doble para poder llegar a todo.

Así le pasó también a Lucía. Te cuento su historia después de la pausa. 

[Lee aquí: Los cuidados son el motor oculto de la economía]

*PAUSA RADIO OCOTE PODCAST*

Narradora: Lucía Pascual hace una pausa de su tarea de inglés para abrirnos la puerta de la casa. Con una sonrisa tímida nos invita a entrar. Tiene 17 años. Está en segundo básico. 

Lucía Pascual: Me gustan las músicas de inglés, me gusta la música de piano. Cuando yo estoy estudiando, leyendo, tengo que escuchar música así de piano para relajarme. Ya cuando estoy haciendo oficios, así tengo que escuchar la música de Linkin Park esa de rock. 

Narradora: Lucía vive en la zona 7 de Mixco, un municipio conurbado con Ciudad de Guatemala. Tiene tres hermanas pequeñas, de trece, ocho y cuatro años. Su mamá trabaja de lunes a sábado en una maquila. Se va desde las cinco de la mañana y regresa a las nueve de la noche. A esa hora pasa por Lucía y por sus hermanas al instituto.

Desde hace algunos años, Lucía se encarga de cuidarlas por las mañanas y estudia por las noches. 

Lucía Pascual: Me levanto a las 10. Me lavo la cara, me cambio y hago el desayuno de mis hermanas. Después les digo que se entren a bañar porque las vamos a ir a dejar de la escuela. Vengo, hago mis tareas y ordeno. Después me entro a bañar y me voy al instituto. Eso es lo que hago todo el día.

Narradora: Se encarga de hacer el desayuno y el almuerzo para sus hermanas. Suele hacer frijoles, huevos, fideos o arroz. Y al mismo tiempo debe seguir estudiando. Dice que es cansado y muy demandante. Esta rutina hizo que se atrasara un año en los estudios. Con el trabajo de cuidados no le quedaba tiempo para hacer sus tareas.  

Lucía Pascual: Ahorita quiero terminar mi tercer básico y sacar magisterio. Mientras tanto que voy trabajando y estudiando psicología, pero tengo que buscar un método para sacar el dinero de la Universidad y también de ayudar a mi mamá, porque mi mamá está también enferma. Entonces necesito ayudarla a ella también. Entonces voy a sacar magisterio y psicólogo.

Narradora: En Guatemala, los datos de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida más recientes son de 2014. Ahí se reveló que cerca de la mitad de niños, niñas y adolescentes dedican más de 14 horas a la semana a tareas del hogar. El porcentaje en niñas y adolescentes mujeres se dispara: son casi el 58% de las niñas, frente al 27% de los niños. 

Esto implica que ellas tienen menos tiempo para el ocio y también para estudiar. En el censo que hizo el INE en 2018 se estableció que una de las principales causas por las que las niñas no asisten a la escuela está vinculada a los quehaceres del hogar. 

La situación empeora para las niñas en situación de pobreza. El informe «Tiempo para el cuidado», de Oxfam, revela que estas niñas dedican al trabajo de cuidados un promedio de siete horas más a la semana. Y en paralelo, dedican cinco horas menos a los estudios. 

Natalia Marsicovetere, gerente subregional de justicia de género para el programa Centroamérica de Oxfam, explica que esta dinámica hace que las niñas estén aún más desprotegidas. 

Natalia Marsicovetere: Esto es una barrera para poder recibir educación pero muchas veces también es una barrera para que las niñas puedan recibir el cuidado que necesitan, porque al final, si se les está percibiendo como cuidadoras usualmente no se les están dando los cuidados que necesitan. 

Narradora: Además, explica Natalia, esto implica que se mantenga y se refuerce la desigualdad: 

Natalia Marsicovetere: Ocurre mucho que tal vez niñas desde temprano, desde que están entrando en la adolescencia, dejan la educación porque ya se les van asignando más y más roles de cuidadoras. Entonces no reciben, no pueden asistir a su educación y eso les limita bastante las posibilidades a las que pueden accesar en el futuro. O por ejemplo, por estos roles asociados, hay mujeres que dejan de trabajar por completo para dedicarse a la crianza de sus hijos o al cuido de adultos mayores en su familia u otros roles asociados al cuido de familia o a responsabilidades del hogar y esto hace que no reciban ingresos. Digamos, usualmente dentro de estos modelos también heterosexuales de depender del hombre, que para que pueda tener un tipo de subsistencia, entonces va limitando las oportunidades de acceso a trabajos que sí son remunerados.

Narradora: La desigualdad también se observa en el mercado laboral, en los empleos a los que pueden acceder las mujeres y en sus salarios. Según la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos en el 2022, el promedio de ingresos mensuales para los hombres fue de 3,143 quetzales, mientras que el de las mujeres fue de 2,335 quetzales. 

Natalia Marsicovetere: La forma en la que se distribuyen estas tareas y se distribuye la producción económica es una gran factor que termina de sedimentar y fortalecer las desigualdades de género. Entonces cuando las personas se dedican a cuidados que no están remunerados dentro de nuestra sociedad, cuando están remunerados están muy mal remunerados o no están regulados de una forma digna o responsable por el Estado. Las personas que se dedican a los cuidados van a tener menos ingresos o van a estar en situaciones mucho más precarias. Van a ser más dependientes de otras personas para su subsistencia económica.

Narradora: La forma en la que estas tareas se distribuyen tienen una herencia histórica. Ana Silvia Monzón, socióloga feminista, explica cómo se originó. 

Ana Silvia Monzón: El orden patriarcal que tiene, que según las autoras que han estudiado esto tiene aproximadamente 10 mil años de existir, se basa en una normalización de una idea básica que es: la superioridad masculina y de los hombres y la inferioridad femenina y de las mujeres. Teniendo, digamos, esta idea que se que se viene reproduciendo de la inferioridad, superioridad y un sistema económico que se basa precisamente en la división sexual del trabajo a partir de asignarle… a la a partir de la capacidad de las mujeres de gestar y parir, asignarle el espacio doméstico, el espacio privado y por tanto el trabajo de cuidados separado del ámbito público.

Narradora: Esto implica que los trabajos y las tareas se hayan asignado también a través de roles de género: las mujeres deben quedarse en casa, atendiendo el hogar y los hombres deben salir a trabajar, por el mero hecho de ser hombres. 

Ana Silvia Monzón: El trabajo que realizan las mujeres de reproducir la vida y que incluye no solo gestar, parir, criar sino también el cuidado en su más amplio sentido contribuye para que el capitalismo se reproduzca porque es un trabajo no remunerado, no reconocido, no valorado, que se ahorra el empleador, el patrono, y que recae en los hombros de las mujeres.

Narradora: Estas brechas también se reflejan en las dobles jornadas, fuera y dentro de casa. Brenda García es una mujer de 41 años. Trabaja en la Asociación de Exportadores de Guatemala, donde se encarga de un programa que impulsa pequeñas y medianas empresas. Tiene un horario de ocho de la mañana a cinco de la tarde. Y luego, en casa, empieza la segunda jornada. 

Brenda García: Que la cena, que revisar tareas… También mi mamá me apoya, como que ellos adelanten tareas, si alguno de ellos no quiso o no le dio tiempo, pues ya me siento yo a revisar el tema y vuelve el círculo. Así que los viernes son muy esperados en mi vida, porque sí, es bastante cansado.

Narradora: Brenda tiene tres hijos. Y esta dinámica, de trabajar fuera y después también en casa, viene de generaciones pasadas.

Brenda García: Yo crecí con mi mamá trabajando ‘full time’ hasta domingos. Incluso el negocio que tenían en mi familia. Era una marranería. Y de hecho mi abuelita empezó con ese negocio y luego mi mamá y mi tía. Entonces para mí es normal que uno fuera mamá y que trabajara y que no haya horarios. E incluso el trabajo que mi mamá realizaba, pues es un trabajo que generalmente lo hacen hombres. 

Narradora: Brenda cuenta que mientras su mamá trabajaba, ella y sus hermanos se quedaban solos. Algunas veces su abuela les servía el almuerzo o los ayudaba con las tareas. Desde muy pequeña asumió ciertas tareas en el hogar cómo limpiar o lavar los platos, pero también tenía a su cargo a su hermano menor. 

A pesar de que su mamá trabajaba todo el día, siempre al llegar a casa, pasaba tiempo con ellos. 

Brenda García: Entonces creo que es esa imagen y ese ejemplo para mí y para mis primas, porque no tengo hermanas, fue como se ha repetido. Las mujeres que seguimos en esta generación, también profesionales, desempeñando su carrera independientemente de ser mamás. También no es tan fácil, pero tengo esa imagen de que se puede.

Narradora: Brenda pudo estudiar diseño gráfico en una universidad privada. Consiguió una beca y su familia la apoyó para que terminara la carrera. Esa ayuda, especialmente de su mamá, fue indispensable para consolidar una red de cuidados y apoyo. 

Brenda García: Yo no hubiera podido desde un inicio. El apoyo de quiero estudiar en esta universidad, pues económicamente no me lo podían cubrir, pero investiguemos qué opciones hay de una beca. O sea, siempre tuve ese apoyo muy cercano.

Narradora: El trabajo de los cuidados sustenta la economía de los países. 

El Producto Interior Bruto, o PIB, mide el valor monetario de la actividad económica de un país entre su producción de bienes y servicios. Según ONU Mujeres si los trabajos de cuidados, como cocinar, limpiar, atender personas enfermas se tomaran en cuenta como parte de esta actividad económica, se calcula que equivaldría entre un 10 y un 39 por ciento del PIB.

Narradora:  El estudio de Oxfam  «Tiempo para el cuidado» también revela que si la desigualdad de género en los cuidados se mantiene, harán falta 210 años para que se distribuyan equitativamente esos trabajos no remunerados. Como atender a niños, a enfermos, como cocinar, limpiar o dar soporte emocional a otras personas.

Natalia Marsicovetere: Un tema súper importante no sólo es distribuir los roles para que no esté esta carga de género, sino que todas las personas seamos corresponsables del cuidado, sin importar nuestro género y sin importar nuestro estrato socioeconómico. Que haya una redistribución justa de los cuidados propios, de cuidados colectivos, de cuidados en nuestra familia, de cuidados hacia la comunidad… Pero también que exista este cambio social y cultural que también se reflejaría en cambios económicos. Es de revalorizar los roles de cuidado. Y no sólo hablo del ámbito económico, sino de entender que los cuidados son intrínsecamente humanos, que son necesarios para nuestra vida y valorarlos como tal. Porque al, tradicionalmente, estos tipos de trabajo no producir económicamente, no producir dinero, no producir una contribución al sistema capitalista… no se valoran como importantes y al final, sin estos cuidados, no existimos. No existiría nada.

Narradora: Para este podcast, se buscaron declaraciones de responsables del Ministerio de Trabajo, con el fin de consultar por las acciones que se han realizado por parte del Estado para reducir la brecha de desigualdad en los cuidados. También para preguntar acerca de inacción en Guatemala para garantizar los derechos de las trabajadoras del hogar. Al cierre de edición, el personal de comunicación de la institución no nos había facilitado la cita, a pesar de que se le trató de contactar por llamadas telefónicas y mensajes durante una semana y se acudió al ministerio para solicitarlo presencialmente.

***

Narradora: El guion y las entrevistas de este podcast los hice yo, María Olga Domínguez Ogaldes. La edición es de Carmen Quintela, editora de Ocote, y de Javier Sancho, editor de Otras Miradas. Juan Benítez realizó el montaje y la producción sonora. La ilustración de portada es de Leonel Pacas Leiva. El material audiovisual que acompaña este episodio es de Christian Gutiérrez. Puedes ver la fotogalería y el video en agenciaocote.com

Ixmucané Us es coordinadora de comunidad y audiencias de Ocote y Magui Medina la coordinadora institucional. La voz institucional de Radio Ocote Podcast es de Lucía Reinoso Flores. Julio Serrano Echeverría es el coordinador creativo. Alejandra Gutiérrez Valdizán es la directora general y editorial de Ocote.

Este podcast es parte de la serie: Centroamérica resiste. Una producción colectiva de medios de comunicación que son parte de la alianza Otras Miradas. Ocote en Guatemala, Revista Factum en El Salvador, Radio Progreso en Honduras y Expediente Público en Nicaragua. Con el apoyo de Oxfam en Centroamérica.

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