Oxfam lanzó hace unos días un informe “Tiempo para el cuidado”. Hablamos con el subdirector de la organización para América Latina y el Caribe sobre la importancia de los cuidados …
Poco más del 42% de las mujeres en edad de trabajar no forma parte de la mano de obra remunerada. Este es uno de los datos que revela el último informe de la organización internacional Oxfam, “Tiempo para el cuidado”, publicado en enero recién pasado.
El documento señala además que el valor económico del trabajo de cuidados no remunerado que realizan las adolescentes y mujeres en todo el mundo se calcula en al menos 10.8 millardos de dólares anuales. Una cifra, dice el informe, que “triplica el tamaño de la industria mundial de la tecnología”. En tiempo, estamos hablando de 12,500 millones de horas diarias.
Oxfam lanzó también estos días una calculadora virtual para conocer cuál es el salario que los Estados deben a las mujeres por realizar trabajo de cuidados no remunerado.
En Agencia Ocote conversamos con Asier Hernando, quien es el subdirector de Oxfam para América Latina y El Caribe. Hernando habla de la importancia de reconocer los cuidados, una lucha de algunos movimientos feministas desde hace años; de la necesidad de cambiar un sistema económico que favorece a las élites; y de lo urgente de que cada vez más mujeres estén en puestos de toma de decisión en Guatemala.
— ¿Por qué consideraron en Oxfam que era importante poner sobre la mesa el tema de los cuidados?
Este año hemos querido poner el foco global en los cuidados. Porque creemos que es el motor oculto de la economía. El movimiento feminista lleva muchísimos años hablando de los cuidados y nosotros queríamos aprovechar la influencia que podíamos tener y sumarnos a los mensajes que ellas vienen creando durante muchísimo tiempo. Son el motor oculto de una economía de un sistema actual que está cerca del colapso y tiene unos índices de desigualdad que están fuera de control.
En estos momentos, los mil millonarios, que son dos mil ciento y algo personas, tienen la misma riqueza que el 60% del planeta. Y son personas con cantidades ingentes de dinero que han conseguido esa riqueza no por su trabajo ni por su esfuerzo. El 30% de los milmillonarios han conseguido sus recursos por puras herencias y otro 30% por ser parte de entornos monopólicos. Este sistema tiene un motor oculto. Tiene muchísimas personas que están trabajando de manera no remunerada que permiten que este sistema pueda subsistir. Y esas son las mujeres y niñas que se dedican al trabajo no remunerado, que no les permite educarse, tener ocio, tener un trabajo formal. Que no está pagado y cuando está pagado, está muy mal pagado.
El trabajo de las mujeres representa el 20% de la riqueza global, y eso permite que los hombres tengan un 50% más de riqueza que las mujeres. Mientras eso no cambie, mientras no consigamos que el trabajo no remunerado se pueda balancear entre el rol que juegan las mujeres y el rol que juegan los hombres y que tengamos políticas públicas para cubrir muchos de los roles que de manera no remunerada están jugando las mujeres en estos momentos, no va a cambiar esta realidad, que es de enorme desigualdad y de enorme injusticia.
— Este es un problema que lleva décadas de estar sucediendo, desde que se implantó la idea de que las mujeres pertenecen al ámbito privado y los hombres al público. ¿Qué se puede hacer para solucionarlo?
Vemos varios ejemplos que consideramos que son importantes de resaltar. Queremos ayudar a señalar el camino y hacer ver que hay países que lo están haciendo bien. Por ejemplo, algunas de las mejores políticas que tienen que ver con el cuidado del mundo están cerca de nosotros, están en Uruguay y fueron aprobadas recientemente. Y fueron políticas donde la contribución de las mujeres feministas fue muy importante para que puedan llevarse a cabo.
—¿Qué medidas tomaron en Uruguay, que podrían aplicarse a otros países de América Latina como Guatemala?
Hay tres factores que son fundamentales. Lo primero, equiparar las bajas de paternidad y las bajas de maternidad, para que las mujeres no tengan menores posibilidades de inserción laboral de la que tienen los hombres después de los embarazos y por la crianza. La segunda, es poder tener guarderías para poder cuidar a los niños de los cero a los tres años, cuando comienzan los colegios. Y la tercera, que es sumamente importante, es que haya servicios para el cuidado de los adultos mayores.
—En Guatemala hace días que asumió el gobierno de Alejandro Giammattei. ¿Qué retos cree que tiene por delante?
No quisiera poner el foco específico en Guatemala y en un gobierno que está recién entrando. Evidentemente, en el discurso que dio la semana pasada dio algunos mensajes que nos hacen tener preocupación, pero creemos que a todo gobierno por lo que se le tiene que valorar es por las políticas que pueda implementar. Y el gobierno actual todavía no ha tenido tiempo de poder implementar políticas. Ahora bien, hay retos que en Guatemala son fundamentales. Primero, que Guatemala es uno de los países con menor carga fiscal en todo el mundo. Es uno de los países donde los ricos pagan menos impuestos, prácticamente de todo el mundo. Y a su vez es uno de los países de América Latina que peores servicios públicos tiene. Que peor salud y peor educación tiene. Incrementar la carga fiscal sobre todo a quienes más tienen, para poder tener mejores servicios públicos y dar más oportunidades a las mujeres y a las niñas creemos que es muy importante.
Segundo: Guatemala es uno de los países del mundo con peor movilidad social. Esto significa que si naces pobre, casi seguro, por muy inteligente que seas, por mucho que trabajes, mueres pobre. Y si naces rico, por muy holgazán que seas o inepto, casi seguro que mueres rico. Entonces, ese es uno de los retos principales que tiene Guatemala. Y eso se puede cambiar, hay muchos países que lo están cambiando. Pero de nuevo, cambias eso asegurando una buena educación pública, buena salud pública, buenos servicios como el del agua, para que las mujeres no tengan que estar horas y horas para poder recoger agua… Y esos son igualadores fundamentales para que nazcas donde nazcas tengas oportunidades similares.
— ¿Es posible que un gobierno de corte conservador, que tiene a instituciones tan machistas detrás como las iglesias o el Ejército construya una economía más humana y feminista?
El gobierno actual (de Guatemala) no ha dado ninguna señal en ese sentido. No ha dado ninguna muestra ni de empatía ni de acercamiento hacia una economía que pueda contribuir a reducir las gigantescas desigualdades que tiene Guatemala, los gigantescos índices de hambruna, y sobre todo a poder igual los derechos y las oportunidades de las mujeres y los hombres. Creo que es más importante que nunca insistir y persistir para que a este gobierno no le quede más remedio que poder aplicarlas. En ese sentido, el rol de la sociedad civil y de los medios va a ser muy importante.
—En el estudio que hicieron, ¿lograron segregar los datos por país, o por región? ¿Por ejemplo, podemos saber el número aproximado de horas que se dedican a los cuidados en Guatemala?
Te puedo decir que (comparado con las cifras globales) no hay países en América Latina que se salgan por los extremos. Son más o menos equivalentes en el conjunto de la región. Te puedo dar este dato: tres cuartas partes de los cuidados no remunerados en Guatemala y en toda América Latina son realizados por las mujeres.
— ¿Y por qué se asume que las mujeres deben ser las que se encargan de los cuidados?
Creo que es una idea errónea. Depende de las diferentes sociedades. Hay sociedades que han evolucionado más que otras en ese sentido. Pero aun en los países más avanzados, las mujeres dedican más horas a los cuidados que los hombres y sobre todo dedican más horas a los cuidados no remunerados. En los cuidados remunerados dedican el doble de horas y suelen ser profesiones mal pagadas. Creo que como toda cultura arraigada, está en permanente evolución. Creo que tenemos mucho que hacer entre todas y entre todos para que esta cultura machista vaya evolucionando y se vaya igualando la contribución, la corresponsabilidad y el compromiso con los cuidados entre los hombres y las mujeres.
—¿Cómo influye la desigualdad en los cuidados en la pobreza?
Los países más desiguales casi siempre son países más pobres. Hay un dato que lo refleja bien. No hace falta que lo digan súper expertos, ni que lo diga Oxfam ni que lo diga el Banco Mundial o The Economist. La gente lo sabe muy bien. Cuando la gente dice que cree que se gobierna para una élite, es que hay un problema. Y eso es consecuencia de la desigualdad, que hace que hay una élite que tiene muchísimas más posibilidades de poder influir en los gobiernos, en los bancos y en los medios de comunicación para que se tomen decisiones a su favor.
Y la desigualdad va generando mayor pobreza. Por eso es tan difícil, para un país como Guatemala, tomar decisiones tan importantes para poder reducir la pobreza. Todo lo que tiene que ver con políticas sociales de distribución para poder para reducir el hambre, que son cosas muy, muy simples, siempre hay una serie de intereses particulares de personas que tienen más dinero que hacen que no se puedan llevar a cabo. Por eso creemos que hay que reducir la captura del Estado por parte de las élites para poder reducir la pobreza.
—¿Y qué relación tiene esa desigualdad en los cuidados en la educación de las niñas y adolescentes mujeres?
En América Latina, y en Guatemala también, sólo puedes tener buena educación si tienes dinero. Sólo puedes tener buena educación si pagas tasas muy altas por tener educación privada. Porque tienes un Estado que recauda muy poco, porque tienes mucha presión de las élites para que no les incrementes los impuestos, y no puedes tener una educación pública que pueda igualar las oportunidades de las personas. Como fue mi caso. Yo estoy trabajando en lo que estoy trabajando porque tuve la posibilidad de poder venir de una escuela pública y una universidad pública y una maestría pública. Toda mi educación fue pública. Entonces, una persona como yo, pero de Guatemala, no tendría la misma oportunidad. Y eso hace que se reduzcan muchísimo las oportunidades de una parte importante de la población guatemalteca.
Si a eso le sumas que muchas de las niñas guatemaltecas a partir de los 12 años no tienen posibilidad de ir al colegio porque se tienen que quedar limpiando la casa, o cuidando la casa o cocinando en la casa; cuando son un poco más adultas cuidando la casa de sus esposos y cuando son un poco mayores, como no han tenido la oportunidad de educarse y de poder desarrollar sus profesiones, se tienen que quedar al cuidado de sus padres porque son ancianos. Y eso hace que las mujeres y las niñas tienen menos posibilidades de desarrollarse y salir de la pobreza de las que tienen los hombres.
—¿Cómo crear conciencia en las autoridades, en los congresistas, en las personas que integran los gobiernos, además, muchas de ellas, procedentes de entornos desiguales?
Yo no pierdo la esperanza de un cambio. Guatemala ha dado señales en los últimos años, con las plazas rebosantes de gente joven. Ahora bien, sobre por qué existe esa falta de sensibilidad bien fuerte: Guatemala es un país que no se cruza. Una persona que vive como parte del 10% más rico, la gran parte de su tiempo lo pasa en espacios privados y se relaciona entre ricos. Y no establece ningún tipo de empatía con la gente que tiene menos posibilidades. De hecho los ven como una amenaza. Van de su casa, que es privado; a su club, que es privado; a su escuela, que es privado; a su trabajo que es privado; a su hospital que es privado.
Y a los congresistas que vienen de entornos más humildes, a veces les puede la parte aspiracional. Y hacen todo lo posible por que se les integre en esa élite, y muchas veces han sufrido tanto que rechazan sus orígenes.
Yo creo que el rol de los medios es muy importante. Para poder contar que la gente no es pobre porque se lo merezca. Es pobre porque no se le han dado oportunidades para ser de otra manera. Y hay que insistir en ese mensaje. Que no hay nada más injusto y más cruel que la pobreza. Porque el que es pobre trabaja muchas más horas que el que es rico, no tiene posibilidades de poder educarse, de poder tratar sus enfermedades, de poder tener a personas cuidando a sus hijos, de poder vivir en espacios seguros, de poder alimentarse correctamente para no caer enfermo… Es una barrera de obstáculos permanente.
—El Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo ayudaría a mejorar las condiciones de muchas mujeres que se dedican a los cuidados: las trabajadoras del hogar. Sin embargo, en el caso de Guatemala, lleva años en el Congreso de la República y todavía no ha sido ratificado. En países donde sí está ratificado y hay una legislación que respalda a estas mujeres, ¿se ha conseguido que se reconozcan sus derechos humanos y laborales?
Hay países que van avanzando y otros que están muy retrasados. Los que están más arriba en el mundo son Uruguay, Nueva Zelanda, Suecia, Dinamarca, Filipinas, Kenia… y se van sumando países. Pasa lo mismo que con la democracia hace 30 años. Poco a poco se va avanzando a pesar de los retrocesos que vemos. En el reconocimiento del trabajo no remunerado y del trabajo de los cuidados, vemos que las políticas van avanzando. En un país como Perú, poco a poco están avanzando para que se reconozcan los derechos sociales de las trabajadoras del hogar; en Argentina se han dado avances. Yo creo que hay que poner esta temática como un tema fundamental, para poder reducir algunas de las desigualdades más injustas, que son las que sufren las mujeres y las niñas, hay que sumarse al trabajo que durante décadas muchas organizaciones feministas llevan realizando en América Latina, y hay que hacer que para los gobiernos, esté quien esté, no sea una cuestión de voluntad o no, de que le apetezca aplicar estas políticas o no, sino que no le queden más remedio que aprobarlas.
—El informe también menciona que en muchos países las mujeres no participan en la toma de decisiones. En Guatemala en las últimas elecciones, quedaron menos de un 20% de diputadas y 3% de alcaldesas. Es la duda eterna: ¿Cómo conseguir que haya más representación de mujeres en un país cuyos diputados se niegan a aprobar un sistema de cuotas o de paridad?
Yo hago la pregunta al revés. Cuando los diputados están sesionando muchas veces a las ocho o a las nueve de la noche, ¿quién se queda cuidando a sus familias o a sus papás ancianos? Casi siempre se quedan mujeres o niñas. Eso hay que hacerlo ver y hay que cambiarlo primero. Después, hay que dar oportunidades, hay que feminizar la política muchísimo, hay que asegurar que haya cuotas como en muchos países del mundo. Entonces, políticas de los cuidados son fundamentales. Un mayor compromiso por parte de los hombres con los cuidados es clave y en eso hay que insistir desde las nuevas generaciones.
Derargar el pdf “Tiempo para el cuidado. El trabajo de cuidados y la crisis global de desigualdad”.