Guiones Radio Ocote
“Lo que pasó fue que me violaron cuando tenía 13”
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Este es el primer episodio de la serie “La pandemia del abuso sexual en Guatemala” de Radio Ocote. Ella sueña con ser vulcanóloga, mientras cría a su pequeño hijo, producto de una violación. Este es el guion de la historia en audio, en que Ella nos cuenta lo tortuoso del embarazo, del parto, de acostumbrarse a criar al hijo de su violador, y de cómo el sistema fue incapaz de acompañarla. Y, sin embargo, Ella sigue soñando y pensando en su futuro. Esta serie fue producida por una alianza de colaboración con Proyecto Miriam.


[El audio del episodio lo encuentras aquí]

Narración: Hace algunas semanas Agencia Ocote publicó la investigación: “Sin castigo y libres los abusadores quedan impunes”, este texto nos deja una serie de datos realmente apabullantes estadísticas que plantea una realidad capaz de romper a cualquier ser humano, cuando decimos romperlo nos referimos, sí a la emoción del espíritu, a la intelectualidad, al cuerpo mismo.

Los datos estadísticos planteados en este texto, son cuerpos de mujeres, niñas y adolescentes, víctimas de distintas formas de violencia que aún no encuentra justicia. En la siguiente crónica Lucía Reinoso y Carmen Quintela nos narran la historia de una víctima de violencia, que desde su voz, nos confronta con la realidad de los sueños y esa sombra oscura que se cierne sobre nosotros desde la violencia.

Narración: Ella es una joven de un departamento fuera de la capital. Tiene 18 años. La llamaremos “ella”.

Ella qiere ser vulcanóloga. Esto es algo que tiene en la cabeza desde los  8 o 9 años. Cuando a esa edad se mudó con su mamá cerca de la capital, a Boca del Monte, escuchó la explosión del volcán Pacaya, vio cómo caía la ceniza y observó de lejos la lava. 

Ella: agarré arena y hasta incluso me da risa porque yo quería que cayera una piedra ahí en la casa, cerca de la casa. Me entra esa curiosidad de cómo se forma la lava, de cómo se originan las piedras volcánicas, a mi sí me encantaría estudiar eso.

Narración: Pero ser vulcanóloga en Guatemala no es fácil. Mucho menos si eres mujer, en un país que limita el acceso a la educación a las niñas. Menos aún si no tienes recursos para estudiar en el extranjero.

Su ilusión por la vulcanología quedó detenida un largo tiempo, desde los 13 hasta hace poco, sólo ahora vuelve a hacer planes.

Narración: Ella vivió sus dos primeros años en la cabecera de un departamento de Guatemala, fuera de la capital, junto a su mamá, su papá y su hermano menor. Pero todo cambió cuando su padre murió…

Ella: en eso la familia de mi papá nos echó de la casa, sabiendo de que mi papá dijo que la casa iba a ser para mi mamá y que nadie tenía derecho a sacarnos de allí, pero ellos tomaron eso de que nos sacaron.

Narración: No hubo opción. Tuvieron que irse. A su madre le ofrecieron trabajo en la capital, limpiando una casa. Ahí mismo vivían. Pero la relación con la familia que la contrató no era muy buena. 

Ella: en un buen tiempo decían de que nosotros mucho comíamos, conforme íbamos creciendo.

Narración: No aguantaron mucho en ese lugar. Su madre comenzó a trabajar con otra con un matrimonio.

Ella: La señora me ayudó a estar en una escuela y empezar primero primaria a los cinco años.

Narración: Su madre juntó algo de dinero para alquilar un pequeño lugar en Boca del Monte, que compartía con otras dos familias. Desde su casa, ella veía el Pacaya. Ahí estuvieron durante años. Formaron un hogar. Erara feliz, hizo amistades, siguió estudiando.

Hasta que…

Ella: me violaron cuando yo tenía 13 años. Fue un mi vecino

Narración: Era un domingo normal. Ella estaba sola en casa, su familia había salido a la iglesia. Las otras familias de la casa también estaban en el culto. O al menos, eso suponía ella. Tenía tareas y se quedó estudiando, sentada de espaldas a la puerta.

Oyó que alguien entraba a la casa. Nada raro hasta allí: en ese lugar, siempre había gente entrando y saliendo.

Ella: Y en eso donde voy sintiendo que me taparon los ojos

Narración: Lo primero que pensó fue que su hermano o su primo bromeaban. Les pidió que se detuvieran. Pero no le contestaron.

Lo siguiente pasó muy rápido. Sintió cómo esa persona la jalaba y tiraba la silla a un lado. No era una broma. Temblaba, tenía miedo, ganas de llorar. Y al fin pudo ver quién estaba detrás de ella.  

Ella: donde me tiró a la cama voy viendo que era mi vecino, de la misma casa, y yo así como que, usted qué está haciendo aquí, que si que callate, que tú lo provocaste todo y yo así como qué por qué, o sea no y donde me intenté escapar me golpee y es donde él se aprovechó también porque yo soy algo frágil, cualquier golpe me duele mucho.

Narración: Ella se resistió

Ella: Intentaba e intentaba y nada, y donde me agarró bien fuerte, sí me dolió mucho y quise gritar, pero no me salía eso. Y él me tiró y me dijo que me callara que si iba a decir algo me iba a matar, que él sabía perfectamente en dónde estudiaba.

Narración: Antes de irse, el hombre le dijo que si contaba algo, su hermano y su mamá tendrían represalias. Guardó silencio durante tres meses.

Fueron semanas terribles. Ella se encontraba todos los días a su vecino en la calle. Él la amenazaba, le decía que si decía algo, le volvería a hacer lo mismo.

Los profesores comenzaron a observar que algo no estaba bien. Ella, una buena alumna, aplicada y atenta, dejó de entregar sus tareas. Ya no encontraba los ánimos para estudiar y ya no prestaba atención en clase. Sus calificaciones bajaron.  Llamaron a su madre, no entendía qué pasaba. Se limitaba a decir que ya no quería estudiar, que ya no le gustaba. Ya no quería saber nada de los volcanes, ni de nada. En esos días, también dejó de comer.

Narración: Siempre había sido muy irregular en sus menstruaciones. No se preocupó cuando la regla no le bajó en tres meses.

Ella: un día mi mamá me dijo que ella había soñado que yo estaba embarazada, entonces yo ahí fue donde me preocupé mucho también, porque yo dije: “qué tal si es cierto”,

Narración: La primera reacción fue negarlo. Rechazaba la idea de estar embarazada del hombre que la había violado. Pero el tiempo confirmó sus miedos.

Un día que estaba planchando con su mamá empezó a sentir mareos. Tres meses sin alimentarse bien, la angustia, el calor… Se desmayó. Su mamá la llevó al médico.

La doctora que la atendió le confirmó lo que ya sospechaba. Estaba embarazada. A solas, ella le confesó que no quería seguir adelante con el embarazo.

Ella: Y yo le dije que yo quería abortar, que yo no quería saber nada de ese embarazo y ella me dijo que ¿por qué?, ¿por qué motivo, por qué razón yo estaba diciendo eso?

Narración: La respuesta no era fácil. Al principio, no contó nada de la violación.

Ella: Yo al principio mentí, porque no quería que supieran que me habían violado. Entonces yo le dije que yo sí había tenido relaciones sexuales por mi propia cuenta

Narración: Pero al final, en confianza, le dijo a la doctora la verdad.

Ella trató de convencerla para que presentara una denuncia.

Ella: y me dijo “mirá, si no le decimos nada él te va a seguir acosando y eso no es bueno para ti, ni para tu bebé”, “pero es que no es mi bebé”, le decía, “yo lo quiero abortar, ayúdeme, yo no lo quiero tener”

Narración: Le pidió tiempo y la doctora accedió a guardar el secreto. Regresó a su casa. Regresó a su casa no quería seguir con el embarazo en su desesperación tomo unas pastillas que encontró con la esperanza de enfermarse y provocarse un aborto, pero no funcionó. En la siguiente cita, la doctora le explicó que, como profesional estaba obligada a informar al Ministerio Público la ley establece que un embarazo en una menor de 14 años siempre siempre es producto de una violación y ella ella tenía 13.

La convenció. Ella habló con su mamá y le contó la verdad. Su mamá se puso furiosa. Agarró a la adolescente de la mano y se fueron juntas al Ministerio Público. Quería un castigo para el hombre que le había hecho eso a su hija.  Los fiscales le tomaron declaración y después fueron a su casa. Allí, le pidieron a que recordara la escena, que explicara bien qué había pasado, donde había pasado. Reconstruir un crimen es un procedimiento habitual en una investigación judicial, pero un crimen es un procedimiento habitual en una investigación judicial, pero las personas que trabajan estos casos coinciden que exponer tanto una niña no es ni necesario ni positivo para su recuperación.

Hacerle recordar su agresión a una menor de edad, una y otra vez, se considera una revictimización. La Ley de Protección de la Niñez y Adolescencia recoge como una garantía procesal el evitar que las niñas, niños y adolescentes sean revictimizados. Pero una cosa es la teoría. Y otra, la práctica.

Durante la visita de los fiscales, su mamá estaba nerviosa. Les pidió, les exigió que capturaran al agresor. Pero eso no funcionó. En cambio, le dijeron que los tres tenían que irse de su casa, de Boca del Monte, por su seguridad. 

Ella: ahí fue donde la Licenciada y los del MP empezaron a decir que nos teníamos que salir, que sólo nos daban 15 días para conseguir un lugar y que nos saliéramos.

Narración: Ella estaba enojada, frustrada y asustada. No entendía por qué la víctima de una violación tenía que sufrir todas las consecuencias. Huir ella, en lugar de su agresor. Pero, así fue. Su madre consiguió un apartamento pequeño en la zona 1 de la capital.  

El caso fue trasladado a una fiscalía de Boca del Monte. A pesar de la advertencia de los fiscales, la niña tuvo que volver a su antiguo barrio con su madre para darle seguimiento a su denuncia. Hasta que un día, le dijeron que no regresara más.

Ella: La última vez, nos dijeron de que porque yo había hecho la denuncia muy tarde y había pocas evidencias, entonces el caso se tenía que cerrar.

Narración: Como la joven había hecho la denuncia tres meses después de la violación, según el Ministerio Público, ya no había pruebas suficientes para inculpar a su agresor.

A la desesperanza por haberse tenido que ir de su casa, tener que dejar a sus amigas, su instituto, su barrio,  su volcán, tener que retomar sus estudios en otro instituto, llegar a clases embarazada, tener que rehacer su vida, se sumaba otro golpe. El Ministerio Público cerraba su caso.

Narración: Mientras tanto, la niña seguía firme en su decisión. No quería seguir con el embarazo. Después de varios intentos de aborto frustrados, regresó con la doctora, que con insistencia, le recomendó no abortar.

Ella: la doctora me dijo que no, que no se podía hacer nada y que ya tenía que por mi propia cuenta tenerlo conmigo misma o dejarlo en adopción. Que buscara una familia con quien dejarlo y que estuviera en buenas manos, en buenas condiciones. Y yo me quedé así como que…”bueno, está bien”, tomé la palabra, seguí con mi embarazo

Narración: Pidió consejo a su madre, que le dijo que estaba bien, que ella la ayudaba a abortar, siempre que el Ministerio Público le garantizara que no había problema. Pero los fiscales, igual que la doctora, la asustaron. Le dijeron que si abortaba, lo más seguro era que se quedaría estéril o que moriría.

Seis meses después, ella sintió las primeras contracciones. Fue con su madre al Hospital San Juan de Dios. Poco después de ellas, llegaron los trabajadores del Ministerio Público, le preguntaron una vez más si quería dar en adopción a su bebé. Ella les dijo que sí. Estaba segura.

Los trabajadores del MP debían llevarse al recién nacido, para no generar ningún vínculo entre ella y el bebé. Pero hubo un error. Después de dar a luz, el doctor trajo al niño y se lo puso en los brazos.

Durante el embarazo, la adolescente rechazaba la idea de tener un hijo del hombre que la había violado. Las patadas del bebé las náuseas, le recordaban lo sucedido.

Ella: Entonces yo al recordarme lo que él me hizo lo rechazaba completamente, y cuando yo sentía que no me dejaba dormir yo decía: “por qué esto a mi me está pasando, soy pequeña”, y yo decía: “No te quiero, dejá de moverte porque no te quiero.”

“Y no me quiero recordar a cada rato lo que me pasó, no quiero imaginarme la cara de él al ver al nene y todo eso”

Narración: Pero ver al niño lo cambió todo. Cuando después del dolor del parto, de los sudores de las punzadas, los doctores se lo enseñaron y le dijeron “mire, este es su bebé”, sintió que tenía que recibirlo.

Ella: “¿por qué? si él no tiene la culpa, no sabe ni ahora sabe lo que me pasó y si lo llega a saber pues lo tengo que tomar de la mejor manera y decírselo de la mejor manera también, ya que poco a poco tengo, no es de olvidarlo ni sacármelo de la mente, pero dejarlo en el pasado.

Narración: Para ella empezó un proceso de aceptación que aún continúa.  

Hoy, Ella es capaz de contar con serenidad y valentía todo lo que le tocó vivir con 13 años y lo que supuso para ella criar a un bebé durante su adolescencia. Esto no hubiera sido posible si no hubiese recibido apoyo psicológico.

Este apoyo, se lo brindó el proyecto Miriam. Esta organización trabaja con adolescentes sobrevivientes de violencia sexual, a partir de un enfoque basado en la cosmovisión maya, el feminismo y un acompañamiento constante en los procesos posttrauma. Miriam ayudó a la joven con una beca para que siguiera estudiando, después de haber tenido el bebé. También le da capacitaciones, algo de dinero para el niño, y prosigue con este largo proceso de sanación.

Ella: soy socia del proyecto Miriam, entonces ellos me están apoyando con eso de mi carrera, me han estado apoyando desde que yo comencé a estudiar primero básico y hasta ahora, para el próximo año me van a seguir apoyando, primero Dios, y hasta U, igual eso espero.

Narración: Admite que le cuesta seguir el ritmo, pero ganas no le faltan.

Nunca recibió ayuda del gobierno. Por lo general, las instituciones públicas le dejan la responsabilidad a las pocas organizaciones que, como Miriam, ayudan a las víctimas de violencia sexual. El Ministerio Público nunca capturó a su agresor. Dijeron que no tenían suficientes elementos para armar un caso contra el hombre. A ella el Estado la dejó sola.

Hoy ella tiene 18 años. José Fernando, su hijo, cinco.

Host: En los múltiples formas que el sistema ejerce la violencia sobre la mujer en mesoamérica las niñas y las adolescentes son las principales víctimas en esta entrevista Carmen Quintela habla con Carolina Escobar sarti directora de alianza una organización que acompaña y cuida a muchas de estas jóvenes víctimas

Periodista: ¿Por qué hay unos índices de impunidad tan elevados en casos de abusos sexuales a niñas y adolescentes?

Carolina: Para mí la respuesta es que vivimos en una sociedad que normaliza la violencia sexual en los cuerpos de las niñas y adolescentes. La forma de entender la autoridad y el poder en este país también está muy distorsionada. Creen que autoridad es gritar, y además todavía hay un resabio del derecho patrimonial ahí, de aquel derecho de pernada. Que en aquel momento en las fincas, en el siglo pasado, siglo 20, todavía, dueños o capataces de finca podían tener relación con las hijas vírgenes de ciertos mozos de las víctimas.

Y esto se ha seguido replicado de muchas maneras, porque cuando te contesta un padre o un tío por qué la violó, o uno le pregunta por qué la violó, y él dice “porque es mía”. La respuesta es lapidaria, y es categórica. Ese “es mía” son dos palabras que reflejan un orden patrimonial que te da derecho sobre los cuerpos de todas las personas que están supuestamente bajo tu tutela.  Por ejemplo en las poblaciones hay diferencias según el área, en Guatemala, pero hay unos lugares donde todavía se venden a las niñas y son más caras si son vírgenes que si no lo son.

Uno pensaría que son prácticas decimonónicas, o de hace un siglo en otros lugares, pero aquí en Guatemala todavía se da, y no es como se ha levantado el mito, mucho más en poblaciones indígenas que en poblaciones mestizas o ladinas.  

No es cierto. Hay estudios interesantes de la Flacso que prueban que no es dentro de los indígenas donde más se ve. Lo que pasa es que se ve donde hay mayor pobreza, exclusión, donde menos posibilidades de estudiar han tenido las chicas u oportunidades de salud y desarrollo. Entonces esto se cruza con el mapa tradicional del último siglo de exclusiones vividas, y generalmente son áreas donde ha habido más indígenas. Entonces, es diferente que se crucen los mapas de exclusión que sea en las poblaciones indígenas donde más se da.

Con esto no quiero decir que romantizo que en un lado sí se da y en otros no, es mentira. Tanto el derecho constitudinario como el derecho occidental están marcados, sobre todo en Guatemala, por una cultura patriarcal normalizada.

Periodista: ¿Crees que esto es algo que se aprende, el hecho de tener este poder sobre los cuerpos de las niñas, adolescentes y de las mujeres, en general?

Carolina: El poder es algo innato, ahora, las relaciones de poder sí se aprenden. Y en ese sentido, las relaciones de poder donde hay un género que domina, y esto no se habla en sociedad, y se normaliza de otro lado, sí se aprende de generación en generación. Nosotras tenemos muchísimos casos donde la niña ha vivido lo que vivió la madre, la madre vivió lo que vivió la abuela, y la abuela vivió lo que vivió la bisabuela… Y cuando esa niña resulta embarazada, la última, de unos 12-13 años, y tiene una bebé, esta bebé a los 3 años empieza a vivir muchas veces esta relación de poder que ha ejercido un solo hombre en una misma familia.

A mí me impresionaron los datos que sacó hace un par de años el Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva. Solo tomaron los datos de cinco hospitales públicos de todo el país, de los más grandes. Cuando desglosaron los datos más finamente, hicieron el análisis, se dieron cuenta que 89% de esas violaciones o esas “paternidades” tenían que ver con hombres cercanos de su entorno. 89%. Y de ese 89%, un 30% correspondía a padres biológicos. 

Esta cultura patriarcal y este machismo nos cruza a todas y todos. Y como a mí me pasó, me callo y lo normalizo. Entonces lo veo, que le está sucediendo a mi nieta o a mi hija y yo me callo porque esto es lo que a mí me pasó y es lo que nos toca pasar como mujeres.

Y sí se da entonces esta relación de poder sobre todo de padres a hijas o de familiar directo

Se da, no solo de padres a hijas. Yo digo, hemos tenido casos en donde pastores han violado chicas o hijos de pastores, porque tienen más poder social que otros. Hemos tenido casos en que maestros han violado niños o niñas. Hemos tenido casos en que digamos los adultos más cercanos, tíos, aunque no sean padres o padrastros se consideran autoridad moral y el último caso fue una chica que empezó la violación a los 7 años y llegó a los casi 13 y seguía siendo violada y se silenció esto como una cuestión… todo esto se hizo el ciego. Nadie lo vio hasta que lo nombramos y se vio, entonces… esto sucede todo el tiempo.

Periodista: ¿Qué pasa por ejemplo cuando en estos casos de violencia sexual una niña o una adolescente queda embarazada? ¿suelen querer continuar con el embarazo, o prefieren no?

Carolina: Hay niñas que han venido acá con 10 años y un embarazo. Ellas no saben ni qué les está pasando en el cuerpo. Se ven crecer la panza y todavía tienen una inocencia tal, que hasta puede nacer el bebé y lo cargan como si fuera un hermanito pero nunca entienden, supongo que más tarde procesan esto de la maternidad, pero en ese momento no.

Pero no son como las de 12 o 13 años, que muchas se ven el estómago y dicen: yo no quiero esto. O a veces no se ven el estómago porque les recuerda al violador.

Las niñas que han sido abusada no duermen bien, tienen pesadillas, sueñan con los violadores y no quieren a sus hijos porque se parecen mucho a los violadores que generalmente están en su entorno.

El drama es que las son las que tienen que decir y denunciar, cuando ha habido toda una cultura familiar que no denuncia, y cuando ellas lo dicen, a veces hemos tenido que sacarlas de los juzgados protegidas para que no las apedreen, no les digan cosas porque prefieren que el hombre siga violando, pero sostiene a toda la familia. No importa si es el abuelo, el padrastro, el tío…. todo el mundo se calla con tal de seguir manteniendo cierto sistema y ya casi que es un ecosistema que funciona así. Pero ellas tienen rechazo.

15-16 todavía expresan muchísimo rechazo 17 ya están mucho más normalizadas ellas mismas dentro de su núcleo o de lo que socialmente se han convenido, entonces y ano es tanto, pero generalmente las niñas cuando tienen una crisis, su primera reacción violenta va hacia sus hijos.

Lo hemos visto aquí. Los golpean, los tiran, se acuestan sobre ellos,hay pellizcos, hay cóleras muy fuertes que se pasan. Y nos hemos preguntado cuánto de la violencia social tiene que ver con esas maternidades no deseadas.

Ya es difícil la maternidad para alguien que la desea, es hermosa pero muy difícil, no lo podemos romantizar. Imagínense para una niña que todavía no tiene el cuerpo preparado. A veces no les cabe ni el bebé entre las costillas. El espacio intercostal no es suficiente, el corazón no está listo para bombear a la hora del parto, por supuesto no van a pasar por el conducto vaginal y no tienen las caderas suficientemente formadas para que eso suceda. Entonces, a parte de que es un problema emocional fuertísimo que se pasa de generación en generación, es un problema de salud pública.

Tenemos este año más de 113,000 en un año, embarazadas. Si sacamos la cuenta de cuántas son en un día, 300 creo yo.

Periodista: ¿Qué alternativas tiene una niña de 10, de 11, 12 años que resulta embarazada por este tipo de violencia, en un país como Guatemala, donde el aborto está más que criminalizado?

Carolina: Sí, el aborto no es una opción a menos de que sea terapéutico. Cuando es terapéutico en el caso de una chica normal, tiene la posibilidad de que un médico en un hospital público o privado lo practique haciendo consciencia de que es un aborto terapéutico y dando las razones médicas para ello. En el caso de una niña que está institucionalidad, encima de todo, ellas fueron las violadas, las institucionalizadas, y encima de todo, ellas dependen no solo de la decisión de un médico, sino también de la decisión de un juez. Y si eso juez decide que sí, y el médico dice que no, la niña tiene que aguantarse y hacerle frente al embarazo y a la maternidad.

 Entonces, lo que queda es hacer consciencia en ella, si ella es la que lo expresa, de tomar decisiones informadas. Si te quedas con el bebé esto va a pasar, si no esto va a pasar, nosotros estamos aquí para acompañarte. Si está la opción de darlo a un lugar donde quieran a los bebés, o donde los adopten, existe esa posibilidad para la niña de darlo.

 Pero qué ha sucedido. A veces la niña dice: yo no quiero al bebé. Y el sistema, léase, gente de las instituciones del Estado, jueces y eso, deciden que esto va a ser pasajero, aunque la niña ya ha pasado 6 meses, 8 meses diciendo que no puede como prima el tema de la familia, entonces le ponen a la niña la obligación de cuidar a un bebé que no puede y no quiere.

Entonces puede pasar que una niña haya tomado esa decisión consciente informada de no quiere quedarse con el bebé. Puede pasar que por orden de un juez sí esté obligada a seguir con ese bebé?

Sí, claro que puede pasar. El tema es que los jueces… ante una decisión judicial, uno no la puede contravenir. Es importantísimo por eso que los jueces no solo se formen y se informen y tomen consciencia de la realidad. Más allá de sus creencias religiosas, o lo que sea. Un juez está ahí para ser salomónico, equilibrado. Para dar una respuesta y sobre todo, cuando hay una niña tiene que observar el interés superior de la niña y del niño que tuvo ella, de los dos. Y esto implica que va a buscar lo mejor para los dos. Y esto implica que si los dos están mejor separados que juntos, hay que buscar separarlos, en un lugar donde el bebé va a estar bien y la niña va a estar bien. Siempre con el consentimiento de la niña, por supuesto, siempre. Siempre queremos que las decisiones sean conscientes e informadas. Aunque uno a los 13 años en ningún sentido tiene maduras el sistema de emociones ni tan ordenados los pensamientos, pero hay niñas que ya saben. Entonces por eso les damos la oportunidad de separarlos un par de años y después digan si o no.  

Y generalmente nos ha funcionado. Hay niñas que dicen: yo sí quiero a mi hijo, vamos. Y se hace toda la reintegración, pero el niño quedó bien cuidado, no golpeado, atendido. Y la mamá también, tuvo fuerza, tomó una decisión. Ellas deberían ser parte medular de la decisión que se toma.

Periodista: En todo este proceso, ¿qué tan importante es el acompañamiento psicológico a estas niñas?

Carolina: El acompañamiento psicológico es vital, vital. Porque ellas necesitan reconocerse, que han sido víctimas, pero no quedarse ahí. Las queremos sobrevivientes al delito o al hecho que vivieron, luego resilientes y por último queremos que sean sujetas de su propia historia. Para eso necesitan pasar por un proceso terapéutico, y el proceso terapéutico se compone también, sobre todo y en primer lugar, de una terapia psicológica o psiquiátrica en muchos casos, porque las violaciones han empezado a los 5 años y la disociación se ha dado cuando ya tienen 12 están completamente disociadas y por ello creemos que es importante que no solo se trabaje desde lo psicológico si no hayan programas para el desarrollo de capacidades parentales, para el desarrollo comunitario, para la sensibilización comunitaria que va a prevenir nuevos hechos de estos, y para desnormalizar la violencia sexual en los cuerpos de las niñas. Es un trabajo de sociedad en su conjunto, de Estado.

Periodista: ¿Cómo ves el Estado, entiendo el Estado como los tres organismos…?

Carolina: Este gobierno particularmente completamente conservador, pero en la visión más obtusa, más perversa. En todo meten a una iglesia, pero ni siquiera los mismos líderes de esa iglesia pueden ser ejemplos de las nuevas generaciones, ni siquiera clase política. Entonces tenemos políticos legislando en contra de los derechos sexuales y reproductivos, o de reparaciones dignas… pero sabemos que están asociados a hechos de violencia sexual con jóvenes incluso en entidades de Estado, cosas como esta. hay una serie de contracciones.

El tema de la educación sexual y de derechos sexuales y reproductivos tendría que estar en todos los colegios e instancias del estado, porque aquí dicen: es que se lo tienen que dejar a los padres. ¿Yo le voy a dejar a un padre violador la educación sexual de mi hija o mi hijo? No.

Una de las cosas que más nos cuestan es cuando las psicólogas comienzan a trabajar y les dicen: es que no es normal que te hayan violado desde los nueve años. “¿No es normal? Pero si a mi hermana le pasó, y ella tiene 16, a mi mamá también le había pasado, y mi mamá nos contó que a su hermana le había pasado lo mismo”. Entonces, cuando tú les contás otro relato, fuera de su ámbito familiar y comunitario, el relato es que no es normal que te violen, que abusen y te toquen y te agredan y que sin tu consentimiento entren a tu espacio que es tu primer territorio.

Periodista: A la ciudadanía general, ¿qué le queda por hacer, para evitar que estos abusos sigan dándose?

Carolina: Yo diría que atreverse un poco a pensar por sí misma. La cultura es muy fácil heredarla, seguirla, y reproducirla si nunca nos cuestionamos críticamente: ay, ¿si mi mamá me dijo que era mejor que tuviera este bebé en vez de que lo diera, por qué lo voy a dar aunque a mí me esté lastimando?

No, le toca a esa generación repensarse. Pero para eso necesitamos un contexto de apoyo social y un sistema de apoyo que no tenemos. es un contrasentido que los actores y los hechores estén afuera mientras los capturan y las niñas estén institucionalizadas porque vivieron un delito de violencia sexual, de trata. El despertar la conciencia hacia la violencia sexual pasa por abrir la cabeza y meterle no solo más información, si no ponerse dentro de los zapatos de las jóvenes que viven este tipo de violencias.

El perfil de un violador, a menos que sea un violador en serie, ni son los locos ni son los raros y su tema es el poder.

Si tú ves a papás o hermanos que no pueden conseguir nada fuera, lo primero que hacen es dentro comenzar a decir: mejor que sea con nosotros que lo hagan afuera con ella y las niñas se tienen que callar, pero son cercanos, y generalmente culpan a la víctima por lo que les pasó.

 Si uno abre más los ojos a este fenómeno y lo relaciona a la violencia en general, a lo mejor podemos empezar a ver de cuál es la cultura de la que venimos.

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