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La prensa no es el enemigo
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El rol de los medios de comunicación es fundamental en una sociedad democrática, los poderes políticos y económicos han considerado al “mensajero” siempre una forma de peligro que evidencia los atinos y desaciertos de las decisiones en el poder. De la necesidad de defender el rol de la prensa y de señalar los abusos de poder, habla esta columna del periodista Haroldo Sánchez.


Escucha: La prensa no es el enemigo en la voz de Haroldo Sánchez

Como ocurre siempre: los mensajeros terminan siendo las víctimas idóneas del poder, sobre todo, en países tercermundistas, en donde se sigue sin comprender el rol de los medios de comunicación y de los periodistas independientes.

En siglos pasados, cuando el rey recibía al mensajero que le llevaba la información de que su ejército había sido derrotado, ordenaba de inmediato matar al portador de tan malas noticias, como si fuera el responsable que sus generales perdieran la batalla.

Hoy en día, los periodistas son en muchos casos, esos mensajeros sobre los que cae la cólera de quienes tienen el poder político y económico de un país, molestos cuando lo que un periodista informa, o critica, no les gusta.

Está claro que, en el medio periodístico, hay buenos y malos periodistas, como en todas las esferas de la sociedad. Los hay honrados. Los hay corruptos. Quienes se venden al mejor postor y aquellos que se enfrentan con valentía ante los que buscan callarlos.

La historia de Guatemala se enmarca en esas disyuntivas de los periodistas que se ven enfrentados con aquellos que prefieren tener una prensa a su servicio, dócil, complaciente y servil. Esa prensa que se pone de alfombra, sin importar principios ni valores de esta noble y aguerrida profesión.  

Durante el conflicto armado interno, una parte de la prensa fue acallada a balazos, torturas, desapariciones forzadas, exilio y muerte. Ningún medio de comunicación de la época quedó al margen del río de sangre que significó hacer periodismo en ese tiempo tan convulso.

Después, llegó el primer gobierno de la llamada era democrática con Vinicio Cerezo, y se dejaron de lado los gobiernos militares, lo que dio paso a un tiempo con más libertad de expresión. Se dejó de perseguir sistemáticamente a los periodistas y los medios gozaron de una apertura más sana para ejercer su trabajo.

Pero eso no significó que la persecución terminara por completo. Aún se dieron hechos de violencia, intimidación y descalificación, cuando un político, un empresario o el narco, se molestó por una nota, una opinión o un reportaje.

Aquí habría que resaltar que las principales víctimas, en las ultimas décadas, han sido los periodistas departamentales, que son los menos protegidos, los más vulnerables ante los poderes fácticos que les rodean. Ellos se enfrentan a la ira, de alcaldes, diputados, gobernadores y a quienes manejan los hilos del narcotráfico.

En la capital se dejó de perseguir a los periodistas con la violencia armada. Terminó la pesadilla de las muertes en las calles. Aunque se ejerció otro tipo de presión para callar a quienes se consideraban “opositores” al régimen. Al sistema. Y se inició el ahogo económico como una nueva forma de control.  

Se hace esta reflexión histórica sobre la prensa, en momentos que el país está sumido en la pandemia del coronavirus y vemos la inmensa labor que hacen la prensa y los periodistas al tratar de informar en medio de disposiciones legales, que limitan su labor.

La función de la prensa es fortalecer el derecho ciudadano de saber la verdad, de ejercer la denuncia y la fiscalización de las acciones del Estado, que deben esta enfocadas a darle los satisfactores sanitarios a una población que en su mayoría se encuentra sumida en la pobreza y la miseria.

Es un error de los gobernantes, cuando creen que los periodistas son sus enemigos “por naturaleza”. Los periodistas están para servir información veraz a la población, y no para quedar bien con quienes ejercer cualquier tipo de poder en la sociedad.

Si a los periodistas se les respeta como profesionales, las distintas instituciones del sector público y privado, pueden encontrar en ellos aliados para enfrentar una situación como la actual. Solo con la verdad sobre esta crisis, se podrán tomar las medidas necesarias para que el covid-19 no cause más estragos.

La prensa está allí para informar, denunciar y decir las cosas tal como son, y de esto deberían estar receptivos todos los actores involucrados con la enfermedad. A la prensa no se le debe amordazar, puede ser un buen aliado en este tránsito tan doloroso que se está atravesando.

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