La comisaría con techos de cristal
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La Policía Nacional Civil no es un lugar fácil para las mujeres. Los ascensos están reservados para los hombres, no hay ropa específica para mujer y sus habitaciones y baños no tienen intimidad. Muy pocos se toman en serio la propuesta que hizo en 2014 la Comisión para la Reforma Policial de crear una secretaría de género para solucionar los problemas con los que se topan las mujeres que deciden ser policías.


No hay espacio para las mujeres en este club. El club de Toby de la Policía Nacional Civil. Así parecen decirlo los datos de ascensos y del personal operativo y administrativo de la institución.

En los últimos años hay más mujeres en el cuerpo, sí, —aunque no se llega ni de lejos a la paridad— pero los ascensos de ellas no siguen el mismo ritmo que los de ellos. Los mandos altos siguen perteneciéndoles a los hombres.

El llamado techos de cristal, ese obstáculo intangible que impide que las mujeres accedan a puestos de toma de decisión, también revisten las comisarías de la Policía.

Con los años aumenta el número de policías, y hay más subdirectores generales, comisarios y subcomisarios. Pero, hoy por hoy, ninguna comisaría general —frente a 12 comisarios generales—, solo hay una subdirectora general —de siete subdirectores—, una comisaria —de 58 comisarios— y tres subcomisarias —de 83 subcomisarios—.

Durante ocho años, la Comisión para la Reforma Policial intentó revertir esta situación. Se creó en 2010 con el fin de fortalecer la institución. A finales de 2018 desapareció, después de que Enrique Degenhart, ministro de Gobernación, decidiera no renovar el acuerdo que le daba vida. Primero con Helen Mack como comisionada y después con Adela Camacho, la Reforma Policial buscó mejorar las condiciones de las mujeres.

En 2014, Camacho logró que el entonces director de la Policía, Nery Ramos, aprobara la Política para la igualdad de género entre hombres y mujeres en la Policía Nacional Civil (PNC). El documento proponía varios cambios de fondo en la institución. Casi ninguno vio la luz. La política está ahora engavetada.

Preguntamos a varias policías (a las que también entrevistamos para esta investigación sobre el acoso sexual en la PNC) cómo es para ellas ser mujeres dentro de la institución, si han encontrado obstáculos, y qué problemas diarios enfrentan. Todas, sin excepción, confirmaron que existen desigualdades de género en la Policía Nacional Civil.

El club de Toby

La Subdirección General de Personal de la Policía, a través de una solicitud de información pública, facilitó la información de cómo se encuentra el personal policial de la carrera operativa y de la administrativa. Estos son los datos al 12 de junio de 2019 del personal operativo.

Dos conclusiones. Una: Las mujeres representan apenas el 15.07 por ciento del personal operativo de la Policía. l

Dos: El número de mujeres en rangos altos disminuye hasta hacerse casi imperceptible entre los directores y subdirectores.

De las 6,379 mujeres que hay en la Policía Nacional Civil (PNC) en puestos operativos, 6,156 son agentes (el rango más bajo, con menor salario y menor margen para toma de decisiones).

Los números se revierten con el personal administrativo, donde hay más mujeres que hombres. Al 12 de junio de 2019 eran 238 hombres y 333 mujeres.

Según información de la Subdirección General de Personal de la PNC, un agente gana un salario líquido de Q4,521.44, casi cinco veces menos que el director general, que cobra Q20,696.90.

El salario del personal administrativo de menor rango (asistentes, técnicos, secretarios, trabajadores operativos…) va desde Q3,555 a Q5,654.

INFOGRAM SALARIOS

Alma Luz Guerrero, quien fue asesora de género para la Reforma Policial, habla sobre las dificultades de las mujeres para ascender dentro del escalafón policial. “Habría que contar con los dedos cuántas mujeres ascendieron. Ahora regresamos a un estado donde las mujeres no van a ascender por sí mismas”, lamenta.

Guerrero explica que la administración actual —liderada por el ministro Enrique Degenhart—  dejó la Escuela de Formación para Oficiales de Policía (Esfop) en un segundo plano. La Esfop es —o debería ser— la vía por la que el personal operativo se forma durante un tiempo para postularse a ascensos, pero, según Guerrero, ya no se toma en cuenta para elegir a las personas que subirán de puesto.

El año pasado, diputados de la bancada Encuentro por Guatemala (EG) señalaron irregularidades en varios ascensos y remociones dentro de la Policía.

La ausencia de ascensos de mujeres no es un problema único de esta administración. En años anteriores, que las mujeres subieran a cargos como oficial tercera, segunda o primera, era digno de celebración —y de molestia para compañeros con los que tenían que compartir nivel del escalafón—, afirma Guerrero.

Muchas encontraron obstáculos hasta para pasar de agente a subinspectora. Como una policía, que prefiere que su nombre no salga publicado por temor a represalias, que cuenta que en 2010 fue a examinarse y le negaron la oportunidad porque tenía sobrepeso. “Yo estaba consciente, pero había hecho esfuerzos para poder pasar el examen físico”, cuenta. Además, no era la única persona con esa condición. Otro hombre que se presentó al examen con ella también tenía sobrepeso y le dejaron hacer la prueba.

“No estaba pidiendo que me dejaran aprobar el examen, solo que me dieran la oportunidad de hacerlo”, recuerda. Sus jefes intervinieron y determinaron que no era aconsejable. Alegaron que había riesgo de infarto. El hombre pasó el examen y se convirtió en subinspector.

Incluso cuando pueden acceder a los exámenes, esta agente cuenta que en muchas ocasiones, la selección ya está hecha: “(Las mujeres) hacen todas las pruebas, examen físico, teórico, práctico, todo… Pero a la hora de evaluar el listado, no aparecen”.

Según los datos de la subdirección general de estudios y doctrinas del Ministerio de Gobernación, en general, el porcentaje de agentes, hombres y mujeres, que entran en la Policía ha ido en descenso. Cada año se inscriben más personas y el número de aceptados no aumenta.

Pero además, porcentualmente, menos mujeres consiguen ingresar en la Policía. Por ejemplo, en 2018, un 10.27% de los hombres que se inscribieron fueron considerados aptos para el curso de formación de agentes. De las mujeres inscritas, solo el 4.86%.

INFOGRAM APTOS/NO APTOS

También se solicitó a la institución el número de personas que se postulan para ascender y cuántas lo logran. En la resolución se omitió el primer dato. Únicamente se entregaron los datos de los ascensos concedidos. El número de mujeres es muy inferior.

Por ejemplo, en 2018, ninguna mujer ascendió a los cargos de oficial primera, oficial segunda, subcomisario, comisario o comisario general. En este mismo año, siete hombres ascendieron a estos cargos.

De 2001 a 2017, 791 hombres ascendieron de subinspector a inspector. En esos 16 años, solo 52 mujeres ascendieron a este cargo.

De 2001 a 2018, solo 149 mujeres ascendieron al cargo de subinspectora, frente a 1,615 hombres.

Para solucionar esta situación —y otros problemas que afectan a las mujeres en la institución— la Reforma Policial impulsó en 2014 la aprobación de la Política para la igualdad de género entre hombres y mujeres en la Policía Nacional Civil.

Entre las propuestas de la política estaba el incremento de mujeres a través de un sistema de cuotas. El documento recuerda que “sin la participación de las mujeres, conscientes de sus derechos y capacidades en los diferentes niveles de la institución policial, la seguridad seguirá siendo concebida en forma parcial, olvidándose de los problemas urgentes que enfrenta la población femenina cotidianamente”.

Cada año se aumentaría un 10% el porcentaje de mujeres, hasta llegar a la paridad. También la evaluación del desempeño del personal, tomando en cuenta la equidad de género como elemento clave para la promoción, ascensos, capacitaciones e incentivos institucionales, aunque en la política no se aclara qué rutas específicas se seguirían para lograr esto.

 El abuso a las policías madres // Es el sistema

Otro problema  común; que en gran medida es el de decenas de espacios laborales públicos y privados: muchas mujeres con hijos e hijas, o con responsabilidades en la casa como el cuidado de familiares, no buscan los ascensos porque saben que hay una posibilidad de que las trasladen si se los conceden. Y esa es una situación normal, tanto hombres como mujeres pueden ser trasladados. Pero aquí hay que ver una cuestión de fondo, sociocultural. Sobre responsabilidades y sobre las tareas de  cuidados que recaen en las mujeres.

Algunas mujeres explican que cuando los hombres tienen oportunidad de un ascenso que implica un cambio de destino, lo aceptan —aunque tengan hijos y aunque esto suponga dejarlos durante semanas—. Cuando a las mujeres se les presenta esta posibilidad, no siempre la toman. También está mal visto que lo hagan. Este es uno de los hechos de los que no existen informes ni estudios en la PNC. Lo sabemos por lo que cuentan las policías y por lo que han visto organizaciones y entidades que trabajan de cerca con ellas.

Conscientes de que este es un problema social, no solo de la Policía, el equipo de Comisión para la Reforma Policial trabajó para que las mujeres no fueran trasladadas lejos de sus hogares. “La Reforma planteaba que las mujeres deben estar cerca de sus domicilios porque eso también ayuda a tener una policía tranquila”, cuenta Alma Luz Guerrero.

“No es lo mismo tener una policía intranquila por su familia y sus hijos que una policía que sabe que su familia está cerca y ella puede accionar tranquilamente. Las mujeres policías, las que tienen hijos, viven en un total estrés, también por el abuso y la prepotencia de los jefes que no les dan permiso de verlos”, explica.

En la política de igualdad de género también intentaba, con pequeños pasos, tratar de romper ese pensamiento machista que considera que las mujeres son las que deben hacerse cargo de sus hijas e hijos. En el documento se planeó que se abrieran guarderías de 24 horas, hogares de cuidado infantil y becas educativas para hijos e hijas del personal. También que se dieran permisos de paternidad para los hombres. Sin embargo, ninguna propuesta se implementó.

El gran logro que consiguió la Reforma para las policías madres es que pudieran estar cerca de su domicilio en el período de lactancia. “Era tema de abuso y de burlas dentro de la Policía, negándoles muchas veces a las mujeres el derecho de la lactancia a sus hijos”, expone Guerrero.

En el tema de los ascensos y de la maternidad, las policías también hablan de que existen abusos sexuales en su contra. Muchas veces sus jefes les exigen favores sexuales para no trasladarlas a un destino alejado, o para autorizar sus ascensos. “Eso limita mucho el desarrollo de las mujeres en la institución”, explica Adela Camacho de Torrebiarte, excomisionada de la Reforma Policial. “Y eso no es justo. La mujer trabaja mucho, es mucho más responsable, más cumplida y es ofensivo que ella para poder optar a un cargo superior o a un ascenso, tenga el acoso de muchos jefes. Las que se han opuesto, se la ven muy complicada”.

Un sistema de hombres

Más allá de logros muy puntuales, la Política de género de la Reforma Policial no ha logrado avanzar dentro de la institución. Las mujeres están en un segundo plano, no tienen el mismo reconocimiento que sus compañeros y para muchos hombres son vistas como objetos sexuales. Y esto se ve desde que ingresan al cuerpo policial.

“Desde la llegada a la Academia, empiezan a ser orientadas para obedecer, para aceptar ofrecimientos de índole sexual —dice Guerrero—. Sobre todo si es algo bonita, se sacó la lotería porque va a sufrir acoso desde la Academia hasta que llega a la Policía”.

Casi todas las mujeres entrevistadas —tanto las mujeres policías como Guerrero y Camacho— aseguran que los mandos superiores seleccionan a las mujeres por su físico para integrar sus equipos. “Las escogen”, cuenta la agente que no pudo presentarse al examen para ascender. “Las escogen los jefes para sus secretarias. Si tú vas a una oficia de un mando, ahí te das cuenta de que su secretaria es una chica linda. Nunca vas a ver a una señora atendiendo al jefe, nunca”.

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Y la falta de visión de género —una perspectiva que permite identificar y cuestionar la discriminación, desigualdad y exclusión de las mujeres, además de crear condiciones para crear una equidad de género— también se ve desde detalles que podrían parecer nimios, como la ropa. Los uniformes, los zapatos, los chalecos. Todos de hombre. Las mujeres tienen que mandarlos a arreglar o los hacen de cero para que les queden, asumiendo el gasto que eso supone. La otra opción es  pasar turnos incómodos. Con pantalones que no se ajustan, chalecos que les presionan el pecho o zapatos que les molestan.

Lo mismo sucede con las cuadras —las habitaciones donde duermen los agentes de turno—. En general, tanto las de hombres como las de mujeres están en condiciones lamentables. En la Policía cada vez hay más agentes, pero el espacio en el que trabajan y conviven es el mismo.

Patricia Gamboa, una oficial segunda que ya dejó el cuerpo de Policía, cuenta que cuando se graduó, dormía en una habitación de seis por cuatro metros con otras 25 compañeras.

Cuando a los agentes les tocaba viajar a los departamentos para apoyar a otras comisarías,  todos los hombres tenían garantizado un lugar para dormir. Las mujeres tenían que buscarlo.

La exoficial recuerda cómo durante unas elecciones, su equipo fue trasladado a Huehuetenango. “Cuando fuimos a ver, espacio para las mujeres no había. A los hombres sí, colchonetas, incluso. Al final nos terminamos quedando en casa de un amigo del jefe. En una cama nos quedamos cuatro”.

A este problema de hacinamiento hay que sumar que las habitaciones de las mujeres no tienen ninguna intimidad. Y muchos hombres aprovechan la situación. Las observan y las acosan cuando se están duchando, cuando se cambian, cuando descansan.

La Procuraduría de Derechos Humanos, de hecho, registra algunos casos de las malas condiciones de las mujeres en las cuadras. En 2016, la PDH recibió una denuncia de 32 agentes, que señalaban que se encontraban “en condiciones infrahumanas, no cuentan con camas ni muebles para el resguardo de sus pertenencias”.

En 2017, la defensoría de la juventud de la Procuraduría realizó supervisiones en algunas subestaciones y comisarías de varios departamentos. Concluyeron que los dormitorios no eran adecuados y que existía hacinamiento, que las literas y colchonetas eran insuficientes y estaban en mal estado, que no había ventilación en los cuartos, las paredes estaban húmedas y el agua se filtraba con las lluvias. Además, no había sanitarios suficientes, no había duchas —en la mayoría de los casos, las mujeres tenían que bañarse a la intemperie y en piletas— y en algunos lugares había chinches y pulgas.

Se solicitó por escrito a Carlos Tohom Escobar, director general de la Policía, la posibilidad de entrar en una de las cuadras de la PNC, para observar las condiciones en las que conviven los agentes. La solicitud fue rechazada. En la respuesta, Elida Ruano López, jefa de la secretaría auxiliar de la Secretaría General en la Policía, indicó que “no es conveniente la autorización de acceder al espacio de convivencia, toda vez que se viola la intimidad o situación moral del personal policial”.

La secretaría de género

En la Policía Nacional Civil existe un Departamento de Equidad Género que debería encargarse de mejorar las condiciones de las mujeres dentro de la institución y garantizar sus derechos.

Sin embargo, la visión de mujeres y hombres policías y de personas que han trabajado para mejorar la institución es que este departamento no funciona porque no tiene visibilidad dentro de la institución, y porque cuando la tiene, es para hacer actividades que contribuyen a fomentar el sexismo, en lugar de erradicarlo.

Por esto mismo, la Reforma Policial contemplaba la creación de una Secretaría de Género que dependiera directamente de la Dirección General de la PNC. Tendría mayor reconocimiento dentro de la institución, mayor presupuesto y no se vería obligada a pasar por los diferentes niveles dentro de la cadena de mando —todos liderados por hombres—. Hombres, cuenta Alma Luz Guerrero, “que nombran personas en la unidad de género y les dicen qué hacer. No aplican realmente una política que ayude a la igualdad de género”.

Sin embargo, la secretaría nunca se creó. No hubo voluntad política de los directores de la PNC ni de los ministros de Gobernación. Nunca fue prioridad.

Agencia Ocote hizo las gestiones para poder entrevistar a Marcia Juárez Eguizabal, jefa del Departamento de Equidad de Género, para consultarle acerca de las acciones que llevan a cabo y de las carencias en la implementación de la Política de género; además de consultarle sobre las acusaciones respecto a los cambios promovidos por el ministro Degenhart.

Inicialmente, Juárez había aceptado ser entrevistada, pero el día de la cita indicó que se tendría que enviar una carta al director general de la PNC para que él autorizara que ella diera declaraciones. La carta se entregó el 18 de marzo. La entrevista fue autorizada el 10 de abril. Desde entonces, en varias ocasiones se solicitó a Juárez Eguizabal una fecha y hora para realizarla. Ella nunca la concretó.

También se solicitó por escrito una entrevista con el director general de la Policía Nacional Civil. Nunca respondió.

Por ahora, la Policía de Guatemala sigue siendo un lugar hostil para las mujeres. No están seguras ni tranquilas, en la institución dedicada a resguardar la seguridad de la ciudadanía.

 

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