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El coronavirus y la fauna urbana
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Las ciudades tienen un ecosistema particular, que incluye un buen número de animales que las habitan sin ser precisamente domésticos. De las implicaciones que tiene que estemos en casa y ellos en la calle sin políticas públicas claras al respecto, escribe la veterinaria Dana Palacios en este espacio de Subjetividades.


Por el confinamiento en el que nos encontramos se ha evidenciado a nivel mundial las consecuencias de alimentar a animales que habitan espacios urbanos. En Tailandia, cientos de monos de grupos rivales pelean por la comida ante la escasez de turistas que suelen alimentarlos, en Cataluña gaviotas atacando palomas, en muchas otras ciudades perros deambulando por comida, y en parques y jardines se  ven grandes poblaciones de palomas buscando alimento y tornándose violentas con personas que se colocan a su paso o entre congéneres.

Los animales a lo largo de su existencia han sido capaces de conseguir alimento y no nos necesitan para ello, hablando de animales que viven libremente. Pero desde hace mucho tiempo el ser humano se ha hecho participe en la dinámica poblacional de algunas especies de animales, lo que ha causado un alce en sus poblaciones y no han visualizado las consecuencias de esta interacción. A la hora de alimentar a estos animales se aumenta la disponibilidad de alimento, y a mayor disponibilidad de alimento es mayor la taza de reproduccion, lo que genera que las poblaciones crezcan, y a su vez, seguimos aumentando esa disponibilidad, y sigue creciendo esa población, lo que lo hace un ciclo sin fin.

En parques y jardines pueden haber densidades de palomas superiores a 2,000 individuos por km2. Esto hace inevitable que se hacinen dentro de nidos, y estas suelen defecar dentro de ellos, lo que facilita que las palomas pequeñas o susceptibles contraigan enfermedades de tipo bacterianas, virales o parásitos. El problema que estas poblaciones crezcan es que pueden  representar una amenaza para la salud pública, dado que las palomas son portadoras de grandes cantidades de patógenos -virus, bacterias, parásitos e inclusos hongos-, que podrían ser potencialmente zoonóticos -enfermedades que se transmiten entre animales y humanos-. Se estima que estas aves pueden transmitir más de 30 enfermedades a los seres humanos, y al menos 10 a los animales domésticos, sin contar las que podrían trasmitir a fauna silvestre. Las enfermedades más comunes relacionadas con su excremento y que pude afectar al humano son la histoplasmosis, la criptococosis y la psitacosis, esta última es de declaración obligatoria, o sea que si hubiera un caso positivo de esta enfermedad debería de informarse al MAGA, esto tiene relevancia ya que normalmente no se dimensiona lo grave que podría ser contraer una enfermedad de estas.

Pero no solo las palomas son portadoras de patógenos que nos podrían enfermar, sino otros animales también, esto se debe a que poseen ciertos virus, bacterias u hongos que pueden tener alguna función en ellos, o de los cuales poseen cargas que toleran al punto de no contraer la enfermedad. Los perros son otro claro ejemplo de reservorios, existen poblaciones grandes de perros callejeros y perros con dueños que deambulan por las calles. A estos se les proporciona alimento de una manera directa e indirecta (basureros), por lo cual su número sigue en aumento. Durante más de 20 años en el país se han hecho vacunaciones masivas para erradicar la rabia, que poco ha sido efectiva, hasta el dia de hoy aún se ven casos de rabia, incluso en humanos.

Debemos ser conscientes que somos participes de alterar las poblaciones de estos animales que están en zonas urbanas y que ahora, que no cuentan con la alimentación que les proporcionaba el ser humano se le suma otro problema,  que la falta de disponibilidad de alimentos llevará a muchas muertes y no hay lineamientos que regulen un buen manejo de los animales que mueran, para resulten en un riesgo de salud pública. Por lo que es necesario implementar estrategias que mantengan el control de las poblaciones, dado que los esfuerzos que se han realizado,  al menos con perros (vacunación, castraciones y adopciones), no han sido efectivas, si no cambia la conducta de las personas poco se avanzará.

Esperemos que con lo que está pasando el gobierno vea la importancia de generar buenas políticas públicas, gestionadas interinstitucionalmente, para el control de esas poblaciones de fauna urbana, con una base sólida de educación a la población. Sin educación cualquier esfuerzo que se haga no será efectivo a largo plazo.


*Dana Palacios, es médica veterinaria, forma parte del equipo del zoológico de Quetzaltenango.

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