El legado de quienes fallecieron sin encontrar a sus desaparecidos

Aunque en Guatemala no existen cifras exactas sobre personas desaparecidas, que producto del Conflicto Armado Interno estiman 45 mil, y tampoco sobre los familiares que fallecieron mientras les buscaban, una exposición itinerante que ha recorrido México, Honduras y El Salvador, concluye en Guatemala para señalar la problemática. Destaca la resiliencia y fortaleza de las personas sobrevivientes que mantienen vigente la deuda del Estado: establecer dónde están y por qué desaparecieron.

Era jueves de un 31 de diciembre de 1981 cuando una violenta ráfaga de proyectiles de metralleta alteró la rutina de la población de Chimaltenango. No eran buenos tiempos para …

portada Exposición sobre fallecidos que buscaban a sus desaparecidos_CALDH_ Lourdes Álvarez Nájera, Ocote
  • En la región centroamericana, en las últimas décadas las personas han desaparecido debido a la violencia, migración, desplazamiento o conflictos.
  • La mayoría de personas que encabezan la búsqueda de seres queridos desaparecidos son mujeres, que además cargan con el peso de responsabilidades económicas.
  • Es una violación de los derechos humanos que las personas mueran con la incertidumbre de no saber qué pasó con sus seres queridos desaparecidos.

Era jueves de un 31 de diciembre de 1981 cuando una violenta ráfaga de proyectiles de metralleta alteró la rutina de la población de Chimaltenango.

No eran buenos tiempos para recibir el Año Nuevo. Las comunidades estaban en la mira de las ofensivas del Ejército, sobre todo, en el Altiplano guatemalteco.

Solo en Chimaltenango se registraron nueve masacres durante el Conflicto Armado Interno, según el Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI).

Milagro Lotzoj Martín cuenta que después de aquella balacera en el pueblo, su papá, Margarito Lotzoj, desapareció sin dejar rastro.

La mamá de Milagro, Paula Martín Yo’ol, comenzó la incansable búsqueda del paradero de su esposo.

Pero el tiempo no le alcanzó a doña Paula, que tras 41 años de indagar en instituciones y fosas clandestinas, murió sin respuestas en 2022.

Según el REMHI después de octubre de 1981 se incrementaron los testimonios sobre las masacres en Guatemala, que se caracterizaban por un patrón más indiscriminado.

«Todo ello sugiere que después de esa fecha las masacres fueron más importantes, estaban planificadas con mayor premeditación y llevaron a cabo una destrucción más global de las comunidades».

La exposición, que ha recorrido México, Honduras y El Salvador, lleva las historias de personas de estos países que lucharon hasta sus últimos días por encontrar a sus desaparecidos. Foto: Lourdes Álvarez Nájera, Ocote.

En ese informe se añade que esto sucedió, «en congruencia con la gran ofensiva desarrollada por el Ejército a partir de Chimaltenango hacia grandes áreas del Altiplano».

Para las familias, la búsqueda de sus seres queridos desaparecidos, es como una herida, como un vacío en el estómago o en el pecho.

Milagro recuerda que desde muy pequeña acompañaba a su mamá a las diversas acciones de búsqueda y ahora, tras su fallecimiento, ella asumió la tarea.

«Ella buscaba a mi papá y me enseñó a seguir. Es una luchadora que me enseñó a seguir para ver si aparece mi papá», afirma Milagro. 

Trascender sin respuestas 

La historia de doña Paula es una de las siete que conforman la exhibición itinerante “Tejer memoria: el legado de quienes nunca dejaron de buscar”.

La exposición se encuentra en la Casa de la Memoria “Kaji Tulam” del Centro para la Acción Legal en Derechos Humanos (CALDH).

Con ella se busca rendir homenaje a personas de Guatemala, México, Honduras y El Salvador que fallecieron sin conocer el paradero de sus seres queridos, desaparecidos en circunstancias diversas.

También destaca grandes aportes, como el que realizó doña Paula, para la conformación de la Asociación Q’anil Maya Kaqchikel Víctimas de Chimaltenango (ASOQANIL).

De igual forma, busca reconocer el trabajo que asumen las hijas, hijos o familiares en la búsqueda de sus desaparecidos, como Milagro, luego del fallecimiento de su mamá.

«Gracias a la asociación -ASOQANIL- se han realizado exhumaciones, porque todavía hay varios que no han sido encontrados», reitera Milagro.

Otra historia que retoma la desaparición forzada en Guatemala, es la de Irma Consuelo Dorantes, cuyo esposo e hijos fueron detenidos y desaparecidos en 1981.

Consuelo, a quien llamaban doña Cony, murió en 2003 sin saber qué pasó con su hijo Mario Federico Azmitia Dorantes de 22 años, desaparecido forzosamente en la zona 18 de la capital.

Tampoco supo por qué, días después, la Policía Judicial llegó a su casa en la zona 6 capitalina, de donde se llevó a su hija Dora Clemencia, de 23 años y embarazada, y a su esposo y padre de sus hijos José Mario Azmitia Molina. 

Luego de ese episodio, el resto de la familia se fue a México.

La tarea de búsqueda, liderada con determinación por doña Cony durante 22 años, fue acompañada por su hija Graciela Azmitia y su hijo Juan José.

Graciela cuenta que al regresar a Guatemala lograron llevar el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

El caso presentado ante la CIDH por Federico Azmitia Dorantes, según informó el Estado de Guatemala, permitió un un acuerdo de solución amistosa.

Como medida de reparación, en 2002 se develó una placa que se ubica en la iglesia católica del Proyecto 4-4, zona 6 capitalina, cercana a donde vivió la familia.

Además, se presentó una denuncia ante el Ministerio Público.

«Mi mamá logró salir adelante por esta denuncia ante el sistema interamericano… nunca perdió la esperanza de saber qué pasó con ellos».

Para doña Cony también fue importante recibir una copia del informe REMHI donde se encuentra recopilado su testimonio junto al de cientos de personas.

«Lo que tenemos que hacer como familiares es contar eso, sacarlo, decirlo y mantener ese legado», reitera Graciela.

Añade que parte de ese legado es la lucha comunitaria, de organización, de apoyar a la gente. 

«Yo no puedo olvidar eso, he mantenido ese legado que ellos nos dejaron».

Personas buscadoras: fuertes, resilientes y protagonistas

No existen datos sobre el número de personas que han fallecido sin saber el paradero de sus seres queridos desaparecidos.

Tampoco se sabe con exactitud el número de personas desaparecidas, que comúnmente ocurre en contextos de migración, violencia, desplazamiento o conflictos.

En este último caso,  para Guatemala se estima que entre 1960 y 1996, unas 45 mil personas fueron detenidas y desaparecidas por fuerzas del Estado.

Citar números, si bien es importante para comprender el fenómeno, no debe prevalecer sobre las historias.

Eso indica Jérémy Renaux, coordinador del programa de personas desaparecidas para México y Centroamérica del Comité Internacional de la Cruz Roja.

Añade que ese fue uno de los criterios para seleccionar las siete historias de la exposición, porque se consideran «historias universales» sobre desaparición.

«No hay una cifra exacta de personas desaparecidas y tampoco de familiares que han fallecido sin encontrar a sus seres queridos, es un conteo que no existe, pero que ojalá podamos visibilizar a través de esta exposición», dice Renaux.

Esa organización trabajó durante un año junto a las familias de las personas desaparecidas para la validación y montaje de la exposición.

El resultado fueron diversas piezas sobre tela, algunas en forma de corazón con algunos mensajes  bordados con hilos de colores.

Sobre el perfil de las personas buscadoras, Renaux comenta que sí existen algunas características en esta región del mundo.

Señala que «la mayoría de personas que son las caras visibles que encabezan esos procesos de búsqueda son mujeres».

También indica que muchas de ellas provienen de contextos de marginalización socioeconómica que ya las colocaba en una situación complicada.

Con la desaparición de su ser querido se agudiza su situación de vulnerabilidad.

Las mujeres, además de asumir la responsabilidad económica de la familia, también asumen la búsqueda y otros roles dentro de las asociaciones dedicadas al tema.

«Van creando asociaciones que hacen trabajo voluntario, que no solo se centra en la búsqueda de una persona, es la búsqueda de todos».

«Es un trabajo y hay que reconocerlo como tal», asegura Renaux.

Esa triple carga también genera muchos impactos para las mujeres en términos de autocuidado, lo último que van a priorizar, resalta Renaux.

Exposición sobre fallecidos que buscaban a sus desaparecidos_CALDH_ Lourdes Álvarez Nájera, Ocote
Exposición sobre las historias de fallecidos que buscaban a sus desaparecidos, organizada por el Comité Internacional de la Cruz Roja. Foto: Lourdes Álvarez Nájera, Ocote.

Aunque el panorama es desalentador al hablar de desaparición, muerte sin lograr respuestas o reparación, lo realmente esperanzador se encuentra en ese proceso.

«Lo esperanzador lo vemos precisamente a través de estas siete historias. La búsqueda no para, se mantiene y las familias mantienen esos procesos. Existe una solidaridad que conmueve mucho», dice Renaux.

Él cuenta que al fallecer una persona buscadora, las asociaciones de familiares también van haciendo  una especie de «adopción de la persona desaparecida».

«Este proceso de solidaridad entre las familias es por sí mismo muy esperanzador».

Renaux destaca que los familiares de desaparecidos «Son personas con mucha fuerza, con mucha resiliencia, no son víctimas, también son actores del cambio social».

También genera optimismo que la juventud se sume, no solo por ser familia de personas desaparecidas, también desde el voluntariado o acciones de memoria histórica.

En ese sentido, para Fabiola García, de la Casa de la Memoria de CALDH, la juventud y el público en general podrán conocer sobre la resistencia contra el olvido. 

«Con esta exposición las juventudes podrán conocer el camino de búsqueda que familiares de personas desaparecidas han tenido; la dignidad de quienes buscan incansablemente a ese ser querido».

Una tarea pendiente del Estado

Aunque las acciones de búsqueda encabezadas por las familias son de suma importancia, las organizaciones coinciden en que es una tarea del Estado.

Para Mario Polanco, director del Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), una organización de familiares de detenidos desaparecidos que surgió hace 41 años, el Estado de Guatemala no ha cumplido.

«Es una pena que el Estado de Guatemala no haga una Comisión de Búsqueda de Desaparecidos».

Polanco cuenta que desde que surgió el GAM también fueron blanco de ataques y asesinatos por encabezar esas búsquedas.

Entre los primeros casos destaca el asesinato de Rosario Godoy de Cuevas y Héctor Gómez Calito, fundadores de esa organización.

También dice que otros integrantes han fallecido a lo largo del tiempo, sin conocer el paradero de sus familiares detenidos desaparecidos.

«Muchos que fundaron el GAM ya partieron de este mundo y no alcanzaron la anhelada justicia».

«Es una violación de los derechos humanos el hecho que mueran con la duda e incertidumbre de lo que pasó».

Por esa razón, el entrevistado considera «sumamente valioso tener presente todo lo que sucedió en el país, porque es una forma de garantizar el no retorno a esas prácticas».

Sobre la falta de voluntad política para implementar políticas públicas que las familias han solicitado, indica que no se implementan porque «trastoca intereses poderosos».

Esos intereses estarían asociados al Ejército, grupos empresariales, potencias extranjeras, como Estados Unidos, que afirma «trajo la receta para las desapariciones forzadas».

Con los casos judiciales que han acompañado, indica: «hemos llegado a algunos militares,  pero los grupos que están atrás no se ha podido».

Acciones que cuentan

La exposición Tejer Memoria invita a los asistentes a contribuir con un mensaje o con «un punto de bordado».

La instalación incluye materiales con los que se puede bordar o tejer en telas, para dejar un mensaje de apoyo o solidaridad con las familias.

«Pueden solidarse con acciones sencillas, con fotografías en sus redes sociales o redes de asociaciones, para dar a conocer esa problemática», reitera Renaux.

Añade que cuando hay algún acto, manifestación o acción sobre la temática, también se puede ayudar desde el respeto.

«Poder respetar a las familias, acompañar o arropar, es una forma extraordinaria para poder sumarse», finaliza.

Se espera que en una próxima edición la exposición también pueda llegar a las comunidades de donde provienen las siete familias.

***

La exposición Tejer Memoria estará disponible hasta el 17 de noviembre, en la 6a. avenida 1-73 zona 1, Ciudad de Guatemala.

Lourdes Álvarez Nájera

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