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Si quieres leer la transcripción de este episodio la dejamos aquí.
TRANSCRIPCIÓN
Narradora: Es 1986 en Ciudad de Guatemala, la capital de un país centroamericano en medio de una guerra interna. Después de años de dictaduras militares, ahora, con una Constitución recién aprobada, comienzan a sentarse las frágiles bases de una democracia.
En Casa Presidencial, afuera del despacho de Vinicio Cerezo, el Presidente de Guatemala, una joven estudiante de Derecho de 19 años espera.
La joven había tomado una decisión: trataría de hablar con el jefe de Estado. Había buscado el número de su oficina en las páginas azules de la guía telefónica pero, al no lograr una cita, convenció a una amiga de que la acompañara.
En la entrada de la Casa Presidencial, las detuvieron. El Presidente estaba ocupado. Insistió. Solo pedía cinco minutos con él.
Después de cuatro horas, ya de noche, a las siete, la puerta se abre. La joven entra. Se sienta, nerviosa, frente al escritorio del Presidente. Ya ahí, sin titubear, confiesa.
Unas semanas antes había leído en las noticias que Cerezo iría a Estados Unidos, a una gira. En avión, con una comitiva de unas 70 personas. Había espacios disponibles; y ella, como ciudadana guatemalteca, tenía el derecho de ir en ese avión.
Solo necesitaba jalón a Nueva Orleans. El motivo le parecía suficiente: tenía que visitar a su novio, un guatemalteco de ascendencia cubana que estudiaba en Luisiana y que hacía más de dos años no veía.
En el despacho presidencial se hace un profundo silencio. Lo rompe la carcajada del Presidente. Ella debe entender que es imposible, le dice.
Con enojo y algo decepcionada, ella se levanta, le tiende la mano y se va. Días después le llegaría un pasaje. Ida y vuelta a Nueva Orleans.
Esa joven desenfadada y tenaz, sería años después abogada, jueza, magistrada, catedrática y se convertiría en una de las máximas referentes de la justicia y de la lucha contra la corrupción en Guatemala. Y ese vuelo a Estados Unidos sería el primero de muchos viajes a un país al que terminaría exiliándose.
Soy Melisa Rabanales, periodista de Ocote, y en este episodio de la segunda temporada de Las Recias, hago un perfil de Claudia Lissette Escobar Mejía.
[Introducción Las Recias: segunda temporada]
Narradora: Cuando Claudia Escobar recuerda aquella visita al Presidente de Guatemala, se siente incómoda.
Claudia Escobar: Lo visualizaba como un momento en que el país se estaba reconstruyendo. En un momento en que a los 18 años piensas que todo es posible, o sea, que Guatemala se abre a la democracia elegimos un presidente que no viene del área de los militares.
Narradora: Claudia creía que, como parte de sus derechos como ciudadana, podía exigir ir en un avión presidencial.
Claudia: Esa Claudia de ahora, lo mira para atrás y dice: ¿Cómo se me ocurrió? ¿cómo hice pasar a mis papás por esas vergüenzas?
Narradora: Ahora, casi cuatro décadas después, con 54 años, habla de esto por videollamada. Sentada tras el escritorio de su casa, en las afueras de Washington D.C., con un pelo liso y canoso que le llega arriba de los hombros y que esconde detrás de las orejas, Claudia reflexiona.
Piensa que quizás también tuvo algo que ver el ímpetu de una joven que veía el poder como una capacidad para exigir lo que le parecía justo.
Claudia: Pues sí, mira para para mi papá creo que desde que éramos chiquitas nos inculcó ese sentimiento que tú puedes hacer lo que te den tus capacidades.
Narradora: Claudia Escobar nació el 30 de diciembre de 1966 en Ciudad de Guatemala. Es la mayor de cinco hermanas, de una familia acomodada guatemalteca, dice ella. Todas estudiaron en el colegio La Asunción, que en ese entonces era uno de los colegios de mujeres más prestigiosos de la capital y completaron sus estudios en universidades privadas de Guatemala. Era la condición de su padre: tenían que ser profesionales.
Claudia: Él quería que nosotras fuéramos independientes para tomar nuestras decisiones…
Narradora: En las cenas en casa de los Escobar se debatía de casi cualquier cosa. Magdiel Escobar, el padre, lanzaba preguntas de política. Si querían llevar la razón, debían exponer los argumentos más convincentes.
Era una familia con privilegios, en un país desigual, sumergido en una guerra civil.
Claudia: Yo veo la capacidad del poder como una enorme responsabilidad. O sea, en un país en el que muy pocas personas tienen acceso a la educación, solo el hecho que tú seas una persona que tiene cierta formación, tiene responsabilidad, de poder incidir en tu espacio.
Narradora: Dice que fue esto: querer buscar una salida a una guerra, eliminar la desigualdad, lo que la llevó a estudiar Derecho en la Universidad Francisco Marroquín. Eso, y que tenía un ejemplo en casa. Su mamá.
Mirna Mejía Ordóñez fue una de las primeras mujeres abogadas en Guatemala, una de las primeras juezas y una de las primeras magistradas de la Corte de Apelaciones. Claudia creció entre libros, viendo a su mamá trabajar. Y al principio, lo reconoce, no era fácil.
Claudia: Para mí sí era un poco extraño porque las mamás de mis amigas no trabajaban. Entonces tenían más tiempo para acompañarlas, hacer las tareas, participar en las actividades del colegio. Entonces yo sí lo sentía. Me hacía falta.
Fue hasta muchos años después que realmente aprecié la labor que mi mamá hacía en favor de las mujeres. Porque ella trabajó mucho en promover la ley de violencia doméstica, en luchar para que se omitieran algunas normas del Código Civil que limitaban los derechos de las mujeres entonces. Bueno, creo que fue un legado que nos dejó, a todas las guatemaltecas.
Narradora: A los 20 años, poco después de aquel viaje a Nueva Orleans para visitar a Eugenio, se casó con él y se licenció en Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de Luisiana. Volvió cuatro años después, con 24 años y dos hijos.
Claudia se graduó de abogada a los 32 y entró a trabajar como litigante en un bufete independiente. No paró de estudiar. En unos años sacó dos maestrías y un doctorado.
En ese tiempo, tuvo cuatro hijos más con Eugenio. María Cristina Fernández Escobar es su cuarta hija, la primera mujer. Hoy tiene 26 años y vive en Boston, donde hace una maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Standford.
Uno de los primeros recuerdos que María tiene de su mamá son los madrugones, a las seis de la mañana, para llevarlos al colegio. Su mamá parecía estar siempre apurada y, a la vez, tenía siempre tiempo para todo.
María también recuerda que, en casa, las cosas se hacían bien o no se hacían.
María Fernández (hija): Mi mamá siempre ha sido un gran ejemplo de rectitud y honradez. Cuando a nosotros nos tocó sacar licencias para manejar y mucha gente las compraba era porque era más fácil comprar, fue algo que mi mamá siempre se opuso mucho y uno de mis hermanos tuvo que hacer su examen tres veces para no pagar esa mordida.
Narradora: Los momentos más importantes en la trayectoria de Claudia han sido guiados por mujeres. Una de ellas marcaría su carrera. La jueza María Cristina Fernández. Se conocieron por amigos en común y porque las dos se habían graduado en la universidad el mismo día. María Cristina se convirtió en la mujer a la que Claudia recurriría cuando necesitaba consejos laborales o una amiga en quien confiar.
María Cristina Fernandez (jueza): Cuando pienso en Claudia Escobar definitivamente pienso en uno de esos jueces excepcionales que entiende sobre todo que la función pública no es un trabajo como cualquier otro, que constituye un privilegio en cuanto a servicio se refiere.
Narradora: Cuando Claudia dudaba de si sería capaz de seguir el ejemplo de su madre, ahí estaba María Cristina para impulsarla.
Claudia: Ella transmitía, digamos, la pasión por la justicia y creo que me animó a decidirme a ingresar a la Escuela de Estudios Judiciales.
Narradora: Claudia Escobar se graduó en 2007 y la asignaron al juzgado de Instancia Civil y de familia de Mixco, uno de los municipios más poblados del departamento de Guatemala. Ahí trabajó seis años.
Pronto empezaría a identificar la corrupción que existía en el juzgado. Desde favores de los abogados defensores a los auxiliares de justicia, hasta sobornos y extorsión. Denunció ante las autoridades del Organismo Judicial.
Claudia: Entonces el evitar eso me puso en un momento de riesgo y empecé a sufrir amenazas de muerte. Que, al hacer una investigación, se determinó que salían del propio tribunal.
Narradora: Desde entonces, y durante los siguientes siete años, ella y su familia no volvieron a pasar un segundo sin un guardia de seguridad del Organismo Judicial a su lado.
Claudia vio que, para cambiar el problema de raíz, se necesitaba hacer cambios en los juzgados. Necesitaba aliadas. María Cristina Fernández fue una de ellas. La otra, la presidenta de la Asociación de Jueces y Magistrados del Organismo Judicial: Patricia Gámez.
Patricia Gámez: Ella se acercó con el ánimo de ver si podíamos trabajar temas relacionados a la independencia de jueces.
Las tres fundaron el Instituto de la Judicatura, con el que buscaban fortalecer la independencia judicial y auditar el proceso de la elección de jueces y magistrados.
Claudia, Patricia, María Cristina y otros jueces y juezas que se sumaron, participaban en mesas en el Congreso para evaluar leyes y reformas que promovieran la independencia judicial. También planeaban capacitaciones para jueces y se reunían para hablar de los procesos viciados de los que eran testigos. Hicieron varias denuncias en el Organismo Judicial.
Patricia Gaméz: Nos decíamos las apestadas porque los jueces que en un momento nos apoyaron, después cuando vieron todo el movimiento que se armó, como dice la canción: uno a uno se fueron yendo ¿verdad?
Narradora: Por seguridad, las tres empezaron a reunirse en casa de Claudia. María, su hija, tenía entonces unos 18 años.
María (hija): Me parecía fascinante las diferentes discusiones que tenían y ver así como la fuerza que tenían todas. Y la determinación que tenían todas, y cómo cada una hablaba desde un lugar de certeza, de confianza y de empoderamiento.
Narradora: En 2009, en la elección de las Cortes de Guatemala, el Congreso eligió a Claudia Escobar como magistrada suplente de la Corte de Apelaciones.
En 2013, un año antes de la siguiente elección, se creó la sala quinta de la Corte de Apelaciones del Ramo Civil y Mercantil. Y Claudia fue designada como vocal primera.
Sería en ese puesto, donde un año después tendría que tomar una de las decisiones más difíciles de su carrera.
[Pausa del medio Radio Ocote]
Narradora: Era el 27 de septiembre de 2014 y faltaban dos días para las elecciones de magistrados de la Corte Suprema de Justicia y de Sala de Apelaciones. Claudia, que entonces era magistrada, se había postulado para su reelección.
En Guatemala, el Congreso elige a los magistrados, después de revisar una nómina propuesta por una comisión integrada por rectores, decanos y abogados.
Durante los meses en los que trabajó en esta comisión, Claudia observó que las elecciones estaban viciadas. Sabía que comisionados y diputados se habían alineado para favorecer a ciertos jueces y perjudicar a otros.
Claudia: Yo había tenido una reunión con el Procurador de los Derechos Humanos exponiéndole las graves situaciones en la que se estaban dando durante las elecciones y pidiéndole a él y a su equipo que presentaran un amparo para tratar de que la elección se suspendiera.
Narración: Ese 27 de septiembre, un sábado, un mensaje llegó al teléfono de Claudia. Lo firmaba Vernon García, un abogado que había sido su compañero en la universidad.
García le pedía que se reuniera con él para hablar sobre algo relacionado con la elección de Cortes. No le especificó qué.
Claudia dudó, pero le citó al día siguiente en la oficina de su esposo Eugenio. García no llegó solo. Entró acompañado de Gudy Rivera, diputado del Partido Patriota, el partido oficial. Fue entonces cuando ella confirmó que algo no estaba bien. Así que decidió grabar la conversación.
El abogado y el diputado le hicieron una oferta.
Tres días antes, el Tribunal Supremo Electoral había suspendido provisionalmente al Partido Patriota por haber hecho campaña anticipada para las elecciones de 2015, que empezaban un año después. También había impedido que Roxana Baldetti, la entonces vicepresidenta, fuera la secretaria del partido.
El Partido Patriota había presentado un amparo, que estaba en manos de la sala de apelaciones en la que Claudia Escobar era magistrada. Necesitaban su voto para revertir la decisión del TSE.
A cambio, Rivera le aseguró su reelección como magistrada. Estaban, claramente, sobornándola.
Este es un extracto de la conversación que Claudia grabó aquel día.
Fragmento conversación Gudy Rivera:
Abogado Vernon : El rancho está que arde.
Gudy: Lo que pasa es que alguien va a otorgarnos el amparo, alguien aparte de usted. Pero nosotros queremos ya, no queremos esperar tanto tiempo. Mire Claudita, esto no es curriculum, no es universidad, usted sabe cómo funciona eso.
Claudia: Sí claro, me imagino.
Gudy: ¿Y sabe por qué están en grupos?
Claudia: Sí para apoyarse
Gudy: Y es la única forma de poder llegar
Narradora: Esa noche, cuando salió de la oficina, Claudia tenía miedo, pero también una certeza: no iba a aceptar la oferta.
Claudia: Temor, realmente mucho temor porque recuerdo que este personaje, Gudy Rivera, era la mano derecha del partido político del Patriota. Y para todos era conocido que era un partido político, pues muy corrupto.Y que ellos pues, eran capaces de hacer cualquier cosa.
Narradora: El día siguiente, la sala de apelaciones le otorgó el amparo al Partido Patriota. Ella emitió un voto razonado en contra.
El 30 de septiembre de 2014, Claudia Escobar fue reelegida como magistrada. Nunca antes un triunfo le había sabido tan amargo. Tenía la intuición de que la habían elegido para evitar que ella contara algo sobre el soborno.
De nuevo, una certeza: no podía aceptar el cargo. Debía renunciar y denunciar lo que había pasado. Claudia y Eugenio sentaron a sus hijos alrededor de la mesa del comedor.
María:“Si esto sale, si tu mamá sale hablando y hace esta denuncia, en el peor caso posible nos tenemos que ir del país porque no nos vamos a poder quedar acá, porque nos estamos echando encima a todos los magistrados de la Corte Suprema y todos los magistrados de las Cortes de Apelaciones de la Nación, aparte a la vicepresidenta del país y a uno de los expresidentes del Congreso, ¿verdad?”.
Narradora: Claudia renunció a su puesto de magistrada dos semanas más tarde. Después, fue a las oficinas de la Comisión Internacional Contra la Impunidad de Guatemala, la CICIG.
La CICIG era un órgano internacional creado en 2006 a través de un acuerdo entre la Organización de Naciones Unidas y el gobierno de Guatemala. Apoyaba al Ministerio Público en la investigación de delitos relacionados con corrupción y crimen organizado.
Claudia entregó el audio de la reunión con Rivera y García en la CICIG.
Después, en una conferencia de prensa en un salón del hotel Barceló de la zona 9 de la ciudad, informó sobre su decisión.
Conferencia Claudia: No fueron amenazas directamente pero es evidente de que si nosotros vamos a estar en un listado el día después, teníamos una presión de resolver a favor de una determinada manera.
Narradora: Después de esa conferencia, Claudia comenzó a recibir mensajes anónimos con amenazas de muerte. Sentía que la perseguían a ella y a su familia. Sus hijos no podían salir solos. Cuando hablaban en casa tenían que esconder los celulares, por si estaban intervenidos.
La idea de salir de Guatemala fue tomando fuerza.
Claudia: Fue muy, muy emotivo. Mis hermanas… Pues no querían que me fuera, mis papás tampoco. Además era un momento que yo no sabía cuál era mi futuro profesional, o sea, de muchísima incertidumbre .
Narradora: También le preocupaba dejar a sus padres. Su papá había enfermado de cáncer unos años antes, y aunque los doctores le habían prolongado la expectativa de vida, sabían que no le quedaba mucho tiempo más. Su madre por momentos comenzaba a perder la lucidez. Pero tampoco quería ponerlos en riesgo.
Claudia: Te vas porque estás convencida de que tu vida corre peligro y que estás poniendo a la gente que quieres también en un estado de vulnerabilidad.
Narradora: Cuatro meses después de esa conferencia, en enero de 2015, ella, Eugenio y sus hijos empacaron su vida en unas cuantas maletas. Patricia Gámez no olvida esas últimas semanas.
Patricia Gámez: Hizo un como garage sale en su casa y vendió todo, yo no quise ir.
Narradora: Claudia dejó de ver a sus papás todos los días. Sus hijos más pequeños dejaron el colegio y a sus amigos. María y uno de sus hermanos salieron de la universidad. Abandonaron también esa esperanza de poder vivir y trabajar en Guatemala.
Claudia: Es como un tsunami, o sea, de repente, estás parada y todo cambió. Estás en un país extranjero donde tú no has decidido estar. Ya no estás con tu familia. Entonces para mí tener que dejar el país era un costo muy alto y un costo que fue difícil no solo para nosotros que nos fuimos, sino que también para los que se quedaron
Narradora Un año después, ya en Estados Unidos, desde un pequeño apartamento en Luisiana, vieron con esperanza cómo la CICIG y el Ministerio Público desmantelaban la red de corrupción del Gobierno que involucraba al Presidente Otto Pérez Molina y a la vicepresidenta Roxanna Baldetti.
También desde la distancia, cuatro años más tarde, fueron testigos de cómo Jimmy Morales, el nuevo presidente, expulsaba a la CICIG. De cómo los grupos de poder volvían a tomar fuerza.
Con casi 50 años, Claudia tuvo que empezar de cero en Estados Unidos.Trató de reinventarse.
María: Mi mamá siempre está buscando en qué proyecto involucrarse en temas de justicia. O sea, ella siempre su centro es y sigue siendo, los sistemas de justicia. Y por más que uno esté fuera, hasta más se arraiga esto de tener que trabajar por Guatemala, trabajar por donde uno tiene el ombligo enterrado.
Narradora: Claudia recibió una beca en el Radcliffe Institute for Advance Study de la Universidad de Harvard. Ahí, hizouna investigación sobre cómo la corrupción está ligada a la falta de independencia judicial en Guatemala. También fue becaria de otros programas relacionados con temas de corrupción, democracia y acceso a la justicia en la Universidad Georgetown y en la fundación National Endowment for Democracy.
En 2017, el Congreso de los Estados Unidos le dio el premio “Democracy Award”. Un año después, Claudia, que siempre había querido regresar, se postuló para Fiscal General del Ministerio Público en Guatemala.
A pesar de su intachable carrera, no consiguió la calificación necesaria para integrar la nómina de seleccionados y quedó fuera del proceso. El puesto lo ocupó Consuelo Porras, quien ha sido señalada de obstaculizar la justicia para favorecer intereses de personas ligadas a la corrupción.
Desde Washington DC Claudia trabaja ahora como consultora independiente para una comisión anticorrupción de Ecuador, para el Centro contra el terrorismo y el crimen organizado de la Universidad de Georgia y para el Schar School of Policy and Government. Este año, la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, la invitó a la Casa Blanca para hablar sobre los desafíos de la justicia y de la lucha contra la impunidad en Centroamérica.
Narradora: Lo que más le cuesta es estar lejos de su familia. Su padre murió cuando ella estaba fuera. Su madre vive ahora en un centro para ancianos. Es un peso que ha cargado todos estos años.
Claudia: No he puesto en duda que era algo que tenía que hacer porque creo que es lo que me permite dormir tranquila. En todo caso, me arrepiento de haber contestado el mensaje. Hubiese querido no estar en esa situación. No verme en el momento en que estoy en esa situación. Creo que no tenía otra alternativa.
Narradora: Para ella no había otra forma de hacer las cosas. Es el precio de hacer lo correcto.
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Créditos
El guion y las entrevistas de este episodio las hice yo, Melisa Rabanales. La edición es de Carmen Quintela. La producción y el montaje sonoro de Isaac Hernández con el apoyo de Jose Manuel Lemus. El diseño gráfico y la portada de Maritza Ponciano.
Jenny Marroquín es la gestora de comunidad de este especial y Magui Medina la coordinadora institucional. La voz institucional de Radio Ocote Podcast es de Lucía Reinoso Flores. Julio Serrano Echeverría es el coordinador creativo. Alejandra Gutiérrez Valdizán es la directora general y editorial de Ocote.