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Pan para el circo
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Un circo es un pequeño universo de historias, talento y maquinaria. Uno de los circos emblemáticos del país está armado y sin público en el Campo Marte. De estos días de cuarentena y butacas vacías habla esta pequeña crónica.


 

Recién terminaron su segundo día de función callejera. Los artistas del circo, se aguantaron la vergüenza, dejaron la carpa y salieron a hacer sus acrobacias a la calle: necesitan comer. Muchos de los más de 40 trabajadores del circo Rey Gitano “La Carpa Musical”, han vivido siempre entre camiones, casas rodantes y carpas. El circo es un estilo de vida, pero ahora con la pandemia de la COVID-19 el nomadismo se detuvo. Desde el 15 de marzo no hay función. El circo también pasa hambre.

Yim López es “Chichí” el payaso y también uno de los encargados del circo. Nació y vive en este mundo rodante. Chichí tiene claro el calendario:  El viernes 13 de marzo debió haber sido su primera función de esta temporada en la ciudad de Guatemala. Viernes 13. El espacio destinado a las risas y la diversión no escapó de las penas. El sábado llegaron cinco personas y el domingo también. El domingo, el gobierno ordenó el cese de todos los espectáculos públicos. “Vinimos acá gastados y jodidos, nueve semanas sin funciones y el circo vive de las taquillas”, un circo es un show itinerante con una inmensa infraestructura para movilizarse, personas, máquinas, dinero. El modelo del negocio es simple, pero muy arriesgado, gastan todo en la movilización y la instalación, y luego se recuperan con los ingresos de taquilla. Los terrenos del Campo Marte, en la zona 10 capitalina, eran una buena promesa en un negocio que desde hace años va en declive.

Resistieron así, con la carpa extendida y la taquilla cerrada. En abril, los administradores del terreno les ordenaron retirarse, pues se vencía el contrato. Ellos se negaron, “no me puedo ir, en ningún lado me dejan entrar, donde llegue y lleve el equipo del circo nos pueden hacer linchados, ningún pueblo está dejando entrar gente, menos desconocidos”. No tienen a dónde más ir.

El show debe alimentar 1

“Pero ya ayer decidimos salir a las calles a pedir apoyo del público, estamos vendiendo bolsas de mango y manzanas con miel allá afuera para apoyarnos”. Vladimir Velásquez, conocido artísticamente como “Poporopo” añade “es un medio show que nosotros presentamos en la calle y entonces la gente nos apoya, nos da víveres, y también dinero, gracias a esa gente estamos sobreviviendo en estos días”. “Ayer nos dio mucha vergüenza”, dice Chichí. “Hoy ya no tanto”, agrega Poropopo; “pero mañanaaa, ¡con todo!”.

Pensar en un circo como en un pueblo, mantener la infraestructura “cuidamos mejor el equipo cuando está armado” explica López, y sí, mantener armado todo como si estuvieran trabajando. Con el circo van adultos mayores, niños pequeños, mujeres embarazadas, explica López, el director, con preocupación, pero su personaje Chichí lo interrumpe “osea (lo de los embarazos y los niños)  no es culpa del público… eso fue por otra cosa, esa fue otra situación”, dice cambiando levemente el tono de voz y lanzando una carcajada en la que terminamos contagiados como silente público de a dos en una carpa con butacas vacías.

Pan para el circo

“Ya no le echemos la culpa al Presidente” sentencia el cierre del micro acto. Pero como en el trapecio, la clave es encadenar los movimientos, o, para el caso, los chistes “aunque ahorita bien se la echamos, porque ahora van a salir más -embarazos- con esta cuarentena”, y reímos todos, y es verdad que las carpas no tienen eco, se le escapan las risas y se le filtra la luz.

Filtrar la luz  sería una imagen potente, sino fuera porque esas filtraciones son resultado, en su mayoría por quemaduras de la ceniza ardiente del volcán de Fuego, que la trágica erupción de 2017 les tomó cerca y con la carpa extendida. Ahora parecen constelaciones las marcas de la fuerza de la tierra en pleno mediodía. Planeaban que su temporada en el Campo Marte les permitiría comprar carpa nueva. Pero no.

“Del gobierno no hemos recibido nada, yo me doy cuenta que el Presidente habla de todo menos de los circos, habla de ferias, cantantes, teatro, payasos callejeros, gente del mercado, habla de doña Chonita, que no sé qué tanto doña Chonita porque a cada rato la mentaba”, dice López que mantiene un permanente dueto con su personaje Chichí.

Pan para el circo

Por la noche, esas noches silenciosas que ha traído el toque de queda, los artistas se reúnen en la pista para entrenar, para dar un espectáculo  sin público. Mientras Chichí y Poporopo narran su nueva rutina, se enciende el motor de un camión y hablan del mantenimiento de las máquinas; rechinan las estructuras de un graderío, es un musculoso trapecista ejercitando los brazos mientras se balancea. Conversaciones y risas alrededor, es la hora del almuerzo. Muy al inicio de la conversación atestiguamos como un pick up del Ejército cargado de soldados, les deja una caja con alimentos. “Tómenle una foto, para más el ejército…” dice uno de ellos, que quiere que quede registro del apoyo de sus vecinos de la Guardia de Honor. Les trajeron comida preparada en bandejas de duroport. Chichí  cuenta que el Ministro de la Defensa pasó saludándoles hoy y se ríe como si llorara, agarrándose la gorra, explica que de los nervios solo lo saludaron y no le pidieron ayuda. Al menos los pasaron saludando, dice, le parece importante que un ministro reconozca que ellos están ahí, que también existen.

Afuera de la carpa, el parqueo es un predio vacío desde donde se ven los graderíos del Estadio del Ejército también vacíos. Unos pinos gigantes se mantienen en pie entre el predio y el estadio, esos pinos han visto ahí innumerables circos y ferias. Y seguro lo seguirán haciendo pero, por ahora, frente a ellos, un equipo de artistas circenses profesionales vende mangos y manzanas con miel entre los autos, mientras levantan un pequeño show que atrae la solidaridad y, ojalá, también las risas.

Pan para el circo

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