Este relato inicia en 2015, cuando los periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz publican el libro Mitad monjes, mitad soldados. En el texto, Salinas y Ugaz exponen testimonios sobre los …
Este relato inicia en 2015, cuando los periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz publican el libro Mitad monjes, mitad soldados. En el texto, Salinas y Ugaz exponen testimonios sobre los abusos sexuales, físicos y psicológicos en el Sodalicio de Vida Cristiana, un grupo religioso católico en Perú.
El Sodalicio de Vida Cristiana es una sociedad de vida apostólica laical, aprobada por el Papa Juan Pablo II en 1997. Está integrada por católicos, laicos y clérigos, llamados sodálites.
Sus integrantes tienen promesas de obediencia y celibato. Su supuesto propósito: la evangelización y obras sociales. En Perú llegó a ser considerada una de las organizaciones religiosas más influyentes y poderosas, con amigos en la política, en el empresariado, con conexiones en los poderes fácticos del Perú y los medios de comunicación. «Una organización sectaria con un ropaje religioso. Funciona como una mafia reclutando a jóvenes», la describió Pedro Salinas en un reportaje de RTVE.
Tras la publicación del libro Mitad monjes, mitad soldados se generó un remezón en la iglesia católica peruana. El terremoto provocado por la investigación publicada se movió a muchos niveles. La cúpula de la Iglesia Católica —al menos de cara al público— siguió en silencio. No se pronunció.
El Sodalicio era una organización católica en la que varios de sus miembros, hijos de empresarios de clase media en Perú, habían sido abusados por parte de sacerdotes y laicos. En agosto de 2024, se conocería que el Vaticano expulsó a Luis Fernando Figari, fundador de Sodalicio en Perú, acusado de pederastia y abusos.
Tres años después de la publicación del libro de los periodistas, en 2018, el papa Francisco llegó a Perú. Lo recibió el obispo José Antonio Eguren que tenía a su cargo el Sodalicio en el norte del país.
Paola Ugaz y Pedro Salinas cuestionaron el encuentro. Sabían que en Piura, donde estaba el obispo Eguren, el Sodalicio les había quitado tierras a los campesinos para poner agroexportadoras y una inmobiliaria. Ambos periodistas criticaron la decisión del papa Francisco de reunirse con el obispo.
El obispo ligado al Sodalicio denunció a Ugaz y a Salinas por difamación, lo que la periodista llama «la crónica de una condena anunciada». Salinas fue condenado a un año de prisión en abril de 2019. Pero antes de que hubiera una sentencia en contra de Ugaz, pasó algo.
La periodista recibió una llamada. El nuncio Nicola Girasoli le dijo que había tres obispos que la apoyaban, a ella y a su compañero. Sus nombres: Carlos Castillo, Pedro Barreto y Robert Prevost. Los tres obispos hicieron un comunicado de solidaridad y se enfrentaron a José Eguren, el obispo del Sodalicio.

Los obispos también le contaron al papa Francisco lo sucedido y, según el relato de Ugaz, él reprendió a Eguren. Después de esto, el obispo del Sodalicio desistió del juicio. Se anuló la condena contra Salinas y se cerró el juicio contra Ugaz.
Aun así, a pesar de la intervención del papa, el acoso judicial, la criminalización y persecución en contra de los periodistas que evidenciaron los abusos del Sodalicio de Vida Cristiana siguieron. Ugaz acumula demandas del Sodalicio.
Los señalamientos han llegado hasta a acusarla de ser la jefa de una red de lavado de activos. «Así de surreal», dice Ugaz.
En noviembre de 2022 la periodista y el papa Francisco se reunieron. Ella le pidió que hiciera una verificación, una misión de investigadores para indagar en lo que habían descubierto del Sodalicio. La misión que envió el papa, encontró lo que Ugaz y Salinas habían comprobado y más.
En 2024 el papa Francisco destituyó al obispo Eguren, que había estado en el poder por 18 años. Ugaz asegura que la orden fue de Francisco, pero por razones de organigrama, la firmó Robert Prevost, que en ese entonces era prefecto del Dicasterio para los Obispos. Días antes de morir el papa Francisco, el pontífice disolvió el Sodalicio de Vida Cristiana.
Ugaz recuerda que meses después de la expulsión del obispo Eguren, iniciaron una serie de señalamientos en contra de Prevost. Lo acusaron de encubrir abusos sexuales de dos sacerdotes en Perú. Las denuncias aumentaron en mayo, cuando fue nombrado papa..
Ugaz está convencida que la historia del Sodalicio aún no ha terminado. En esta entrevista explica por qué.
¿Qué significa para el periodismo de investigación, pero también para la sociedad que una denuncia periodística provocara que el papa Francisco disolviera el Sodalicio de Vida Cristiana?
Para mí, como periodista de investigación, es un gran homenaje al trabajo que hemos hecho junto a mi colega Pedro Salinas y un gran homenaje también para las víctimas que se atrevieron a hablar con nosotros en momentos tan difíciles para ellos.
No era fácil para un hombre de clase media, media alta, hablar y contar si ha sido abusado. Para ningún hombre en general es fácil contar esas historias, es un premio a ellos y su valentía.
A causa de la investigación, el libro que publicó y todo lo expuesto, hubo una represalia de persecución en su contra, ¿valió la pena?
Sí, valió la pena. No me considero una periodista temeraria, si hay un abismo o hay que trepar, hacer cosas peligrosas, mis colegas saben que no voy a estar metida. Pero el reto que implicaba esta historia era responder a la confianza de muchísimas víctimas que nos contaron sus historias. Muchísimas víctimas que estuvieron detrás de nosotros.
Me ayudó mucho mi mentor Gustavo Gorriti. Siempre dice: «Que el miedo no sea tu editor». Me ayudaron mucho los trabajos que había hecho en derechos humanos, saber cómo lidiar con personas que han sufrido mucho. Tener la sensibilidad, esa escucha y esa confianza, es a la que no podía defraudar.
Teníamos que estar firmes porque nos acompañaba la verdad y había que defenderla.
En junio, mi colega Pedro Salinas tiene una audiencia donde piden 11 años de cárcel contra él. Yo tengo tres procesos abiertos en base a mentiras en la fiscalía.
¿Por qué seguir en Perú?
No he hecho nada malo. Entonces, si por eso voy a ir a la cárcel… Sí, es terrible. Es un futuro horroroso, una cárcel peruana es un lugar terrible. Pero por eso es que hemos ido a Roma tantas veces, a pedir que escuchen nuestra voz, que nos ayuden porque el Sodalicio tuvo un permiso del Vaticano.
Actualmente, con el papa León XIV, ¿qué expectativas tiene respecto a futuras acciones de la Iglesia frente a casos similares?
Primero tiene que hacerse público, transparentar el acuerdo, el decreto donde se suprime el Sodalicio y se señala que es una secta. Se señala que ha cometido malas prácticas económicas, se señala todo lo que nosotros hemos dicho.
Necesitamos ese decreto para conocer qué implica que ahora sí se repare a las víctimas.
El caso Sodalicio no ha terminado todavía y tiene que terminar bien. Sería buenísimo que las víctimas del Sodalicio se reúnan con el papa León XIV en un futuro próximo. Se tiene que cerrar bien para que historias muy parecidas a esta organización que usan el logo de la Iglesia Católica para abusar de sus miembros, no vuelvan a pasar. Para el caso Sodalicio todavía falta ese cierre y ese cierre que todavía estamos esperando.

¿Qué deudas tiene pendiente la iglesia, el Estado y la sociedad con las víctimas del Sodalicio?
Falta un camino más amplio de las iglesias locales, la iglesia peruana no ha hecho absolutamente nada para acompañar a las víctimas de este caso y de otros.
El Estado peruano no ha hecho absolutamente nada para atender estas historias. Procesos psicológicos, en temas de salud, algún tipo de seguro educativo para los hijos.
El Estado peruano ha sido hasta cómplice del Sodalicio. Ha conocido lo que ha pasado y ha estado de costado. Hay una gran deuda de los Estados para acompañar a las víctimas y a los periodistas que revelamos estas historias.
La sociedad lo que hace es reaccionar como si fueran atacados. Los que forman parte del Sodalicio, que no son religiosos, sino laicos que acompañan a esta historia, lo que han hecho es insultar a las víctimas, insultar a los familiares. No acompañar, no escuchar, su actitud ha sido infantil y con nada de empatía a la víctima.
Una reacción de la sociedad en la cual no se han pedido cambios, en Irlanda o en Estados Unidos cuando se han revelado casos de este tipo, se han dado leyes para que los niños nunca más estén a solas con religiosos. Este libro salió en 2015 y no ha cambiado absolutamente nada.
¿Qué cambios considera necesarios para que la sociedad se movilice en defensa de las víctimas?
Educación. Los niños tienen que saber cuidar su cuerpo. Y normas para que no estén a solas.
En mi país, la fiscalía tiene un lugar que se llama el Instituto de Medicina Legal, donde vas a denunciar violaciones y abusos. Es el infierno en la tierra. Te revictimizan, te maltratan, te insultan. Entonces ya mejor nadie va a hacer esas denuncias. Muchas víctimas de casos sodalicios, hombres mayores, hombres que ya están con las vidas armadas, han ido ahí y han acabado llorando.
El sistema está hecho para favorecer al victimario y no para acompañar a la víctima.
Hay dos papas solidarios que se han portado bien con las revelaciones de los periodistas, pero no ha cambiado absolutamente nada.
Los abusos dentro del Sodalicio ocurrieron durante décadas, ¿qué cree que debe cambiar en la iglesia para que casos como este no encuentren cobijo en la impunidad?
Lo que tiene que haber son lugares de escucha, lugares en donde hacer las denuncias.
Son como muy corporativos,, como las denuncias contra los médicos, las denuncias contra la gente gremial que se protege. Lo que tiene que cambiar es la cultura de la organización, la prevención. Suena muy cliché, pero tienen que saber que si pasa esto tienen que denunciarlo y que se sepa.
Desde que el papa León XIV fue electo, empezó a circular información de que encubrió abusos sexuales, ¿qué hay de cierto en eso?
La información del encubrimiento en el caso Chiclayo la conocimos directamente porque yo quería saber si había una base. Cuando nos reunimos con el padre Robert Prevost en esa ocasión le dije: «Déjeme mirar, quiero saber si esto es verdad o no. Para saber de qué estamos hablando y de qué cocina viene, que es la misma cocina donde preparan mentiras contra nosotros».
Hice el fact-checking de esta historia. Son dos casos en el 2005 y uno en el 2009, son tres hermanas que han denunciado abusos, tocamientos de dos sacerdotes en Chiclayo.
Ellas lo denuncian en el primer trimestre del 2022 ante Robert Prevost. Le dicen que dos de las tres hermanas van a denunciar a la fiscalía al padre que está bien, que se llama Eleuterio. Robert Prevost le dice que perfecto.
Él (Prevost) le pone una restricción que tiene que ver con no confesar, no manejar una iglesia, pero sí podía celebrar misas.
Y luego hace algo que normalmente no se hace en América Latina con los casos de abuso. Envió la denuncia de las hermanas al Dicasterio de la Fe en Roma. Lo manda en julio del 2022 para que investiguen, para que haya un registro de la denuncia que él había recibido. Si realmente hubiera ánimo de encubrir, no lo mandas ahí.
Cuando entra al caso un abogado que se llama Ricardo Coronado, canonista, exsacerdote vinculado al Sodalicio que toma la defensa de las tres hermanas, aparecen estos medios de comunicación vinculados al ecosistema que nosotros conocíamos para decir que él (papa León XIV) es un encubridor.
¿Cómo explica la conexión del caso de los abusos de poder del Sodalicio con la desinformación y los señalamientos que han surgido en contra del papa León XIV?
El abogado está vinculado al Sodalicio, ha aparecido en fotos. Pero a su vez los medios: es el mismo ecosistema de la desinformación donde se mueven todas las historias contra nosotros. Entonces era fácil encontrar la relación.
El Sodalicio se juega mucho, el tema del dinero, no solo en Perú. Tiene propiedades en Colombia, ten Ecuador, una iglesia en Denver, Estados Unidos y tiene dos offshores. No se juega pocas cosas.
Entrevista: María José Longo Bautista
Edición: Carmen Quintela
Diseño: Oscar Donado
Fotografía de portada: Vatican News
