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Explora aquí la serie de «La promesa» completa
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Patricia Orantes: El zarapito patiamarillo destaca por lo que su nombre ya adelanta: unas largas patas de un amarillo deslumbrante. Son una especie chica. Apenas llegan a medir 27 centímetros de largo.
Su cuello y pico largo le sirven para atrapar peces pequeños, caracoles, arañas, crustáceos, gusanos y semillas. Se desplaza con paso elegante y delicado en aguas poco profundas, humedales, marismas y pantanos.
Durante el otoño del norte, migran desde Canadá, Alaska y algunas costas de Estados Unidos, hacia las playas de México y Centroamérica.
Al zarapito patiamarillo se le suele ver en las costas de Guatemala. Ronda las salineras donde se procesa la sal que luego se venderá en bolsas y costales. Estas salineras no eran parte del habitat del zarapito patiamarillo, pero ha sabido adaptarse bien.
Ha aprendido de su viaje y de sus múltiples visitas a las costas guatemaltecas. Ahora, cuando llega, sabe bien dónde conseguir el alimento que le servirá para regresar.
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Cuando las personas que migraron al norte deciden volver a Guatemala o son deportadas forzosamente, no siempre se encuentran con un recibimiento cálido.
A veces el regreso es una breve parada para tomar fuerzas, para juntar algo de dinero y hacer un segundo, tercer, cuarto intento para huir de la pobreza, de la violencia, de la inseguridad de un país que no los logra proteger.
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Nelly Marroquín: Mi nombre es Nelly Marroquín y tengo 53 años. Me dedico a trabajar en Asociación de Retornado Guatemaltecos y aparte de eso, tengo mi emprendimiento.
En el 17, específicamente, trabajé cuatro años en Hospital de La Paz. Luego pues mi hija se empezó a agarrar una carrera, por cierto fue una carrera carísima, yo le quería dar el gusto que ella sacara esa carrera porque le gustaba que era lo que es la carrera de Turismo.
Entonces en ese tiempo un tío, un familiar, estaba que se iba a ir a Estados Unidos. No estaba en mis planes, pero vine y él me inquietó: «Mira, Nelly, esto y lo otro, no lo vamos a hacer con coyote. Yo ya pasé una vez, pues vamos a ver de qué forma, pues pasamos». Me inquietó. Yo quería sacar adelante a mi familia. Platicamos en familia, que yo me iba a ir, específicamente unos dos años, nada más. No, no era mi intención quedarme más tiempo, si llegaba. Fueron planes y eso nos pusimos de acuerdo en todo y pues tomé la decisión de migrar.
El trayecto del camino, pues sí, fue difícil. Sí fue difícil porque pasamos un tramo muy, muy arriesgado en todo sentido. Pero nos fuimos por vías como un poco no que no transitara todo mundo. Entonces, pues llegamos bien, todo lo que es el trayecto de la ida, pues llegamos bien, encima de dificultades, pero sí llegamos.
Yo acá trabajé en cocina, me especifiqué en cocina, y allá pues un familiar trabajaba en un restaurante que se llamaba «Púchicas». Ese restaurante es chapín. Entonces para mí no fue nada difícil trabajar en ese restaurante. Todo fue muy bonito. Buen trato y todo, pero mi idea no era quedarme mucho tiempo. Tenía siempre temores, temores porque no, no no tenía mi permiso de trabajo, entonces para mí andar como escondiéndome no era cómodo. No era cómodo, porque allá lo andan buscando a uno como que es un delincuente ¿verdad?
El que está trabajando entonces para uno de migrante es bastante difícil porque extraña mucho, extraña mucho su país, extraña mucho su familia. Mi hijo estaba pequeño, mis papás ya son de la tercera edad y también esa fue una de las razones más poderosas que me instó también a migrar porque quería apoyarlos, quería ayudarlos.
Empecé a sentirme mal. Físicamente los brazos se me empezaron a dormir. Ya me había afectado el sistema circulatorio, entonces se me dormían los brazos. Entonces prácticamente yo iba con esas dificultades y a trabajar lo mismo allá se me fue complicando el problema de adormecimiento, pero no era solo adormecimiento, era dolor. Entonces yo sentí muy fuerte el dolor en mis articulaciones. Y aparte de eso, pues tengo que hacerle frente a este trabajo porque es lo único que tengo ahorita, no puedo salir a conseguir otro por mis mismos temores. Ya logré lo que quería: por lo menos graduar a mi hija, ayudar a mis papás, ayudar en la economía de mi hogar… Tal vez no cumplí mis metas al 100, pero digamos un 50%.
En eso se cumplió el tiempo. Me decían que no me viniera, que siguiera trabajando, pero esos temores, a mí, no me dejaban. Estar trabajando ilegal y andarme escondiendo no era cómodo entonces para mí no era cómodo estar allá. Decidí venirme por mi voluntad.
Entonces fuimos a un consulado y ellos me ayudaron para poderme… yo retornar legalmente y tomar esa decisión. Me comuniqué con mis familiares. Y hay una gran diferencia, le sé decir, porque cuando uno viene deportado los familiares a veces ni lo esperan a uno porque no saben, no saben que lo han deportado a uno. Cuando uno menos piensa, pues en el trabajo lo llegan a traer. Entonces era lo que yo evitaba. Por eso me quedaba ahí escondida y no salía y decía: «Esa vida no es para mí, no puedo». Por eso fue que tomé esa decisión y retorné voluntariamente.
El problema ya fue el retorno. Definitivamente, pues cuando venimos de Estados Unidos ya acá no nos ven bien, tristemente. Tristemente porque nos empiezan a discriminar, porque venimos de Estados Unidos y pues que si allá no salimos adelante, o saber por qué nos venimos. Nos empiezan como a atacar. Mi retorno fue en el 2019.
Pues fíjese que yo lo que había pensado es siempre en mi negocio, mi emprendimiento. Siempre pensé abrir un restaurante de pupusería. Me gusta mucho toda esa área. Entonces quise abrir un restaurante pero (por) el mismo temor a las extorsiones no lo hice.
Empecé siempre a ver de qué manera encontraba apoyo en organizaciones e instituciones y vi un anuncio en redes sociales de la Asociación de Retornados Guatemaltecos que si usted había vivido cierto tiempo en Estados Unidos y que si había tenido experiencia en el área de cocina o construcción pues que se podía uno certificar por medio de INTECAP entonces me comuniqué con ellos y me apoyaron.
Luego vino el proceso. Qué restaurante o qué hotel nos iban a apoyar a ver de qué forma pues nos contrataban, eso fue imposible. Ese fue otro contra que no hubo ninguna oportunidad laboral. Empezando por la edad. Tristemente aquí en Guatemala es la edad la que afecta y otra de las partes que afecta aquí en Guatemala es que necesitas un comprobante de tus estudios. En Estados Unidos vas y te contratan sin que des un comprobante, Guatemala no es así. Tienes que dar un un diploma un título tienes que que demostrar que has estudiado.
Entonces esa fue una de mis dificultades, de mis debilidades que no pude encontrar trabajo. Entonces yo siento que también se transformó en fortaleza porque donde vi que no encontraba trabajo. Yo no me podía quedar de brazos cruzados. Entonces dije: bueno algo tengo que hacer.
Avina me contrató para entrar dentro de la Fuerza Aérea para identificar personas que vinieran con el mismo conocimiento que yo venía de Estados Unidos.
Llevábamos nuestro formulario y a tomar y a tomar datos, verdad de acuerdo al perfil. Me dedicaba a buscar perfiles con las experiencias que hay antes, así como yo trabajé en Estados Unidos en cocina, así buscaba yo esos mismos perfiles. Entonces yo entraba a la Fuerza Aérea y entrevistaba, por ejemplo, ¿cuántos años estuvo en Estados Unidos? tantos años. ¿En qué trabajaba? ¿En cocina? Sí ¿cuánto tiempo? ¿Tiene experiencia en esto? Entonces yo ya calificaba o por ejemplo, uno que trabaja Tabla yeso en Estados Unidos en construcción (la mayoría trabaja en tabla yeso), entonces la certificación acá es tabla yeso, también era otro de los perfiles.
Mi mayor experiencia dentro de la Fuerza Aérea es ver cómo vienen todas esas personas: cargadas, frustradas. Fueron experiencias, así bien bien fuertes porque familias que miraba yo completas que venían con sus hijos enfermos desnutridos, enfermos totalmente porque eran familias que fueron de paso, ¿verdad? No, no, alcanzaron a llegar a Estados Unidos entonces lo regresaron en el camino y pasaron cierto tiempo ahí.
Luego vino la pandemia, otro punto que nos bajó definitivamente, pues mi contrato terminó con Avina y por la misma situación de la pandemia ya no pudimos seguir los proyectos. Pero yo he tenido siempre la característica de no quedarme de brazos cruzados. Desde pequeña soy independiente y me gusta el negocio, crecí en una familia donde siempre hubo en la casa negocio. Mi mayoría de familias está en El Salvador, entonces viajo mucho. Me gustaba traer horchata, traía horchata a vender acá. La vendía, pero me costaba mucho. Bueno, se me terminaba y otra vez a ir, o sea qué sacrificio y de repente como se alumbró un foquito por ahí. Dije: «Bueno, yo podría hacer la horchata acá».
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En esa pandemia me contactó Ligia. Ligia era a la secretaria de ARG y me dijo: «Nelly fíjate que te queremos involucrar en un programa, a ver si aplicas para que un donante te pueda dar algo que necesites ahorita que que queres emprender, que querés hacer, va a ser capital semilla no va a ser dinero que te van a dar efectivo, sino ¿que necesitas para emprender algo?». Entonces en ese entonces yo dije: «Bueno ¿qué necesito?». Y rápido pensé en hacer horchata, acá. Necesito un molino.
Entonces Cristosal, que es un donante, me dio un molino y empecé a comprar ya los ingredientes acá, a hacer pruebas porque no es fácil. Yo no sabía que eso no me iba a salir de la noche a la mañana así como la traía de allá. Empecé a hacer pruebas. Bueno, la primera sí la vendí. Luego me iba saliendo mejor y mejor y empecé a sacarla mejor. Y a la fecha, gracias a Dios, ya son tres tres años para acá, ya tengo el negocio más establecido.
No tengo un local, la preparo en casa, siento que no es necesario por el momento porque simplemente en casa ahí la preparo, ya tengo clientela a nivel nacional porque distribuye a los departamentos y uso una aplicación para mensajería para mandar, verdad, para enviar…
Entonces, yo siento que ahorita ya me siento más estable. Y ya no pienso en migrar.
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Regresar no es fácil. Las personas que llegan de nuevo a sus países, voluntaria o forzosamente, se suelen encontrar con un panorama complejo.
Vuelven a un lugar que, antes de irse, no les había dado las oportunidades que necesitaban. Probablemente ahora, con el regreso, sigan sin tenerlas.
Buscar un trabajo digno, hacerse una nueva vida y empezar de cero es difícil y las políticas públicas en el norte de Centroamérica no son suficientes.
Algunas organizaciones se encargan de fortalecer la economía local y solidaria e impulsan la reintegración de migrantes al mercado laboral. Si conoces alguien que necesite apoyo para volver a empezar, puedes contactar a la Asociación Cooperativa de Ahorro y Crédito de Personas en Movilidad Humana de la región, en El Salvador. A Desarrollo Sostenible para Guatemala, en Guatemala. Y a la Red Convergencia Juvenil “Generación con Voz” en Honduras. Te dejamos los enlaces a sus páginas y sus datos de contacto en agenciaocote.com.
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“La promesa” es una serie sonora, parte de una investigación de Ocote para abordar en profundidad el tema de la migración que atraviesa Centroamérica. Realizamos este podcast con financiamiento de Fundación Avina y su proyecto «Voces Migrantes para el cambio», con el apoyo de la Cooperación Sueca.
La narración es de la actriz Patricia Orantes. Las entrevistas las realizamos María Olga Domínguez y María José Longo. La edición es de Carmen Quintela y el montaje y la producción sonora de Isaac Hernández, con apoyo de José Manuel Lemus.
Las fotografías son de Christian Gutiérrez y el diseño de este especial lo hizo Oscar Donado. Ixmucané Us es coordinadora de comunidad y audiencias y María del Carmen Hernandez es la gestora de comunidades de Ocote. Nicole Jacobs es coordinadora institucional. Julio Serrano Echeverría es el coordinador creativo. Alejandra Gutiérrez Valdizán es la directora general y editorial de Ocote.
Explora el especial completo en agenciaocote.com y ayúdanos a compartirlo en redes sociales.