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Científicos comunitarios siembran la semilla para preservar el agua

Cuatro grupos de jóvenes científicos comunitarios monitorean la calidad y cantidad de agua de ríos, quebradas, tanques y nacimientos en la cuenca alta de Santa Rosa y Jalapa desde 2018. Buscan que las comunidades del territorio donde antes funcionaba el proyecto minero El Escobal tomen decisiones informadas sobre su consumo.

El mediodía llega acompañado de una ola de calor a Casillas, Santa Rosa. El sol pega fuerte y su luz se refleja en el agua transparente de la laguna de …

El mediodía llega acompañado de una ola de calor a Casillas, Santa Rosa. El sol pega fuerte y su luz se refleja en el agua transparente de la laguna de Ayarza, de 14 kilómetros cuadrados de extensión. «Pero que se vea limpia, no quiere decir que realmente lo esté», dice Melissa Rodríguez, una joven de 18 años. 

Melissa pertenece, junto a su melliza Cecilia, a uno de los cuatro grupos de científicos comunitarios de Santa Rosa y Jalapa. Una vez al mes, se reúnen con otros seis jóvenes, todos entre 18 y 30 años, de las aldeas Bejucal y Volcancito. Se dedican a monitorear la calidad y cantidad de agua de unos 20 ríos, quebradas, tanques y pozos de su municipio. 

En cada uno de estos puntos, miden los niveles de pH, conductividad y turbiedad. También la presencia de arsénico y sólidos disueltos, así como la temperatura del agua. No siempre se miden todos estos parámetros, pues depende del tipo de cuenca de la que se trate y de los resultados que ha brindado en estudios previos. 

La laguna de Ayarza es el cuarto punto que monitorean hoy. Para iniciar, se colocan guantes de protección y, uno por uno, toman los implementos que utilizarán: goteros, galones con soluciones y pequeñas máquinas de medición. Se sientan entre las rocas de la orilla y en 15 minutos toman las muestras, con la facilidad que la experiencia les brinda. 

Esperan 10 minutos más. Por turnos, dictan los resultados a Melissa, quien los apunta en un cuaderno. Con cuidado, guardan las muestras y se suben a dos pickups. El primero, conducido por Juan Quinteros, uno de los jóvenes, y el segundo, por Juan Rodríguez, el papá de las mellizas y quien siempre acompaña al grupo. 

La laguna de Ayarza registró niveles de arsénico de 25 partes por millón (ppb, por sus siglas en inglés). Según la autoridad de salud de Oregon, «el estándar de agua potable segura (también denominado nivel máximo de contaminante) correspondiente al arsénico es de 10 ppb». La laguna está cerca de triplicar este nivel de contaminación.

En marzo de 2024, la laguna de Ayarza estaba en una situación más crítica. Reportó niveles de 100 ppb, según el registro de los científicos comunitarios. 

La laguna suele mantenerse en los 80 ppb, según Guadalupe García del Observatorio de Industrias Extractivas (OIE). El nivel puede cambiar según la temperatura y la temporada de lluvia

Las fuentes de agua ubicadas en terrenos volcánicos suelen registrar presencia de arsénico. Sin embargo, está también asociado con la actividad minera.  

Los monitoreos que el OIE ha realizado en otros territorios evidencian que «no hay niveles de arsénico en lugares que no están perturbados por la actividad humana, específicamente la minera», indica García. 

Según la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades (ATSDR), el arsénico puede entrar al ambiente cuando se funden minerales para extraer metales, como el cobre y el plomo. 

El consumo prolongado de esta sustancia a niveles altos puede provocar dolores de estómago, náuseas, vómitos y diarrea. También puede reducir la producción de glóbulos rojos y blancos y alteraciones de la función de los nervios, indica la ATSDR. 

Una iniciativa que surge de la preocupación por el ambiente 

En 2016, los Guardianes de la Naturaleza, un grupo de habitantes de Santa Rosa comprometidos con la preservación del medio ambiente, realizó un mapeo sobre la situación del agua en la región. Este estudio permitió identificar las principales cuencas de agua del municipio, con sus nombres reales. 

Los ríos que algunas personas conocían, por ejemplo, como «el aguacate», quedaron identificados en un mapa con los nombres reconocidos por el Estado, como Alzatate y Pino Zapatón

También evidenció un problema crítico: «El agua se estaba secando en algunas comunidades», explica Alex García, el joven xinka que coordina al grupo de científicos. Además, «algunas personas decían que estaba contaminada y otras, que no. Entonces decidimos investigarlo». Así empezó a plantearse la necesidad de monitorear la calidad del agua.

Tres  años más tarde, la sede en Santa Rosa de la Comisión Diocesana de Defensa de la Naturaleza (Codidena) publicó el estudio Desigualdad, Extractivismo y Desarrollo, junto al Centro de Estudios Conservacionistas (CECON) de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac). 

El estudio fue realizado como una respuesta a la necesidad y demanda de comunidades y organizaciones locales, como el Parlamento Xinka, de recuperar y analizar información con un respaldo académico, sobre los efectos del proyecto minero el Escobal. 

En el estudio, analizaron el impacto ambiental, social y económico de la mina en las comunidades cercanas. 

Un año antes, la resistencia xinka había planteado un recurso en la Corte de Constitucionalidad. El tribunal concluyó que el proyecto minero El Escobal, que operaba en los municipios de San Rafael las Flores y Casillas, en Santa Rosa, y San Carlos Alzatate en Jalapa, debía suspender operaciones. 

El fallo de la Corte resolvió que debía realizarse un proceso de consulta para analizar si el proyecto seguía o no.

La presencia de materiales pesados

Este estudio se evidenció la presencia de metales pesados en fuentes de agua de San Rafael Las Flores, así como en la sangre y orina de personas que la consumen. 

«Pudimos comprobar que esta agua no era segura para cocinar porque, al hervirla, los metales aumentan. Que si tú te bañas con ella, también los absorbes por la piel y puedes, por ejemplo, empezar a perder pelo o tener problemas en la piel. Si la tomas, te contaminas poco a poco. Los efectos no se verán ahora, sino después», explica Guadalupe García

El estudio de Codidena también resolvió que no se podía concluir que la contaminación hídrica fuera consecuencia de las actividades mineras. Aunque tampoco descartaron que fuera producto de ella. 

La investigación de las organizaciones se sumó a la inquietud que nació tras el mapeo de 2016: era importante que hubiera un grupo de personas dedicadas a hacer monitoreos constantes del agua de Santa Rosa y Jalapa.   

Fue así como surgieron los científicos comunitarios, en 2018

La iniciativa partió de Codidena, del OIE y de los Guardianes de la Naturaleza. Los jóvenes —la mayoría hijos de los integrantes de Guardianes de la Naturaleza— son capacitados por el OIE sobre los metales que se encuentran en el territorio y cómo medirlos

Según Codidena, en agosto de 2024, participaban 20 jóvenes. Todos voluntarios. Los resultados de los mapeos son analizados en un laboratorio en Cuilapa, en las instalaciones de Codidena. Los materiales que utilizan son financiados por esta organización.

Se dividen en cuatro grupos, según el municipio en el que viven: San Rafael Las Flores y Casillas, en Santa Rosa, y Mataquescuintla y San Carlos Alzatate, en Jalapa. 

Del grupo original, conformado por cuatro jóvenes, ya no queda nadie en Guatemala. Todos migraron rumbo a Estados Unidos. Según Juan Rodríguez, este es un desafío para la iniciativa: los jóvenes participan unos años y luego migran, obligándoles a buscar nuevos participantes. 

***

Monitorear el agua en Casillas es una tarea titánica. Los caminos empinados de terracería hacen que recorrer unos 20 kilómetros en pickup se convierta en una tarea de aproximadamente dos horas. Sería imposible hacerlo en un automóvil que no tuviera doble tracción.

Visitar todos los puntos de monitoreo les toma dos días. Para hacerlo, dejan sus tareas cotidianas en el campo. Todos son productores de café, aguacate y tomate. Su conexión con el agua los motiva a continuar. 

«No puedo ver al agua como algo material, sino como a mi madre, como algo que me da vida. Es muy especial para mí porque no solo puedo tomarla, sino nadar en ella, disfrutarla. El agua es vida y para nosotros, los xinka, significa bastante. Por eso debemos cuidarla y protegerla», explica Alex García. 

El grupo llega a su último punto de monitoreo, un río en Casillas, Santa Rosa, el Salitre, poco después de las cuatro de la tarde. Aquí, repiten el mismo proceso para tomar las muestras. Deciden no medir la presencia de arsénico porque, en el pasado, el río presentó niveles bajos de este metal. 

Melissa Rodríguez registra los resultados. Los niveles son normales, con excepción del pH, que se encuentra en 9.3, por encima de lo «normal»: 7. Significa que el agua está alcalina. 

Esto se debe a la falta de lluvia y a las aguas residuales de la producción de café que empresas que operan en el sector tiran al río, conocidas también como «aguas mieles», indica Rodríguez. 

Según Guadalupe García, del OIE, los desechos del café afectan de manera negativa al agua de los ríos y quebradas del territorio. «Le quitan el oxígeno al agua. Las plantas mueren y el río también porque ya no hay oxigenación por el proceso de descomposición de la materia», explica. 

El agua de la región también es contaminada por las aguas negras que los desagües descargan en los ríos. «Hay ríos que hemos descartado del monitoreo porque definitivamente están muy contaminados por los desagües y no es saludable, incluso, estar cerca del río», explica la investigadora. Uno de ellos es el río Morito, en Mataquescuintla.  

En junio, cuando Guatemala experimentó el fenómeno climático de El Niño, los científicos comunitarios no pudieron visitar el río El Salitre. Su corriente creció e hizo que fuera peligroso acercarse.

La tierra de los caminos se convirtió en un espeso lodo que dificultó que se movilizaran de un punto a otro. En una ocasión, las fuertes lluvias derribaron un árbol sobre el camino, justo enfrente de ellos. Todos se bajaron de los pickups y juntos, lo recogieron. 

Mientras toman las muestras del río, un par de vecinos pasan y los saludan. La iniciativa ha sido bien recibida por la comunidad, dicen. Los puntos de muestreo han aumentado porque los vecinos les solicitan que monitoreen nuevos. 

Uno de ellos es el nacimiento de este río, en el municipio de Casillas, a aproximadamente 62 kilómetros del centro de la ciudad capital. Según Melissa, el dueño del terreno donde se ubica, lo utiliza como criadero de peces. «Les recomendamos que no consumieran el agua todos los días porque podría ser riesgoso», cuenta. 

Información para tomar decisiones

Los resultados son registrados por los científicos en un cuaderno y en una tablet y enviados al OIE. Los investigadores les acompañan en el proceso de análisis. Una vez al año, los comparten con las comunidades, para que estas tomen decisiones informadas respecto a su consumo de agua. 

Para Melissa Rodríguez, este es el objetivo de la iniciativa. «Que la información que recopilamos llegue a las comunidades y si hay algún problema, que se puedan buscar soluciones. Creo que eso es lo más importante, la devolución de información a las demás personas», explica. 

Por ejemplo, para la primera etapa de la consulta comunitaria que ordenó la CC, se realizaron dos investigaciones para entender el impacto de la mina en lo espiritual y cultural y en el ambiente. En ellas, se utilizaron resultados de los monitoreos de los científicos comunitarios. 

Las 59 autoridades elegidas por la población xinka son las encargadas de llevar esta información a las comunidades, para que ellas puedan expresar sus preocupaciones y opiniones sobre la mina. 

Según Guadalupe García, en el pasado, han intentado presentar los resultados a las municipalidades y a los Consejos Municipales de Desarrollo (COMUDE), pero no los han recibido. Recuerda que en una ocasión, los expusieron ante el alcalde y el COMUDE de San Rafael las Flores, pero se excusaron diciendo que «recibieron un premio ambiental un año antes». 

«Esa parte es difícil, porque tenemos la información y todos los datos, pero no siempre son recibidos bien por las autoridades», señala García. 

Aunque desconocen la cantidad exacta de monitoreos que han hecho, ya que no llevan un registro, García afirma que los han realizado de manera mensual (o quincenal) desde 2018. Solo se detuvieron durante algunos meses en 2020, con la llegada de la pandemia de COVID-19. 

Ahora, el OIE capacita a los jóvenes para identificar la presencia de macroinvertebrados, pues son un bioindicador de la calidad del agua

Los puntos de muestreo cambian. Si en el lapso de un año el agua de cierta locación mantiene niveles normales, dejan de monitorearla y buscan nuevos lugares. 

Los monitoreos de los científicos comunitarios se complementan con otras acciones que los Guardianes de la Naturaleza realizan para conservar el ambiente, con donaciones y apoyo de organizaciones no gubernamentales. Una de ellas, es su vivero de plantas frutales y árboles, en el que producen limón y naranja. 

También han entregado palos de pinos a la gente de la comunidad, para contribuir a la reforestación en el territorio, según Juan Quinteros, quien, además de ser científico comunitario, es vocal de la junta directiva de Guardianes de la Naturaleza. 

La reforestación es clave para combatir la contaminación de los ríos, quebradas y la laguna de la región. En el OIE, «hemos visto que la deforestación está correlacionada con la exposición de metales», explica García. 

Los Guardianes de la Naturaleza también han gestionado proyectos de captación de agua, especialmente, para las escuelas. También han entregado filtros a las familias de Casillas y gestionado la construcción de un pozo de agua en la parte alta del municipio, cuyo tanque puede albergar hasta 250 toneladas de agua para las aldeas de Bejucal y Volcancito. 

Además, capacitan a los integrantes de la comunidad para la conservación del ambiente, según Quinteros. «Cuando alguien quiere botar un pequeño bosque, reunimos a la comunidad, les contamos y preguntamos si están de acuerdo o no. Les preguntamos cuánto sembrarán por cada palo que boten», indica. 

Los Guardianes de la Naturaleza iniciaron también su propia producción de café, un producto propio del territorio. La producción de Café Xinka es ecológica y autónoma. «Es una manera de demostrarle a las municipalidades que no necesitamos que talen los bosques, pero sí que las economías familiares se levanten», explica Alex García. 

El monitoreo por sí sólo, quizás no solucione la contaminación de los mantos de agua en Santa Rosa y Jutiapa, pero siembra la semilla para grandes acciones. Alex García señala que es un mecanismo que posibilitaría la construcción de leyes y políticas que eviten su contaminación. 

Para el OIE, la meta ya fue lograda. Los jóvenes tienen ahora un rol dentro de su comunidad, y son percibidos de manera distinta en ella. «La resistencia de los jóvenes ha aportado una cuestión distinta que puede cambiar el comportamiento de la empresa», señala Guadalupe García. 

La jornada de monitoreo de los científicos comunitarios termina a las seis de la tarde, 12 horas después de su inicio. Se suben a los pickups para regresar a sus casas. Melissa volverá a sus labores como estudiante de diversificado y a apoyar en el negocio del Café Xinka. 

En el año y medio que ha sido científica comunitaria, «el agua se volvió aún más importante para mí porque puedo darme cuenta de cuando tiene algún metal o contaminante. Esto me hace valorarla más», concluye. 

Kristhal Figueroa

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