En el hogar estatal de Quetzaltenango para niñas y adolescentes falta espacio y sobran necesidades. Las jóvenes, víctimas de violencia sexual, comparten el espacio con los hijos de varias de …
En el hogar estatal de Quetzaltenango para niñas y adolescentes falta espacio y sobran necesidades. Las jóvenes, víctimas de violencia sexual, comparten el espacio con los hijos de varias de ellas. Viven hacinadas. Cuando las camas no alcanzan duermen en el piso, sobre colchonetas. Necesitan más aulas para estudiar y el personal que las cuida no se da abasto.
Es martes 23 de abril de 2024. Una mañana soleada en el centro histórico de Quetzaltenango, a 200 kilómetros de la capital de Guatemala. Detrás de una pared color salmón, con un portón negro, está una de las residencias a cargo de la Secretaría de Bienestar Social (SBS) de la presidencia.
Es el hogar del Departamento de Protección a la Niñez y Adolescencia Víctima de Violencia Sexual con enfoque de género.
El espacio se abrió en mayo de 2009 para albergar a niños y niñas menores de 13 años y a niñas con retraso mental leve y moderado. Se llamó «Hogar Temporal Quetzaltenango».
En 2015 el perfil y el nombre del hogar cambiaron. La Secretaría de Bienestar Social creó el Departamento de Protección a la Niñez Víctima de Violencia Sexual con Enfoque de Género, y el hogar pasó a ser parte del mismo.
Se decidió que daría abrigo a sobrevivientes de abuso y violencia sexual y matrimonios y uniones forzadas. En Guatemala hay tres hogares de este tipo. Hay uno está en la ciudad capital, otro en Retalhuleu y otro más en Quetzaltenango.
El hogar recibe a niñas y adolescentes de los 22 departamentos del país. La mayoría son de Escuintla, Santa Rosa, Alta Verapaz y Zacapa.
Sentada en su oficina, mientras de fondo se escucha a niñas que corren y platican y a algún bebé que llora, María Emilia Ávila, jefa del Departamento de Protección de Niñez y Adolescencia Víctima de la SBS, quien tiene a su cargo el hogar, cuenta a Ocote algunas de las historias de las jóvenes que habitan en el centro.
Una niña de 14 años que llegó embarazada tras ser violada por su vecino, y que después se descubrió que tenía otro hijo de él, de una violación anterior. Una adolescente de 15, que entró luego de sufrir abusos sexuales por parte de su padre…
«Son niñas, algunas no asimilan qué es estar embarazada y qué es tener un hijo. Niñas que resultan embarazadas producto de una violación y no entienden las repercusiones», explica Ávila.
En 2023, Ocote recibió denuncias de hacinamiento, falta de recursos y maltratos en este hogar. Desde julio de 2023 hicimos solicitudes de información pública en la Secretaría de Bienestar Social y la Procuraduría de Derechos Humanos. Se solicitaron entrevistas y se logró conversar con ocho empleados, voluntarios e integrantes de organizaciones que colaboran con el hogar. Pidieron no hacer públicos sus nombres para evitar que los sancionen.
En abril de 2024, la secretaría autorizó a Ocote visitar por 60 minutos el hogar, con algunas restricciones: no conversar con las niñas ni tomarles fotografías, para su protección.
Desde que se inició esta investigación en 2023, hasta abril de 2024, algunas cosas cambiaron en el hogar. El personal de mantenimiento visitó el edificio para reparar daños en la infraestructura. Pintaron algunas áreas del edificio y hubo cambios en el personal. Por ejemplo, en abril contrataron a una médica para atender a los bebés y llevar el control prenatal y posnatal de las niñas y adolescentes madres.
Pero hay varias necesidades que aún persisten.
Cuidar un hogar sobrepoblado
En el hogar Quetzaltenango el espacio es reducido. Es una casa de dos niveles, con un patio que funciona como área de recepción de visitas.
En el primer nivel está el despacho de la directora, una oficina de personal, la bodega, la cocina, el comedor, un cuarto de aislamiento para enfermos, la clínica, la lavandería, tres aulas y un patio: la cancha.
En el segundo nivel están las habitaciones, un cuarto de estimulación temprana para bebés, dos clínicas de psicología, una oficina más para el personal y los baños.
Las sillas y escritorios en las oficinas del personal se colocan en una especie de rompecabezas ajustado.
Las habitaciones de las niñas podrían ser las de un cuartel. Las camas están en fila, una después de la siguiente, con un estrecho espacio en medio. El justo para que ellas puedan pasar.
En las aulas las mesas se colocan muy juntas, para que quepan las más posibles.
No hay cuartos vacíos, sin un uso asignado. Todos cumplen un propósito. A veces alguno más.
El edificio tiene capacidad para 85 jóvenes, pero, por lo menos en los últimos seis años, la población ha superado ese número.
Este día hay 152 personas albergadas. Son 109 niñas y adolescentes; 12 de ellas embarazadas y 42 ya son madres. En el lugar también viven sus 43 bebés: 23 niños y 20 niñas.
Hay un 28% de sobrepoblación contando sólo a las niñas y adolescentes albergadas. Con los hijos de las adolescentes madres, el porcentaje sube a 79%.
población en el hogar. Foto: María Longo.
Todas llegaron a la residencia porque un juez decidió que se les había vulnerado algún derecho en su familia o en su comunidad. Mientras se restablece, deben estar a cargo del Gobierno de Guatemala.
En los últimos años, el hogar también ha recibido a niñas con enfermedades psiquiátricas y con adicción a drogas. De 2021 a 2024, han llegado 18 niñas y adolescentes con enfermedades psiquiátricas. El año que más tuvo fue en el 2023, un total de nueve.
Aunque no cumplen con el perfil del hogar y no haya el personal especializado para atenderlas, las autoridades del hogar no pueden negarse a recibirlas. Un juez o jueza lo ordenó y deben respetar esa resolución.
Esta situación continúa a pesar de que en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción —el albergue estatal que cerró en 2017 tras el incendio en el que murieron 41 niñas— se cuestionó durante años tanto la sobrepoblación como la mezcla de perfiles. Lo cual no solo complicaba los cuidados por parte del personal. También implicaba situaciones de violencia entre los jóvenes albergados.
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El aumento de la población en el hogar y el hacinamiento exponen realidades que en Guatemala afectan a miles de niñas y adolescentes: la violencia sexual y los embarazos.
En 2023 en Guatemala el Osar registró 60,017 nacimientos de madres adolescentes de 15 a 19 años y 2,289 en niñas madres de 10 a 14 años, según la ley penal de Guatemala las relaciones sexuales con niñas menores de 14 años son una violación.
En 2022, según datos del Observatorio de los derechos de la niñez de Ciprodeni se registró un promedio de 13 a 14 denuncias al día por violencia sexual en contra de niñas y adolescentes.
La sobrepoblación no es solo un problema de espacio. También es un problema de atención. El personal es insuficiente. En abril de 2024 había 38 trabajadores contratados.
De estos, 12 eran educadoras. Son las encargadas de cuidar a las jóvenes.
Trabajan en tres grupos, cada uno conformado por cuatro educadoras. Cada grupo trabaja durante 24 horas seguidas y descansa 48 horas. El día que Ocote visitó el hogar había en promedio una educadora por cada 38 bebes, niñas y adolescentes.
Carolina Escobar Sarti es escritora, investigadora social y directora de La Alianza, una entidad privada, que trabaja para sobrevivientes de violencia sexual y trata de personas. Un centro de abrigo y protección que atiende perfiles similares a los del hogar de la SBS.
Cuando escucha por teléfono la descripción sobre el hogar de Quetzaltenango, se sorprende. «Que horror lo que estoy oyendo, no lo puedo creer», dice.
Escobar Sarti explica que lo ideal es que una educadora esté a cargo de un máximo de 10 niñas. Cinco, si son bebés. Agrega que deben trabajar por turnos, pero no de 24 horas seguidas. Pone de ejemplo a La Alianza, donde están organizadas por tres turnos por día para que tengan un lugar adecuado para descansar antes de ingresar y cuando salen del trabajo. Que no se cansen de más.
«Atender a 38 es irreal. Es inseguro, atenta contra las normas de atención debida. Deben tener tiempo para descansar. Hay un montón de estudios y estándares que te dicen que una persona que trabaja más horas de las debidas sobre todo cuidando a otros su desempeño es mucho más deficiente y sobre todo cuando hay bebés», dice Escobar.
Además, el hogar de Quetzaltenango sólo cuenta con una psicóloga de tiempo completo contratada por la SBS, que tiene a su cargo a entre 75 y 80 pacientes. Otra psicóloga externa, de la organización Pies de Occidente, apoya con la atención de 25 a 30 jóvenes más.
Lo ideal, explica la psicóloga del centro, es que hubiera un psicólogo por cada 20 niñas.
Por la sobrepoblación del hogar, trabajan sobre todo terapias grupales. Las terapias individuales apenas duran entre 15 y 30 minutos. Cuando reciben pacientes que necesitan atención psiquiátricas, las atiende una psiquiatra externa contratada por la SBS.
Escobar Sarti analiza que esto demuestra que no hay una atención integral. Explica que una de las cosas más estresantes para cualquier ser humano es una es una violación. A eso, en el caso de estas jóvenes, hay que sumar que están en la adolescencia y que muchas son madres.
«Si sumamos estos tres elementos, ¿cómo ponen a una psicóloga para atender una población de 75? Es un atentado, una burla», dice Escobar.
El personal del albergue recuerda que el cupo de población del Hogar Quetzaltenango solo se cumplió durante unos meses después del incendio en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción, en marzo de 2017. Tras la tragedia, los jueces de niñez buscaron otras alternativas a la institucionalización para evitar el hacinamiento en los hogares, pero el problema regresó.
Sin espacio para más camas, duermen en colchonetas
La mañana del 23 de abril de 2024, 14 niñas y adolescentes madres están en reposo en el Hogar Quetzaltenango, porque dieron a luz hace algunos días o porque su embarazo lo requiere por riesgo de aborto. Sus otras 26 compañeras, con las que comparten la habitación, están en clases.
Algunas están sentadas en un sofá, frente a un televisor. Otras doblan ropa para bebé y organizan un ropero, dan de mamar y cargan a los bebés cuando se despiertan y lloran. Cumplen con las tareas que en muchos casos les impuso la maternidad producto de la violencia sexual. Están en la habitación de las niñas madres. Un espacio compuesto por dos cuartos que se conectan entre sí. El primero es el más grande, tiene 27 camas y el pequeño 13.
Solo hay ocho cunas y 43 bebés, así que la mayoría duermen en la cama con sus madres.
Hay otra habitación aparte con dos camas. Es el área separada, por si alguna niña o adolescente o alguno de sus bebés tienen alguna enfermedad viral, para prevenir el contagio.
En el cuarto de las princesas, como se llama al espacio para las niñas y adolescentes que no son madres, hay cinco filas con 27 literas. Son 54 camas. Las niñas recién terminaron de recibir clases y comienzan a ingresar a su habitación. Sobre las camas hay pequeñas almohadas. En una descansa una biblia abierta.
En total suman 96 camas para 109 niñas y adolescentes. Hay más niñas y adolescentes que camas.
La encargada del hogar acepta que cuando las camas no alcanzan, usan colchonetas y frazadas. En el lugar apenas caben las camas que hay, no entrarían más.
«No es algo desconocido. Los jueces y la PGN lo saben. No nos podemos negar a recibir a una chica si viene por orden judicial», lamenta Ávila. «Si no tenemos camas, tienen que dormir en colchoneta».
Las pocas duchas
En el hogar hay 17 duchas y 21 sanitarios. Una ducha para cada seis jóvenes. Un baño para cada cinco.
La solución: bañarse un día sí y un día no. Uno se bañan las madres y sus bebés y otro las niñas y adolescentes que no son madres.
Según Ávila, hasta ahora no ha sido un problema grave. Dice que el clima frío de la ciudad de Quetzaltenango, hace que muchas de las niñas, que vienen de territorios con clima cálido, prefieren no bañarse todos los días.
Aunque en los últimos meses durante el mediodía y por la tarde la temperatura en Quetzaltenango ha superado los 25 grados centígrados y por el hacinamiento el clima en el hogar es cálido. Además, personal de la SBS y la PDH reconocen que ha habido casos de niñas con piojos.
Aprender con pocas aulas
Desde una pequeña aula se escuchan las voces de niñas que cantan: «Aram sam sam, aram sam sam. Guli, guli, guli, guli, guli, ram sam, sam». Algunas levantan las manos y las agitan mientras sonríen. Hay cuatro que no pueden hacerlo. Intentan levantar solo una mano, mientras con la otra sostienen a su bebé, que las acompaña a clases.
Es un aula de aproximadamente 30 metros cuadrados para 36 alumnas y una maestra. El lugar está decorado. La maestra adornó las paredes con un bosque en el que están Winnie Pooh y otros personajes de la caricatura. Las estudiantes aprenden sobre la resta. En el pizarrón hay números con los nombres: minuendo, sustraendo y el signo menos.
La escena de niñas que van a clases con sus hijos y de bebés que interrumpen con sus llantos se repite en las otras dos aulas, de 32 y 16 estudiantes. Una niña acuesta a su bebé en el escritorio de una compañera que faltó a clases porque está en reposo. Con la mano izquierda cuida que no se caiga mientras con la derecha hace su tarea. Otra niña utiliza su mano izquierda para sostener la pacha de su bebé y alimentarlo. Con la derecha intenta escribir.
En medio de estas escenas, para responder a la pregunta de la maestra «¿Cómo están?», uno de los grupos de estudiantes responde: «Bien, bendecidas, prosperadas y en victoria»
Para estudiar las niñas están organizadas en cuatro grupos, de acuerdo con el último grado que cursaron, pero el hogar sólo tiene tres aulas. Durante la mañana el comedor se convierte en un espacio más para dar clases. Ahí también hay adolescentes que estudian con sus hijos.
Que las niñas reciban clases mientras cuidan a sus bebés es otro escenario que Escobar cuestiona. Cuenta que en La Alianza tienen un Centro de Atención Integral para la primera infancia, para los bebés, con el propósito de que las niñas no tengan que impedir su proceso de desarrollo por cuidarlos.
«Si están yendo a estudiar con sus bebés, los procesos educativos jamás serán los mismos. Nunca. Cuando ellas están solas en un proceso de enseñanza aprendizaje esto les permite acercarse más a un desarrollo», dice Escobar.
De hecho, una de las habitaciones del Hogar Quetzaltenango desencaja con el resto de la casa. Es un cuarto pequeño con juguetes, cortinas de colores, peluches y pelotas gigantes. Cuadros de fomi que cubren el piso para que sea suave. Hay figuras de luces de colores que flotan por las paredes y nubes con hilos de colores en el techo.
Tres mujeres jóvenes, practicantes universitarias, toman con ternura y suavidad a los bebés. Es el cuarto donde reciben estimulación temprana. Cada día, durante 30 minutos. En esos 30 minutos, las niñas y adolescentes pueden atender sus clases sin preocuparse por sus hijos.
Además de las clases, ellas también reciben talleres para aprender a hacer chocolate, galletas, uñas acrílicas y bordado.
El personal espera que se construyan dos aulas más en un espacio disponible del patio, para que las niñas no estén tan apretadas durante las clases.Pero falta lo esencial, el presupuesto. La falta de fondos es la razón por la que no han podido reponer los vidrios que se quebraron en una de las aulas.
La SBS tiene un presupuesto total de Q305 millones, que, aseguran, son insuficientes para las necesidades de la niñez y adolescencia que atiende.
Las denuncias en la PDH
Desde 2021 hasta 2023, la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH) recibió ocho denuncias en contra del hogar de Quetzaltenango.
Se sabe muy poco de los hechos. Al solicitar la información por medio de información pública, la PDH indicó que los expedientes están en el archivo y que tienen datos sensibles, por los que no brindaron detalles de lo denunciado.
Con la escueta información, se sabe que las denuncias fueron por falta de capacidad para albergar niñas (hacinamiento), amenaza de un incendio, crisis nerviosa de las niñas y adolescentes, un grupo que ingirió alcohol en gel y falta de insumos.
También por un supuesto abuso de poder de la exjefa del hogar contra los trabajadores y por malos tratos a las niñas y adolescentes. Los ocho expedientes se encuentran cerrados.
Flor Gómez, auxiliar en Quetzaltenango de la PDH, habló con Ocote en abril de 2024 previó a ser trasladada a otra sede. Explicó que luego de recibir las denuncias se hizo un proceso de verificación y se investigaron los casos, a pesar de que tuvieron la dificultad de que la mayoría de denuncias fueron anónimas. De oficio, dice Gómez, también investigaron sucesos publicados en medios de comunicación locales como el incidente con el alcohol en gel.
La auxiliar agrega a su explicación que, para cerrar los expedientes ocurrieron varias situaciones. En algunos se informó al Ministerio Público de oficio por la posible comisión de un delito, como la denuncia de un posible abuso de autoridad. El caso quedó en manos de la Fiscalía y la PDH archivó la denuncia. Por medio de información pública se solicitó información al Ministerio Público, pero respondió que no había denuncias en contra del hogar o de su personal.
En otros casos, cuando se hizo la verificación, no se encontraron indicios. Como la denuncia de falta de insumos. Al visitar el hogar la PDH encontró la bodega abastecida, se cerró el expediente.
En otras denuncias se hicieron recomendaciones, se dio seguimiento y la PDH verificó que cumplieran con las recomendaciones para mejorar la atención a las niñas y adolescentes. Al observar cumplimiento cerraron el expediente.
Para 2024, en su Plan Operativo Anual, la PDH no incluyó visitas al hogar para darle seguimiento a estos problemas, pero según Gómez esto puede cambiar según las necesidades que se presenten.
«El lugar no es el adecuado. Son grupos poblacionales víctimas de abuso que se encuentran en una residencia que no llega a ser eso. Para eso nos falta mucho, la inversión social tendría que ser grande y nuestro presupuesto – el general, del Estado de Guatemala – lamentablemente fluye para otras instancias que, sí es cierto presentan necesidades, pero no esas necesidades tan sentidas de los niños, niñas y adolescentes que tan vulnerabilizados son en este país”, dijo Gómez.
Otras alternativas
Sobre las barandas que rodean las escaleras que llevan al segundo nivel del hogar, llora una adolescente. Es morena y delgada, su cabello negro y largo le tapa el rostro mientras otras adolescentes la rodean para intentar consolarla. Es su primer día en el hogar y no quiere estar ahí.
«Hay que evaluar las consecuencias de la institucionalización. He tenido casos de niñas que vienen aquí con buen comportamiento y salen peor, estar lejos de su familia les afecta mucho y genera una ansiedad en ellas terrible. Es muy complicado porque no tenemos la capacidad instalada, nos afecta mucho la mezcla de los perfiles porque cada perfil merece una atención especializada. Nos complica mucho la convivencia entre pares», dice Ávila.
Existen otras alternativas antes de la institucionalización. La búsqueda e investigación de familiares o vínculos comunitarios que puedan acoger a la menor de edad temporalmente en un lugar seguro y digno. No siempre se cumple con esta búsqueda que debe realizar la Procuraduría General de la Nación o el juzgado que conoce el caso. También lo hace la SBS, pero según el personal no siempre son escuchados por las autoridades judiciales.
«Nosotros tenemos que ampliar las instalaciones, pero también el sistema de protección debe mejorar para evitar la institucionalización. El hecho que aquí tengamos hacinamiento no es una cuestión propia de la institución, es una cuestión del sistema de protección. Hay chicas que vienen y tienen un recurso familiar, pero no sé agota la búsqueda», dice Ávila.
Señala otra complicación: la suspensión constante de las audiencias en los Juzgados de Primera Instancia de la Niñez y la Adolescencia. En ocasiones la nueva audiencia se fija ocho o seis meses después, esto provoca que la niña pase más tiempo en el hogar. «La mora judicial en los juzgados de la niñez, también las afecta a ellas», dice Ávila.
Para Escobar Sarti, la institucionalización no tiene que ser algo negativo, siempre y cuando se respeten los derechos y se brinde una atención adecuada.
«Hay una parte del sector de niñez que está fuertemente empujando a la no institucionalización y hay otra parte que dice está bien. Ese es el ideal, pero hasta que tengamos un Estado que ofrezca los servicios. La institucionalización cuando se hace bien, cuando no es un hacinamiento, no es un cuartel, cuando se hace de manera integral y garantizando los derechos no es lo peor que puede pasar en un país como Guatemala con una realidad de pobreza y violencia. Pero mezclando perfiles, hacinamiento y todo lo que me estás contando, está mal», dice Escobar Sarti.
Las capacitaciones y el buzón de quejas
A partir de las denuncias sobre el maltrato del personal hacía las niñas y de la falta de recursos, la directora cuenta que se conversó con una de las trabajadoras señaladas y está aceptó que ya no deseaba estar en el hogar, así que fue trasladada a otro centro.
Otra de las denuncias de voluntarios y trabajadores que prefirieron no revelar su nombre fue sobre la falta de entrega de toallas sanitarias a las niñas y adolescentes cuando menstrúan. Indicaron que, aunque las bodegas estén abastecidas les dan una o dos toallas al día que resultan insuficientes para atender su menstruación. Cantidad similar con los pañales para los bebés.
A causa de las denuncias, en el hogar se implementó un método de control. Las educadoras son las encargadas de solicitar y entregar los insumos a las niñas y adolescentes, ahora deben llevar una hoja de control sobre lo que le entregan a cada una.
Además, se instaló un buzón de quejas para que las niñas puedan denunciar situaciones que las afectan.
Una de las denuncias más recientes es por falta de tortillas. Algo complicado, todas las compras son al crédito y no han encontrado una tortillería que se las otorgue. Tampoco pueden prepararlas dentro del hogar porque solo tienen una cocinera y una auxiliar de cocina por día para preparar la comida de más de 100 niñas y adolescentes. Otra de las quejas fue por la frecuencia de frijoles en la comida. Ávila explicó que las cocineras cumplen con un menú que entrega la nutricionista de la SBS.
Pilar Bagur, integrante del Bloque Feminista de Quetzaltenango, cuenta que después del incendio en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción visitó el albergue de Quetzaltenango junto a más personas de sociedad civil para realizar actividades con las niñas y adolescentes. No recuerda que hubiera hacinamiento.
«Lo que está pasando es una voz de alerta para que se ponga atención, es importante hacerlo ver, esperamos que las autoridades actuales las atiendan», dijo Bagur.
En cuanto a las necesidades de mantenimiento que aún tiene el edificio, por información pública la SBS detalló que es necesario el cambio de tubería del agua potable y del drenaje de los sanitarios y duchas. El cambio de puertas de metal y de las láminas del primer nivel. Reparar y pintar las mesas del comedor.
Al igual que Ávila, Marvin Rabanales, Secretario de la SBS, se enfoca en la importancia de reducir la institucionalización. Defiende que a partir de que asumió el cargo en enero de 2024 se atendieron algunas reparaciones que necesitaba el edificio, reconoce necesidades pendientes como la del personal y se compromete a atenderlas.
«Pues para este y para todos los hogares de la institución, cualificar el servicio, revisar protocolos, mejorar protocolos, establecer estándares de calidad, aumentar el número de trabajadores que cuidan, que atienden, especializados. Tener políticas de desinstitucionalización, fortalecer estrategias de coordinación interinstitucional, buscar apoyos de órganos de cooperación», dijo Rabanales.
- Investigación y redacción: María José Longo Bautista
- Edición: Carmen Quintela
- Diseño: Oscar Donado
- Fotografías: María Longo
Te invitamos a leer más sobre los embarazos de niñas y adolescentes en Guatemala, puedes hacerlo en este artículo de UNFPA Guatemala Prevenir el embarazo en adolescentes es un compromiso impostergable o en la página del Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva (OSAR).