En Guatemala, la toma de decisiones sigue estando en poder de los hombres. Son ellos quienes ocupan la mayoría de los cargos públicos por elección, sobre todo en las municipalidades. Actualmente en Guatemala sólo hay 10 alcaldesas. En el próximo período serán 12. La forma en que funcionan los partidos políticos y el imaginario social influyen en la desigualdad del poder local. En este texto, especialistas desarrollan diez puntos que ayudan a comprender las causas de que, en los próximos cuatro años, el país tenga 96.5 por ciento de alcaldías ocupadas por hombres y sólo el 3.5 por ciento por mujeres.
En las últimas dos décadas, el número de mujeres alcaldesas aumentó poco en Guatemala. La igualdad avanzó a paso muy lento, comparado con otros países de la región.
Para comprobarlo, Ocote revisó los datos del Tribunal Supremo Electoral (TSE) y del diagnóstico de Atenea, el mecanismo de aceleración de la participación política de las mujeres en América Latina y el Caribe impulsado por el PNUD y ONU mujeres.
En las elecciones de 2003, Guatemala eligió 323 alcaldes y 8 alcaldesas. En ese año, el país tenía 331 municipios y apenas el 2.42 por ciento estaba gestionado por mujeres.
Veinte años después, para las elecciones de 2023, el resultado no cambió mucho. El número de municipios aumentó a 340. Según los resultados preliminares del TSE, se eligieron 328 alcaldes y sólo 12 alcaldesas; el 3.53 por ciento.
En las elecciones pasadas, las de 2019, de los 340 municipios, únicamente 10 eligieron a una mujer como alcaldesa. En julio de 2021 el alcalde de Santa María de Jesús Sacatepéquez murió y en su lugar asumió la primera concejal, el número de alcaldesas subió entonces a 11.
En ese año, el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe de la CEPAL hizo un monitoreo de mujeres alcaldesas en la región.
De 29 países de América Latina, El Caribe y la península Ibérica, Guatemala ocupó el puesto 26 con un índice de 3.2 por ciento. Superó solo a tres países: Jamaica, Dominica y Trinidad y Tobago.
El primer lugar lo obtuvo Cuba con 47 por ciento de mujeres en las alcaldías, el segundo Nicaragua con 42.5 y Andorra el tercero con 36. Según los datos de la CEPAL el promedio en América Latina es de 15.4 por ciento. Países como México (23.6), Venezuela (18.8), Uruguay (17.6) y Chile (17.1), superan ese porcentaje.
Los datos exponen una desigualdad evidente.
Guatemala es un país que según el Censo 2018 tiene una población con 51.5 por ciento de mujeres y 48.5 por ciento de hombres. La mayoría son mujeres.
Las votantes también son mayoría. En las elecciones de 2023 el TSE registró un 54 por ciento de mujeres empadronadas.
Y, de nuevo, las mujeres afiliadas a partidos políticos son más que los hombres: un 59 por ciento.
Pero cuando se trata de tomar decisiones en el poder local, como alcaldes, hay un giro: la mayoría son hombres y las mujeres ocupan una minoría que no supera ni el cinco por ciento.
Ocote conversó con una antropóloga, dos analistas políticas, una especialista en desarrollo local, la directora de una escuela de formación política para mujeres y una alcaldesa electa para explicar esta realidad.
1. «El mundo de las ideas»
Alba Cecilia Mérida Piedrasanta, antropóloga, maestra en estudios de la mujer y escritora del libro Mujeres y gobiernos municipales en Guatemala, expone un punto de partida: todo está en la cabeza, en lo que ella llama «el mundo de las ideas». Mientras no haya una transformación en ese mundo, advierte, es probable que se mantenga la tendencia.
Mérida explica que hay muchas creencias equivocadas que la ciudadanía, los votantes y los partidos políticos deben abandonar. Por ejemplo, aceptar que las mujeres deben estar en el poder, en el espacio público, y no solo en la casa para tener hijos, casarse y cuidar a la familia.
«Tenemos que partir de que las mujeres no por ser mujeres somos moralmente más buenas ni mejores que los hombres. Hay que eliminar el discurso normativo de género. Las mujeres también pueden querer el poder», dice Mérida.
La antropóloga considera que los casos abiertos en contra de Roxana Baldetti, exvicepresidenta de Guatemala condenada por asociación ilícita, fraude y tráfico de influencias, también tuvieron una repercusión en el poder local. La sociedad acostumbra a estar pendiente del comportamiento de las mujeres para señalarlas y para juzgarlas, explica; les exigen lo que a los hombres no.
«El poder masculino siempre está buscando pretextos. Lo que pasó con Baldetti nos perjudicó. Lamentablemente tenemos que seguir contando a las mujeres para ver qué de diferente aportan a la política. También hay historias de éxito. Olvidamos contrastar con el trabajo que las mujeres hacen en defensa del territorio y en la participación ciudadana», dice Mérida.
[Escucha aquí el podcast de Las Recias, historias de mujeres en Mesoamérica]
Gabriela Carrera, politóloga de la Universidad Rafael Landívar, apoya la postura de Mérida, y reflexiona qué se debe romper con el imaginario de que los hombres hacen mejor política que las mujeres.
Entre las 12 alcaldesas que asumirán el cargo el próximo 15 de enero de 2024 está Cándida González Chipir, mujer tz’utujil. Fue electa en el municipio de San Pedro La Laguna por el partido Viva. Es su primera vez como alcaldesa.

González es artesana, licenciada en administración de empresas con una maestría en políticas públicas. Estudia y trabaja desde los siete años. Trabajó como gerente de un banco y en organizaciones no gubernamentales, fue viceministra de trabajo en el 2006.
Asegura que quiere hacer historia como alcaldesa y dejar una imagen diferente de las mujeres en la política. Recuerda que a los 11 años su madre quería que se casara para que un hombre la mantuviera, pero ella se negó; quería estudiar y trabajar.
«La desigualdad se siente en las venas, aunque los hombres y las mujeres somos complemento, la verdad no estamos en sintonía. Debemos dialogar, entendernos y comprendernos. Participar fue un gran reto, romper paradigmas no es nada fácil», dice.
2. Los partidos políticos son el corazón del problema
Luz Angelina Rodríguez, politóloga especializada en políticas públicas, explica que, para entender la desigualdad en el poder local, se debe analizar la naturaleza de los partidos políticos en Guatemala.
En la mayoría de las organizaciones políticas, argumenta, no se utiliza un proceso democrático o de carrera para que alguien se postule a un puesto público, pues los espacios los toman los caudillos del partido político y, la mayoría, son hombres.
«Se conocen como vehículos electorales, partido cascarón o partidos franquicia. Tiene muchos nombres, pero es el mismo fenómeno. Solo se utiliza la estructura (del partido) para que personas determinadas lleguen al poder y usualmente llegan para armar estructuras clientelares, pagar favores políticos o usar el erario», dice Rodríguez.
Y, cuando en las organizaciones se da esta dinámica, las mujeres que acceden a puestos de toma de decisión están vinculadas a estos caudillos.
De las 12 alcaldesas electas en las votaciones de 2023, siete son familiares de hombres señalados por corrupción o extraditados a Estados Unidos por casos de narcotráfico.
Para solucionar esto, Gabriela Carrera le apuesta a la formación política, pues opina que es necesaria para que las mujeres participen. Considera que el TSE tiene un papel importante en fiscalizar que el dinero que entrega a los partidos políticos por cada voto recibido vaya a la formación política que incluya a mujeres.
Según la politóloga, si los partidos comienzan a implementar esta forma de funcionar y postulan más mujeres como candidatas a las alcaldías, es posible que los demás los imiten.
«Yo veo que al otro le está yendo bien haciendo esto, pues intento hacer lo mismo. Es la tendencia del ejemplo de arrastre», dice Carrera.
Pone de ejemplo los resultados del partido Semilla en el Congreso, que logró ser la tercera bancada con más diputados. De los 32 electos, 10 son mujeres. Es la bancada con más representación de mujeres y mujeres jóvenes.
3. El techo de cristal y la instrumentalización
Sandra Elizabeth Chuc Norato es una mujer maya k´iche´ de Totonicapán. Es administradora de empresas y tiene una maestría en Gestión Social para el Desarrollo Local.
En las elecciones de 2019 y 2023, la invitaron a participar como candidata en planillas municipales de Vamos y Semilla, pero no aceptó. Dice que le propusieron los últimos espacios. Era muy poco probable que ganara un lugar en el Concejo para tomar decisiones.
Es común en algunos partidos políticos que incluyen a mujeres entre sus filas. Los primeros puestos suelen estar ocupados por candidatos hombres, mientras que los últimos son los que ocupan las mujeres.
Este fenómeno es un ejemplo del fenómeno conocido como techo de cristal: son barreras que muestran los límites que tienen las mujeres en sus carreras laborales.
«Empieza a haber cierta presión de parte de grupos organizados de mujeres y asociaciones que evidencian la necesidad de que estos espacios se abran para las mujeres indígenas. Para responder a estas demandas dan espacios, pero no en puestos claves», dice Chuc.
Según los registros de Atenea, en 2015 de los candidatos para las alcaldías las mujeres eran el 5.8 por ciento. Para 2019, según el conteo de Ocote sólo el 6 por ciento de las candidaturas era de mujeres y y para 2023 el medio Ojoconmipisto registró un 7 por ciento de candidaturas de mujeres.
El diagnóstico de Atenea señala que el nivel local es una arena donde existe la mayor disparidad de género, además de los incontables retos y desafíos para alcanzar la paridad política, particularmente para las mujeres indígenas.
Tomando los datos de ONU Mujeres, de 2003 a 2015 solo hubo tres alcaldesas indígenas en Guatemala.

«Si todos son hombres están en las casillas que tienen chance de llegar y después están las mujeres, están siendo instrumentalizadas. Es necesario problematizar la instrumentalización entre mujeres, que ellas puedan reconocer cuando están siendo instrumentalizadas y cuando no», dice Carrera.
Carrera agrega que cuando las mujeres son tomadas en cuenta para ser afiliadas, eso no se traduce a la participación en los cargos de elección y menos a nivel local.
4. La ausencia de paridad y cuotas
El problema del techo de cristal podría tener una solución con el sistema de cuotas: garantizar que exista un porcentaje mínimo de mujeres y de población indígena en las listas de los partidos políticos.
En algunos países, como Bolivia, Costa Rica, Ecuador y Nicaragua, se utiliza un sistema “cremallera”: los partidos deben integrar las listas por personas de uno y de otro sexo de manera alternativa. Así, se garantiza que las mujeres formen parte de los listados pero estén también en los primeros puestos.
Sandra Chuc considera que se necesita una reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos para tener normas que promuevan la paridad y la equidad de género.
En Guatemala las iniciativas de ley que buscan reducir la brecha de desigualdad están estancadas.
En 2009 se presentaron unas reformas que plantearon la paridad en los listados de candidaturas. Nunca avanzaron al primer debate en el Congreso. En 2021 la iniciativa 5893, que planteaba una Ley de paridad, alternancia e inclusión de pueblos indígenas, buscó garantizar una mayor participación de mujeres y pueblos indígenas, pero aún no tiene un dictamen favorable.
Ante la ausencia de normativas, existen otras alternativas. Alba Mérida propone que los partidos políticos incluyan en sus estatutos cuotas de participación de hombres y mujeres. Gabriela Carrera le apuesta a la participación de la ciudadanía en partidos políticos que ofrezcan una lógica diferente de igualdad.

5. El dinero
Los partidos políticos en Guatemala, además, incurren en otra práctica que afecta a la participación de las mujeres: suelen pedir dinero a sus candidatos para incluirlos en las listas de elección a cargos públicos.
En Guatemala, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la tasa de desempleo para las mujeres es más alta que para los hombres. Además, la mayoría de las mujeres está en el sector informal y en el formal persiste la brecha salarial con mejores pagos para los hombres.
Esto implica que el acceso a los recursos económicos sea más complicado para ellas. Y esta realidad dificulta que puedan pagar por un espacio de candidatura o que tengan fondos para una campaña política.
González asegura que el partido Viva no le pidió dinero para la candidatura porque la oportunidad surgió del diálogo, lo que facilitó su participación. Para la campaña dice que la propia ciudadanía le apoyó con café, leña y maíz que convirtió en atol para repartir en los mítines. Considera que hay otras formas de hacer política en complicidad con la ciudadanía.
«Si nos acoplamos solo a lo que establece el techo de campaña no se necesita mucho. En San Pedro la Laguna era aproximadamente Q28 mil y a eso nos sujetamos», dijo González.
En el sitio Cuentas Claras del TSE, creado para el registro financiero de las organizaciones políticas, están los datos del gasto de campaña del partido Viva a nivel nacional, pero específicamente del municipio de San Pedro la Laguna no se ha publicado la información de enero a junio de 2023. El gasto de campaña aparece en cero.
Gloria de Silva confirma que el factor económico es una limitante para la participación política de las mujeres. De Silva vive en Livingston, Izabal, donde se concentra la mayor parte de la población garífuna.
Ahí, dirige la Escuela de Formación Política para Mujeres Garífunas y Afrodescendientes. En Livingston nunca ha habido una mujer garífuna alcaldesa.
De Silva cuenta que el limitante más fuerte es el empoderamiento económico, a causa de cómo funcionan los partidos políticos. «Los hombres no necesitan capacidad si tienen dinero para participar en un cargo público. Mientras que las mujeres pueden tener capacidad, pero sin dinero es imposible comprar el espacio», cuestiona. Dice que, como mínimo, necesitan Q100 mil, según las estimaciones que han hecho en la escuela.
«Los partidos políticos no son malos, pero cuando están en las manos de gente indeseable dejan de ser pilares de la democracia para la gobernabilidad y de velar por el bienestar del pueblo», lamenta.
6. Las violencias
La guía estratégica Participación política de las mujeres en Guatemala, publicada por ONU Mujeres en 2018, expone que en Latinoamérica el 46,9 % de alcaldesas y concejalas ha sido víctima de acoso o violencia política. Entre los casos había mujeres que fueron objeto de acoso sexual a cambio de favores políticos.
En la guía se explica que la violencia política se manifiesta de diferentes formas: imposición de acuerdo entre líderes hombres, presiones para ceder y no demandar candidaturas, amenazas y agresiones contra ellas y sus familias, ignorarlas cuando hablan o hacer bullicio cuando expresan su opinión y ser ridiculizadas.
El documento también expone que las mujeres no suelen reconocerse como víctimas, porque se ha naturalizado el acoso y las violencias a tal punto que la mayoría de las mujeres llegan a asumir que deben resignarse a esto como parte del orden político.
«Las violencias contra las mujeres en los procesos electorales son una categoría específica de análisis. La manera como las mujeres reciben piropos de mal gusto, como se les descalifica por sus rasgos físicos, como van recibiendo condiciones violentas o agresivas que los hombres no viven», expone Carrera.
7. No es un tema solo de las mujeres
Las entrevistadas coinciden en que las mujeres llevan décadas trabajando por la igualdad entre hombres y mujeres en el poder local, pero no debe ser una lucha solo de mujeres. Se debe educar también a los hombres. «Crear el diálogo desde la complementariedad», dice Chuc.
«Las mujeres hemos irrumpido en este sistema y cada vez tenemos más capacidad de posicionamiento político, cada vez tenemos más capacidad de propuesta y más capacidad de demanda. Pero lo que no tenemos son aliados en nuestras luchas, quienes nos escuchen», añade Mérida.
Rodríguez considera que es importante que los hombres comprendan que las mujeres no quieren un 96 por ciento de alcaldesas y solo 4 por ciento de alcaldes, sino que buscan una representación más equitativa, un 50/50.
«El temor de los hombres es un posible revanchismo, que la mujer vaya a tratar al hombre como el hombre trata a la mujer, pero no. Se pretende que haya más oportunidades, que las mujeres no abran brechas a la fuerza, que no se tenga que tratar de una conquista, porque las conquistas son excepciones y no son replicables», recuerda la politóloga.
8. La democracia sin igualdad no es democracia
Rodríguez añade que la diversidad es fundamental en una democracia. Bajo su análisis, el hecho de que haya tan poca representación de mujeres es un indicativo de que en Guatemala hay una democracia muy débil.
«La diversidad es esencial para que sea una verdadera democracia, para que haya voz de la población lo mínimo es que se refleje esa población. En Guatemala no somos 96 por ciento de hombres. El género es importante porque tu visión para ayudar a un grupo de la población es muy reducida cuando tú no perteneces a él».
9. Mujeres que reproducen el poder patriarcal
Para Mérida existe una causa más de la baja participación de las mujeres en el poder local: el error de pensar que para estar en la política se necesita ser corrupta, ejercer un poder abusivo hacía los otros, el clientelismo para entregar prebendas, llegar a los espacios de poder para servirse y ser una mujer dura.
Esto provoca que las mujeres que desean comportarse diferente eviten participar. Además las que llegan al poder y replican la forma patriarcal de hacer política reciben mayores señalamientos en comparación con los hombres que actúan de la misma forma.
«Cuesta mucho entender que las mujeres estamos socializadas en una cultura tan patriarcal que muchas de las que han llegado a ocupar cargos de elección lo que reproducen es el patriarcado puro y duro, son una extensión de la voz masculina. Hay una filósofa feminista italiana que se llama Chiara Saraceno, plantea la figura de cuerpo de mujer, pero pensamiento de hombre. Cuando ocupas un cargo para reproducir esquemas y valores sexistas”, dijo Mérida.
Frente a esto, para Mérida, existen otras formas de hacer política, tender puentes con la comunidad, atender las necesidades de las mujeres, escuchar a las personas, explicar, ser honesta y no aprovecharse de los recursos públicos.
10. Sin redes de apoyo
Para Rodríguez la falta de una red de apoyo es otro obstáculo para la participación. Cuando una mujer decide presentar una candidatura para ser alcaldesa necesita una red de apoyo de personas —hombres y mujeres— que crea en ella, que la apoyen.
«Es importante generar comunidades o redes de apoyo. Es muy difícil que una mujer se atreva a sacrificar su familia o sus relaciones por querer servir desde la administración municipal. Pero si hay redes de apoyo es más fácil que lo haga. Una red de apoyo que le diga: ”No te preocupes, ve por tu sueño yo te apoyo, yo te ayudo con las otras labores”. Así quizá más mujeres se animen más”, concluye Rodríguez.
Las redes de apoyo pueden ser familiares o amistades que se ofrezcan para atender los cuidados de los hijos o las tareas del hogar.