Emiliano Monge
“La literatura siempre llega antes”
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El escritor mexicano Emiliano Monge da su visión sobre Centroamérica. Habla de una región olvidada, pero a la que siempre se vuelve. Traza nuevas fronteras en las que la región se amplía y, en términos literarios y de realidades compartidas, abarca de México a Colombia. En esta entrevista, Monge exime a las letras y al arte de la responsabilidad de salvar al mundo, pero las dota de otro poder, el de la premonición.


Monge estuvo en Guatemala a finales de mayo para participar en “Centroamérica Cuenta” y fue editor de Cuenta Centroamérica, el proyecto de crónicas in situ del festival.

En esta entrevista Monge repasa las inquietudes que le genera la literatura como ventana de la realidad y las puertas giratorias con la ficción. Profundiza, además, en las transformaciones que como escritor ha vivido en los últimos años y su ambición de retratar realidades diversas. Con su última novela, Tejer la oscuridad, publicada en 2020, Monge muestra su fascinación por lo apocalíptico, como si hubiese presentido la pandemia.

Nació en México, en 1978.  Es politólogo de profesión, graduado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ha publicado cuentos desde 2008 en las antologías Arrastrar esa sombra y en 2017 con La superficie más honda. Sus novelas Morirse de memoria (2010), El cielo árido (2012), Las tierras arrasadas (2015) y No contar todo (2018) le han merecido el XXVIII Premio Jaén de Novela, el V Premio Otras Voces, el Premio Bellas Artes Colima de Narrativa y el IX Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska.

En 2017 fue reconocido por el “Hay Festival” de Cartagena, Colombia, como una de las voces latinoamericanas menores de 40 años que mejor retratan a la región. Una lista en la que también figuran Carlos Fonseca de Costa Rica, Valeria Luiselli de México, Mónica Ojeda de Ecuador, entre otros.

Ha colaborado con medios de comunicación como la revista literaria Letras Libres, el diario La Jornada, el suplemento de libros “Hoja por Hoja” del periódico Reforma y actualmente escribe en la sección de opinión de El País. Monge nada entre dos aguas: ficción y realidad; literatura y periodismo. En esta entrevista conversa con Ocote sobre la región que visita y habita, su “yo” como escritor, y sobre el futuro de la literatura, o el futuro que imagina la literatura.

Emiliano Monge, fotografía de Ana Lucía Galicia.

¿Cómo se refleja Centroamérica desde la literatura? ¿Qué cuentan quiénes escriben?

Centroamérica se voltea a ver menos de lo que se debería de voltear a ver. Desde la literatura ha contado siempre; es decir, la literatura en español sin Centroamérica sería muy distinta. Desde Miguel Ángel Asturias, Luis Cardoza y Aragón, Augusto Monterroso, pero también escritores actuales como Claudia Hernández o Luis Chaves.

En mi caso, dos de los escritores a quienes vuelvo recurrentemente son de la región: Horacio Castellanos Moya y Rodrigo Rey Rosa. Saben contar ciertas situaciones de violencia muy centroamericana, que resulta similar a la violencia en el sur de México. Por azar dicen que México es Norteamérica, pero yo creo que Centroamérica empieza en el Río Bravo y termina en Colombia. México y Colombia tienen una identidad muy similar y cercana a la identidad centroamericana.

En el tema editorial, en Costa Rica está Encino que hace un trabajo impresionante, y desde el periodismo y la crónica el trabajo de El Faro, en El Salvador;  y tantos otros medios han dejado huella en las letras. Nicaragua, por ejemplo, es parte de la “Champions League” de la poesía latinoamericana; conformada por Chile, Perú y Nicaragua.

Es decir, vayas a donde vayas, Centroamérica ha impactado en la literatura. La poesía y la narrativa centroamericana siempre ha enseñado caminos y lo va a seguir haciendo.

¿Se diferencia la literatura centroamericana de la latinoamericana?

 La literatura latinoamericana es una sola. Por supuesto que nuestros diferentes contextos de país hacen que cada una sea única. La literatura chilena, mexicana, argentina, colombiana, guatemalteca, costarricense, pero somos una literatura que comparte un mismo territorio de caza. Después, cada quien elige el arma con la que va a cazar y el animal que quiere cazar, pero el territorio es el mismo y eso nos hace compartir una identidad.

La violencia y la migración son dos temas que se han vuelto titulares al hablar de Centroamérica, México, Colombia… ¿Son estos los territorios en común?

La violencia está atada a la literatura desde que empezó. Iliada de Homero, es un canto a la guerra. La violencia es un tema literario por excelencia porque es un tema humano.

En ciertas épocas o ciertos momentos políticos se refleja más porque la literatura refleja la realidad en la que se gesta. Y esa es la realidad actual de nuestros países, desde México hasta Colombia. Una realidad que nos coloca en los medios como algunos de los países con mayor número de asesinatos al día por cada mil habitantes. Asesinatos a periodistas, a estudiantes, a defensores del territorio. Vivimos en países que enfrentan una realidad política violenta y eso se refleja en la literatura, como método para tratar de entender y de significar la violencia. Es una realidad no solo literaria sino del arte en general.

La migración también la compartimos; con diferencias. México ha sido un país de expulsión de migrantes, pero se ha vuelto también un país de tránsito. Sobre todo de inmigrantes centroamericanos, para quienes se ha vuelto un hoyo de muerte. ¿Decimos que no se ve a la región de Centroamérica? Es más preocupante que en México no se ve a los migrantes centroamericanos.

¿Puede ser la pandemia COVID-19 un nuevo territorio en común?

Está empezando. Lo que queda de este año, y lo que seguirá en los próximos años, serán muchos libros atravesados por la pandemia. Libros que seguramente tratarán sobre la pandemia y libros en donde la pandemia será un personaje más como lo son otros diversos aspectos de nuestra realidad. Ya hemos leído algunas crónicas que se han publicado sobre este tiempo. Varias desde el encierro, desde experiencias personales y mucho desde el periodismo. Aún no leo una novela dedicada a la pandemia, pero estoy seguro que vendrá, y vendrá en todos los idiomas y desde todas partes del mundo. No será un tema exclusivo de nuestra región.

¿Qué cambios puede producir un evento global en el estilo, en la escritura?

Yo leo a los filósofos que solía leer antes de la pandemia, a Giorgio Agamben, Byung-Chul Han o Slavoj Žižek, que ya todos publicaron libros durante la pandemia, mantienen ideas en las que su visión del mundo sigue siendo el mismo que era antes. Eso me hace dudar de ciertas posturas que admiré, porque deben ser capaces de ver sus ideas y teorías del mundo desde otra perspectiva, porque el mundo cambió. Sus visiones se deben modificar respecto a lo que enfrentamos durante estos años porque si no lo hacen, son ideas que no observan al mundo sino solo a sí mismos.

Es obvio que la pandemia nos va a cambiar como personas, primero, y después como filósofos, pensadores, escritores, pintores, en nuestro trabajo.

¿A Emiliano Monge como lo cambió?

A mí me afectó de múltiples maneras. En la ficción que escribo y en una columna que publico de manera asidua en un medio de comunicación (El País). Allí me afectó muchísimo. La realidad quebrada, la evidencia de las diferencias sociales y la soledad en la que estábamos habitando todos, me hizo ver que hay un duelo mucho más profundo que el de la pandemia que compartimos. La de que nos cargamos al planeta, al lugar donde habitamos.

Como escritor me cambiaron los ritmos, la manera de enfrentarme a mí mismo, el modo de contar. Quizá no me afecta el qué quiero contar, pero sí el cómo contar, porque me hace ser otra persona. Esa transformación interior tiene eco en un trabajo tan íntimo como la literatura.

¿Cómo observa esos cambios en su forma de narrar el futuro? Es decir, en Tejer la oscuridad ya dibuja un futuro distópico en donde reflexiona sobre la individualidad, pero también en el sentido de colectividad. Ahora, evoca a la pandemia.

 Eso fue azaroso. Es curioso porque yo escribí esa novela antes de la pandemia, y luego llegó el virus y resulta que tenía ciertos ecos como si lo hubiera escrito en estos años. Es algo que no solo me pasó a mí. Pienso en Mugre Rosa de Fernanda Trías, La transmigración de los cuerpos de Yuri Herrera, algunos libros de Juan Álvarez, uno de Andrea Chapela, una escritora mexicana… Hay muchos libros prepandemia que parece que tuvieran una relación directa con ella, y creo que tiene que ver con que la literatura es algo que palpa al mundo. La literatura no se escribe en singular, de algún modo la escribimos entre todos. Aunque no hablemos entre nosotros, los escritores que compartimos el presente compartimos también los peligros y los miedos que nos siembra ese presente.

Escribir basado en distopías, en el fin del mundo o desde cataclismos, podría relacionarse fácilmente con la idea de que estamos perdiendo al mundo, con el final del neoliberalismo o la fase de hipercapitalismo en la que estamos. Estas son una distopía en sí mismas, aunque no nos demos cuenta. Estamos viviendo el fin de algo y eso como escritores nos hace estar atentos o imaginar futuros diversos en las historias. Y creo que con la pandemia se van a multiplicar.

¿Cómo la literatura nos prepara para esos futuros?

La literatura siempre llega antes. El arte llega antes porque tiene la posibilidad de crear desde las sensaciones, la imaginación y la antelación. Las ciencias sociales y la filosofía necesitan que las cosas sucedan. El arte y la literatura no.

La literatura premodifica el mundo.  Por eso, si indagamos en las obras siempre vamos a encontrar novelas que han contado el futuro. Como sucedió con 1984 de George Orwell, que predijo la idea del Gran Hermano, el vigilante. De eso se trata la literatura también. De contarnos el presente, pero también contarnos qué va a pasar.

La literatura es una ventana a un futuro que no esperamos. Que no va a ser igual. Que se adelanta sin tener la presión u obligación de cambiar al mundo. No está hecha para eso. En el mejor de los casos, la literatura va a cambiar a una persona, pero lo que haga esa persona es responsabilidad de ella.

Entonces, ¿a qué aspira la literatura?

A que la realidad no sea solamente una.

***

Emiliano Monge en el Festival Centroamérica Cuenta en el Centro Cultura de España, en Ciudad de Guatemala, mayo de 2022. Fotografía de Centroamérica Cuenta (CAC).

Lee también las crónicas editadas por Emiliano Monge para Cuenta Centroamérica:

“La mirada del mundo”, de Nona Fernández. 

“El tesoro de Wilson” de Rodrigo Fuentes.

“Ascenso y descenso a la Torre de Tribunales” de Aroa Moreno.

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