Mentiras contagiosas
Cómo la desinformación sobre COVID-19 infectó a América Latina
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Afirmaciones falsas sobre las vacunas fueron recurrentes durante la pandemia en los países de la región. Aos Fatos trazó el rastro de estos discursos desinformativos en América Latina e identificó que las vacunas eran los principales objetivos de las falsas acusaciones.



Texto: Aos Fatos


“Un enfermero voluntario muestra cómo quedó después de tomar la primera dosis de la vacuna china”, anunciaba un post de Facebook en julio de 2020. Difundido en Brasil, el mensaje iba acompañado de una foto de un hombre con la cara hinchada y los ojos cerrados. La imagen, sin embargo, no tenía ninguna relación con CoronaVac, una vacuna desarrollada por China que, en ese momento, se estaba probando en Brasil. Mostraba la reacción alérgica de un estudiante a la mantequilla de maní en Estados Unidos en 2016. 

Mensajes engañosos como este inundaron las redes sociales en estos dos años de pandemia. En general, estos mensajes niegan la evidencia científica, contradicen las recomendaciones de las autoridades sanitarias y ponen en riesgo la salud de la población. Aos Fatos trazó el rastro de estos discursos desinformativos sobre el COVID-19 en América Latina, una región gravemente afectada por el virus, e identificó que las vacunas eran los principales objetivos de las falsas acusaciones.

Para esta encuesta, se investigó el contenido de 3.076 informes sobre temas relacionados con la pandemia producidos por los medios de catorce países latinoamericanos que integran la Coronavirus Facts Alliance, de la que Aos Fatos forma parte. Los informes analizados se publicaron entre enero de 2020, cuando la COVID-19 era todavía una enfermedad poco conocida, y diciembre de 2021, mes en que la enfermedad ya había cobrado más de 3,5 millones de vidas en todo el mundo.

Metodología

 Aos Fatos recopiló todos los controles de información o fact-checks publicados por los medios de comunicación latinoamericanos incluidos en la base de datos de la Coronavirus Facts Alliance, un consorcio de prensa organizado por el IFCN (International Fact-Checking Network) que reúne controles sobre el Coronavirus producidos por noventa y nueve medios de comunicación de más de ochenta países. 

 En el caso de los países con información desactualizada, Aos Fatos incluyó controles publicados en los sitios web de las agencias después de la última inclusión en la base de datos de la Coronavirus Facts Alliance. El número de controles por país refleja variables como el número de agencias que participan en el consorcio y el volumen de publicaciones de cada una de ellas.

A continuación, se analizaron los controles individualmente y se clasificaron por categorías: no se tuvieron en cuenta los controles de declaraciones y desinformaciones repetidas y desmentidas por más de un medio en el mismo país.

Los países que forman parte del proyecto son Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Guatemala, México, Uruguay, Paraguay, Perú y Venezuela. 

Información infectada

El tema más frecuente, con un total de 899 controles (29% del total analizado) publicados en la región, fue el de la vacunación. También se refutaron en gran número mensajes engañosos sobre medicamentos y curas (560 controles, 18%), así como falsedades sobre medidas de protección (467 controles, 15%).

Al igual que los conocimientos científicos sobre la enfermedad, las cifras muestran que también la desinformación ha evolucionado a lo largo de la pandemia. En América Latina, oleadas de aseveraciones falsas han acompañado las diferentes fases de la crisis sanitaria. En marzo de 2020, cuando la OMS (Organización Mundial de la Salud) declaró una pandemia por el nuevo Coronavirus, la mayoría de las publicaciones engañosas pusieron en duda la eficacia de las medidas preventivas, como el uso de mascarillas y el aislamiento.

Desde abril, con la escalada de casos y muertes en todo el mundo, las promesas de fármacos sin beneficio probado contra la COVID-19 ganaron las redes. El tema siguió predominando en los controles hasta septiembre de 2020. 

A partir de octubre, cuando las vacunas aún se estaban probando en humanos, la desinformación sobre éstas tomó la delantera. Siguió siendo el tema más frecuente de los mensajes engañosos durante los siguientes quince meses, hasta diciembre de 2021.

Falsos efectos

El miedo fue la principal estrategia utilizada por los desinformadores para desalentar la demanda de vacunas. Los mensajes engañosos sobre efectos adversos duraderos e incluso mortales fueron los más comunes entre los controles sobre las vacunas (317 negaciones, 35,2%).

 Noticias falsas sobre convulsiones, desmayos, problemas cardíacos y muertes súbitas llegaron a las redes sociales ya en abril de 2020, mes en el que comenzaron las pruebas de vacunas en humanos, y el ritmo de estas publicaciones aumentó en 2021.

En la mayoría de los casos, las presuntas víctimas eran anónimas. Grupos de Telegram en Bolivia, por ejemplo, difundieron en octubre del año pasado que unos pilotos estadounidenses habían muerto en pleno vuelo como consecuencia de la vacuna. “Los pilotos de las principales compañías aéreas tienen buenas razones para resistirse a los mandatos de vacunación. Sus compañeros pilotos que han tomado la controvertida vacuna COVID-19 han caído muertos en vuelos nacionales e internacionales”, decía el mensaje.

Sin embargo, todas las compañías aéreas mencionadas en la publicación han negado que haya habido víctimas mortales relacionadas con vacunas entre sus empleados. Diferentes versiones de esta afirmación engañosa han circulado también en Costa Rica, México y Brasil. 

También hubo artículos desinformativos que se aprovecharon de personalidades conocidas, como atletas, celebridades y políticos, para imputar falsas reacciones adversas a las vacunas. Cuando el futbolista danés Christian Eriksen se desmayó en el campo durante un partido de la Eurocopa en mayo de 2021, en Brasil y Bolivia se difundió la información errónea de que había tomado la vacuna Pfizer días antes del problema. Sin embargo, el atleta aún no había sido vacunado contra la COVID-19.

Las teorías conspirativas relacionadas con las vacunas fueron la segunda estrategia más común de la desinformación sobre el tema en América Latina (219 controles, 24,3%). Estos mensajes cruzaron fronteras y se reprodujeron en varios países.

La tesis de que las vacunas causan daños irreversibles en el ADN humano, por ejemplo, surgió en América Latina en marzo de 2020. En ese momento, un post publicado en Facebook en Colombia afirmaba que “una nueva generación de vacunas genéticas inyectará genes sintéticos que modificarán la estructura del ADN de nuestro cuerpo, con consecuencias imprevisibles a largo plazo”. Esto es falso, ya que la vacuna no interactúa con el núcleo de las células humanas.

En los seis meses siguientes, la falsa tesis llegó también a Argentina, Brasil, Costa Rica y México. Con el inicio de las campañas de vacunación en todo el mundo, esta desinformación ganó aún más fuerza: durante el último año, circularon cadenas en aplicaciones de mensajería, publicaciones en redes sociales y vídeos con el mismo rumor en Bolivia, Cuba, Guatemala y Ecuador.

Otras teorías conspirativas que se extendieron por la región decían que las vacunas contenían células de fetos abortados (desmentido en nueve países) y que se convertirían en “imanes humanos” (desmentido en cinco países).

Aunque circularon por casi todos los países incluidos en la investigación, la desinformación sobre la vacuna se concentró en ciertas naciones latinoamericanas. La mayor proporción de publicaciones controladas se encuentra en Bolivia, donde el 49,3% de todo lo que fue desmentido se refiere a vacunas, seguido de Venezuela (38,5%) y Costa Rica (33,1%).

Remedios y curas engañosas

Si en Brasil “el tratamiento anticipado salva vidas”, como repetía la desinformación sobre curas y medicamentos, en Bolivia “el dióxido de cloro cura la COVID-19”, y en Colombia “el té de jengibre, limón y cebolla neutraliza el nuevo coronavirus”. Recomendaciones como éstas resultaron ser falsas, pero estuvieron presentes en 560 piezas engañosas que circularon en redes sociales en América Latina durante la pandemia. 

Estas afirmaciones comenzaron a difundirse en redes poco después del descubrimiento de la COVID-19. En febrero de 2020, una cadena de WhatsApp lanzada en Brasil recomendaba el consumo de un gramo de vitamina C y zinc efervescente. “Esta es una de las formas de mejorar nuestra inmunidad y estar preparados en la lucha contra una eventual infección por coronavirus”, concluía el mensaje. Sin embargo, no es cierto que tomar estos suplementos ayude a combatir la enfermedad.

A pesar de estar presentes en toda la región, falsas aseveraciones sobre medicamentos y curas fueron particularmente intensas en tres países: el 65% de todos los controles producidos en América Latina sobre el tema se concentró en Brasil, Colombia y Bolivia. Las particularidades locales llevaron a potenciar sustancias diferentes en cada una de ellas. 

En Brasil, la hidroxicloroquina y la ivermectina fueron las principales sustancias mencionadas en 98 y 62 contenidos engañosos, respectivamente. El llamado “tratamiento anticipado” tiene como uno de sus principales propagadores al presidente Jair Bolsonaro (PL), que dijo haberse sometido al tratamiento cuando estaba enfermo y que no se vacunó contra la COVID-19. 

Bolsonaro ha recomendado estas drogas en redes sociales y en pronunciamientos emitidos en televisión nacional. Según el contador de declaraciones del presidente de Aos Fatos, ha habido al menos 375 declaraciones falsas o distorsionadas sobre dichas drogas en los últimos meses.

Todavía en marzo de 2020, publicaciones en Facebook distorsionaron los hechos al anunciar que Anvisa (Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria) había liberado el uso de la cloroquina para el tratamiento de la COVID-19. En realidad, el permiso para la administración del fármaco procedía del Ministerio de Sanidad y estaba restringido únicamente a los pacientes hospitalizados en estado grave. 

En ese momento, los estudios sobre la eficacia del fármaco aún se consideraban poco concluyentes. En la actualidad, varias investigaciones atestiguan que la hidroxicloroquina, un medicamento autorizado para tratar la malaria, la artritis y el lupus, no sirve para contener la COVID-19. Tampoco hay pruebas de que la ivermectina sea eficaz contra la enfermedad. 

En Colombia, el liderazgo se lo llevó la recomendación de remedios naturales, controladas veintidós veces. Los desinformadores defendieron procedimientos como la inhalación de hierbas y el consumo de tés para promover falsos tratamientos para la COVID-19. 

Una publicación que se hizo viral en junio de 2020, aconsejaba nebulizar hojas de eucalipto y manzanilla y beber té de jengibre, canela, miel y limón para personas con síntomas. “Estos consejos pueden salvar tu vida”, aseguraba el mensaje. Estas sustancias pueden aliviar los síntomas de la enfermedad, pero no hay pruebas científicas de que funcionen para combatir el virus.

En Bolivia, la atención se la llevó el dióxido de cloro, un producto químico corrosivo utilizado como blanqueador y desinfectante que durante años se ha propagado como la cura para una serie de enfermedades, incluido el autismo. La solución tóxica apareció en veintidós controles, en los que los desinformadores atribuyeron a su uso el descenso del número de casos y muertes causadas por el virus en el país.

 La campaña engañosa contó con respaldo institucional. Bajo las protestas de la comunidad médica, el parlamento del país aprobó en agosto de 2020 una ley que autoriza la producción, comercialización, suministro y uso de la sustancia como medida preventiva y tratamiento para los diagnósticos de COVID-19. En algunas regiones de Bolivia, como Chuquisaca, se ha administrado dióxido de cloro a los pacientes, distribuido gratuitamente por iglesias evangélicas en ciudades como La Paz y El Alto, y vendido mediante anuncios en Internet. 

Uno de sus principales promotores es un supuesto científico alemán llamado Andreas Kalcker, que en mayo de 2020 hizo que se viralizara en países latinoamericanos un vídeo suyo en el que aseguraba que el consumo de dióxido de cloro “quema” el coronavirus. El uso también recibió el apoyo de periodistas, celebridades y parlamentarios de la región.

Ya en 2020, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) advirtió que la inhalación de dióxido de cloro no era adecuada para el tratamiento de COVID-19 y podía provocar efectos adversos graves, como intoxicación e incluso muerte. En 2021, la Agemed (Agencia Estatal de Medicamentos y Tecnologías Sanitarias) y el Ministerio de Salud de Bolivia publicaron alertas similares.

La desinformación sobre los tratamientos ha tenido otros episodios peculiares en la región. Las sugerencias de consumir agua de mar, pastillas de Halls e incluso cannabis circularon acompañadas de falsas promesas de que estas evitan el virus o lo curan. 

Intercambio de información errónea

Algunas teorías engañosas cruzaron fronteras, como los rumores desaconsejando el uso de mascarillas, que inundaron las plataformas de cada país cuando las autoridades sanitarias empezaron a recomendar la protección. Incluso antes de que la OMS recomendara la medida en junio de 2020, ya circulaba información errónea sobre el tema en la región. 

Cadenas de WhatsApp compartidas en Ecuador a finales de abril de 2020 decían que “el uso prolongado de máscaras provoca hipoxia [una condición de escasez de oxígeno]” y sugerían que la gente rechazara la protección facial. Tres semanas después, la desinformación también había llegado a Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Guatemala, México y Venezuela.

Por el camino, falsedades sobre los supuestos daños a la salud causados por las máscaras cambiaron e incorporaron nuevos elementos. En México, una imagen afirmaba que éstas podían disminuir la inmunidad natural al reducir la producción de oxígeno y aumentar la de cortisol (hormona del estrés), lo cual es falso ya que no hay ningún estudio que avale esta teoría.

En Brasil y Ecuador, las publicaciones han relacionado los equipos de protección con el desarrollo o el empeoramiento de los casos de cáncer, basándose en falsas conclusiones de los estudios. Al contrario de lo que difunden los posts desinformativos, las mascarillas son seguras y capaces de reducir el contagio, porque crean una barrera a la dispersión y entrada de partículas respiratorias contaminadas.

En al menos cuatro países (Argentina, Colombia, Costa Rica y México), la desinformación sobre el uso de mascarillas fue amplificada por el movimiento “Médicos por la Verdad”. Formado por profesionales de la salud, el grupo tiene representantes en Europa y en doce países de América Latina y se hizo popular durante la pandemia al difundir argumentos fraudulentos sobre tratamientos y vacunas. 

Bill Gates

Figura frecuente en las teorías conspirativas difundidas en las redes sociales, el cofundador de Microsoft, Bill Gates, ha sido una de las figuras más mencionadas por los desinformadores en América Latina. El multimillonario apareció en al menos 53 publicaciones falsas relacionados con COVID-19 en once países de la región.

En un principio, Gates estuvo vinculado a sospechas infundadas sobre el origen del virus. Circuló en Brasil y Argentina, por ejemplo, que habría registrado la patente del virus en 2014 y que predijo la pandemia de COVID-19 en 2019. También se han difundido falsas narrativas similares en México y Venezuela.

A medida que avanzaban los ensayos clínicos de las vacunas, Gates y su fundación filantrópica, famosa por su inversión mundial en sanidad, también sirvieron para crear información errónea. En mayo de 2020, circuló una cadena en redes sociales brasileñas y colombianas en la que se afirmaba que el empresario estaría financiando la creación de una vacuna contra COVID-19 capaz de controlar a los inmunizados a través de la tecnología de telefonía 5G y los microchips.

Posteriormente, comenzó a circular la teoría de la conspiración de que el multimillonario pretendía reducir la población mundial con las vacunas. “Bill Gates reconoce que miles de personas morirán con la vacuna COVID-19”, decía el pie de foto de un post colombiano que sacaba de contexto una frase del empresario. El rumor llegó a Brasil cuatro meses después. Otra información errónea que circuló en Bolivia, Brasil y Colombia distorsionó la declaración de Gates sobre la reducción de la mortalidad infantil a través de las vacunas.

Otro ejemplo es un video en el que el empresario explica cómo funcionan las vacunas de ARN mensajero, que fue editado en México para que pareciera que dijo que “la vacuna experimental cambiará nuestro ADN para siempre”. En realidad, Gates se refería al código genético del virus, no a las personas.

“Cifras” sobredimensionadas

 En la mitad de los países latinoamericanos incluidos en la encuesta circularon fotos y vídeos de ataúdes vacíos, camas de hospital desocupadas, certificados de defunción falsos y actores que se hacían pasar por muertos. Estas publicaciones engañosas sugerían que las cifras de muertes y casos de COVID-19 se estaban inflando en la región e incluso que la pandemia era en realidad un fraude. 

Un video grabado en mayo de 2020 por un parlamentario brasileño circuló fuera de contexto en Bolivia. “Segundo hospital vacío en Brasil descubierto por un diputado. El gran engaño de los enfermos y muertos de COVID-19 desenmascarado. ¿Cuántos países de Sudamérica se están dejando engañar por esto?”, decía el post falso, que en realidad mostraba estructuras inacabadas de un hospital de campaña. También circularon por Brasil imágenes de supuestos hospitales vacíos en São Paulo, Manaos, Fortaleza y Porto Alegre. 

En abril de 2021, los desinformadores bolivianos importaron otra pieza de desinformación brasileña: una imagen de ataúdes vacíos desenterrados en medio del brote de COVID-19 en el país. De hecho, la foto había sido tomada en 2017 durante una investigación sobre fraude en seguros de vida. 

Los argentinos difundieron un vídeo realizado en Bolivia en el que una persona levanta el brazo dentro de un ataúd alegando que se trata de un “falso muerto” de COVID-19. La grabación se realizó durante un ejercicio protocolario de recogida de cadáveres en la vía pública en Bolivia.

También se dio el caso contrario, de mensajes que transitaban entre países y que exageraban las estadísticas, con imágenes de muertos amontonados en las calles y clínicas abarrotadas. En Colombia y Argentina se compartió una foto de decenas de cuerpos con ropa blanca apilados como si fueran víctimas de la pandemia. En realidad, se trataba de una tragedia ocurrida en 2015 en Arabia Saudí durante la peregrinación anual a La Meca. 

En Ecuador, se desmintieron publicaciones que inflaban las muertes por COVID-19. “Se retiran 90 cadáveres por día de las calles de Quito”, decían los mensajes en mayo de 2020. Aunque la situación de la pandemia en el país era grave en ese momento, entre abril y mayo de ese año se recogieron quince muertos con sospecha de COVID-19 en la capital ecuatoriana.


Este informe forma parte del Proyecto Mentiras Contagiosas, una serie de investigaciones sobre desinformación relacionada con la COVID-19 en América Latina, coordinada por Clip (Centro Latinoamericano de Investigación Periodística). Otros artículos de esta serie pueden leerse aquí.

Amanda Ribeiro, Ethel Rudnitzki, Luiz Fernando Menezes, Marco Faustino y Priscila Pacheco

 Asistencia en la elaboración de informes: Bianca Bortolon y Milena Mangabeira

 Edición: Luís Felipe dos Santos y Sofia Fernandes

 Coordinación: Débora Ely y Leonardo Cazes

 Supervisión: Ana Freitas, Bernardo Moura y Carol Cavaleiro

 Recopilación y análisis de datos: João Barbosa

 Ilustraciones e infografía: Felipe Nadaes

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