***Inicia episodio*** Marta Sandoval: Y el 20 de octubre, ella está ahí en el hospital, estaba en el segundo nivel y ella veía una ventana y recuerda que solo veía …
***Inicia episodio***
Marta Sandoval: Y el 20 de octubre, ella está ahí en el hospital, estaba en el segundo nivel y ella veía una ventana y recuerda que solo veía luces extrañas, como unos reflejos de algo.
Narración: Ella es la periodista Marta Sandoval.
Marta Sandovar Y cuando empiezan a sonar los disparos y a (…) se oye ese estruendo de la revolución.
Narración: Marta cuenta lo que, en el 2012, le narró Esperanza Barrientos, una de las mujeres que exigieron la renuncia del dictador Jorge Ubico, el 25 de junio de 1944.
Marta Sandoval: Todos los pacientes del hospital corren y ella recuerda haber visto correr (…) hasta gente arrancarse los sueros y correr y salir.
Narración: Ese 25 de junio, la policía del presidente Jorge Ubico abrió fuego contra las manifestantes. Murió la maestra María Chinchilla. Ochos mujeres resultaron heridas, entre ellas Esperanza, quien recibió un disparo en la pierna que la ató a una cama por más de un año.
Marta Sandoval: Y ella obviamente no se podía mover porque ella tenía la pierna en el trapecio.
Narración: Seis días después, el 1 de julio de 1944, Jorge Ubico renunció y Federico Ponce Vaides tomó el poder. Continuó la represión, la censura, el espionaje. En la madrugada del 20 de octubre, un movimiento civil y militar, arremetió con armas contra el nuevo gobierno. Doce horas después Ponce renunció.
Marta Sandoval: Y solo estaba cerca de la ventana y solo veía que (…) solo intuía qué estaba pasando afuera y así pasa ella el 20 de octubre (…) (SILENCIO). (5:10) Dice que no se asusta porque ella nunca ha sido miedosa. Eso nos decía y hasta después es que se entera de lo que ocurrió.
Narración: Soy Alejandro García, periodista de Agencia Ocote. Es 20 de octubre de 2020 y hoy haremos un viaje en el tiempo. Retrocedamos 76 años. Te contaré cómo era la Ciudad de Guatemala en 1944. Cómo este movimiento terminó con trece años de dictadura e inauguró la llamada Primavera Democrática en Guatemala. Es una historia que se ha contado innumerables veces, desde diversos ángulos. Hoy, 20 de octubre de 2020, año en el que una pandemia obligó al mundo a encerrarse, tres personas, entonces muy jóvenes, nos contarán cómo vivieron aquel 20 de octubre también desde sus propios encierros. Ellos son el abogado Jorge Mario García Laguardia, la poeta y periodista Ana María Rodas y la periodista Marta Sandoval, quien tomará la voz de la maestra Esperanza Barrientos. Hoy 20 de octubre en Radio Ocote te llevaré hasta la Revolución del 44.
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Jorge Mario García: Bueno un grado de tensión muy grande, verdad. En todo el país. Todos esperábamos que algo iba a pasar.
Narración: Él es el abogado Jorge Mario García Laguardia. En 1944 él tenía 13 años.
Jorge Mario García: Era una situación verdaderamente tensa, verdad. El gobierno había reconcentrado a toda la policía para tenerla preparada para cualquier cosa, ¿verdad? Y en esa situación se vivió el día anterior al 20 de octubre.
Narración: El adolescente Jorge Mario y su familia vivían en la Avenida Elena y 12 calle. En la periferia del centro. Recordemos, en 1944, la Ciudad de Guatemala ocupaba de la 1era Avenida a la 12 Avenida, y de la 1era calle a la 18 calle; con algunas zonas residenciales y restaurantes en las que en ese momento eran las afueras. Usualmente, buses y tranvías, caballos y algunos carros atravesaban las calles. Pero no el 19 de octubre de 1944. Ese día…
Jorge Mario García: En absoluto. No había nadie en las calles. Era aquello un cementerio toda la ciudad.Todo estaba cerrado porque tenían temor los dueños, va, tenían temor de que pudiera pasar cualquier cosa.
Narración: Dice Jorge Mario que hasta las escuelas habían cerrado pues los maestros se habían declarado en huelga. Los rótulos de las marquesinas de la Sexta Avenida estaban apagados. Los restaurantes, los almacenes, los cines, todo cerrado. El escritor y dramaturgo Manuel Galich, en su libro Por qué lucha Guatemala, escribió que este paro inició el 16 de octubre. Pero agentes de la policía, con sus chaquetas verdes, sables y revólveres, y algunos a caballo, sí rondaban las calles. Otros guardias permanecían quietos como estatuas. No hacían nada, dice Jorge Mario.
Jorge Mario García: Que los ponían ahí como para mantener el orden, y establecer un poco de miedo en la población al ver que había policía ordenada, pues, ¿verdad?, y cuidando la ciudad. Entonces era un, como un mecanismo de control de la seguridad. Eso impedía que la gente saliera a la calle, que hubiera manifestaciones, que era lo que ellos no querían que sucediera.
Narración: Era un ambiente tenso. La gente prefería quedarse en casa, por miedo. Pero algunos salían. Se escuchaban sus pesados pasos martillando por las calles. A media mañana del 19 Jorge Mario y sus amigos del barrio salieron de sus casas.
Jorge Mario García: Salimos a las calles a tirarle cincos a los caballos de la policía.Entonces nosotros descubrimos que tirándoles cincos los caballos se caían, porque resbalaban. Entonces andábamos en las calles todos tirando cincos. Nos perseguían, pero no nos podían agarrar. Si decían algo, no oíamos (ríe). Tirábamos los cincos y salíamos corriendo, ¿verdad? Era una especie de juego político, ese de la juventud, ¿verdad?
Narración: A la vuelta de la casa de Jorge Mario, en la 1ª Avenida y 12 calle, estaba hospitalizada Esperanza Barrientos, en el San Juan de Dios. Esperanza fue una de las ocho mujeres que el 25 de junio fueron heridas por la policía montada de Jorge Ubico; una bala le perforó el fémur.
Marta Sandoval: Tenía la historia a flor de piel, que se la sabía como que hubiera (…) nos narraba las cosas como que hubieran pasado ayer.
Narración: La periodista Marta Sandoval, la entrevistó 68 años después del atentado, en el 2012.
Marta Sandoval: Ella caminó con un bastón toda su vida. De hecho, la primera impresión que tienen sus padres en el hospital es que van a tener que amputarle la pierna. Luego gracias al trabajo de los médicos logran salvarle la piernaPero le dicen que su pierna nunca va a tener la fuerza que hubiese tenido. Y por eso es que ella no puede ser enfermera.
Narración: Ella pasó más de un año en el hospital San Juan de Dios. Y el 19 de octubre de 1944, cuatro meses después del balazo, ella estaba con la pierna en alto, sostenida en un trapecio, sujetado a la pared, cuando un amigo llegó a verla. Un tal Fernando.
Marta Sandoval: Ella está ahí en el hospital, estaba en el segundo nivel. Le había ido contar que al día siguiente iba a pasar algo muy fuerte para Guatemala y que le prometía que le iba a llevar una placa de un policía como un regalo.
Narración: Fernando le dijo, según el reportaje de Marta, que “un grupo de estudiantes iba a hacerse arrestar para estar dentro de la Guardia de Honor y así ayudar a los revolucionarios desde adentro”.
Marta Sandoval: No se lo podía informar con todas las letras, pero se lo dio a entender.
Narración: Todas las personas con quienes hablé, todos los libros que leí, están de acuerdo en una cosa: se sentía que algo iba a pasar. El historiador Rodrigo Fernández señala que lo que finalmente disparó la revolución fue un acto fortuito, dentro de la Guardia de Honor.
Rodrigo Fernández: Hay también, digamos, había que entender que Guatemala era una sociedad acostumbrada a ser espiada, a ser vigilados, entonces que muy probablemente la fecha, hora y lugar lo manejaran dos, tres personas.
Narración: El historiador explica que era común que meseros, peluqueros, empleadas domésticas, fueran informantes del gobierno. Y menciono esto porque, a pesar de la tensión y la expectativa, la poeta y periodista Ana María Rodas recuerda que, en su casa todo era muy normal. Lo normal, en su casa, era hablar quedito. Ella recuerda escuchar a sus padres hablar de Ubico, de Ponce, de la dictadura, pero al oído del otro, viendo sus alrededores, como esperando una emboscada. E incluso, luego de la salida de Ubico, el 1 de julio, dice que…
Ana María Rodas: Todavía persistía el miedo de hablar en voz alta.
Narración: Ana María tenía siete años.
Ana María Rodas: Pues mirá, la verdad es que el 19 lo recuerdo yo mucho. Después me fui enterando que todos estaba como medio cerrado, que la gente no salía de sus casas.
Narración: Sabía de las manifestaciones. Las había visto. Reconocía el silencio y el secretismo, pero, insiste que era algo normal. Esa noche ella se fue a acostar, como siempre: con un libro en una mano y una linterna en la otra, para leer debajo de las sábanas.
Ana María Rodas: Cuando ya aprendí a leer yo tenía la costumbre de cerrar la puerta de mi dormitorio. Pero mamá era muy sensible a la luz, entonces mamá decía, “Ana María, apaga esa luz, duérmete ya”. Entonces yo conseguí una linterna y debajo de las sábanas metí el libro que estaba leyendo y la linterna, y así seguía yo. Y así me quedaba dormida.
Narración: Y así, cayó la noche, con Ana María agazapada con un libro. Se quedó dormida. Todo era silencio. Era aquello un cementerio. Por ahí pasaba alguno que otro caballo. Gatos brincaban en los tejados. Pasada la media noche, el papá de Ana María despertó a todos en casa.
Ana María Rodas: Y esa noche también, también nos dormimos porque sí recuerdo, ahorita lo recuerdo —no me había acordado nunca, pero ahora que me hablaste de eso me acuerdo—Recuerdo que agarré la linterna cuando papá nos levantó, porque pensé, “Si papá nos está levantando a estas horas de la noche algo malo está pasando”, creo yo, “Yo me llevo la linterna”.
Narración: “Algo malo estaba pasando”, dice. Algo sí estaba pasando. La Revolución se había adelantado 45 minutos. Más después del corte.
***Pausa Radio Ocote***
Documental “Del dictador al maestro”: Vientos democráticos qué soplaban en el mundo, en la lucha contra el totalitarismo nazi y fascista llegaron a tocar a Guatemala. La juventud alzó su voz y se movilizó. Estudiantes y profesionales universitarios, maestras y maestros protagonizaron jornadas cívicas enfrentando con valentía la represión ubiquista.
Narración: A la una y catorce minutos, del 20 de octubre de 1944, todo era silencio. Un minuto después, estalló la revolución. Cañones escupían plomo. Bolas de fuego surcaban los cielos.
Marta Sandoval: Y el 20 de octubre, ella está ahí en el hospital, estaba en el segundo nivel y ella veía una ventana y recuerda que solo veía luces extrañas como unos reflejos de algo.
Narración: Recordemos, Esperanza Barrientos estaba en el hospital San Juan de Dios.
Marta Sandoval: Y cuando empiezan a sonar los disparos y a (…) se oye ese estruendo de la revolución todos los pacientes del hospital corren y ella recuerda haber visto correr (…) hasta gente arrancarse los sueros y correr y salir.
Narración: Pero claro, Esperanza no podía moverse.
Marta Sandoval: Porque ella tenía la pierna en el trapecio. Y solo estaba cerca de la ventana y solo veía que (…) solo intuía qué estaba pasando afuera. Recuerda que una niña llega a meterse a su cama, que una niña que la acaban de operar. Ella se recuerda muy bien de esa niña que se llegó y se metió en la cama con ella porque la niña tenía miedo.
Narración: Todo era gritos en el hospital. También en la casa de Jorge Mario García, en la Avenida Elena. En el hospital eran gritos de susto y en casa de Jorge Mario de emoción.
Jorge Mario García: De tal manera que cuando se dieron los primeros bombazos en la madrugada, dijimos, “Bueno, ya principió”. Vivíamos prácticamente despiertos en las noches, todos, ¿verdad? Esperando que algo sucediera.
Narración: Jorge Mario cuenta que él y sus hermanos habían esperado con ansias la revolución. Cuenta que el 19 hasta durmió con la ropa puesta.
Jorge Mario García: No asustó a ninguno porque todos lo estábamos esperando.
Narración: Más bien los inspiró, dice.
Jorge Mario García: Los primeros bombazos, entonces todos los niños del barrio salimos a tocar las puertas de las casas, pidiendo que toda la colonia se incorporara al movimiento.
Narración: José Alberto Cardoza, militante histórico del Partido Guatemalteco del Trabajo, recuerda en su texto “Hace cincuenta años”, que, poco después del primer cañonazo, escuchó fuego de ametralladoras. Y poco después, voces en la calle que decían, “¡Viva la Revolución! ¡Muchachos, salgan a combatir por la libertad de Guatemala!” al lado del sonido de carros. De pronto tocaron la puerta de su casa. “En cuatro carros viejos íbamos apretujados unos cincuenta muchachos”, escribió “Íbamos juntos a enfrentar de cara a las fuerzas asesinas de la dictadura poncista. Recogimos a unos cuantos más y nos dirigimos a la Guardia de Honor”. Jorge Mario observaba.
Jorge Mario García: Pues yo me quedé, verdad, pero mi papá se fue. Mi papá el único, verdad, porque los otros éramos muy jóvenes, verdad.
Ana María Rodas: Yo me enteré de que algo estaba pasando cuando papá me levantó de la cama y había unos ruidos muy raros que pasaban encima de la casa zoomm.
Narración: ¿Recuerdan? A Ana María la despertó su papá, pasada la una de la mañana.
Ana María Rodas: Y entonces yo pregunté, “¿Qué está pasando?” Y me dijo, “Ha empezado una revolución”. “Nosotros en una revolución”. “Sí”. “Pues qué bueno”, le dije, “Así tal vez nos acostumbramos a hablar en voz alta”. Y se río de mi.
Narración: Ana María y su familia vivían en la 13 calle y 10ª Avenida de la zona 1, cerca de la Iglesia de Belén. Estaban justo entre el Fuerte de Matamoros y el Fuerte San José de Buena Vista, los principales blancos de la Revolución.
Ana María Rodas: Papá nos levantó de la cama a mis hermanos, a mi madre y a mi. Puso unos colchones debajo de la mesa del comedor. Luego sacó a mis hermanos y nos quedamos ahí y mi mamá nos dijo, “Cállense”, porque mi hermano mayor dijo, “Pero, ¿qué está pasando?, ¿qué es ese ruido?” “No sé”, le dije. Y mi mamá nos dijo, “Sh, cállese. Nos vamos a dormir tranquilamente y mañana hablaremos”.
Narración: Para entender el peligro que enfrentaba Ana María y su familia, debo recordar el plan de ataque de la Revolución. Esto incluía ubicar artillería calibre 105 mm en dos lugares: el Cerrito del Carmen y La Palmita, en zona 5. Así se hizo. Las armas en El Cerrito dispararon a San José. Las armas en La Palmita dispararon a Matamoros. Si ven un mapa, el plan fue astuto y hasta un poco cómico. Por la ubicación de la artillería, los militares en Matamoros pensaron que los estaban atacando desde el Fuerte San José y los que estaban en San José pensaron que les disparaban desde Matamoros. “Esto para confundir a los dos castillos y ganar tiempo precioso para el avance de la infantería y tanques”, escribió César Augusto Silva, en su libro 12 horas de combate. Y en medio de los cuarteles , estaba la casa de Ana María Rodas.
Ana María Rodas: Pero no nos pudimos dormir. Por lo menos yo no porque yo quería oír el próximo ruido. Porque se oían un ruido sordo. Pasaba algo zhummm, zhummm, encima de la casa (…) El ruido de las balas de cañón por encima de la casa. Entonces ahí estábamos debajo de la mesa, y yo pregunté, “Pero papi, ¿qué está pasando?” y me dijo, “Ya te dije que es una revolución”. “Sí, pero, a ver, cuéntame”. Me dijo, “¿Te acordás que Ubico se fue?” “Sí, cómo no”. “Y que nos dejó a fulano de tal”. “Sí, sí, yo sé”. “Pues contra él es”.
Narración: Y, ¿durmieron en la casa de Jorge Mario García?
Jorge Mario García: No, en absoluto. Con la luz encendida y despiertos todos, verdad.
Narración: Y, ¿en el San Juan de Dios?
Marta Sandoval: La pasaron en vela. Ella estuvo y ella sin poder moverse de ahí. Y todos en los pasillos, refugiados, viendo dónde se podía guarecerse. Ella a merced de la ventana, de lo que pudiera entrar por la ventana porque no había forma de moverla.
Narración: Claro, el hospital San Juan de Dios está a tres kilómetros de Matamoros y San José, pero es que pronto el combate llegó a las calles. Mientras los cañones en La Palmita y en el Cerrito del Carmen disparaban, civiles y militares sacaban artillería de la Guardia de Honor, para llevarla al Palacio Nacional y exigir así, a punta de cañón, la renuncia de Ponce. Y aunque habían engañado a los militares en ambas bases, pronto llegaron policías a atacar la Guardia de Honor. Llegaron desde el redondel La Estrella, al inicio de la Avenida Reforma, y Barranquilla, donde ahora está el IGSS de la zona 5. Es decir, además de las balas de cañón que pulverizaban paredes, en cuarteles militares, balas de ametralladoras Thompson, rompían ventanas, atravesaban torsos, arrancaban retrovisores. La lucha había salido de los cuarteles y se extendía por la ciudad.
Jorge Mario García: Ah, sí, desde el primer bombazo estalló, ya no paró eso, ¿verdad?
Narración: “Ya no paró eso”, dice Jorge Mario. Mientras, más civiles zurcaban la ciudad en jeeps, motocicletas, tricimotos, apurados por llegar a la Guardia, a pedir armas. Lionel Toriello, hermano del ciudadano Jorge Toriello, llevó a un grupo de estudiantes a la Empresa Eléctrica, para evitar que cortaran la luz durante el enfrentamiento. Civiles detuvieron a militares que venían desde Villa Canales y San Juan Zacatepéquez. Se escuchaba el ulular de las ambulancias. Tanques Marmont, Sherman y M3A1 llegaron a las bases enemigas, para, según César Augusto, “evitar la salida del personal de los castillos”. Más civiles luchaban en La Palmita, La Reformita, Santa Cecilia y cerca del Cerrito del Carmen. Entre ellos, un tío de Jorge Mario, el capitán Braulio Laguardia, quien murió en combate.
Jorge Mario García: Sí a él lo mataron ahí precisamente en (…) en Santa Cecilia.
Narración: Pero los cuarteles enemigos no se rendían. “San José era un dragón furioso que se negaba a morir”, escribió César Augusto.
Ana María Rodas: Al rato de estar nosotros, ahí, bajo la mesa tocaron a la puerta y era un vecino que llegaba a quedarse a la casa con nosotros porque tenía miedo que los fuesen a buscar. Entonces llegó ese vecino. Y al cabo de un rato llegaron otras personas que yo no conocía y se aposentaron en la sala de la casa y se quedaron ahí y papa dijo, le dijo a mi mamá, “Yo les voy a hacer café”, entonces entretuvo a las personas que estaban en la sala, que eran tres y tomaron café y platicaron un poco de lo que estaba sucediendo. Pero eso no lo podíamos oír nosotros. Además, estaban hablando en voz bajita.
Narración: La batalla continuó toda la madrugada. A las 8 de la mañana, según cuenta Cardoza, la artillería que apuntaba al Fuerte San José impactó una habitación donde los militares guardaban la pólvora. “Vimos volar en mil pedazos parte del castillo”, escribió. Pronto ambos cuarteles enemigos mostraron banderas blancas. Manuel Galich escribió en Por qué lucha Guatemala que “por la tarde Ponce se vio perdido, anunció su rendición y buscó asilo en la Embajada de México”.
Marta Sandoval: Cuando él regresa, solo me recuerdo que ella me contó lo emocionada que estaba esperándolo.
Narración: ¿Recuerdan al amigo de Esperanza Barrientos? ¿Fernando? ¿Quien la fue a visitar el 19 de octubre, al hospital San Juan de Dios, prometiéndole una placa de policía? Volvió, con la cabeza vendada. Una bala casi lo mata.
Marta Sandoval: La va a buscar al hospital y le lleva la placa y le cuenta todo lo que está pasando y es el momento en que ella empieza a tener noción de todo lo que había significado la lucha. De todo se había conseguido con la manifestación que empezaron ellas, mujeres, en silencio, y que concluía con muchísimo ruido. Para ella ese momento tan doloroso de estar en el hospital, con las heridas tan fuertes, sin saber hasta ese momento qué iba a ser de ella, si iba a poder volver a caminar, o no iba a volver a caminar, con un futuro totalmente incierto y en medio de esta situación tan dura, de estas sombras en las que ella está viviendo, le llegan una noticia así. A decirle, “La Revolución triunfó, aquí está la placa del policía, tenemos nuevos aires, nuevos vientos en Guatemala”, entonces ella se emocionó muchísimo cuando recibe esa noticia. Y se emocionó muchísimo cuando me la contó.
Narración: Y, ¿el padre de Jorge Mario?
Jorge Mario García: Al día siguiente como en la tarde, en la tarde regresó y después se volvió a ir.
Narración: Y, ¿su tío? ¿El que murió en combate? Le pregunto si su padre le contó qué había pasado.
Jorge Mario García: No, mi papá era muy, él era muy reservado, va, en esa época los padres no se relacionaban mucho con los hijos. Eso nunca lo supe si estuvo o no estuvo cerca. Pero que estaba en el lugar, en la zona, en Santa Cecilia, sí.
Narración: Para Ana María, la revolución fue un parte aguas en la historia de Guatemala.
Ana María Rodas: Se habla y se dice “la madrugada del 20”, sí. Pero la madrugada del 20 fue la puerta que se abrió para un tipo de vida completamente diferente. Como te digo la gente comenzó a hablar en voz alta. Comentaba todo. Ya no había temas prohibidos, ni nada. Yo recuerdo que en mi casa se hablaba así, en voz bajita. Pero la madrugada del 20 era como si nos hubieran subido el volumen a todos y en el momento en que Arévalo tomó las riendas del país Guatemala fue una cosa completamente distinta.
Narración: Del 17 al 19 de diciembre de 1944 se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en Guatemala. El doctor Juan José Arévalo obtuvo el 86% de los votos y asumió cargo el 15 de marzo de 1945. Algunos de los logros de la Revolución y los gobiernos de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz son: el derecho de voto a las mujeres, el derecho de voto a los analfabetas, derecho a la libre sindicación, huelga y paro; indemnización laboral por despido sin causa justificada, el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), la creación de la Ciudad Olímpica (iniciar largo fade), creación de la Facultad de Humanidades en la Universidad de San Carlos, creación de la Biblioteca Nacional y el Archivo General de Guatemala, creación del Código de Trabajo, aumento de jubilaciones y montepío (…) Y, sí, la posibilidad de hablar.
Créditos
Investigación: Alejandro García
Guión: Alejandro García
Edición de guion: Alejandra Gutiérrez Valdizán
Locución: Alejandro García
Montaje y diseño sonoro: José Monterroso
Ilustración: Maritza Ponciano
Música: Juancarlos Barrios
Bibliografía: “Guatemala, el lado oscuro de la historia I” de José Antonio Móbil, “¿Cuántos soldados se necesitan para enterrar un conejo?” de Marta Sandoval, “Los escritores y artistas del 44” de Stella Quan Rossell, “12 horas de combate” de César Augusto Silva Girón, “Caída de un régimen”, de Oscar de León Aragón, “La Revolución del 20 de Octubre de 1944”, de Jorge Mario García Laguardia y “Por qué lucha Guatemala”, de Manuel Galich.