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Desenterrando los poemas perdidos de Luis de Lión
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Luis de Lión es uno de los escritores fundamentales para entender la literatura contemporánea guatemalteca. Su poesía tuvo muchos caminos y recientemente fue reunida por su hija Mayarí de León y publicada por Ediciones del Pensativo. Esta reseña nos lleva por el recorrido del libro, del autor y su memoria.


 Mayarí de León, hija del escritor, poeta y maestro Luis de Lión, tenía siete años cuando su padre fue secuestrado la primera vez, en junio de 1973. Estuvo detenido ocho días.

“Cuando lo liberaron algunos de sus amigos lo llegaron a ver”, dice Mayarí, por teléfono. “En esa época vivíamos en la casa de mi tía, en la zona 1, y ellos vinieron a hablar con él”.

Mayarí recuerda a la también poeta y amiga de Luis, Ana María Rodas.

“Había claveles en la casa. Ella cortó uno y me lo puso en mi cabello”, cuenta.

Mayarí dice que no recuerda mucho. Silencio. Solemnidad. Ojos caídos. Era muy joven y no recuerda qué dijeron los adultos. Probablemente ni siquiera podría haber grabado en su memoria más que una frase. Pero entendía qué estaba pasando: hombres capturaron a papá. Mayarí dice además que, a partir de ese momento, empezó a tener pesadillas. Imágenes de barrancos llenos de cadáveres la despertaban de noche.

En 1973, trece años después de que iniciara el conflicto armado en Guatemala, el ejército guatemalteco perseguía con regularidad a disidentes e intelectuales. Escritores como Otto René Castillo y Roberto Obregón habían sido asesinados. Otros les siguieron. Entre ellos, Alaíde Foppa, Irma Flaquer y José María López Valdizón. En ese año Luis tenía 34 años y era una importante figura en la escena literaria local. Para entonces Luis había publicado dos colecciones de cuento corto y ya había escrito su obra cumbre, El tiempo principia en Xibalbá, la cual recibió el segundo lugar del Juegos Florales de Quetzaltenango de 1972—el primer lugar fue considerado desierto.

“Desde el primer secuestro de papá a mí me sudan las manos también”, continúa Mayarí. “Si estoy nerviosa o cada vez que tengo una emoción muy fuerte, me sudan las manos”.

Luis fue liberado esa vez gracias al apoyo e intervención de la Asociación de Estudiantes de la Universidad de San Carlos (AEU) pues Luis había sido capturado junto al secretario general de la AEU.

“Él salió muy lastimado, como un caimito”, dice Mayarí. “Esa detención fue fundamental en fortalecer la postura de papá; su postura ideológica fue inclaudicable a partir de ese momento”.

Mayarí dice que su padre nunca le contó de sus días en detención, pero ha llegado a conocer su lucha a través de sus cuentos y poemas inéditos, los cuales ella ha buscado durante los últimos quince años. A partir de esa búsqueda es que nace El papel de la belleza, la más reciente publicación de Luis. Este nuevo libro es una antología poética que reúne textos de 1972 hasta el último poema que escribió antes de su desaparición forzada y asesinato, en 1984. El papel de la belleza, como el resto de la bibliografía del autor, muestra sus típicas preocupaciones e intereses, su militancia e ideología, su atención a problemas sociales, a la lucha de los pueblos indígenas; su atención a lo cotidiano; todo a través de su melódico uso del idioma. Su poesía es minimalista, casual, relajada y siempre devastadora.

El papel de la belleza es la décima publicación póstuma del autor. Luis de Lión fue secuestrado nuevamente el 15 de mayo de 1984. A la fecha se desconoce su paradero.

detalle lui

“Buscando a mi padre, encontré al escritor”  

Mayarí tenía 18 años y vivía en Nicaragua cuando su padre fue secuestrado nuevamente, once años de su primer rapto. Tres años después, en 1987, su madre le entregó varios documentos de Luis.

“Pero no los leí”, dice Mayarí. “Tenía miedo. No tenía el valor de abrirlos. No sabía que había ahí”.

Dos años después, en 1989, Mayarí finalmente revisó los documentos. Eran siete poemas, todos dedicados a ella y titulados Poemas para el correo. Los poemas habían sido escritos a finales de 1983.

 

01 (…)

Mi nena,

mi pequeña camarada,

quisiera enviarte nuestros amaneceres y crepúsculos

envueltos en una tusa.

 

“Son poemas muy íntimos”, dice Mayarí. “No solo por nuestra relación de padre e hija. Teníamos ese nexo de camaradas. Mi papá era del Partido Comunista y yo era parte de la Juventud Comunista”.

Pero Mayarí no inició la búsqueda sino años más tarde.

Entre 1960 y 1996, en Guatemala, más de 45 mil personas fueron desaparecidas, en su mayoría, por el Estado de Guatemala y con la ayuda del ejército y la policía. Esta práctica se incrementó en la década de los años ochenta. Los blancos eran guerrilleros, sindicalistas, líderes sindicales, líderes estudiantiles, intelectuales, maestros y disidentes políticos; hombres y mujeres. Es ampliamente reconocidos que los restos de las y los desaparecidos fueron enterrados en fosa comunes, tirados al mar, o en los cráteres de los volcanes. Con el pasar de los años, médicos forenses han encontrado cuerpos con señales de tortura en antiguas bases militares. Dos de los más importantes descubrimientos sobre estas prácticas son el Archivo Histórico de la Policía Nacional de Guatemala y el llamado Diario Militar. El primero, hallado en julio del 2005, en una bodega abandonada en la Ciudad de Guatemala, contiene más de ocho kilómetros de documentos que mencionan estas capturas y otras violaciones de los Derechos Humanos, de 1882 a 1997. El otro documento, el Diario Militar, encontrado por la archivista estadounidense Kate Doyle, y hecho público en mayo de 1999, es una lista de 183 personas que fueron capturadas y algunas desaparecidas en Guatemala entre agosto de 1983 y marzo de 1985. Cada ficha del Diario Militar tiene, entre otras cosas, la foto de las personas detenidas, la fecha, hora y ubicación donde fueron apresadas.

Luis de Lión está en esta lista.

Luis de Lión es la persona número 135. Luis de Lión fue interrogado y torturado por 22 días. Luis tenía diabetes. Luis de Lión fue asesinado el 6 de junio de 1984.

 

*****

como sé que algún día yo moriré y tú también,

como no quisiera que nuestro amor muriera,

que al menos quedará de él un monumento,

quisiera escribirte mis poemas con la más alta tecnología

para que tal vez fuese un poco inmortales.

 

Mayarí finalmente regresó a Guatemala en 1991, cuando tenía 25 años. Admite que tan pronto puso un pie en el país, sabía que tenía que buscar a su padre.

“Era mi deber”, dice.

Pero lo que realmente inspiró la búsqueda de Mayarí fue la publicación del Diario Militar, el cual, eventualmente, permitiría a la familia de León demandar al Estado por su desaparición y llevar el caso de Luis a la Comisión Inter Americana de Derechos Humanos. Para eso la familia de León debía armar un caso, construir un archivo que demostrara quién era Luis. Debían incluir sus documentos de identificación y escribir testimonios. Pero tal y como Mayarí afirma, hablar de la guerra todavía es considerado tabú en Guatemala.

“Me tomó dos años y medio el escribir el testimonio de mi madre”, dice Mayarí. “Y no es muy largo”. Mayarí explica que siempre que iba a casa de sus padres, en San Juan del Obispo, a visitar a su madre, le hacía preguntas, intentaba que ella le revelara información de su padre. “A veces me decía una cosa. Nada Más. A veces nada. No es como que llegara y le dijera, ‘Mama, vengo a entrevistarla’, no. Yo le preguntaba cosas, pero a ella no le gustaba hablar. A veces se contradecía también”.

Similar a su madre, el testimonio del hermano de Mayarí es de media página.

En 2002 Mayarí demandó al Estado de Guatemala. Tres años después, el entonces presidente de Guatemala, Oscar Berger, reconoció que el gobierno era responsable por la desaparición de Luis. Hubo un homenaje y eso fue todo. No hubo investigación. No se encontró el cuerpo. Pero Mayarí siguió buscando. A partir de 2005, Mayarí ha enfocado su búsqueda más en el legado literario de Luis.

Luego de que se mudara a San Juan del Obispo, Mayarí se interesó en la biblioteca de su padre. Al recién llegar, su madre le dio una caja llena de documentos que le pertenecían al escritor. A pesar que en ambas fuentes encontró papeles sin importancia, como recibos, también halló pistas de dónde buscar más de la obra de Luis: revistas y periódicos locales. Mayarí entonces fue a la hemeroteca y al archivo de la Universidad de San Carlos.

“Tenía amigos que trabajaban en esos lugares”, dice, “entonces les pedía que si encontraban algo escrito por mi padre, donde firmara con su nombre artístico: Luis de Lión; su nombre verdadero: José Luis de León; o sus pseudónimos: Pedro Sicay o Juan del Día, que me avisaran”.

Los poemas empezaron a llegar, a aparecer. O más bien, a reaparecer.

Revista Alero, La Semana, periódicos de la época, periódicos estudiantiles, publicaciones de sindicatos, etc. Ella también encontró papeles dentro de libros. Poemas escritos en recibos y facturas. Poemas escritos al lado de otros poemas—a veces una palabra, escrita a máquina, era la semilla que le daba vida a otro poema, escrito a mano. La madre de Mayarí también le entregó más documentos de Luis. El poeta y editor Francisco Morales Santos también tenía trabajo de él. Según cuenta Mayarí, Luis, antes de su desaparición, le dijo a su esposa que en caso algo le pasara a él, ella le debía entregar sus documentos a Francisco.

“Papá sabía que estaba en peligro”, dice Mayarí.

Así fue cómo Francisco terminó con mucho del material de Luis. A través de los años él ha publicado, desde la Editorial Cultura, los libros Poemas del Volcán de Fuego y Poemas del Volcán de Agua, ambos incluidos en esta antología poética, publicada a el primero de mayo de este año.

“En noviembre del 2018, ampliamos la casa para poder tener un aula de marimba”, empieza Mayarí. “Excavando en el jardín los albañiles encontraron un paquete enterrado con cosas de mi papá”.

Lamentablemente la lluvia y la humedad del suelo convirtieron esos documentos en un bloque de papel. Mayarí llevó esos papeles con expertos de restauración quienes le dijeron que no se podía hacer nada.

“De nuevo, papá sabía que estaba en peligro, por eso los enterró”, dice Mayarí. “En ese montón de papeles sí se puede ver que había un periódico del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT)”.

De hecho, antes de su muerte, la casa de Luis había sido allanada dos veces.

En otra ocasión Mayarí estaba en la biblioteca de San Juan Obispo, recogiendo libros que le pertenecían a su padre y ahora forman parte de su colección. Ahí encontró un libro en portugués. Mayarí estuvo a punto de tirar el libro. Pero antes, ella casualmente hojeó las páginas y vio el nombre de su padre en el índice.

“Ese momento me enseñó a ser muy cuidadosa con las cosas de papá”, dice.

El archivo de Luis de Lión parece un pozo sin fondo. Mayarí admite que no sabe si ya encontró todo lo que escribió su padre, si va la mitad o si la búsqueda apenas está empezando. Y esa búsqueda exhaustiva de quince años dio vida a El papel de la belleza, un libro que muestra la intensidad del escritor, así como su interés por la belleza cotidiana, su ideología y sus luchas internas. Su poesía es casual, musical, personal, humorosa e idiosincrática. Ocurrente también.

 

el enfermo

si tus labios en verdad fueran azúcar

y no solamente dulces,

hace años que habría muerto…

 

¡tú sabes que soy diabético!

 

El papel de la belleza

El libro fue publicado por Ediciones del Pensativo, la cual, empezando en 2013, ha re editado el resto de obra de Luis, incluyendo su novela El tiempo principa en Xibalbá, sus dos colecciones de cuento corto Los zopilotes y su segunda muerte y La puerta del cielo y otras puertas, y un libro de poemas, Pequeñas lámparas.

“Me conmueve cada vez que lo leo”, dice Ana María Cofiño, editora y fundadora de la casa editorial. “Luis, desde la ternura, con un lenguaje bucólico y cotidiano te dice todas las crudezas de la injusticia, la desigualdad, el racismo. Siento que toda la obra de Luis es muy sólida y coherente. Ves este profundo análisis político, sutil y profundo, en toda su obra”.

Del sinnúmero de cajas, fólderes y archivos que Mayarí encontró durante su búsqueda algunos, como ya mencionamos, estaban en mal estado. Otros parecía que no habían visto la luz del día en años, quizás desde que Luis los terminó. Mayarí se encontró con grapas oxidadas, papeles mohosos, páginas amarillentas, clips y ganchos polvorosos, y muchos documentos parecían tan viejos y frágiles como papiros antiguos—el libro incluye algunas fotos de estos poemas. Además, para la mala suerte de Mayarí, ella cuenta, riendo, que a veces había hasta siete versiones de un mismo poema.

“Luis era un poeta muy meticuloso”, dice Ana María. “Un perfeccionista”.

En esos momentos Mayarí tuvo que comparar cada versión para descifrar cuál era la última. Si Luis había escrito a mano una coma en un poema escrito a máquina de escribir y en otra versión esa coma ya había sido escrita a máquina, ella sabía cuál era la versión más reciente. Pero a veces había poemas que el autor nunca terminó y algunos, como mencionamos, que daban vida a otro poema.

“Pobre papá”, dice Mayarí. “Imagino que era un hombre atormentado por sus ideas”.

Y así nació El papel de la belleza.

 “Teníamos mucho material”, agrega Ana Cofiño. “Teníamos poemas juveniles de Luis que, a última hora, decidimos quitar. Así que el libro empieza en 1972 y para entonces Luis ya era un poeta, un escritor dedicado. Pero no solo como escritor. Como hombre también. Era un hombre con mucha vida, ya con una hija, otro hijo, militando, dirigente magisterial; había vivido en varios lugares. No estaba maduro porque la madurez le hubiera alcanzado después de su desaparición. Pero sí era un poeta que las tenía muy claras”.

 

Discurso ante los alumnos de 5to año de primaria

Durante este año

a pesar de nuestros escritorios destruidos,

a pesar de que hasta el viento nos espía,

a pesar de nuestra desnutrición y nuestros harapos,

hemos aprendido a soñar

a soñar como peces en una agua solidaria y descontaminada,

a soñar en uno con oxígeno sin smog y sin tiranos,

a soñar. Y eso es bastante.

 

“En esa época estábamos todos muy románticos”, dice Ana María. “El movimiento hippie, el feminismo, el triunfo de la Revolución cubana nos hizo creer que el mundo realmente podía ser diferente”. Una pausa. “No tuve la fortuna de conocer a Luis, pero sus palabras me representan. Él es un fiel representante de su generación y de su tiempo”.

Para el poeta Marvin S. García, la poesía de Luis ronda un espacio de resistencia y recreación.

“Solamente una persona con alta sensibilidad, preocupado por mejorar las condiciones que lo afectan a él, a su familia y a su comunidad, logra transformar las injusticias en una flor”, escribe en el prólogo del libro. “Su poesía es sencilla, entendible, clara, sin pretensiones; es, más bien, como un gesto cotidiano, como las hojas de una planta en el patio de cualquier casa”.

 

Abuelos

Abuelo Carmen:

despierte,

quiero hablar con usted,

gracias, abuelo, porque sin su mano, no hubiera conocido

el milagro de la germinación,

usted me enseñó a ganarme el pan con el sudor de la frente,

usted era mi árbol

y yo corría detrás de su sombra (…)

 

“Pero al mismo tiempo”, continúa Ana, “Imaginate escribir poesía con el zopilote aquí encima. Con los judiciales por todas partes matando, uno tras otro, a tus amigos y compañeros”.

Uno de esos amigos fue el líder estudiantil Oliverio Castañeda de León. Al final de la década de los setenta, Luis trabajaba en la Universidad de San Carlos, donde conoció al líder estudiantil. El 19 de octubre de 1978 el auto proclamado Ejército Secreto Anti-Comunista amenazó de muerte a 39 estudiantes y sindicalistas. Oliverio era uno de ellos. El operativo fue llamado La caza del venado. El 20 de octubre de 1978 Oliverio fue asesinado tras dar su último discurso. A raíz de esto Luis escribió el siguiente poema:

 

acerca del venado y sus cazadores

tanto cuchillo para cortar una flor,

tanta bala para acribillar una bandera,

tanto fuego para quemar un libro,

tanto zapato para aplastar el rocío,

tanto ruido para acallar una voz,

tantos cazadores para cazar un solo venado,

tanto cobarde contra un solo valiente,

tanto soldado para fusilar a un niño.

 

Poco después, Luis fue diagnosticado con diabetes y fue despedido de su trabajo en la USAC, pero siguió dando clases, ad honorem. Luis buscó tratar su enfermedad usando medicina natural. En 1983, por su condición, empezó a perder la vista. En diciembre del mismo año la universidad ya no le permitió seguir dando clases, entonces se enfocó más en su escritura. Durante este tiempo terminó La puerta del cielo y otras puertas, así como algunos de los poemas incluidos en El papel de la belleza. En abril de 1984, Luis fue a su natal San Juan Obispo a presentar un espectáculo de marionetas para los niños de la aldea. Fue durante esta visita que enterró varios papeles en su casa—los mismos que Mayarí encontraría décadas después. A finales de mes Luis, afectado por la diabetes, terminó en cama. Un mes después, El 14 de mayo de 1984, escribió su último poema, dedicado de Briggite Bardot.

 

y Dios creó a la mujer

…en el trigo de tu cuerpo.

No eras hecha por humanos.

Por eso tan perfecta.

(…)

Eras Nuestra Señora. Mi Señora.

Pero sobre todo, eras la Revolución Francesa.

Tus piernas eran dos cañones de amor

que disparaban a mis ojos y sacudían mis tímpanos.

 

Ese mismo día, luego de dos semanas en cama, Luis se sintió mejor. Había estado trabajando en un manual pedagógico para enseñar poesía a niños, y le dijo a su hijo Luis Ixbalanqué que iba a salir; un amigo suyo, que trabajaba en Radio Centroamericana, le quería dar un casete de música clásica.

“Ya regreso”, dijo Luis de Lión. “No me vayan a mover nada porque voy a seguir trabajando”.

Luis salió, recogió el casete y se fue de vuelta a casa. Aproximadamente a las 5 de la tarde se encontró con un amigo, César, quien lo acompañó a una farmacia. De repente escucharon llantas acercándose a ellos. César pegó un brinco, hacia una tienda de barrio, en la esquina de la 2ª Avenida y 11 Calle de la zona 1; se escondió bajo el mostrador. Luis no pudo correr. Hombres, vestidos de civiles, lo subieron a un auto sin placas y se fueron. Según el Diario Militar ejecutado veintidós días después.

 

Mini Relatos Antifascistas

Buscaban armas.

Y buscaron, buscaron, buscaron. Le dieron vuelta a la casa,

le sacaron las tripas.

Y nada.

En esa casa no había ni un arma, solamente había cientos de libros.

Era para morirse de la risa.

 

 

*Texto publicado originalmente en la revista literaria Asymptote como Luis de Lión: Unearthing the Lost Poems of a Disappeared Poet

 

 

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