Guiones Radio Ocote
En Ocumblá, Jocotán, se come tortilla con sal, nada más
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Ocumblá es un caserío de Jocotán, Chiquimula, en el corazón del Corredor Seco. Allá las casas son hechas con ladrillos de barro. Allá todos sobreviven comiendo tortilla con sal, nada más. La gente siembra maíz, pero se pierde. Pocos siembran frijol, el trabajo escasea y todos y todas pasan hambre. Ahí conocimos a Martina, quien cada mañana lava y muele el maíz para darle de comer a sus hijos. A Cristina, quien cada quince días se despide de su esposo pues él debe viajar a buscar trabajo y traer el sustento a casa. A Santos, quien como el resto de gente en Ocumblá, ha sufrido la misma escases y hambre desde que era pequeña.


[El audio del episodio lo encuentras aquí]

Periodista: ¿Me podés contar que comían antes de venir acá?

Irma: Frijolitos y arroz cuando había se iba a comprar arroz.

Periodista: ¿Les alcanza para todo lo que necesitan de comida?

Irma: No, no, se compra lo más necesario. 

[Audio continúa detrás de la narración]

Narración: Me escuchan hablar con Irma López, de 28 años. El pasado siete de noviembre Irma estaba con su hijo Anderson, de once meses, en el Centro de Recuperación Nutricional del Centro de Salud de San Juan Ermita, en Chiquimula. Estos lugares tratan a los niños y niñas que muestran señas de desnutrición. Hay dos centros más en la región; uno en Zacapa y el otro en Jocotán. Cuando conocimos a Irma, ella y su hijo llevaban un día en el centro. A Anderson, quien estaba bajo de peso, le habían dado queso, mantequilla, atol y frijol. La primera vez que Irma llevó a uno de sus hijos, fue hace diez años. Al más grande, quien pasó 32 días hospitalizado cuando tenía apenas seis meses de nacido.   

Periodista: A partir de esa primera experiencia, ¿te recuerdas algo que hiciste diferente en tu casa, compraste otro tipo de alimentos?

Irma: Sí, compramos cositas, así huevitos, arroz y ya. Papas para hacer en caldo.

Periodista: Y, ¿estuvo bajo medicamentos?

Irma: Sí.

Periodista: ¿Qué le dieron?Irma: Mucho hierro, hierro dice que le daban allá. Por eso el no sube de peso, me decían los enfermeros. Porque como el hierro les hace mucho daño a ellos.

Narración: Antes de hablar con Irma y visitar el Centro de Recuperación de San Juan Ermita, habíamos pasado un día en Ocumblá, Jocotán, donde asegurar cada tiempo de comida representa un esfuerzo sobrehumano. Donde hasta los alimentos más básicos como el frijol o el maíz escasean. Donde la única fuente de agua está cuesta abajo. Donde no hay luz. Donde las mazorcas nacen muertas, diminutas. Donde la gente se muere, literalmente, de hambre.

En Ocumblá, en Jocotán, el bienestar y la nutrición de la gente pende de un hilo, del vaivén caprichoso del clima. Nosotros hablamos con quienes ganan Q.30 al día. Sí, 30. Si es que logran cortar un quintal de café antes del atardecer. Si no, regresan a casa sin un centavo y se acuestan con el estómago vacío. Soy Alejandro García, reportero de Agencia Ocote, y hoy los llevaré a conocer la realidad de una de las áreas más pobres y abandonadas de Guatemala.

Este episodio fue realizado con el apoyo de Oxfam Guatemala y la Asociación de Servicios y Desarrollo Económico de Chiquimula, ASEDECHI.

[Sonido ambiente y Martina García López lavando el maíz]

Narración: Escuchan a Martina García López mientras lava el maíz que usará para hacer el desayuno. Martina tiene 40 años, nació en Ocumblá y está a cargo de su hija mayor María Antonia, sus dos hijos, Carlos Daniel y Adoníes Gabriel, y su nieta Kendra, quien cuando llegamos tenía apenas un mes de nacida y no alcanzamos a ver.

[Sonido ambiente y Martina García López lavando el maíz]

Narración: Esta es la rutina de todos los días de Martina. Se levanta. Lava el maíz. Luego lo muele. Lo muele con piedra pues no tiene molino. Es muy caro, dice.

[Sonido ambiente y Martina moliendo el maíz]

Narración: Una vez tiene la masa, hace las tortillas, a tiempo que hierve el café. Le toma más de una hora a Martina preparar el desayuno. Otra hora para el almuerzo. Otra hora para la cena. Y sí, siempre comen lo mismo, tortilla con sal y café ralo.

[Sonido ambiente y Martina torteando]

Narración: La situación de Martina no es única en Ocumblá. Pero a través de lo que nos cuenta, podemos describir la realidad del hambre en la mayoría de hogares en la aldea.

Martina García López: Bueno, días tortillitas solo con sal, y hay veces cuando hay tiempo voy a buscar un manojito de quilete, flor de ayote. Todavía que se consigue en este mes también. De ahí ya no hay, se secan todo. El bejuco lo que hay. Y unos palitos de chipilín que tengo ahí en mi huerto también, lo como en caldito. Ese es lo que como yo.

Periodista: ¿El café cómo lo consigue?

Martina García López: Pues sí como hay veces que me da un mi libra mi mamá y lo muelo y eso lo ve ahí. Mi mamá vive allá abajo. Ella sí tiene plantas de café.

Narración: Martina es una mujer ch’ortí’ de 40 años. Es madre soltera. Su pareja la abandonó. Martina tiene dos perros flacos y una gallina que a veces pone huevos. La casa de Martina está hecha de barro y zacate seco. Para llegar a ella hay que agacharse bajo los matorrales, empujar ramas, esquivar charcos y agarrarse de los árboles. Algunas de las paredes de su casa están forradas de trozos de nylon. Algunas, no más. Porque el nylon es caro. Pero lo necesita, nos explica, pues con algo hay que proteger la casa. Sin él, la lluvia lo derrumbaría. Y en esa casita de barro sobrevive, junto a su familia, gracias al maíz que sembró a mediados de año, de las pocas siembras que dieron fruto en la aldea. La cocina también es de barro con baritas de madera. Dentro está el poyo, hecho de piedra y sobre él, tiene un comal de metal, donde hace las tortillas. Por ahí hay bolsas de mimbre, palanganas, algunos trastos de plástico, un poco de jabón en polvo, hojas de elote y trozos de madera que ella usa para juntar el fuego. Martina ahora nos cuenta del maíz que come. 

Martina García López: Así como ahorita, todavía. Dos tareítas había sembrado, que es la que estoy comiendo. Vaya después se termina todo. Sembramos dos tareas en mayo. Quizás me dio como tres quintales, cuando empieza a estar en elote, empiezo a comer.

Narración: ¿Qué mes recogió los elotes?

 Martina García López: En agosto parece. Me va a durar por ahí en marzo.

Narración: Para entender por qué las cosechas de Martina y de las demás personas de Ocumblá se secan y por qué la comida escasea, debemos hablar de agricultura. Debemos también entender que gente como Martina no tiene dónde sembrar. En su casa no hay espacio suficiente. Y aunque lo tuviese, la tierra en Ocumblá es poco fértil, por estar en pendiente. No se pegan las plantas, nos dicen. Por eso Martina debe arrendar, como muchas familias de la región. Las primeras lluvias en Jocotán se esperan a principios de mayo. Pero desde un mes antes las familias siembran su maíz.

Arnoldo Paiz: Hay familias que siembran antes de que llueva y creo que esas familias son las que el día de hoy tienen cosechas. Las que siembran ya a inicios de junio, pienso que son las familias que perdieron su totalidad de cosecha.

Narración: Él es Arnoldo Paiz, técnico de campo de ASEDECHI y quien nos acompañó durante nuestro reporteo en Ocumblá. ASEDECHI es una institución que se dedica a promover el crecimiento y desarrollo económico sostenible en Chiquimula. Arnoldo nos explica que la época de lluvia se extiende, idealmente, de mayo a mediados de octubre.

Arnoldo Paiz: Pero tenemos dos tipos de cosecha, dos cultivos que es la “primavera” y la “postrera” que le decimos. Porque es la segunda donde mayor parte las familias siembran. Maíz en la primera y en la segunda frijol. Porque la temporalidad es diferente. Es otro tipo de lluvia que no reviste maíz en la segunda, porque se engusana, trae enfermedades los cultivos y no se arriesgan.

Narración: Entonces, para resumir, en mayo inicia la época de lluvia. Termina a mediados de octubre. El maíz pertenece al cultivo de primavera y se recoge en septiembre y octubre. El frijol es cultivo de la temporada postrera y se saca en diciembre. Claro, esta es la situación ideal. Pero, desde inicios de esta década, un nuevo fenómeno ha destruido un sinnúmero de cosechas. Hablamos de la canícula, un período de sequía en medio de la temporada de lluvia.

Arnoldo Paiz: La canícula se prolongó en junio, creo que inició el 12 de junio y finalizó el como el diez de julio. Antes podemos decir que tenemos cuatro años consecutivos que han existido más de 25 días de canícula. Variado, verdad. Este año fue en junio. El año pasado fue en julio.

Narración: ¿Recuerdan que Martina mencionó que calcula que su cosecha de maíz le durará hasta marzo? Pues ya se prepara para esa escasez.

Martina García López: Pues ahorita, son los tiempos de necesidad. Tengo que salir a buscar para mantener mis niños. Ahorita que vienen los cortes de café tengo que salir para ganar, para poder luchar. Para poder comprar un poquito de maíz para mantener mis niños.

 Narración: No habíamos mencionado el café porque el café da fruto tres años después de sembrado. Las familias en Ocumblá no pueden esperar tres años para consumirlo. El que tenía Martina lo compró. Pero, para personas como Martina, el corte de café sigue siendo su principal fuente de empleo. En octubre inicia el corte del fruto de café y se prolonga hasta febrero, si es buena cosecha. Pero desde hace cinco años, cuando el hongo de la roya devastó la caficultura en Guatemala, este grano ha sido irregular en la región. Pocas especies resistentes a la roya y una cosecha baja hace que los finqueros contraten cada vez menos jornaleros. Esto, más la canícula, hacen la tormenta perfecta para Chiquimula, para Jocotán, para Martina y su familia, para todas las familias pobres de la región.

Arnoldo Paiz: El cambio climático ha afectado a los pequeños productores. Hablando de estos, de las familias que tienen un espacio muy pequeño para poder acceso a tierras, para poder sembrar. Entonces la que logra conseguir su terreno arrendado, a veces que hasta endeudada porque no logra sacar ni para su autoconsumo, ni para pagar por el terreno que arrendó.

Narración: Como no tenía para rentar más tierra, Martina no sembró frijol este año. Mucho menos café. Y si sus cálculos son correctos, en marzo ya no tendrá comida. Un mes después sembrará de nuevo maíz y lo recogerá en septiembre. Eso significa que pasará seis meses sin comida. Y los meses que sí tiene comida, de septiembre a marzo, no es suficiente. Su dieta, como escucharon, se basa en tortillas con sal. La escuela de Ocumblá ayuda un poco, pues le brinda desayuno a su hijo mayor, Carlos Daniel. Él come chipilín, pollo, huevo, frijol, remolacha; pero no es suficiente. Nunca es suficiente. Esta es la realidad de la gente de Jocotán. Y de ahí proviene la desnutrición.

[Sonido ambiente y música]

Periodista: ¿Alguna vez se les han enfermado sus nenes…?

Martina García López: Sí he luchado por ellos para poder recuperarlos de vuelta. Este había quedado desnutrición pero gracias a Dios vio que la vio la enfermera ahí y lo vi que estaba desnutrido y yo miraba que de al tirito pero pasa que estaba desnutrido. Pero lo recuperé aquí no más en la casa. Porque ella siempre me daba las vitaminas que me da y yo le daba. Se recuperó y así no estoy bajando al hospital. Se engordó un poquito, porque era de cinco libritas, cuando era chiquitito, no que ahora está delgadito (levanta el brazo). Él solamente pesaba cinco. A diez llegó. Vaya y ahorita subió dos libras quizás y ya tiene dos años y medio y solamente pesa 19 libras el mes pasado. Este mes no lo han pesado.

Narración: Sí, escucharon bien. Adoníes Gabriel, de dos años, en octubre, pesaba 19 libras; tiene el peso de un bebé de nueve meses. Según la Organización Mundial de la Salud, un niño de dos años debería pesar, al menos, 26 libras.

[Sonido ambiente y música]

Narración: Después de despedirnos de Martina y sus hijos, fuimos a la casa de Cristina Ramírez Pérez, también de 40 años, también en Ocumblá. Ella vive con su esposo, nueve hijos y un nieto. Sus manos son frágiles, delgadas, como hechas de papel. Ella y sus tres hijas visten su colorido traje ch’ortí’. El mismo que tenía Martina y que llevan todo el año. Cada uno cuesta unos 40 quetzales. Otro gasto que no pueden asumir seguido. Cristina también vive en una casa de barro. Cristina es de las pocas mujeres en Ocumblá que cuenta con el apoyo de su esposo, Vitariano Jerónimo.

Cristina Ramírez Pérez: Ahorita anda buscando trabajito allá en la finca.

Periodista: ¿Eso hace todos los años, sale a trabajar?

Cristina Ramírez Pérez: A todos los años porque aquí no hay trabajo, aquí no se consigue nada de nada. Para comprar maíz. Él como es como es hombre trabaja de todo, de trabajo con azadón, chapol que le dicen, chapol de proteros, le ponen a cortar café; es tiempo de corte de café y hay ya dicen.

Periodista: Y, ¿él le manda el dinero?

Cristina Ramírez Pérez: No, como ese solo para quince días no más sale porque cuesta porque nosotros no hallamos dinero para comprar maíz, entonces él para quince días no más se va y viene a dejar el maíz. Y se vuelve a ir. Y así se mantiene todo el año porque no tiene de dónde trabajar.

Narración: Cristina nos cuenta que su esposo gana 30 quetzales al día, unos 600 quetzales al mes. Con eso puede comprar dos quintales de maíz, un poco de frijol y azúcar. Solo se queda con unos 20 quetzales que le sirven para volverse a ir, para pagar transporte para regresar a trabajar. A propósito, no es coincidencia que hayamos entrevistado únicamente mujeres. Lo que pasa es que en Ocumblá no hay hombres. O huyen luego de embarazar a alguien. O salen a trabajar, como el esposo de Cristina. 

Periodista: Y, ¿Cuándo él se va usted qué hace aquí?

Cristina Ramírez Pérez: Tengo que salir también buscando que encuentra uno, buscando trabajadito porque uno trabaja también, así como ese que ya va a haber corte de café, nosotros también tenemos que salir a cortar café para ayudar también. Pero si uno sale a rebuscar no halla para una libra de maíz.

Yo me levanto a las cinco de la mañana, me lavo las manos con jabón, junto mi fuego, coso mi café, después hago limpieza, después lavo el maíz, hay darle 5 lavadas al maíz para que pase bien. Echar el molino, repasarlo de vuelta y tortearlo.

Narración: Cristina nos cuenta que el maíz que trae su esposo, les dura quince días. Es por eso que él, puntual, regresa cada quincena, para alimentar a su familia. Cualquier retraso es devastador.

Periodista: ¿Qué es lo que comen ustedes todos los días?

Cristina Ramírez Pérez: Que, solo tortillita con sal, como estábamos comiendo allá donde la Martina. Solo tortillita con sal come uno. A veces salimos a buscar hierbamoras, lo que comemos nosotros.

Periodista: ¿Y café?

Cristina Ramírez Pérez: También cafecito. Desabridito, digamos.

Periodista: ¿Frijoles?

Cristina Ramírez Pérez: Frijoles no hallamos porque acá está caro la libra.

Periodista: ¿Cuándo fue la última vez que comió frijol?  

Cristina Ramírez Pérez: Ya tiene como meses quizás que no hemos comprado frijolito.

Narración: Consultamos sobre la deficiencia calórica de estas personas con María Martha Tuna, coordinadora del programa de salud comunitaria de la Cruz Roja Guatemalteca y nutricionista. Usaremos kilocalorías, que es el término correcto, aunque comúnmente hablamos de calorías. Una persona que consume dos tortillas por cada tiempo de comida con una taza de café con dos cucharaditas de azúcar, ingiere 540 kilocalorías al día. Como mínimo, una persona debería consumir entre 2 mil 100 y 3 mil 100 al día. Una mujer embarazada debería consumir, al menos, 2,600 kilocalorías. Esto provoca deficiencia nutricional, fatiga y en caso de mujeres embarazadas, baja producción de leche, tal y como le pasó a la hija de Cristina, Roselvira Jerónimo, quien tuvo que darle otros alimentos a su bebé. Escuchémosla.

Roselvira Jerónimo: Compraba un quintalito de maíz, con el pistillo que ganaba. Compraba una libra de azúcar, así como no abunda así pasaba yo. Todos los días, hacía falta. El niño pedía cafecito dulce y bueno y yo ese dinero que me pagaban y o compraba una librita de azúcar. No tenía pecho también, de una vez se secó. No es que mi mamá le daba que mamar. Se hinchó mis pechos.

Narración: Con estas cifras, con ésta escasez, es inevitable que la gente de Jocotán esté desnutrida. Su situación las pone al límite. No tienen descanso. Asegurar cada tiempo de comida depende de su esfuerzo, sí. Pero también de los caprichos del clima. Y aunque el clima les favorezca, aunque sus cosechas den buenos frutos, nunca es suficiente. El hambre es un problema generacional, histórico en la región ch’ortí’, en Jocotán. Entre entrevistas pudimos ver los cultivos raquíticos de Ocumblá; cafetales secos y sin frutos, plantas de maíz quebradizas, cabizbajas. Pasado el mediodía, cuando salimos de la casa de Cristina, fuimos colina arriba y vimos más de ese maíz seco. Tomamos una mazorca. Era amarillo pálido, con los granos negros y agrietados como dientes podridos; era, además, delgada y pequeña, de unos diez centímetros; una mazorca saludable mide entre 15 y 20 centímetros. Aunque estas personas se adelanten a la época de siembra, aunque hagan todo bien y a tiempo, llevan las de perder; el hambre les persigue y con ella viene la desnutrición, la muerte.

Doctora Susan: Aquí se le brinda la cocinera, ya por medio de la nutricionista, ya se tiene un plan de dietas para hacer variado entre todos los días. Se les da comida que ellos puedan obtener también en sus comunidades, se busca que sean nutricionales para ellos, y que sean accesibles. Porque en un momento dado tampoco los podemos sacar con unas dietas que ellos no vayan a poder comprar verdad.

Narración: Escuchan a hablar a la doctora Susan Cruz, quien, el pasado 7 de noviembre, era la médica encargada del Centro de Recuperación Nutricional de San Juan Ermita. ¿Recuerdan a Irma, al inicio del episodio? La doctora Susan es la encargada de tratarla a ella, a su hijo Anderson y a quienes llegan al centro, con signos de desnutrición.

Doctora Susan: Bueno lo que pasa es que ellos, se tiene un protocolo de manejo con los pacientes. Y se tiene la parte, parte de la evaluación médica se tiene la evaluación nutricional y también contamos con la evaluación psicológica los días jueves. Que es, si se necesita ayuda con los pacientes, el psicólogo, con los padres de familia, el psicólogo pasa con ellos. Dependiendo cómo vayan con el protocolo de manejo que se tiene y cómo vayan ellos en sus tablas de peso para talla, talla para edad, y peso para edad, así va a ser el egreso que ellos van a tener. Si ellos van alcanzando el peso que tendrían que tener.

Narración: Los niños y niñas que ingresan al Centro de Recuperación Nutricional son referidos de los centros de salud cercanos, de todo Chiquimula, Esquipulas y Quetzaltepeque. Visitamos el centro de salud de Ocumblá. Es, como ya imaginarán, un centro empobrecido y con pocos recursos dentro de una casa también de barro y sin luz. Dentro nos atendió la enfermera Heidy Verónica quien nos indicó que tiene acetaminofén, trimetropín; lo básico, dijo. Tiene también un medidor de estatura de madera y una báscula. Las enfermeras ofrecen también vacunas a los niños y los miden y pesan. Si una niña o niño está bajo de peso, las enfermeras sugieren mandarlos al Centro de Recuperación. Si los padres no aceptan, se le puede tratar en la comunidad, dándoles sobrecitos nutricionales. Si en quince días no se recuperan, se llama a la ambulancia para llevarlos al centro donde pasa, al menos, un mes. Se necesita tiempo para curar una enfermedad con meses, años de cultivo.

Doctora Susan: Porque el deterioro no se dio de un día para otro. La desnutrición no la tuvieron ellos de un día para otro, sino que fue paulatinamente. Ya sea porque no tuvo el aporte de comida óptimo y necesario en el tiempo indicado. O porque tuvieron una patología que hizo que ese aporte no fuera el mejor. O no se tuvo la recuperación necesaria en el tiempo que era.

Narración: Ya mencionamos el cambio climático, la pobreza, pero es también un tema de salud pública y educación sexual.

Víctor Hugo Sosa: La verdad que ha venido empeorando, porque uno de los grandes problemas es la… si lo ponemos así, la falta de educación, la falta de planificación familiar, en donde, aunque el ministerio de salud haga lo posible para enseñar y dar los métodos, hay una cultura bastante machista en donde el hombre no acepta no tener hijos.

Narración: Víctor Hugo Sosa es originario de Chiquimula y coordinador de proyectos de ayuda humanitaria de ASEDECHI desde el 2014.

Víctor Hugo Sosa: Lo que pasa es que por ejemplo al tener ocho, diez hijos, a mediano o largo plazo se convierten en ocho o diez familias. Entonces esto viene a aumentar población, agudizar los problemas que se van dando, verdad. Porque la familia crece con unas oportunidades bastante limitadas dentro de su núcleo familiar. 

Narración: Pero no termina ahí. Esa falta de educación de la que Víctor Hugo habla, se extiende más allá de la planificación familiar. El coordinador de ASEDECHI también señala que es necesario reforzar el conocimiento agrícola de las personas, de higiene, de economía, etc. Mientras ASEDECHI y Oxfam brindan este tipo de apoyo, apoyo que debería asumir el Estado, hay otros esfuerzos que buscan paliar la desnutrición en Jocotán. Escuchamos a Santos Cristina Aldana, líder comunitaria de Ocumblá.

Santos Cristina Aldana: Los niños que no los bañan, comen así con tierra en la mano han tenido bastante enfermedad, han estado desnutridos, por eso por no lavar las manitas de los niños y como las charlas que nosotros recibíamos, nos decían que debíamos decirles a las mamás.

Narración: Santos menciona unas charlas. Hace cuatro años se involucró en el liderazgo comunitario y cada cierto tiempo ella va al centro de convergencia en la cabecera, a escuchar esas charlas, a recibir consejos de salud. Luego ella las llega a compartir a otras madres de su aldea.

Santos Cristina Aldana: A veces nos organizamos ahí en la escuela, cuando la seño nos reúne para alguna actividad nosotras nos ponemos a platicar, que ellos no olviden siempre los temas que siempre he contado donde se ir y vienen las demás compañeras a impartir temas con ellos. Va entonces les han dado unos papelitos para que vayan aprendiendo de los consejos que ahí les dan.

Narración: Pero claro, la prevención e higiene no da de comer.

Santos Cristina Aldana: Pues aquí nosotros, lo que comemos a veces es frijolito cuando hallamos, y cuando no con quiletío. Tortillas sí. Ajá ese sí. Café igual.

Periodista: ¿La mayoría tortilla, café y quilete?  

Santos Cristina Aldana: Sí, los tres tiempos de comida.

Periodista: ¿Siembran frijol? 

Santos Cristina Aldana: Pues sembramos una media por no que esté por gusto, pero a veces no se da. A veces las chimilca lo termina. Recursos no alcanza uno para combatir esas plagas.

Narración: Cuando llegamos al Centro de Recuperación Nutricional de San Juan Ermita, había tres madres con sus hijos. El centro tiene una capacidad de diez pacientes y sus respectivas madres. La doctora Susan afirmó que al mes reciben entre tres y cinco pacientes, aunque alguna vez atendieron a hasta 14 niños al mismo tiempo. La desnutrición en Jocotán parece interminable. El bienestar de estas familias pende de un hilo.

Sí, falta educación. Pero incluso cuando todo esté a su favor, incluso si tienen el dinero para arrendar la tierra que usan para sembrar, incluso si siembran su maíz en junio, como vimos, la canícula dificulta su crecimiento. Incluso si tienen acceso a frijol, y muy pocos lo tienen, ambos granos no son suficiente para ofrecerle a la gente la mínima ingesta de calorías al día. Incluso si los niños y niñas van a la escuela y reciben su desayuno, pronto llega el fin de año y regresan a solo comer tortilla con sal. Incluso si las familias encuentran trabajo en las fincas de café, 30 quetzales al día no son suficientes. Nunca lo serán. Pero los técnicos de ASEDECHI insisten que la desnutrición es evitable. Apuntan que quizás no hace falta que todas las oportunidades se alineen para que estas personas no solo sobrevivan, sino que se superen. No más hace falta un poco de voluntad. Un poco de voluntad política. Escuchemos de nuevo a Víctor Hugo.

Víctor Hugo Sosa: Bueno. Desde el 2016 para la fecha hemos venido desarrollando con OXFAM una serie de proyectos de seguridad. Con el enfoque de seguridad alimentaria, con el objetivo de poder detectar hogares con inseguridad alimentaria severa-moderada que ha sido nuestro objetivo. Utilizando la metodología Cari, que es la metodología que tienen porcentajes de consumo alimentario, de gasto alimentario, estrategias de sobrevivencia, etc. En donde lo que hacemos es seleccionar a los hogares con inseguridad alimentaria moderada y severa para poder brindarles una atención económica mediante transferencias diferenciadas, lo hemos venido trabajando. Esto es de acuerdo al número de miembros que hay en el hogar.

Narración: Las familias, para obtener estas transferencias, deben comprometerse a hacer trabajos de conservación de suelos, reforestación y cuidado de pozos de agua, para mejorar sus medios de vida. Este proyecto está enfocado en toda el área ch’ortí’, es decir, Jocotán, Camotán, San Juan Ermita y Olopa, y las familias reciben 14 euros por miembro, unos 120 quetzales. La familia de Martina, por ejemplo, que consta de cinco miembros, recibiría 70 euros al mes. Cerca de 600 quetzales.

Víctor Hugo Sosa: Las transferencias se les hacen normalmente en el periodo de hambre para poder cumplir. El periodo de hambre estacional, el periodo de hambre estacional inicia en abril y llega hasta septiembre.

Narración: Dentro de las asistencias también se hacen entregas de harina fortificada y distribución de semillas y plantas frutales. Este año ASEDECHI ha invertido más de 2 millones de quetzales para darle apoyo a 9 mil 305 personas en Chiquimula, Baja Verapaz y Huehuetenango. Y así hay iglesias, ONGs y otros grupos humanitarios que también aportan. Pero no es suficiente. Nunca lo ha sido. Falta que el gobierno se involucre.

En octubre la iniciativa Paraíso Desigual, proyecto impulsado por Oxfam, exigió al Congreso que en el 2020 el Estado destinará mil 300 millones de quetzales adicionales para atender a 300 mil niños y niñas en los municipios donde más afecta la desnutrición. Sin embargo, el pasado uno de diciembre el Congreso dejó pasar la última oportunidad para hacerle cambios al presupuesto general de la nación 2020. Hay otros esfuerzos, claro. En octubre del año pasado se abrió el Centro de Atención Permanente en Jocotán. A partir del 2016 el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación impulsó el llamado Tren del Desarrollo, que desde entonces se ha enfocado en avanzar infraestructura para el beneficio de la población vulnerable en Jocotán y Camotán, y repartir raciones de comida a familias. Pero no es suficiente. Parece que nunca lo es. Y las personas de Ocumblá dicen que esto es más bien, un problema histórico; que siempre han pasado hambre.

Martina García López: Ah sí. Hubo un tiempo que no había nada, entonces mi mamá que estaba con mi abuela les regalaba una librita de arroz y venía ella y lo cocía, un poquito cada uno. Éramos bastantes nosotros de mujeres.

Narración: Regresamos con Martina García, que escucharon al inicio del episodio. Martina nos confirma que ella, desde pequeña, conoce el hambre, la pobreza y la explotación laboral. 

Martina García López: Vaya ahí los que fueron creciendo, los últimos mis hermanos todavía. Y dos mis hermanos que son lo últimos todavía. Ellos todavía porque se daba la cosecha que trabajan ellos. Pero aquellos tiempos no. Ay Dios nosotros nos recordábamos cuando sembraba todos su finquerío que están ahí. Íbamos a sacar una tarea para de veras poder ganar. Me llevaba yo mi papá, casi las tres mujeres que somos grandes, ya nos íbamos a ganar una tarea. Aquella tarea nos llevaba todo el día. Dándole para poder comer una tortilla. Y después cuando sembraron esos partes de café que como uno no tiene, pero hay de los sembrar. Una vez casi cinco meses solamente desayunábamos el desayuno, el almuerzo no hay porque el pisto no había y aquellos tiempos barato eran pagaban a diez pesos, después llegó a 20, era bien barato lo que uno que sacaba todo el día dándole a la tarea y el pisto era 20 pesitos.

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Créditos

Este episodio fue realizado con el apoyo de OXFAM Guatemala y la Asociación de Servicios y Desarrollo Económico de Chiquimula (ASEDECHI)

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