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Explora aquí la segunda temporada completa de Aquí pasó algo
Lee aquí la transcripción del episodio:
Estamos en la iglesia del Espíritu Santo de Zacualpa, en el departamento de Quiché. A unos 180 kilómetros de la capital de Guatemala, si vas por la carretera CA-1.
Colócate frente a la iglesia. Verás una puerta de madera. Sobre ella una fachada imponente. El templo tiene 476 años. Está construido en piedra y lleno de detalles: columnas, nichos, decoraciones en relieve y cornisas.
Camina a tu izquierda, hacia el convento. Podrás entrar por un portón y llegarás a un patio. En el centro, hay una cruz blanca, que en la punta sostiene unas letras de metal. En ellas se lee la palabra: «Mártires».
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En este convento, de 1980 a 1984 se instaló un destacamento militar que además funcionó como un centro de tortura.
Dentro hay tres espacios, que hoy funcionan como memorial. Buscan recordar y reivindicar la vida de las víctimas asesinadas por el ejército en Zacualpa, Quiché: la «capilla de la tortura», la «capilla del pozo» y el museo del beato niño Juan Barrera.
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La «capilla de la tortura» es una pequeña construcción de unos dos por cuatro metros, con una puerta de madera roja.
Cuando el destacamento estaba instalado en este convento, esta era la oficina parroquial. El ejército la destruyó y en su lugar colocó este cuarto del horror, que sería testigo de atrocidades.
En el techo, el espacio tiene unas vigas de madera de las que cuelgan velas de colores: blancas, rojas, verdes, azules y amarillas.
También hay pedazos de cuerda aún suspendidos, que durante los ochenta, se usaban para torturar a las personas de Zacualpa.
En los muros de la habitación hay decenas de cruces de madera con los nombres de las víctimas que fueron asesinadas en este lugar.
Si te fijas, todavía podrás ver pequeñas manchas de sangre en el piso y en una de las paredes.
Hay una imagen de Jesús crucificado a la que le falta un brazo. Así como los soldados mutilaron a personas, también cercenaron las imágenes religiosas de la parroquia y el convento.
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La «capilla del pozo» está hecha de piedra.
En el piso hay un agujero que está cerrado con tierra. Tiene velas a su alrededor y la imagen de un niño Jesús en el medio.
Este era el pozo en el que los soldados arrojaban a las personas que habían torturado y que aún estaban entre la vida y la muerte.
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El museo del «Beato niño Juan Barrera» es un espacio dedicado a Juan Barrera, un niño originario de la aldea el Tablón, en Zacualpa.
Los soldados lo llamaban «guerrillero católico». Juan, junto a su familia, era muy activo en la iglesia, en la parroquia del Espíritu Santo.
Su mamá cuenta que cuando lo mataron, en su pantalón llevaba un rosario.
En una de las paredes hay una estantería cerrada de vidrio. Ahí se guardan pequeños objetos que las monjas que se encargan del recinto han recolectado a lo largo del proceso de beatificación de Juan.
Sigue caminando por el cuarto, pasa el arco que está al medio y a la derecha verás dos estantes de vidrio. Dentro hay una camisa desgastada y un pantalón de tela azul. Esta es la ropa con la que mataron a Juan Barrera y la que su madre le hubiera regalado si su hijo se hubiera convertido en hombre.
Con las exhumaciones que se comenzaron en 1993, las monjas del convento empezaron a planificar que este lugar de muerte y tortura pudiera convertirse en un memorial.
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Elsa del Carmen Meléndez Ayala: Mi nombre es Elsa del Carmen Meléndez Ayala. Soy salvadoreña, religiosa franciscana de San Antonio, desarrollando mi misión ya por siete años acá en la parroquia Espíritu Santo de Zacualpa, Quiché. Me dedico a la acción pastoral y a motivar, a fortalecer la memoria histórica de lo que sucedió en los años 80 acá en Zacualpa. También estoy en el equipo de la diócesis del Quiché.
Este municipio de Quiché lastimosamente tiene una historia muy dolorosa, muy sufrida, pero es un municipio muy acogedor, muy bonito, la gente es muy amable, muy alegre y pues muy religiosas también, muy religiosos. Participan bastante, muy comprometidos y es lo que en los años ochenta lo llevó a muchos, a miles de miles al genocidio que hizo el Ejército.
En los años 80 utilizando la parroquia Espíritu Santo como un destacamento militar sin avisar a la población. Estuvo viviendo por seis años y meses. En esos seis años y meses hizo atrocidades.
Entró, matando, quemando las casas, asesinando a las familias, quemando sus granos. Y el campanario, la parte alta de la iglesia la utilizó para tirar los misiles hacia los cerros que son las comunidades que corresponden al municipio de Zacualpa.
Utilizó cada espacio para lo que él quería en contra de la misma gente y en la inocencia de la gente que venía a visitar el Santísimo, a hacer sus romerías, a venir con su imagen de su comunidad que iban a celebrar… esa gente que entraba no salía.
De hecho, la oficina parroquial fue el cuarto de la tortura, según ellos.
Nosotros por todo el por respeto a todas las víctimas que fueron asesinadas ahí, le hemos colocado «capilla de la tortura». La historia dice de que ahí (en la capilla de la tortura) hay dos agujeros, que el ejército le pidió antes de de empezar a masacrar un grupo que hicieran dos agujeros para que la sangre saliera y corriera.
Y todas las cruces que existen ahí es como una gratitud que las familias dejan en recuerdo de la memoria de las víctimas que fueron ya entregadas a sus familiares y que ya están enterrados ya con sus familias y los van a coronar cada noviembre.
De la «capilla de la tortura» a los que estaban medio agonizando y a los que se se daban por muertos ya que ya no podían valerse por sí solos, eran arrastrados y llevados a este lugar del pozo que no era parte de la diócesis, sino que era un terreno privado, como en ese tiempo todo el mundo abandonó Zacualpa.
Entonces de ahí los arrastraban y los iban a depositar al pozo. Según los forenses, dice que ninguno de los que cayeron cayeron muertos en su totalidad. Todavía llevaban signos vitales y fueron masacres muy, muy dolorosas.
Lo primero que cayó al pozo fue una mujer con un bebé. Después de la exhumación se volvió a llenar de tierra y está bajo la custodia de los tres amores de San Francisco de Asís, que es el Belén, el pesebre; la cruz, el sufrimiento; y la resurrección, que es la Eucaristía.
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Aquí estamos en el Museo del Beato Juanito Barrera. En una mañana llega el Ejército a la casa de él y los atacan, entran a su casa como entraron a la parroquia y los amarraron.
Los hermanos mayores se soltaron y se corrieron. Le hicieron el interrogatorio si era católico, si venía a la iglesia, si recibía formación, si venía a misa. Y él que acababa de hacer su primera comunión todo decía que sí y andaba un rosario en su bolsillo. Entonces lo tiraron y le dijeron: «Verdaderamente tú eres un guerrillero católico».
Y pues desocuparon las tolvas de sus fusiles en la espalda del niño.
Hace ya tres años, va para cuatro años, que se implementó este museo. No eran muchas las pertenencias de Juanito, pero han ido surgiendo documentos. La ropita que encontramos en la exhumación, tanto con la que lo masacraron como la ropa que le entrega su madre con una botella de agua.
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Pues continuando, voy a repetir la frase: «Cuando todos salieron a la luz, resucitó mi pueblo». Y como creemos en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, también la memoria histórica no puede quedar en la impunidad. Y también tomando la fuerza de «Guatemala Nunca Más», de esos tomos que Monseñor Gerardi le apostó a Guatemala, a Quiché, a poner por escrito todo ese genocidio que se dio y que no quedara en la impunidad. Entonces, a nosotros nos toca continuar.
Esto impulsa, nos mueve a seguir, porque en el plan pastoral diocesano, la memoria histórica es uno de los compromisos que tenemos muy serio como línea de acción. Recuperar la memoria histórica y hacerle sentir a la gente confianza de manera de que no se quede con ese dolor, sino que pueda también expresar, pueda compartir.
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¿Quieres escuchar lo que pasó en otros lugares? En el departamento de Alta Verapaz, a 162 kilómetros de aquí, existe una base militar que hoy se llama CREOMPAZ pero que durante el Conflicto Armado Interno fue un centro de detención y ejecución clandestino.
Si haces el recorrido digital, puedes escuchar las demás cápsulas en agenciaocote.com o en tu plataforma de audio favorita. También puedes explorar el mapa para ver otros lugares.
Te animamos a que escuches y veas otros productos sobre el tema en nuestro sitio web. Puedes ver el mini documental: «Decimos la verdad: A 11 años del juicio por genocidio en Guatemala» para conocer más de la historia de la población de Quiché durante el Conflicto Armado Interno.





