Amar en Centroamérica | Amar también es soltar

A veces, el amor nos lleva a construir y otras, nos enseña a soltar. Adriana Sánchez pasó años entregando su tiempo y cariño a un restaurante que se convirtió en su refugio, pero un día supo que tenía que dejarlo ir. En este episodio de Amar en Centroamérica, nos cuenta cómo tomar la decisión de cerrar su negocio fue un acto de amor propio.

Este es un episodio de podcast, de la serie Amar en Centroamérica. Para escucharlo, haz click en este reproductor: Aquí puedes leer la transcripción del episodio: Adriana Sánchez: Los domingos …

Este es un episodio de podcast, de la serie Amar en Centroamérica. Para escucharlo, haz click en este reproductor:
Aquí puedes leer la transcripción del episodio:

Adriana Sánchez: Los domingos yo tenía que ir a la feria muy temprano y a veces no podía dormir en toda la noche. O sea, yo toda la noche del sábado pasaba ahí como comiendo cielo raso y en la madrugada me levantaba y me iba, manejaba hasta el cerro de la muerte, que es la mitad del camino entre la ciudad y el pueblo donde vivo ahora, yo sentía como unas ganas incontrolables de escaparme y de salir huyendo, ¿verdad?

Pero llegaba hasta la mitad del camino y yo decía: «Okay, no me puedo ir, porque yo tengo ese negocio, o sea, alguien tiene que abrir la puerta, alguien tiene que cocinar, alguien tiene que atender a los clientes, hay reservaciones hechas, hay cuentas por pagar, ¿verdad? Tengo empleados que no los puedo dejar guindando y nada más irme huyendo» ¿verdad? Entonces, me quedaba ahí viendo el amanecer y me regresaba, pasaba la feria a recoger las cosas y me iba para el restaurante a trabajar. 

Narración:  ¿Cuándo es necesario salir de un lugar al que se le tiene mucho cariño, que se ama tanto y donde algún día se fue muy feliz? ¿Cuándo está bien parar? ¿Aprender a soltar también un acto de amor? 

Todas estas preguntas se las hizo Adriana, en un momento en el que tuvo que decidir entre dos grandes amores: su negocio y ella misma. 

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El amor se manifiesta de mil maneras. Es ese lazo que une a una pareja, que fortalece a una familia o que construye amistades profundas. Es el cariño por una mascota o por un país. Puede ser fugaz o tan sólido que recorre décadas. Y en medio de las dificultades y desigualdades, el amor también nos puede salvar. En este especial sonoro de Ocote te contaremos cómo es Amar en Centroamérica.

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Adriana Sánchez: Mi nombre es Adriana Sánchez González. Yo tengo 45 años. Soy costarricense y soy filóloga española. Esa es mi carrera, de eso me gradué y también soy cocinera. Tuve un restaurante de muchos años, lo cerré hace un tiempo, pero me sigo considerando cocinera. 

Todo me gusta mucho. Soy autista, entonces hay como que la gente en inglés dice que uno está «all over the place», como en muchos lugares a la vez y yo creo que tal vez a mí lo que me pasa es que tengo muchos intereses. Entonces, tal vez no les dedico a todos el mismo tiempo, pero todas las cosas que me gustan me gustan mucho y me encanta hacerlas.

Adriana Sánchez: Yo vengo de una familia de mujeres cocineras, en primer lugar, creo que eso es súper importante. Mi abuela materna, ella siempre cocinó por encargo, nunca tuvo un negocio de comida como tal, formal, pero ella, además de ser costurera, ella cocinó por encargo.

Y mi mamá pues ella logró dar un paso más adelante. Hubo un paso muy grande, mi abuela estudió hasta segundo grado de primaria. Mi mamá tiene título universitario. Pero ella pues por cosas de su vida decidió como trabajar desde la casa. También cosiendo y también cocinando y hasta el día de hoy mi mamá cocina. Ella cocina en turnos, cocina en ferias, también hace comida por encargo y aquí en el pueblo donde vivimos, la contratan mucho para cocinar en fiestas familiares. 

Y entonces yo desde muy chiquitilla como que siempre tuve buen comer, siempre me ha gustado mucho comer y también esa curiosidad por la cocina, pues desde pequeña porque una de las primeras cosas que mi mamá me enseñó a hacer —yo tenía como cinco años tal vez— fue encender la cocina de gas con un fósforo, cocinar un huevo y palmear tortillas.

Narración: El amor por la comida y la cocina siempre la acompañó.. 

Adriana Sánchez: A inicios de los 2000 es cuando la internet, cuando la web social cambió la manera en la que las personas nos relacionamos y nos involucramos. 

Yo abrí varios blogs porque me encantaba como escribir, ¿verdad? Entonces en uno escribía sobre cosas como vivenciales mías, en otro escribía sobre cosas de política y se me ocurrió con una de mis mejores amigas de la vida que también en ese momento era compañera de trabajo: «¿Y por qué no hacemos una página de recetas?».

Narración: Así nació «Manos en la masa» un blog que se volvió muy popular en Costa Rica y Latinoamérica porque en ese momento no existía mucho contenido sobre gastronomía en la región. Y en él encontró un refugio. 

Adriana Sánchez: Viajábamos mucho, mucho, mucho y entonces di como que llega este momento de la vida en el que usted no tiene un arraigo de ningún tipo, ¿verdad? Que se le mueren las matas o ya usted se fue 15 días y cuando regresa a la casa no hay ni comida o lo que hay en la refri se pudrió.  Entonces es muy frustrante vivir así, ¿verdad? Y ese blog fue como una alternativa medicinal que nosotras nos inventamos para tener un arraigo de algún tipo.

Narración: Después de un tiempo el proyecto pasó a ser solo de Adriana, se volvió más personal. Y aunque ya combinaba su pasión por escribir y por la comida, aunque había encontrado un pequeño arraigo, algo faltaba. Comenzó a sentir la necesidad de cocinar y de tener un espacio. 

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Adriana Sánchez: Dije: «Yo voy a abrir una cafetería aquí». Y se me metió eso entre ceja y ceja y y metí cabeza y me puse necia. Yo no tenía nada, o sea, no tenía ahorro, no tenía nada. Hablé con mi papá, le pedí prestar un terreno, hipotequé el terreno, pedí un préstamo y abrí la cafetería. Pero yo no sabía ni cómo sacar los costos de un café. Entonces, los primeros años fueron mucho nadar a ciegas, como estar en el mar de noche en medio de una tormenta sin saber para dónde agarrar.

Para el momento en el que yo abría el restaurante, de verdad era como una respuesta a esa necesidad de arraigo después de haber pasado tantos años viajando tanto. Y, o sea, de no tener una vida, no tener una casa a dónde llegar que yo sintiera que era mía, ¿verdad? Que era mi espacio. Porque todo era muy impersonal siempre. Entonces, eso fue arraigo y no le cuento el arraigo que es tener un restaurante. No puede uno hacer nada, se te acaba la vida.

Narración: Desde el primer momento supo que tener este negocio no iba a ser fácil. Pero también recibió mucho apoyo

Adriana Sánchez: Yo recuerdo haberlo hablado con varios amigos y hasta con algunos conocidos que no eran quizás gente tan cercana de: «Okay, vieras que ya digamos que hoy es miércoles, ¿verdad? Yo necesito abrir el lunes y no, o sea, no sé cómo abrir porque no tengo rótulo, no tengo radio, no tengo…». Y un grupo de gente se organizó para venirme a ayudar el fin de semana y vinieron y pintaron, y el esposo de una amiga me regaló unos parlantes como para conectar a la compu, para poner música y fue super bonito porque fue como digamos un empuje. 

Narración: Desde el inicio, el restaurante fue un espacio para crear comunidad. Se volvió tan popular que futbolistas, músicos e incluso políticos llegaban a comer el plato del día. También fue un lugar que vio nacer muchas historias de amor. 

Adriana Sánchez: Yo vi a una muchacha que llegó en la tarde y se pidió un café y se sentó y al rato llegó un chico y se presentaron y él se sentó y se pidió un café y comenzaron a hablar y yo caí en cuenta de que estaban, nosotros en en Costa Rica decimos «ligando», ¿verdad? Que la gente liga cuando se están conociendo, ¿verdad? A ver si se gustan. 

Y ese día se quedaron hasta que cerramos y después volvieron a venir a la semana siguiente y siguieron viniendo y siguieron viniendo y se hicieron novios y quedaron embarazados y cuando iban a hacer el baby shower de su bebé nos vinieron a preguntar si lo podían hacer donde donde nosotros en la cafetería. Y yo dije: «Wow, o sea, mi primer bebé». O sea… es una sensación que no tiene comparación y así me pasó varias veces,

Entonces fue como ir haciendo una familia, como ir sí, construyendo una familia con gente que no era nada mío, pero que les gustaba mucho lo que nosotras hacíamos y entonces pues venían con mucho cariño y con aprovechar ese espacio que nosotras les dábamos, ¿verdad? Y lo agradecían muchísimo. 

Quizás el único norte que yo siempre tuve fue ese, ¿verdad? Okay, yo quiero que la gente cuando viene aquí se sienta como que yo los estoy invitando al comedor de mi casa. Porque esos son los lugares en los que a mí me gusta comer. 

Narración: El espacio comenzó a quedarse pequeño. 

Adriana Sánchez: Yo abrí el restaurante y me casé y en el 2016, ya luego de un par de años de tener la cafetería en ese lugar, decidimos cambiarnos a un local más grande porque ya no nos cabían los clientes. Entonces buscamos una casa más grande, una casa nueva.

Narración: Ampliar el negocio parecía lo más lógico, pero crecer trajo complicaciones. 

Adriana Sánchez: Hicimos toda la mudanza ahí. Y en este espacio cabía cuatro veces la cantidad de negocio que yo ya me había acostumbrado a manejar ¿verdad? Entonces, estaba muy ansiosa siempre, estaba muy cansada siempre y también estaba como todo el estrés de la inestabilidad financiera.

O sea, un restaurante es como es como tener una una pila llena de agua, pero sin tapón en el desagüe, ¿verdad? O sea, siempre está lleno de agua, pero el agua siempre está saliendo. Entonces, por más que entrara dinero, así de rápido se iba también.

Adriana Sánchez: Y mi relación de pareja no sobrevivió.

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Adriana Sánchez: Yo creo que no éramos como dos personas que fueran a tener éxito juntas y quizás yo no lo quise ver en el momento. Nos casamos tal vez porque era lo siguiente que había que hacer y terminamos separándonos y yo me fui a vivir a esa casa donde estaba el restaurante porque la verdad no tenía para dónde agarrar, no tenía dónde meterme.

Tener el negocio abajo y estar viviendo arriba en el segundo piso, ¿verdad? Yo vivía en un estudio que era como un palomar, chiquitito, así, este… una habitación, una salita y un baño. Eso era todo. Y fue un proceso, no puedo decir que lo pasé sola. Yo de verdad tengo amigos y amigas muy lindos y que me acompañaron un montón, pero sí es un proceso de mucha soledad interna. 

Narración: Su negocio se convirtió en su cable a tierra, un salvavidas que la sacó a flote. 

Adriana Sánchez: En ese momento tenía un diagnóstico de un trastorno de ansiedad generalizada. Entonces yo tomaba medicación y todo y yo vivía pues una vida en donde si no estaba ocupada haciendo cosas o siendo productiva, se me iba mucho la mente, se me iba mucho la cabeza. Entonces en ese proceso del duelo del divorcio me deprimí muchísimo. Y lo que me hacía levantarme en la mañana era saber que yo tenía que trabajar.

Narración: Pero el cansancio comenzaba a pesar. 

Adriana Sánchez: Nunca logré pasar del punto de equilibrio en el negocio. Entonces era un negocio que era bueno, estaba bien, a la gente le gustaba lo que hacíamos, no la pasábamos mal, pero no ganábamos plata.

Por ahí del 2018, yo ya comencé a valorar esa posibilidad de decir: «Okay, esto no es sostenible en el tiempo porque de ahí el cuerpo aguanta una cierta cantidad de palo». Y todos todos tenemos nuestro límite, ¿verdad? Y medio conversábamos de vez en cuando, mi socio y yo y nunca se terminaba de concretar. Cada vez que yo decía: «Yo creo que ahora sí voy a cerrar», pasaba algo lindísimo que decía: «No, jamás, yo no puedo cerrar, no puedo cerrar el negocio».

Narración: En 2020, llegó la pandemia de COVID-19, pero tampoco fue el momento definitivo para cerrar. El negoció se adaptó a las restricciones. Hacían comida para llevar y en 2021 abrieron solo bajo reservación. Fue complicado, y no logró encontrar el punto de equilibrio para hacerlo sostenible. 

Adriana Sánchez: Al inicio de la pandemia comencé una relación de pareja con la persona con la que estoy ahorita él es gringo. Se había venido a vivir a Costa Rica y se quedó aquí atrapado. Yo digo que somos una pareja «pandemia». Él es chef también, entonces él nos ayudó mucho en ese proceso como de mantener el restaurante a flote, ¿verdad? Recortar costos, hacer costeo. Me enseñó un montón de cosas como operativas que yo la verdad no sabía hacer muy bien y a mediados del 2022, un día nos sentamos a hablar y yo le dije como: «Ey, vieras que la verdad, yo me quiero ir de San José».  

La verdad, los dos teníamos ganas de irnos y tener esa conversación ya a nivel un poco más abierto como con más vulnerabilidad, tal vez. Fue, uy, de ahí sí, la verdad sí, estamos en el mismo canal. Entonces comenzamos a hacer planes y proyectos y cosas, ¿verdad? Todo lo que necesitábamos hacer para cerrar, porque cerrar un negocio es caro también.

Narración: Tener el dinero suficiente para liquidar a sus empleados, vender algunas cosas y conseguir una bodega para guardar otras. Empezaron a planear los pasos que tenían que seguir para cerrar, de manera definitiva, el negocio. 

Adriana Sánchez: Avisamos a los clientes unas dos o tres semanas antes hicimos varios eventos de despedida, Entonces el último fin de semana hicimos un desayuno de despedida y miércoles tuvimos unas cenas porque además necesitábamos recoger plata. 

Para mí como la cereza del pastel es quizás que muchísima gente, mucha gente, muchos clientes vinieron a despedirse y nos traían cosas, nos traían regalos. O sea, había una pareja que ellos venían siempre con su perrito. Entonces, me escribieron una carta dándonos las gracias y la firmaron todos y la firmó el perrito también así con su patita y regalitos, tarjetas como de agradecimiento que «me vas a hacer mucha falta», que «qué lástima que cierran». Este, y y eso se sintió deep como lindo, ¿verdad? Muy doloroso al mismo tiempo., ¿verdad? Porque fue un proceso de duelo fuerte.

Narración: Apagar las luces e irse fue doloroso, pero necesario. Adriana estaba agotada y necesitaba terminar ese capítulo de su vida. Junto a su pareja se mudaron a un pueblo a las afueras de San José. Cerca de su nueva casa pasa un riachuelo. Están cerca de sus papás y la playa está a 40 minutos. 

Adriana Sánchez: Fue un viernes que dormimos aquí la primera noche y el sábado yo me desperté muy temprano en la madrugada, 

Entonces, me desperté como a las cuatro y media de la mañana y me hice una taza de café y salí de la casa y me senté afuera y vi el día comenzar. Los pájaros llegando a cantar, montones de pájaros, hay muchos pájaros aquí, el sol saliendo y fue como una tranquilidad que yo dije: «Wow, o sea, no sé qué viene ahora, pero hasta aquí ya lo logré, o sea, ya aquí ya es volver a comenzar». Y a partir de ahí comenzamos a inventarnos una vida nueva. 

Narración: Hay muchas cosas que las personas inician por amor. En el caso de Adriana, un negocio. Pero saber cuándo terminar, aprender a parar, también puede ser una forma de amor. 

Adriana Sánchez: Yo creo que sí fue un acto de amor. De mucho amor. Fue amor propio. Fue como darme la oportunidad de poder decir: «Yo quiero llegar hasta aquí y esto no es un fracaso porque a fin de cuentas ¿que es la vida, sino una sucesión de cosas que pasan y pasan y pasan? ¿verdad? 

Fue un acto de amor muy grande también para con mi compañero de vida, que es una persona con la que yo sí me veo ahorita en este momento de mi vida. Sí me puedo proyectar más a largo plazo. Y yo quería sacarlo a él de San José. Él era muy infeliz en San José.

Narración: Adriana sigue con su carrera gastronómica de otras maneras

Adriana Sánchez: Eso me hace mucha falta, como el sentir el fuego debajo de las plantas de los pies. De que hay un salón lleno y hay que cocinarle a todo el mundo. Eso sí me hace mucha falta, como lo que nosotros llamamos estar en el agua. De vez en cuando lo hago, a veces me invita alguien a cocinar en otro restaurante y yo voy, feliz de la vida, o sea, siempre que me invitan a cocinar voy. Ahora lo que estoy haciendo un poco más es, como ya que paré y me bajé del tren y ahora en vez de ir en tren, voy caminando. He tenido más tiempo de reflexionar y de hacer apuntes sobre cosas que me han inspirado a lo largo de mi carrera gastronómica.

Narración: El amor también ha tomado otros rumbos y significados. 

Adriana Sánchez: Entonces, creo que si bien el amor no lo es todo y no puede con todo, también es una buena herramienta que te ayuda a tomar decisiones. 

Trabajé tanto, tanto, tanto, tanto, tantos años, le puse tanto cariño a lo que hacía todos los días. Pero el amor no era suficiente. No fue suficiente y me pude haber quedado ahí. Yo tengo amigos que un negocio les ha costado su salud. 

Y entonces en ese sentido yo creo que el  amor verdadero es el que sabe poner límites y el que sabe decir cuándo es suficiente y hasta dónde es suficiente.

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Amar en Centroamérica es una serie sonora producida por Ocote, para narrar, cómo el amor, las diversas formas de amor, germina en una región turbulenta y desigual. 

Las entrevistas y los guiones de esta serie los realicé yo, María Olga Domínguez. La edición y coordinación editorial es de Carmen Quintela y el montaje y la producción sonora son de Isaac Hernández, con apoyo de José Manuel Lemus. 

El diseño de Amar en Centroamérica lo hizo Oscar Donado. Ixmucané Us es coordinadora de comunidad y audiencias y María del Carmen Hernandez la gestora de comunidades de Ocote. 

Nicole Jacobs es coordinadora institucional. Alejandra Gutiérrez Valdizán es la directora general de Ocote.

María Olga Domínguez Ogaldes

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