Migrar entre las olas del mar

Cuando las personas transitan por la bahía de San Diego, California, para llegar a Estados Unidos, se enfrentan a olas de hasta 2.4 metros de altura. Al frío, al sol y a la niebla. Viajan en embarcaciones hacinadas con el riesgo de un accidente, de caer al agua y morir ahogados o de hipotermia. Está crónica es sobre esa ruta, uno de los caminos migrantes en el océano Pacífico.

Es la tarde del jueves 12 de diciembre de 2024. Viajamos en una lancha a 30 nudos (55 kilómetros por hora).  Es la mitad de su velocidad máxima, pero se …

  • Cuando los migrantes recorren la ruta por el mar de San Diego, California para llegar a Estados Unidos, se enfrentan a peligros: olas de hasta 2.4 metros de altura y una niebla nocturna que dificulta la visión y aumenta el riesgo de encallar en rocas, caer al agua, ahogarse o sufrir hipotermia.
  • En los últimos años se ha reportado un aumento de las muertes de personas migrantes por ahogamiento.
  • Cuando los agentes de la patrulla fronteriza descubren y persiguen a una embarcación con migrantes, le avisan. Si no se detienen, disparan unas escopetas para deshabilitar el motor.

Es la tarde del jueves 12 de diciembre de 2024. Viajamos en una lancha a 30 nudos (55 kilómetros por hora). 

Es la mitad de su velocidad máxima, pero se siente como algo extremo. El cuerpo vibra mientras la lancha golpea con las olas del mar en la costa del océano Pacífico de San Diego, California. El zumbido del viento se mezcla con el estruendo agudo del motor. 

Se suman otros ruidos. El chillido estridente de la sirena de otra embarcación y el potente tucu, tucu, tucu de un helicóptero que vuela a poca distancia. 

La CBP utiliza lanchas y helicópteros para las detenciones de embarcaciones de migrantes en el mar. Foto: Luis J. Jimpenez/InquireFirst.

La brisa, que aumenta su fuerza con la velocidad de la lancha, arranca las gorras y despeina las cabelleras. Una ola vuela sobre las cabezas y empapa con agua helada a quienes, inconscientes, osamos acercarnos al borde del bote. 

Estamos en una lancha de la división de operaciones aéreas y marítimas de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP). Es una embarcación dedicada a perseguir por la bahía a las naves que transportan migrantes que intentan ingresar a Estados Unidos de forma irregular.

Esta ruta suele salir del puerto de Ensenada o desde la Playa de Popotla, un poco más al norte, ambos en Baja California, en la costa mexicana del Pacífico.  

Las lanchas de CBP persiguen a las embarcaciones de migrantes con cuatro agentes policiales. Foto: María Longo.

Se siente cierta seguridad en esta lancha, de unos nueve metros de eslora. Está capitaneada por un piloto con más de 25 años de experiencia. El barco está equipado con una cabina, asientos acolchados, chalecos salvavidas, un radar que ayuda a ver de noche y un mapa electrónico. 

Aun así, el viaje se empieza a hacer desesperante y apenas van 30 minutos de travesía. El sol ciega y el viento incómodo, frío, hace que el agua helada en la ropa se sienta más en este invierno del hemisferio norte.

Cuesta imaginar cómo será hacer esta misma travesía en una embarcación más modesta. 

Las personas que migran suelen hacerlo en pangas, pequeñas barcas de fibra de vidrio o de madera, que se usan para la pesca artesanal. Con capacidad para un máximo de ocho personas, pero en las que se hacinan hasta 25, por lo general con pilotos inexpertos al mando. 

En ocasiones lo hacen en motos acuáticas o en lanchas más sofisticadas que los coyotes compran por internet, y que no dejan de ser inseguras.

Sin calzado ni ropa adecuados, muchas veces con chanclas y playera. Sin un chaleco salvavidas.   

De 2020 a 2023 medios locales reportaron la muerte de 33 migrantes ahogados en las costas del océano Pacífico de San Diego. Fue un aumento considerable, en comparación con apenas una muerte en los cuatro años anteriores.  

Enfrentan el viaje con la preocupación de las deudas que tendrán que pagar, con hambre tras días sin comer y con miedo de ser detenidos y regresados a su país de origen. 

Los rescates

El recorrido en el que estamos fue preparado por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza para hacer una demostración ante periodistas de México y Centroamérica. Mostrar cómo persiguen y rescatan lanchas de migrantes en San Diego California. 

El verbo es clave: «Rescatar». A la detención de los migrantes, los agentes de la CBP le llaman rescates. Lo nombran así porque, dicen, las condiciones en que viajan los migrantes los exponen a situaciones de riesgo. Los agentes que nos acompañan en la travesía aseguran que, si no los capturan, las personas se enfrentan a caer al agua y sufrir hipotermia, insolación o a ahogarse.  

Los datos de CBP exponen que en 2022 —el año más reciente del que hay datos— la patrulla fronteriza realizó 7,112 rescates. De estos, según quedó indicado, 451 estuvieron relacionados con peligros en el agua. 

En ese mismo año, el número de personas migrantes rescatadas, en total, suman 22,075. De estas, 6,523 fueron encontradas en San Diego, California, por mar o por tierra. 

Estos rescates implican que las personas no llegarán a Estados Unidos. El protocolo indica que deben ser retornados al país del que huyen. Al país que dejaron atrás por pobreza, necesidad de empleo, violencia o en busca de un reencuentro familiar.

Además de los rescates, por aparte se contabilizan las detenciones. De octubre de 2023 a septiembre de 2024, la patrulla de San Diego detuvo a 324 mil migrantes por mar o por tierra.

Los peligros del viaje por el mar

Migrar por el océano Pacífico, pasar por la bahía de San Diego California para llegar a Estados Unidos implica enfrentarse a olas de cinco a ocho pies de altura. Entre 1.5 y 2.4 metros. A veces, la mayoría, deben hacerlo a oscuras para evitar ser vistos. 

Durante la noche, el aire cálido del ambiente sobre el mar y el frío del agua forman una capa marina, una niebla que dificulta la visión y hace más riesgoso el viaje. Aún así los agentes sorprenden lanchas con migrantes. Cuentan que todos los días identifican al menos una.

Los agentes de la CBP en el mar tratan de detener a los migrantes antes de que lleguen a la orilla. Según explican, en San Diego el terreno es muy complicado, tiene muchas rocas y muchas veces las pangas no llegan a la arena; encallan en las rocas. 

Así se observa el mar de San Diego, California, cerca de uno de los muros que evita el paso de migrantes por tierra. Foto: María Longo

El peligro aumenta en las áreas de acantilados y arrecifes de rocas. 

Las embarcaciones corren el riesgo de volcar, la mayoría de migrantes no sabe nadar, así que los ahogamientos son algo común en esta zona. 

Según datos de la Organización Internacional para las Migraciones OIM, en 2024, de las muertes de migrantes en norteamérica, 10 de cada 100 ocurrieron por ahogamiento.  

Lo más común es que las personas no lleven chalecos salvavidas, aunque en los últimos años se ha popularizado su uso.  

Aun si saben nadar, el lugar es hostil. Incluso en días soleados, el agua de San Diego es fría. Puede llegar a los 10 grados centígrados. Si alguien cae al mar, puede morir de hipotermia.

De los 22,075 migrantes rescatados por la patrulla fronteriza en las distintas fronteras de Estados Unidos durante el 2022, 1,009 están relacionados directamente con exposición ambiental al frío.  

De acuerdo con la información que tiene la patrulla fronteriza, los coyotes —los guías que llevan a los migrantes— cobran a cada uno al menos 18 mil dólares, unos 140 mil quetzales por cruzar la frontera por mar. 

Agentes que patrullan la frontera por tierra estiman que el costo en esa modalidad es menor. Pasar por la montaña puede costar unos 10 mil dólares (78 mil quetzales) Aunque personas que han migrado desde Guatemala cuentan que han llegado a pagar hasta 120 mil quetzales por el viaje terrestre.    

Las personas dedicadas al tráfico de personas pueden llegar a cobrar 18 mil dólares a los migrantes para pasar la frontera por el mar. Foto: Luis J. Jimpenez/InquireFirst.

Ese era el costo que se conocía hasta diciembre de 2024. Con las nuevas políticas migratorias del presidente Donald Trump y el endurecimiento del control en las fronteras, es probable que los costos de los coyotes incrementen.  

Los agentes ven a los coyotes como traficantes de personas a quienes solo les interesa el dinero, aunque pongan en riesgo la vida de otras personas. Para los migrantes son la opción que les queda para llegar a su destino. 

En San Diego, California, el muro de la frontera llega hasta la playa. Foto: María Longo.

Cuando viajan en pangas o lanchas, hay otro peligro: el combustible. Los pilotos llevan la gasolina en la embarcación para abastecerse durante el viaje. 

Alex Rentería, agente de interceptación marítima de CBP, recuerda dos fechas trágicas. La primera, en mayo de 2021, cuando un barco con migrantes volcó cerca del Monumento Nacional Cabrillo en Point Loma. Viajaban 28 personas mexicanas, y cuatro murieron en el mar; se hundieron en el agua. 

El otro momento que viene a su mente es más reciente. En marzo de 2023, dos pangas volcaron y encontraron ocho cuerpos sin vida. El agente recuerda que viajaban 16 personas más.    

Hasta hace algunos años, la migración entre las playas de México y Estados Unidos era principalmente de personas latinoamericanas. Los agentes cuentan que ahora se ha expandido a países de otros continentes: China, África, Rusia y Ucrania. 

Además del tráfico de personas, la patrulla también está atenta a descubrir el tráfico de drogas por el mar. Trabajan en conjunto con la guardia costera. Los radares marítimos y helicópteros les ayudan a controlar la presencia de las lanchas en el mar. 

En el año fiscal 2024, que para Estados Unidos va de octubre de 2023 a septiembre de 2024, incautaron 573,469 libras de droga en las fronteras de ingreso a Estados Unidos. la mayor cantidad fue de marihuana, seguida por la metanfetamina y en tercer lugar la cocaína.

La detención

Cuando los agentes de las operaciones aéreas y marítimas descubren y persiguen a una embarcación, le avisan a través de luces, del sonido de la sirena y de tiros de bengala. Esperan a que se detenga. De lo contrario se acercan y disparan unas escopetas especiales para deshabilitar el motor.

Aunque se preguntó a los agentes cómo funcionan estas escopetas y qué tienen los cartuchos, no explicaron. Se les cuestionó sobre el daño que podían ocasionar y se limitaron a asegurar que no son para perjudicar a los migrantes, solo para detener la lancha. 

Jaime Ruiz, portavoz regional de Aduanas, dice que los agentes tienen una preparación previa para actuar; pasan por un centro de entrenamiento para detener las lanchas.  

«Se ha hecho en más de 300 ocasiones y jamás se ha lesionado a una sola persona. Por el contrario, si la embarcación llega a costa, a la playa, en casi todas las ocasiones al menos una persona se lastima. Aunque pudiera parecer que es algo agresivo es algo que se hace de manera muy controlada y es mucho más protector que el permitirles llegar a costa», asegura Ruiz.

En 2018, Los Angeles Times, publicó la sentencia del piloto de una lancha que transportaba migrantes. En la descripción de los hechos, el medio cuenta que los agentes dispararon ráfagas de escopeta para desactivar el motor. Después de los disparos, la panga hizo un giro drástico a la izquierda y chocó con la embarcación de los agentes.

Murió una mujer. El juez federal de San Diego absolvió a los tres agentes que participaron en la detención. Argumentó que la culpa fue del piloto de la panga en donde viajaban los migrantes por tener una conducta errática al tratar de evitar la detención. 

El protocolo indica que, una vez detenida la lancha, se acercan a la embarcación y detienen a los migrantes. Los trasladan a las lanchas de la CBP. Aseguran que los atienden con necesidades básicas como alimentación o emergencias médicas.

Luego los registran, les toman sus datos y los regresan al país del que salieron. Igual que sucede con las detenciones en la frontera terrestre.

Una lancha de la patrulla fronteriza realiza un simulacro de detención de una tripulación de migrantes migrantes. Foto: María Longo

Alex Rentería y otros agentes lamentan que muchos de los migrantes desconozcan los riesgos de viajar. Los coyotes suelen engañarles sobre las condiciones en las que viajarán y el tiempo que estarán en el mar. 

«Somos muy públicos en pasar el mensaje porque queremos que los migrantes vean los dos lados de la historia antes de tomar una decisión. Regularmente la desesperación, la pobreza, lleva a la persona a tomar muchos riesgos. Pero no tomes la decisión a ciegas, escucha el otro lado, lo que nosotros vemos en realidad», dice Rentería.  

Un agente de la patrulla fronteriza vigila el mar de San Diego, California. Foto: María Longo

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Antes de llegar a un muelle, en una zona en la que habitan focas, leones marinos, y pelícanos, el capitán del barco reduce la velocidad de la lancha. 

El hombre estadounidense, alto, blanco, de nariz pronunciada, explica que ha participado en varias detenciones de migrantes. Cuando habla de las personas que ha encontrado en el mar, su rostro cambia. Sobre todo, al mencionar a los niños. 

«Es muy triste porque los niños son inocentes, son niños», dice el capitán, con una mueca. 


Créditos: 

Investigación y redacción: María José Longo 

Edición: Carmen Quintela

Fotos: Luis J. Jimpenez/InquireFirst y María Longo 

Diseño: Oscar Donado

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Esta crónica se realizó durante la beca del Programa de cobertura de Migración Fronteriza del 8 al 14 de diciembre, organizado por InquireFirst y el Departamento de Estado de los Estados Unidos.

María José Longo Bautista

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