En la familia de Aiden Blanco nunca se habló sobre sexualidad. Durante su infancia, él no sabía que existían las personas LGBTIQ+, ni lo que significaba ser una. Aun así, …
En la familia de Aiden Blanco nunca se habló sobre sexualidad. Durante su infancia, él no sabía que existían las personas LGBTIQ+, ni lo que significaba ser una. Aun así, «siempre que me decían, ¿qué querés? Yo respondía: entrar en una máquina y que cuando salga, sea niño», recuerda.
Blanco sabía que le gustaban las mujeres. «Entonces sos lesbiana», le dijo una compañera del colegio cuando lo contó. Cursaba los grados básicos de educación media y, en ese momento, esa orientación sexual le hizo sentido.
Durante su infancia, heredó la ropa de sus hermanas. Vestía vestidos o faldas, aunque le incomodaban. Le molestaba cómo la gente lo percibía, aunque no entendía por qué.
En ese momento, «había muy poca representación trans masculina en Guatemala», dice. Fue hasta que tenía 21 años que buscó resolver sus dudas en internet.

Se topó con mucha información e historias de personas trans, pero ninguna en Centroamérica. Ni siquiera en Latinoamérica. Aún así, en ese momento, lo supo: era un hombre trans.
La American Psychological Association define a las personas trans (prefijo utilizado para referirse al término transgénero) como aquellas «cuya identidad de género, expresión de género o conducta no se ajusta a aquella generalmente asociada con el sexo que se les asignó al nacer».
Por su parte, la expresión de género se refiere a la manera en que una persona comunica su identidad de género (es decir, su experiencia personal de ser hombre, mujer o ser diferente), a través de conductas, vestuario o características corporales.
No existe un registro oficial sobre cuántas personas trans habitan en Guatemala.
La organización OTRANS-Reinas de la Noche estima que, para 2019, había 15 mil mujeres trans en el país. Por su parte, el Colectivo Amigable de Diversidad Independiente (CADI) ha registrado a por lo menos 280 hombres trans que asisten a sus actividades o utilizan sus servicios.
«Una muestra (de población trans) podría ser cuántas personas se han cambiado el nombre. Sin embargo, hay mucha ambigüedad respecto a los nombres, como José María o María José. Es un poco difícil, sería como agarrar patitos y pollitos», opina Alex Castillo, director del colectivo Trans-Formación.

El inicio de la transición
Explorando en internet, Aiden descubrió un colectivo de hombres trans que regalaba binders; unas fajas utilizadas para comprimir los pechos. Cuando fue al lugar para recogerlo, conoció al primer hombre trans. Inmediatamente pensó: «¿Cómo le hizo para verse así?».
El colectivo luego lo invitó a una actividad, donde conoció a otros hombres trans. «Allí pude decir: esto definitivamente tiene relación con cómo me siento. No hubo duda. Nunca pensé en que podría arrepentirme o si ellos se arrepintieron en algún momento de su vida, fue más la felicidad que me dio ver que hay gente como yo, que no es algo anormal», recuerda.
Decidió iniciar los cambios físicos. Se rapó su larga cabellera y eso lo hizo sentir «como la persona más feliz del mundo», dice.
Desde 2017, el Registro Nacional de las Personas (RENAP) permite que las personas trans puedan elegir un nombre diferente al que le fue asignado al nacer para su Documento Personal de Identificación (DPI). Blanco decidió hacerlo, con ayuda de un colectivo de abogados que asiste de manera gratuita a personas LGBTIQ+. Aunque le gustaba el que le fue dado al nacer, no sentía que representara su identidad.
Su nuevo DPI salió con su nuevo nombre: Aiden Daniel Blanco Ramírez. Después tramitó un acta de nacimiento e hizo el cambio también en otros documentos personales, como su licencia de conducir. Lo hizo entre los 24 y los 25 años.
Las terapias de reafirmación de género
Bridget Samantha Rivera Méndez es una mujer trans de 28 años. Aunque es originaria de Santa Cruz, Quiché, vive en Quetzaltenango, a donde se mudó años atrás, para estudiar diseño gráfico en la universidad.
A sus 22 años, Rivera se reconoció como una mujer trans. Dejó crecer su cabello y se compró ropa «de mujer» en las pacas, la cual vestía en las noches, en su habitación. Después de explicarle su identidad a sus padres y recibir su aceptación, decidió comenzar a salir a la calle así.
Al principio, la gente murmuraba sobre su apariencia y la veían fijamente. Luego de «las hormonas y un proceso de transición, ya pasé desapercibida como chica ante la sociedad y ya nunca ocurrieron ese tipo de cosas, pero hay compañeras que siguen sufriendo discriminación por sus rasgos masculinos», asegura.

El proceso de transición al que ella se refiere, es lo que la doctora especializada en salud para personas trans del Colectivo Trans-Formación, Yusimil Carrazana, llama «cuidados afirmativos de género».
Los cuidados afirmativos de género son una serie de terapias hormonales que permiten que la apariencia corporal coincida con la identidad de género. No todas las personas trans necesitan (o desean) estos procesos para el desarrollo de su identidad.
«Las transiciones pueden ser sociales, con el uso de vestimenta y accesorios que la sociedad lee como masculino o femenino; o legales, con el cambio de nombre», indica Carrazana.
«Los exámenes van a evidenciar el estado físico de la persona para ser apta (o no) para comenzar estos cuidados. Es importante realizarlos antes, durante y hasta la finalidad de este procedimiento», explica la doctora.
Después de años de informarse, Aiden Blanco decidió someterse a terapias afirmativas de género. Pero, un ovario poliquístico no se lo permitió. Después de tratarlo, logró iniciar su transición física.
«No era para verme más varonil, sino que pensaba: quiero intentarlo, yo también quiero aprender cómo se siente ser diferente y nuevo completamente», recuerda Blanco.

El primer cambio que experimentó fue un brote de acné como reacción a los cambios hormonales. Después, su voz comenzó a ser más ronca y le aparecieron vellos en el rostro. Su cintura desapareció y sus hombros se engrosaron.
Estos cambios lo hacían sentir feliz. Los registraba todos en un diario y en videos que compartió en redes sociales.
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Por su parte, con los cuidados afirmativos de género, el vello facial desapareció del rostro de Samantha. Le crecieron las pestañas, su cabello se volvió más fino y abundante y su cintura se remarcó.
«La doctora dijo que algunos pacientes se asustan cuando empiezan a ver estos cambios, así que es necesario que lleves atención psicológica de la mano. Yo no me asusté. Dije: ¡Ya tengo pechos y la cara más fina! Estoy feliz, me siento bien. Estoy muy contenta», dice Samantha.
Las dosis de hormonas son personales y determinadas por los exámenes previos. Estos dan los datos de «cuántos niveles de testosterona (en el caso de mujeres trans) tienes, para recetar la medida exacta. No todas tenemos el mismo nivel hormonal, entonces no todas necesitamos lo mismo», explica Stacy Velásquez, directora ejecutiva de OTRANS-RN.
Uno de los principios en la atención de las clínicas de cuidados afirmativos de género consultadas para este reportaje es la «no automedicación». El hecho de que la persona decida qué medicamentos y cuántos tomar, puede comprometer su salud cardiovascular, hepática y renal.

Las dosis deben ser recetadas por profesionales de la salud, como endocrinólogos y médicos especializados.
Por ejemplo, George Cordón, director del Colectivo Amigable de Diversidad Independiente (CADI), inició sus cuidados afirmativos de género con una endocrinóloga que acompañaba el proceso de unos 60 hombres trans más. Esta médica, dice, no se informó lo suficiente y les recetó mal las hormonas. Desde entonces, «la mayoría hemos tenido patologías fuertes. Algunos tienen hipertensión», indica.
Durante el primer año de tratamiento, las personas deben realizarse exámenes de laboratorio cada tres dosis de hormonas tomadas. Si su salud estuviera en riesgo, el tratamiento debe detenerse hasta que se recupere.
Aiden decidió someterse a una cirugía. Fue una mastectomía doble masculinizante. Es decir, una cirugía que removiera sus pechos. Pudo pagarla con la liquidación que le dio la empresa en la que trabajó por muchos años.
Esta cirugía permitió que dejara de utilizar el binder, que solo podía vestir por ocho horas y lastimaba su piel al hacer ejercicio.
«Sentí que fue una de las mejores decisiones que he tomado (…) Yo me sentí muy cómodo con mi cuerpo. Eso me dio mucha autoestima para usar cierto tipo de prendas», dice.
En Guatemala, no es posible acceder a operaciones de reasignación de sexo, los procedimientos quirúrgicos que modifican los genitales de una persona para que coincidan con el género con el que se identifican.
El vacío es llenado por las organizaciones LGBTIQ+
En 2022, la organización Visibles realizó un informe sobre Datos abiertos LGBTIQ+ en salud. En él, señalaron que el Ministerio de Salud y Asistencia Social (MSPAS) no brindaba cuidados afirmativos de género. «Sin embargo, facilitan “orientación psicológica” a todas las personas que lo necesiten», indica el estudio.
Ocote solicitó a la comunicadora del MSPAS una entrevista con la unidad de género de la institución. En su lugar, fue concebida con la médico Maritza Fuentes, quien, al momento de la conversación, fungía como la responsable del centro de salud de zona 3 de la ciudad capital.
Fuentes confirmó que el MSPAS no brinda cuidados afirmativos de género, por lo que las personas trans optan por obtenerlos en el área privada. «Yo creo que podría haber posibilidad (…) yo no soy quien toma las decisiones, para eso está el señor ministro y él sabrá», indicó.
Ante este vacío, distintas organizaciones LGBTIQ+ han creado clínicas donde las personas trans puedan acceder a los cuidados afirmativos de género, sin estigmas. Una de ellas es la clínica TransVivir de OTRANS, creada hace 12 años.
Al llegar, con la recepcionista, «te decimos los servicios que tenemos y tú eliges. Pasas con la psicóloga y luego, con la atención médica. Te hacen los exámenes (en el laboratorio)», explica Stacy Velasquez. Luego, en la farmacia, entregan la receta.

La clínica del colectivo Trans-Formación también asesora en estos procesos. Es liderada por la doctora Carrazana, quien también atiende a pacientes trans cuando tienen enfermedades comunes. Esta organización cuenta además con acompañamiento psicológico, legal y grupos comunitarios.
CADI también es otra organización que asesora a población trans en sus cuidados afirmativos de género. Cuentan con equipo multidisciplinar compuesto por endocrinologas, ginecóloga, psicóloga, nutricionista y un fisioterapeuta. Atienden también enfermedades comunes y a personas aliadas de la población trans.
Estas iniciativas han permitido que personas como Aiden Blanco y Samantha Rivera realicen los cambios que deseen para que sus cuerpos representen su identidad de género.
Las organizaciones cuentan con profesionales de la salud especializados que recetan las dosis, pero las personas deben comprar sus tratamientos hormonales afuera. Tanto Aiden como Samantha los consiguen en farmacias, donde no les solicitan receta.
Aiden paga entre 250 y 300 quetzales (entre unos 33 y 39 dólares) mensuales por su tratamiento. El de Samantha, cuesta alrededor de 300 quetzales.

En estos procesos, el acompañamiento de seres queridos, como su familia, amigas y amigos y el de otras personas trans ha sido esencial. «Fue la base que permitió que yo pudiera (transicionar) y no tuviera miedo», dice Blanco.
Si necesitas información sobre los cuidados de reafirmación de género, puedes visitar o comunicarte con estas organizaciones:
Colectivo Trans-Formación:
Redes sociales: @htransgt
Correo electrónico: contacto@colectivotransformacion.org
Teléfono: 2211-3232
Clínica TransVivir:
Redes sociales: @InfoOtrans
Correo electrónico: infootrans@gmail.com
Teléfono: 2251-0685
Colectivo CADI
Redes sociales: @cadi.gt
Correo electrónico: Comunidadamigable.gt@gmail.com
Teléfono: 4749-7176
