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Explora aquí la serie de «La promesa» completa
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Patricia Orantes: Entre la arena de las playas de Canadá, Alaska y el norte de Estados Unidos, el playero semipalmeado deja estampadas sus pequeñas huellas. Su color blanco, con manchas marrones, cobrizas y doradas a menudo logra camuflarlo en la arena.
En agosto, miles de los playeros semipalmeados o peeps, como los llaman en inglés, emprenden un largo viaje hacia las playas del sur de América, desde México hasta Argentina. En el camino, pasan por Guatemala, para alimentarse, antes de volver al norte, cinco meses después.
Algunas aves más jóvenes suelen quedarse por más tiempo. Uno o dos años. Así se abastecen y se llenan de la grasa que será el combustible para el retorno a casa. Lo hacen para asegurarse de que podrán regresar.
Las personas que migran a Estados Unidos suelen perseguir un anhelo: mejorar su situación y la de su familia. Hay quienes lo logran. Pero, después de muchos años y de mucho esfuerzo, de construir una vida nueva, terminan deportados.
Deben regresar a un país que hace tiempo dejó de ser el suyo. En algunos casos, un país que apenas habían pisado, que no reconocen.
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Javier Ponce: Mi nombre es Javier Ponce y tengo 25 años. Estoy viviendo actualmente en Chicago, Illinois, en Estados Unidos. Soy comunicador, coordinador de Comunicación y Desarrollo en una ONG y mi familia está conformada por mis dos papás, mi papá, mi mamá, mi hermano pequeño, mi hermana pequeña y yo soy el grande.
Ellos empezaron su historia se casaron en el salón Santa Bárbara en Guatemala, se conocieron en en Mixco y de Mixco pues hicieron su historia de amor y se casaron ahí mismo en San Cristóbal. Ya cuando yo venía en camino, al parecer, mi papá perdió su trabajo que él estaba como en una máquina o algo y decidieron ir a probar suerte a Estados Unidos.
Pero cuando ellos entraron, pues entraron muy tranquilos y yo nací acá en Chicago. Viviendo acá, pues mis papás hicieron el intento, pero como no nunca tuvieron documentos egales ni una manera en la que ellos podían trabajar legalmente mi papá pues se encontraba los trabajos que que le ofrecían que qué era lo que había. Él trabajó entregando camas, me recuerdo, y cuando yo tenía dos años, pues ellos dijeron. Bueno, ya nos cansamos del clima y de la falta de oportunidades reales, entonces nos regresamos a Guatemala.
Mi papá tenía un muy buen trabajo. Él estaba trabajando en una empresa que se llamaba CORAMSA. Era una maquila de jeans, de pantalones. Él era supervisor y le iba muy bien, pero cuando yo ya iba llegando como a los cuatro años y medio, más o menos, empezaron a suceder muchos como conflictos entre la familia de mi papá con mis papás.
Pues ellos no encontraron el apoyo que necesitaban al parecer, fue muy complicado y yo me vine según yo de vacaciones por una semana a Chicago a visitar a mi abuela y a mi tía del lado de mi mamá estando yo acá este yo pues, siendo un niño no quería regresarme a Guate y resultó, que pues me dijeron: «No, no te regreses, no tengas pena y nosotros ahí llegamos». Estaba en los planes, se suponía que iban a venir como al mes, sí mucho para arreglar cosas en Guate y todo. Se terminaron tardando como tres meses entonces por esos tres meses. Yo no estuve con mis papás, estuve con mi abuela y con mi tía que que fue muy bonito, pero me hacían falta y ya cuando ellos decidieron venirse a finales del 2004 vinieron ellos ya formal.
Y vivimos en un apartamento de un cuartito y una sala y una cocinita. Para ese entonces éramos mi papá mi mamá y yo y al menos de un mes, creo yo nació mi hermano, el de en medio. Rodrigo nació. Vivimos en ese apartamento como yo te podría decir tal vez unos cuatro años más o menos, pero hacé de cuenta de que era como vivir en un lugar que era solo para una persona o sin mucho una pareja, pero ya éramos cuatro, entonces era como bien apretado acá y siempre quisimos nosotros vivir en otro lado, pero mi papá nunca le alcanzaba porque él lo único que consiguió que lo contrataban sin papeles era manejar camiones.
Al final era extraño porque nosotros vivíamos en condiciones de personas indocumentadas, pero mis hermanos y yo sí somos ciudadanos completamente porque nacimos acá y hemos vivido acá y todo. Pero viviendo así, pues fuimos aprendiendo cómo la comunidad de gente indocumentada está como bien unida porque quiera que no, pues todos compartimos algo de la experiencia yo toda la vida, yo crecí sabiendo pues que había familia mía, que le tenía miedo a la policía había familia mía, que se vino mojada había gente que por ejemplo se casó por los papeles todo eso, o sea, eso ha sido un constante para mí. O sea, yo lo conozco tan bien porque todas las personas a mi alrededor de una manera u otra migraron para acá, casi nadie es originario de acá.
Entonces para mí era como bueno yo nací, acá y todo y soy primera generación, pero yo vivo como si no tuviera papeles yo también Y así fue crecimos y pasamos ocho años acá y yo llevaba de primero primaria a octavo en la misma escuela y aquí en Estados Unidos pues uno se gradúa a finales de octavo grado para pasar a high school. Pero esa realidad no fue la mía va, porque empezando octavo grado fue cuando nos tuvimos que ir a Guate.
Yo pues tuve una experiencia muy bonita acá a pesar de que costó, pues económicamente definitivamente eso sí lo vi yo en carne propia. Me recuerdo muy bien de lo que costaba comer, de lo que costaba a veces irnos en un bus, comprar ropa nueva etcétera, pero al final, o sea a grandes rasgos, si fueron sí, fue muy bonita experiencia.
Mi papá como manejaba lejos era normal de que él se fuera por un mes mes y medio incluso hasta dos meses entonces él se fue y ya llevaba más o menos como un mes en camino y esa vez le tocó una ruta en Texas. Cuando él llegó a Texas atravesó, lo que se le dice, que todavía existen, los “Alien check points” que son como puntos de registro de migración, o sea ellos, básicamente te ven y dicen: «Bueno, ese no se ve blanco. Entonces lo registramos. Ese ve blanco entonces fresh». Entonces cuando mi papá entró a Texas no lo pararon para nada, no hubo ningún problema el paso registró el camión y todo bien y pasó de largo. Cuando venía de regreso lo detuvieron en ese checkpoint y fue como a las ocho de la noche, lo detuvieron ahí le pidieron sus papeles.
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Él, pues me imagino que por los nervios dijo: «No los tengo conmigo», que era mentira, o sea, él nunca tuvo sus papeles. Entonces le dijeron: «Bueno, mientras vos los conseguís. Tenemos que llevarte detenido, tenemos que tenerte en un centro de detención hasta que te los manden o puedas, pues demostrar que sí sos residente». Ok, va que se podía hacer entonces se lo llevaron a un a un centro de detención en Texas y ahí ya pasó dos meses.
Cuando pasó el mero día, yo tenía un partido de básquet y mi mamá se encargó de llevar a todo el equipo, digamos al partido y la pasamos bien y todo regresamos, yo venía contento. Yo creo que perdimos pero estuvo alegre. Nos dormimos y al otro día amanecí y mi mamá, estaba de mal humor, como triste, como asustada como angustiada y yo dije: qué raro, pero no me dio mucho tiempo de hablarle porque iba tarde para la escuela, entonces dije: «Bueno, saber qué pasó». Fui a la escuela, regreso y mi mamá me dice: «Mira, te tengo que sentar para hablarte». Va, no sé qué pasó. «Fijate —me dijo—, que tu papá está detenido en Texas ahorita y no tenemos mayor información. Solo nos puede llamar una vez al día y ya me llamó a mí por hoy mañana le podemos volver a hablar».
Entonces, me lo contó y empezamos, o sea, ahí se vio como que detonó el trabajo en familia. Mi tía que es la hermana de mi mamá, la que vive acá ella entró en un plan de acción de rescate, casi que. Entonces era así de que todos los días nos íbamos a la casa de mi abuela mientras comíamos ellas dos se iban al cuarto y empezaban a hablar cosas salían y ya tenían números de abogados. Ya tenían centros de apoyo, conectes que alguna de ellas conocía a alguien de migración o algo así. Pasó como mes y medio de que iba de que tal vez sí se puede sacar de que tal vez tiene que estar ahí más tiempo y era era como muy en el aire todo. Al fin le dieron fianza a mi papá opción a fianza de 4 mil dólares.
Él viene al cumpleaños de mi hermano y me recuerdo yo bien, que digamos ese día no, no contestaba el teléfono porque venía en el avión y en eso ya había aterrizado, llamó a mi mamá. Mira ahí aterricé, ya voy para la casa cuando iba a ir para la casa, no contestó otra vez el teléfono, no sabíamos dónde estaba, no sabíamos cómo le había hecho para llegar a la casa y en eso la llamó: “Mira aquí estoy”, estaba en la parte de atrás de la casa de mi abuela y de mi tía. Y venía mi papá con una mochila, venía rapado, venía mucho más delgado de como se había ido y mi mamá, o sea, yo en mi vida había visto a mi mamá correr. Y ese día corrió con unas ganas y lo abrazó y empezaron a llorar.
Entonces se empezaron a hacer los procedimientos legales, pues se consiguió el abogado y mi papá tuvo en total tres audiencias. Las primeras dos veces le seguían diciendo lo mismo los jueces, porque le tocaron dos diferentes jueces era: «Mira, vos llevas aquí ocho años tenés hijos ciudadanos y no has tenido ninguna infracción con la ley, si vos te esperas dos años más, podés quedarte y podés aplicar para una residencia y lo más seguro es que te la van a dar porque tus hijos igual te piensan reclamar en algún futuro». El problema de eso siempre fue el dinero para extenderlo dos años era pagar procesos de corte, era pagar más abogados, era pagar transporte etcétera, etcétera, etcétera.
Iban a salir como más de diez mil dólares, pues cosa que o sea, nosotros ni habíamos tenido nunca diez mil dólares en una cuenta de banco, no sabíamos lo que era manejar este tipo de dinero. Entonces ni siquiera se vio viable para la familia. Cuando llegó delante del último juez, mi papá le dijeron: “Mira tenés la opción de los 10 años, ¿la quieres tomar?” “No puedo”, dijo él. “Ok entonces lastimosamente le dijo el juez, te voy a dar el tiempo máximo para irte a tu país, pero tienes que salir de este país y si no, ya tenemos un un proceso criminal y es como decir un fraude ante el gobierno de Estados Unidos si vos te quedás después de esta fecha.
Entonces el 22 de diciembre del 2012 era el último día. Nosotros organizamos todo para llegar el 10 de diciembre a Guatemala para tener un poquito de tiempo para no cómo ponernos en riesgo de perder un vuelo o algo así.
Llegamos a una casa que era totalmente nueva y que había estado habitada hace pocos días. Entonces cuando llegamos, o sea, estaba sucia, de uso normal de la casa. Había cosas ahí tiradas que todavía eran de los otros dueños y y pues por suerte existía esa casa, porque ahí es donde fuimos a dar y ahí vivimos como siete años. Pero imagínate o sea, nosotros acá vivíamos en un apartamento como te digo de un cuarto para cuatro gentes. Ahora éramos cinco y estábamos viviendo en un espacio aún más chiquito que en el que vivíamos acá y éramos, ya cinco ya más grandes. Entonces nos costó mucho la adaptación y llegar a Guate fue así como un golpe cultural, casi que un shock. Los problemas de dinero se se agudizaron porque mi papá no tenía dónde ir a dar para trabajar, no tenía conocidos ya que lo recibieran, no tenía experiencia en Guatemala, no tenía conectes…
Yo miraba que todos los días ahí iba mi papá a trabajar y no regresaba con nada, entonces era básicamente lo mismo que acá, solo que allá daba tristeza porque era: «Okay, sí es ciudadano, si es estudiado, sí, tiene la experiencia, sí tiene gente que lo conoce y que sabe que trabajó en maquilas sin embargo, estamos viviendo exactamente lo mismo en cuestión de pago».
Entro yo al Javier y me topo con una comunidad estudiantil privilegiada pero también con deseo de encontrar a la nueva presa. Yo lo que más quería era hacer amigos y tener un grupo y tener con quien andar y ver quiénes vivían cerca y todo pero fue un choque, digamos al darme cuenta de que yo al decir: «Miren vengo de Estados Unidos», era cuestión de burla. Ahí fue cuando yo me empecé a darme cuenta, no, o sea, esto no lo conozco, esta comunidad, este ambiente yo no sé cómo manejarlo.
Pero yo por la transición que tuve me iba tan mal en las notas y como que no me podía al día en cuestión de notas porque me estaba costando demasiado, o sea, estaba yo en lista negra desde segundo básico y para muchos maestros era casi que también para ellos tema de burla cómo me iba a mí.
Yo tenía la intención, solo me graduó y me voy a vivir allá, empiezo ese trámite y les doy los papeles a mis papás. Las cosas cambiaron, no sé si para bien o para mal, pero terminé haciendo toda mi universidad en Guate.
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Me puse la meta de primero sacar mi universidad y después ya venirme a vivir acá. Me metí a ver y o sea yo tenía que pasar un año trabajando y recibiendo cheques para empezar el trámite. Entonces pasó un año donde yo estuve trabajando y todo y ya al cumplirse ese año el 8 de marzo, si no estoy mal, fuimos donde unos abogados que conocían unos amigos de la familia y ahí empezó.
Nosotros ya, ya les establecimos pues que ellos ya vienen con papeles. O sea ellos, ya vienen ya tienen derecho a sus beneficios y a un trabajo digno y a una vida, pues más tranquila. A ellos lo que lo que les cuesta es tal vez entender de que la realidad es otra va porque queda como los recuerdos y ese trauma de que: «Nos costó tanto antes; no, no queremos nunca volver a pasar eso».
Para mí es como cerrar el ciclo abierto más grande de mi vida. Yo pasé una vida en la que no nunca tuve estabilidad, realmente no he tenido estabilidad. Siempre ha sido estoy en un país, luego estoy en otro y así. Pero desde que deportaron a mi papá sí sé que empezó un ciclo, un ciclo de conocimientos de trauma, pero ya sabiendo que ellos van a regresar y que por fin vamos a estar juntos los siete, no solo los cinco, es para mí una de las cosas más significativas de mi vida.





