El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) presentó el Informe Planeta Vivo 2024. En él, analiza las tendencias de la biodiversidad y la salud del …
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) presentó el Informe Planeta Vivo 2024. En él, analiza las tendencias de la biodiversidad y la salud del planeta y cómo la pérdida de naturaleza y la crisis climática nos acercan a puntos de inflexión irreversibles.
Este estudio se basa en el Índice Planeta Vivo, un indicador creado por el WWF que rastrea a las poblaciones de hasta 5,495 especies de fauna silvestre y analiza el ritmo en el que han cambiado desde 1970.

El índice señala que el tamaño promedio (es decir, la abundancia o cantidad de animales) de las poblaciones de vida silvestre ha caído un 73%.
Los cambios en la población de especies son señales tempranas de alerta sobre la reducción de la capacidad de los ecosistemas de mantener sus funciones y procesos clave frente a tensiones, presiones y cambios. Esto lo hace más vulnerable a los efectos del cambio climático.
La región más afectada es América Latina y el Caribe, cuyas poblaciones de vida silvestre han disminuido un 95% en las últimas cinco décadas. Esto es provocado por la pérdida o degradación del hábitat, la sobreexplotación (por ejemplo, por medio de la caza no sostenible), la contaminación, la introducción de especies invasoras y las enfermedades.
El informe reconoce al cambio climático como una amenaza adicional para la biodiversidad en América Latina y el Caribe. Según Tania Guillén, experta en cambio climático, aunque Centroamérica es responsable únicamente del 1% de la emisión de gases invernadero, es altamente vulnerable a los efectos de la crisis climática.
Además, las poblaciones de animales que viven en cuerpos de agua dulce, como lagos, ríos y arroyos, han disminuido un 85% a nivel mundial. Es la mayor disminución, en comparación con las especies terrestres y marinas.

Esta disminución es consecuencia de la «creciente presión sobre los hábitats y especies de agua dulce», indica el WWF. Por ejemplo, los peces son amenazados por la construcción de presas y otras construcciones que bloquean el ciclo migratorio.
La disminución de vida silvestre: una señal de alerta
El descenso de poblaciones de fauna silvestre es una alerta temprana de la posible pérdida de las funciones y la capacidad de adaptarse al cambio de los ecosistemas, explica Kirsten Schuljt, directora general de WWF internacional. «Esto no solo afecta a las especies implicadas; como seres humanos, también dependemos de estos ecosistemas», alerta Schuljt.
Cuando los ecosistemas sufren daños, como la degradación del hábitat y el cambio del uso del suelo o experimentan las consecuencias del cambio climático, se vuelven vulnerables a sufrir lo que se conoce como «puntos de inflexión».

Estos son cambios sustanciales, a menudo abruptos e irreversibles, que ocurren cuando las presiones individuales o globales llevan al sistema a un umbral crítico.
Según la WWF, si se mantienen las tendencias actuales, es probable que se produzcan varios puntos de inflexión globales. Estos amenazarían a la humanidad y a la mayoría de las especies, dañarían los sistemas de soporte vital del mundo y desestabilizarían a las sociedades.
El blanqueamiento de los corales es un punto de inflexión
El cambio climático está aumentando la temperatura en el planeta y, con ella, también la del océano. Si esta última se incrementa tan solo dos grados en la escala Fahrenheit, provocaría que los corales se estresen y expulsen las algas que viven en su interior y lo alimentan por medio de la fotosíntesis. Cuando eso sucede, los corales pierden su color: se blanquean.

En otras palabras, «cuando un arrecife muere, quedan los restos de su esqueleto, que está formado, principalmente, por sales de carbonato de calcio y de silicatos. Quedan, por lo general, de un color claro. Eso es lo que se conoce como un coral blanqueado», explica Juan Carlos Villagrán, asesor técnico principal de la WWF.
Si la temperatura continúa aumentando, los corales no permitirán que las algas regresen y morirán. Según el pronóstico del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), «entre el 70% y el 90% de los arrecifes de coral desaparecerán incluso, con un calentamiento mundial de 1,5 °C».
Los corales también pueden blanquearse por otras razones. Sucede cuando las mareas son extremadamente bajas, existe contaminación o demasiada luz solar. Este blanqueamiento no solo afecta a los arrecifes, sino también a «los peces, los moluscos, los crustáceos y todos los organismos vivos asociados», indica Villagrán.
El blanqueamiento de corales es ya una realidad. Según el Informe Planeta Vivo, la Gran Barrera de Coral australiana lo ha experimentado de manera masiva en 1998, 2002, 2016, 2017, 2020 y 2022. A finales del verano de este último año, el 91% del arrecife se blanqueó. Este 2024, la región sur de la Gran Barrera de Coral sufrió un blanqueamiento generalizado, por primera vez en la historia.
Guatemala conforma uno de los ecosistemas más emblemáticos e importantes a nivel regional: el Arrecife Mesoamericano. «Allí hay toda una fauna asociada, muy importante para la seguridad alimentaria local, actividades turísticas recreativas y, también, de gran importancia económica para el país», explica Villagrán.
En 2022, la organización Healthy Reefs for healthy people realizó un estudio sobre la salud del Arrecife Mesoamericano. Los siete sitios de Guatemala donde se ubica el arrecife se encuentran en mal estado (43%) o estado crítico (57%). «No tenemos corales en buen estado o estado regular», indica Villagrán.


Esto no significa que el arrecife esté completamente muerto, pero sí que «está en proceso de blanqueamiento completo o que el blanqueamiento es extensivo en toda el área», agrega el experto en océanos.
La pérdida de selva y bosque
Existen puntos de inflexión con un impacto global. Uno de ellos es la pérdida de la selva amazónica. Según el informe de la WWF, la deforestación, la degradación de los bosques y las alteraciones están disminuyendo la resistencia de este sistema
En esta región, además, el informe prevé episodios de mortalidad masiva (la muerte repentina de un gran número de animales de una misma especie) debido al cambio climático y de uso de suelo. Esto debilitaría la resiliencia de la selva amazónica aún más.
La pérdida de la selva amazónica por sí misma, aceleraría además el cambio climático global. Con ella, «podrían liberarse a la atmósfera hasta 75 mil millones de toneladas de carbono», indica el informe.
Hasta ahora, entre el 14% y el 17% de la superficie forestal de los ecosistemas amazónicos ha sido deforestada. Si esta sigla alcanzara el 20%, se convertiría en un punto de inflexión.

La deforestación no es un problema exclusivo de la Amazonia. En Guatemala, la pérdida de bosques es «un camino que estamos llevando aceleradamente», dice Gerardo Paiz Schwartz, subsecretario ejecutivo del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP).
En 2024, la cobertura forestal alcanza el 34% del territorio nacional, pero, según las estimaciones del CONAP, en 2050, esta cifra disminuirá al 25%.
«Esto significa riesgos para la sociedad. Sabemos que el cambio climático tiene, cada vez, efectos más grandes. Ahora, cuando llueve, mucha de nuestra población está con miedo porque hemos destruido los ecosistemas que nos defienden ante los efectos de la ocurrencia de estos fenómenos», indica el subsecretario.

Los esfuerzos de conservación
Aunque la situación del planeta levanta alarmas, existen esfuerzos que pueden evitar alcanzar puntos de inflexión. En Guatemala, según WWF Mesoamérica, hay iniciativas basadas en comunidades que se han organizado para crear áreas voluntarias de conservación. Algunas de ellas, de manejo privado.
En Guatemala, existen 34 áreas protegidas, como la Reserva de Biósfera Sierra de las Minas y el parque nacional Laguna del Tigre en Petén. «Son reservas de alta importancia. Ahí están las reservas de agua del país», explica Paiz. Según las estimaciones del CONAP, es posible que el bosque perdido para 2050 sea aquel que no está protegido.
Los esfuerzos por conservar a los jaguares también han dado frutos. En el Parque Nacional Mirador-Río Azul, la cantidad de estos animales se ha mantenido estable durante los últimos tres años. En 2021 se registraron 43, en 2022, 35 y en 2023, 42. Esto ha sido posible con el esfuerzo de instituciones estatales, organizaciones ambientales y de las comunidades.
Esto es un indicador de la salud del ecosistema y de que otros elementos de la naturaleza se encuentran en buen estado. «(Los jaguares) necesitan de todo el sistema de la selva: que hayan monos, serpientes y árboles donde desarrollar su vida», indica Paiz.
«El jaguar está en la cúspide de la pirámide alimenticia. Si la población de jaguares está bien, significa que las poblaciones de los animales que caza para alimentarse están sanas. Entonces es un buen indicador de un grupo muy amplio de especies y que el hábitat obviamente está bien», agrega Óscar Rojas, director de conservación de la WWF Mesoamérica.
Para detener y revertir la pérdida de la naturaleza, es necesario abordar los factores que la impulsan, como la producción, el consumo y desperdicio de alimentos y los tipos de energía que se utilizan, así como obtener la financiación para apoyar la transformación de estos sistemas.
«Para ser duraderas, todas las soluciones transformadoras deberán ser inclusivas, justas, equitativas y basadas en los derechos humanos», indica el informe Planeta Vivo.
Según la WWF, el sistema de alimentación es el principal causante de la disminución de la naturaleza. Para frenar esta realidad, la organización recomienda consumir dietas basadas en vegetales y frutas, reducir la pérdida de alimentos y comprar de sistemas de producción amigables con el ambiente.
Créditos:
Redacción: Kristhal Figueroa
Edición: Carmen Quintela
Diseño: Óscar Donado
