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Cómo Bélgica condenó a cinco exmilitares guatemaltecos por crímenes de lesa humanidad

A inicios de los años 80, cuatro misioneros belgas fueron perseguidos, asesinados, secuestrados y torturados en el marco del conflicto armado interno. Luego de no encontrar justicia en Guatemala, sus familiares recurrieron a las cortes de Bélgica –en el ámbito de competencia de la jurisdicción universal– y tras un proceso de más de dos décadas, se dictó una sentencia histórica de cadena perpetua contra cinco oficiales de alto rango.

Carlos Colson tenía 8 años cuando su madre recibió la noticia de que su tío, el padre Walter Voordeckers, había sido asesinado a las afueras de la casa parroquial de  …

Misioneros belgas en Guatemala_Guatebelga_Ocote

Carlos Colson tenía 8 años cuando su madre recibió la noticia de que su tío, el padre Walter Voordeckers, había sido asesinado a las afueras de la casa parroquial de  Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla.

Voordeckers nació en 1939, en Turnout, al norte de Bélgica, y llegó como misionero a Guatemala en 1966.

El sacerdote no era bien visto por el sector azucarero y de gobierno, debido a que apoyaba a los cortadores de caña y en varias ocasiones mostró su apoyo en diversas protestas por las malas condiciones laborales. 

Su sobrino lo recuerda de 1979, cuando estuvo en casa, durante casi un año, debido a que la Congregación del Inmaculado Corazón de María (CICM) a la que pertenecía lo envió para su protección. 

Voordeckers ya no solo era mal visto, sino que, en un atentado previo, lo buscaban por su nombre. Fue por ello que la congregación decidió proteger su vida.

Durante su estancia de vuelta en su pueblo, Voordeckers convivió con su sobrino y dio una charla en el colegio católico en el que el pequeño estudiaba. 

Esta charla trató, precisamente, del trabajo que el religioso realizaba junto con otros sacerdotes belgas en Guatemala y de la crisis social y de violencia que atravesaba nuestro país. 

Ya de regreso en Guatemala, el 12 de mayo de 1980, Voordeckers sufrió un intento de secuestro cuando iba de regreso a la iglesia, en Santa Lucía, luego de dejar una carta. 

El sacerdote se dio cuenta y corrió, pero sus cuatro verdugos no lo dejarían escapar. Recibió un disparo que días después causaría su muerte. 

Como Carlos Colson relata, el crimen de su tío sería solo el inicio de la persecución, ejecución, tortura y desaparición de cuatro sacerdotes belgas.

Walter Voordeckers y Ward Capiau fueron asesinados y Serge Berten desaparecido. FOTOS: Guatebelga

El 22 de octubre de 1981, Ward Capiau fue asesinado en San Lucas Sacatepéquez. 

Tras su llegada al país en 1974, para hacer su práctica en la congregación CICM, Capiau se involucró con organizaciones campesinas de Escuintla.

Estas se dedicaban a denunciar la explotación de familias en las cosechas de caña, café y algodón en la costa sur. 

Guatebelga una organización creada a principios de los 2000 por familiares de los sacerdotes, comparte algunos de los extractos de las cartas de Capiau.

En uno de sus últimos escritos detalló a su familia: «Todos mis movimientos están siendo monitoreados, pero la población está tratando de protegerme lo más posible». 

El 22 de octubre de 1981, cuando servía para la iglesia de San Lucas Sacatepéquez, fue ejecutado de seis disparos. 

Secuestros y torturas

Raf Allaert, también misionero de la congregación,  y actual presidente de Guatebelga, estuvo en Guatemala cuando estos hechos ocurrieron.

También fue perseguido y amenazado junto con su colega Serge Berten, pero sus vidas tuvieron destinos distintos. 

«Yo tuve que salir. Mencionaron que me estaban buscando a mí y a Serge, y me obligaron a salir», recuerda el hoy jubilado y dirigente social.

«A los cuatro días de mi salida secuestraron a mi compañero, a mi amigo, Serge Berten», relata Raf Allaert. 

Berten, fue secuestrado y desaparecido cuando caminaba por la calzada San Juan, en la Ciudad de Guatemala, el 19 de enero de 1982 junto a dos personas más. 

Este sacerdote también estudiaba teología en Guatemala y había trabajado en investigaciones del padre jesuita y antropólogo Ricardo Falla.

Allaert relata que hubo manifestaciones frente al Ministerio de Relaciones Exteriores de Bélgica exigiendo que se interviniera por la liberación de Berten.

Asegura que no podía ver a los ojos a la madre de Serge. Se sentía culpable por lo ocurrido. 

Tiempo después se supo que fue llevado a un centro clandestino en donde fue torturado y asesinado, pero su cuerpo sigue sin aparecer.

Semanas antes, el 4 de enero de 1982, el sacerdote Paul Schildermans fue detenido arbitrariamente junto con otro religioso guatemalteco.

El incidente ocurrió en la parroquia de Nueva Concepción, Escuintla, donde minutos antes había sido asesinado el sacristán.

Schildermans fue llevado a una cárcel clandestina en Suchitepéquez, en donde fue torturado. Debido a la presión internacional fue liberado dos días después. 

Estos hechos ocurrieron en los años más violentos del conflicto armado interno en Guatemala, entre 1980 y 1982.

El informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) estima que de las 245 mil víctimas de asesinato y desaparición, solo en ese período hubo cerca de 132 mil. 

En Guatemala cientos de familiares siguen llorando a sus muertos y desaparecidos, como en esta comunidad de Chajul, Quiché, en donde en 2015 fueron enterrados campesinos masacrados en 1982. Foto: Simone Dalmasso/Plaza Pública.

Así, familiares y amigos de los tres misioneros belgas asesinados emprendieron una lucha para conocer la verdad de lo que ocurrió en Guatemala.

En 1997 familiares de Serge Berten y Walter Voodeckers visitaron Guatemala en lo que posteriormente denominaron «la primera misión» de averiguación de la verdad. 

Sobre esta visita, Carlos Colson menciona, «viajamos en busca de verdad y justicia en Guatemala, encontramos tal vez algo de verdad, pero no justicia». 

Ese año no lograron obtener mucha información sobre los misioneros, pero conocieron el país. 

Allaert menciona que fue cuando la madre de Berten finalmente pudo comprender por qué su hijo decidió quedarse en el país, además de sentirse orgullosa por su compromiso.

«No regresamos decepcionados, sino decididos de seguir con la lucha. Pero ahora en Bélgica», menciona Allaert. 

Decididos en continuar en su búsqueda de justicia, fueron asesorados por profesionales del Derecho de la Katholieke Universiteit te Leuven (KU Leuven). 

Stephan Parmentier, experto en Derechos Humanos y vicedecano de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho y Ciencias Criminológicas de KU Leuven, recuerda que el caso de los misioneros concordó los intereses de los familiares y de la universidad. 

«Para ellos era muy importante poder dar seguimiento a sus preocupaciones, a sus angustias y también a su voluntad de buscar la verdad», relata Parmentier. 

«Había una coincidencia entre familiares de un lado, por otro la universidad que estábamos interesados en contribuir y el marco legal jurídico que permitiría entregar un caso como este». 

Poco tiempo después del inicio del asesoramiento del caso, se fundó Guatebelga como una organización que promovía la democracia y los derechos humanos en Guatemala.

El expediente en el caso contra los cinco exfuncionarios del Gobierno de Guatemala. La investigación de las cortes belgas duró dos décadas y el juicio se registró en 2023. Foto: Guatebelga

Un juicio histórico

Desde mediados de la década de los 90, Bélgica había adoptado la jurisdicción universal

Esta establece que un Estado puede juzgar acciones penales graves en contra de terceros, aunque no se encuentren en su territorio.

Una de esas acciones graves son los crímenes de lesa humanidad, los cuales, al ser cometidos en contra de los conciudadanos de un Estado, este ya no solo «puede» sino «debe» proceder con la jurisdicción universal. 

En el marco de esta jurisdicción y con el acompañamiento de los asesores de la KULeuven, en enero de 2001, familiares de Walter Voordeckers y Serge Berten presentaron una denuncia ante un juez de instrucción en Bruselas, la capital de Bélgica. 

Luego se sumaron familiares de Ward Capiau y la Congregación Sagrado Corazón de María. 

El juez, fiscales y policías belgas se trasladaron a Guatemala, en diferentes momentos, gestionado todo a través de su embajada concurrente en el país. 

El trabajo tuvo el acompañamiento de autoridades guatemaltecas. Realizaron averiguaciones y entrevistas a testigos y peritos. 

Durante 21 años se realizó esta investigación judicial. En 2022 la Sala del Consejo y Sala de Acusación remitieron el caso a una Corte de Assize o de jurado. 

En el primer día del juicio, en la ciudad de Lovaina, al este de la capital Bruselas, se leyó la acusación en contra de: 

  • Ángel Aníbal Guevara Rodríguez (exministro de la Defensa). 
  • Donaldo Álvarez Ruiz (exministro de Gobernación). 
  • Pedro García Arredondo (exjefe del Comando Seis de la Policía Nacional) 
  • Manuel Benedicto Lucas García (exjefe del Estado Mayor del Ejército) 
  • Manuel Antonio Callejas y Callejas (exjefe de la Dirección de Inteligencia del Estado Mayor del Ejército).

La fiscalía belga tenía la intención de enjuiciar también a Fernando Romeo Lucas García, René Mendoza Palomo y Germán Chupina Barahona.

Sin embargo, los tres ya habían fallecido y Bélgica no puede procesar a personas muertas.

En el juicio se buscaba encontrar la responsabilidad de los acusados por cadena de mando.

Participaron en el proceso familiares de las víctimas, testigos belgas, peritos y testigos guatemaltecos.

Varios declararon por videoconferencia o presencialmente. 

El juicio duró las primeras dos semanas de diciembre de 2023. 

El abogado Stephan Parmentier y Carlos Colson, aseguran que aunque conocían la historia de lo que se había vivido en Guatemala, les sorprendieron las declaraciones de los testigos. 

«No había quien no se sintiera conmovido por los testimonios. Fue muy emotivo, pero también muy liberador, porque nos escuchamos entre todos y nos tuvimos empatía», relata Colson. 

«Había testimonios de expertos y testigos guatemaltecos. Eran de mucha influencia porque, se trataba de un jurado de 12 personas que tenían que concluir sobre la culpa y pena de cinco personas de alto nivel, no es fácil», explica Parmentier. 

«La experiencia de los testigos era importante, no solo para mí o el jurado, sino también para los mismos testigos, que habían sido víctimas». 

En opinión de este abogado, «no se puede separar el contexto de los belgas con el del conflicto armado interno, que produjo una cantidad increíble de víctimas guatemaltecas». 

El abogado Stephan Parmentier de la KU Leuven es asesor legal de Guatebelga. Foto: Mariana Farfán, Ocote.

Al ser consultado sobre la defensa de los acusados, quienes a pesar de ser citados, no se presentaron al juicio, Parmentier explica que el derecho se mantuvo durante el juicio.

El 14 de diciembre de 2023, la Corte de Leuven emitió sentencia de cadena perpetua, la más alta en la ley belga, en ausencia de los cinco altos cargos de Gobierno y del Ejército guatemalteco.

El jurado determinó que fueron responsables por la muerte de Walter Voordeckers y Ward Capiau.

También por la detención y tortura de Paul Schildermans y la desaparición forzada de Serge Berten. Estos delitos fueron considerados crímenes de lesa humanidad.

Según Parmentier, esta es una sentencia histórica en la justicia internacional. Lo es para Bélgica, pues por primera vez condena a alguien por delitos cometidos contra sus ciudadanos en otro país.

Y lo es para Guatemala porque por primera vez varios de sus ciudadanos que cometieron delitos en su territorio, son condenados por una corte extranjera. 

La justicia belga reconoce que Pedro García Arredondo, Benedicto Lucas García y Manuel Antonio Callejas se encuentran en prisión, esperando proceso o bajo alguna causa penal.

También que Angel Aníbal Guevara y Donaldo Álvarez Ruiz están en condición de prófugos de la justicia guatemalteca. 

Pese a ello, giró una orden de detención internacional con fines de extradición para que todos cumplan sus condenas en ese país europeo.  

Raf Allaert, ahora jubilado, tras saber que existió un veredicto de condena siente que al fin se hizo justicia. 

«Me sentí satisfecho, y estaba llorando. Sentí mi corazón liberado, ya no me siento culpable. Terminó mi misión con Serge». 

Raf Allaert y Carlos Colson frente a una fotografía del mural del Padre Walter Voordeckers y las víctimas del conflicto armado, ubicado en Santa Lucía Cotzumalguapa. Foto: Mariana Farfán, Ocote.

Guatebelga otorga cada dos años el Premio Quetzal para los Derechos Humanos y la Democracia en Guatemala. Lo hace en el marco de la conmemoración del asesinato de Ward Capiau, en la tercera semana de octubre. El año pasado fue reconocido el defensor del agua de origen q’eqchi’, Bernardo Caal. La próxima premiación será en 2025, para lo cual pueden consultarse las bases aquí.

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