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«Hay una tendencia de sobrepeso y obesidad en Guatemala»

Investigadores y organizaciones líderes en la salud global presentan sus aportes sobre la importancia de la Iniciativa de Ley 5504 sobre la Promoción de la Alimentación Saludable (de etiquetado frontal). Dicha iniciativa, que quedó engavetada desde 2018, fue aprobada en primera y segunda lectura en el Congreso de la República en febrero de 2024, pero luego de presiones públicas en contra por sectores empresariales ha quedado detenida.

Por: Guatemala Saludable _____________________________ Esta iniciativa busca promover la educación alimentaria nutricional, regular la publicidad y promoción de comestibles y bebidas ultraprocesados dirigidos a niños y adolescentes, así como la …

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Por: Guatemala Saludable

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Esta iniciativa busca promover la educación alimentaria nutricional, regular la publicidad y promoción de comestibles y bebidas ultraprocesados dirigidos a niños y adolescentes, así como la implementación de un etiquetado frontal de advertencias nutricional en productos con alto contenido de azúcar, grasas saturadas, grasas totales, sodio, contenido de grasas trans y contenido de edulcorantes.  

Tenemos la esperanza de que sean de utilidad para su apoyo a la aprobación de esta iniciativa. 

Esperamos que sus decisiones se basen en la mejor evidencia disponible, en beneficio de las medidas urgentes que Guatemala requiere en materia de salud pública con la aprobación de esta ley.

A continuación, un resumen de los argumentos clave para sus consideraciones basadas en la evidencia científica:

  1. Guatemala enfrenta altos niveles de sobrepeso, obesidad, diabetes y otras enfermedades no transmisibles relacionadas con la nutrición

Guatemala es el país con la mayor prevalencia de doble carga de la malnutrición en todo el hemisferio occidental y las prevalencias aumentan en poblaciones indígenas (1).  

En aproximadamente 25% de hogares guatemaltecos, existe una persona con sobrepeso y obesidad y un menor de 5 años con desnutrición crónica (2).

Hay una tendencia creciente del sobrepeso y obesidad en todos los grupos de población en Guatemala.  

Actualmente el sobrepeso y obesidad está asociado con vivir en áreas urbanas y tener mayores ingresos económicos. 

Sin embargo, cuando se evalúan tendencias, estudios realizados por el Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá (INCAP) han evidenciado que el sobrepeso y obesidad crece cerca de un punto porcentual por año. 

Esta prevalencia crece más rápido entre mujeres adultas indígenas (2).

El INCAP ha evaluado la ingesta dietética en niños y adolescentes y ha encontrados datos alarmantes en cuanto al consumo de productos ultraprocesados. 

En un estudio llevado a cabo en escuelas primarias de la ciudad de Guatemala (en niños de 9 a 12 años), se encontró que más del 35% de las calorías diarias proviene de productos ultraprocesados ricos en calorías, azúcar, sodio y grasas. 

Esto equivaldría a casi 700 calorías diarias de comida chatarra (asumiendo un consumo de 2000 calorías diarias (3).

En el área rural entre adolescentes se demostró que más del 25% de las calorías diarias proviene de bebidas azucaradas, dulces y snacks salados (5), lo que supone alrededor de 500 calorías diarias de comida chatarra. 

Este consumo es altísimo y excede todas las recomendaciones dietéticas para mantener una vida sana y prevenir enfermedades crónicas.                                                                                                                                                                                  

Cabe mencionar, sobre lo descrito, que un entorno alimentario no saludable, habitado por productos ultraprocesados con alto contenido de nutrientes críticos, predispone a la población a consumir dietas poco saludables, principal factor de riesgo para padecer enfermedades crónicas como obesidad, diabetes e hipertensión. 

  1. Los alimentos ultraprocesados ​​son perjudiciales para la salud

El término «ultraprocesado» propuesto por la clasificación NOVA –que reagrupa los alimentos, no por su aporte nutricional, sino por el nivel de procesamiento al cual han sido sometidos– tiene un sólido reconocimiento académico. 

En el buscador académico PubMed, que permite el acceso a la base de datos MEDLINE, están registrados más de 300 artículos académicos que utilizan el término ultraprocesado. 

Organismos internacionales como la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y la OPS (Organización Panamericana de la Salud) han publicado documentos técnicos, en los que destacan los altos riesgos de los alimentos ultraprocesados ​​para la salud (9).

El volumen de estrategia de obesidad del Banco Mundial utiliza este término y promueve programas que utilizan etiquetas de advertencia para reducir el consumo de estos alimentos y bebidas no saludables (9).

La OPS define a los productos ultraprocesados como aquellos elaborados principalmente con ingredientes industriales, que normalmente contienen poco o ningún alimento entero. 

Por su parte, la FAO señala que las investigaciones en la materia han establecido que existe un vínculo estrecho entre los cambios en la dieta –de alimentos reales o mínimamente procesados a alimentos ultraprocesados– y las tasas de sobrepeso y obesidad y otras enfermedades no transmisibles relacionadas con la dieta (9).

Durante los últimos 25 años, la disponibilidad y las ventas de los alimentos ultraprocesados ​​han aumentado rápidamente en los países de ingresos bajos y medios y en todas las regiones del mundo. 

Un conjunto creciente de estudios está midiendo este cambio (10-15).

En mayor profundidad, las investigaciones están estableciendo un vínculo sólido entre el cambio de alimentos reales que no están procesados ​​o mínimamente procesados ​​a alimentos ultraprocesados ​​y el sobrepeso/obesidad y muchas enfermedades no transmisibles (ENT) relacionadas con la nutrición.

Un estudio de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos (NIH, por sus siglas en Inglés)  de 2019 destaca el impacto en la salud por el consumo de alimentos ultraprocesados. 

Esta prueba controlada aleatorizada consistió en alimentar a un grupo de adultos de peso normal con una dieta compuesta por alimentos reales durante dos semanas y, posteriormente, una dieta compuesta por alimentos ultraprocesados por otras dos semanas.

Esto dio como resultado un aumento de peso de 0,9 kg por consumir alimentos ultraprocesados, ​​y cambios igualmente significativos en las mediciones de diabetes, hipertensión y otras mediciones clave para enfermedades cardíacas lo cual resalta el impacto potencial de una dieta de estos alimentos durante un período de tiempo más largo.

Estos resultados han sido replicados por más de 35 estudios muy importantes que mostraron que consumir una dieta de más alimentos ultraprocesados ​​se relacionó, 10 a 20 años más tarde, con aumento de peso, aumento de enfermedades cardíacas, mortalidad por todas las causas, aumento de diabetes, hipertensión y muchos cánceres (3, 17-36). 

Esto ha sido particularmente importante en América Latina y el Caribe, donde se han documentado cambios en el sistema alimentario regional relacionados con el sobrepeso/obesidad (8).

  1. El etiquetado frontal de advertencia en los empaques afecta positivamente el comportamiento de los consumidores al momento de la compra de alimentos.

Las etiquetas de advertencia en la parte frontal de los paquetes surgen de una propuesta de política que obliga a la industria a identificar qué productos tienen altos niveles de nutrientes críticos, como el azúcar, sodio y grasas. 

Estas etiquetas se indican con un símbolo octogonal que indica que el producto tiene «exceso en» [un nutriente crítico].

Esto permite a los consumidores elegir un producto diferente que no contenga sellos, es decir, que su composición no exceda los niveles aconsejados por la Organización Mundial de la Salud (3, 4).

Las etiquetas de advertencia en la parte frontal de los paquetes son los modelos más efectivos hasta la fecha para advertir a los consumidores sobre la calidad nutricional de los productos empacados. 

Con base en esta evidencia, países como México, Uruguay, Argentina, Chile o Perú han aprobado leyes obligatorias de etiquetado frontal de advertencia de «Exceso de»/«Alto en».

Investigaciones en todo el mundo han demostrado que las etiquetas de advertencia de «exceso de» pudieron ayudar a los consumidores a identificar correctamente los productos con un alto contenido de nutrientes críticos (como azúcar, sodio y grasas saturadas) en comparación con otros tipos de etiquetas(5). 

Un experimento reciente realizado por investigadores de la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad de Carolina del Norte y la Pontificia Universidad Javeriana, entre una población representativa a nivel nacional en Colombia, ha demostrado que la etiqueta de advertencia octagonal propuesta desanimó al 72% de los participantes a querer comprar productos no saludables, en comparación con otras formas de advertencia y el control respectivo. 

Este estudio evidencia que el uso del etiquetado octagonal sigue siendo el símbolo más eficiente para promover la alimentación saludable.

Chile fue el primer país en promulgar una política obligatoria con etiquetas frontales de advertencia octogonales. 

Desde que las etiquetas comenzaron a implementarse en 2016, han contribuido a cambios en las normas y comportamientos sociales en torno a la compra de alimentos y bebidas más saludables por parte de la población(6). 

Los consumidores chilenos conocen y comprenden las etiquetas, y las utilizan en la toma de decisiones en la compra de alimentos. 

Otra investigación chilena muestra que, en la vida real, la etiqueta frontal de advertencia octagonal redujo el consumo de bebidas endulzadas con azúcar en un 25% en un momento en que Chile consumía la mayor cantidad de bebidas endulzadas con azúcar per cápita en el mundo. 

Además, los consumidores cambiaron significativamente a bebidas más saludables y redujeron significativamente el consumo de azúcar en las bebidas (7). 

El estudio comparativo de las diferentes advertencias nutricionales ha mostrado que sistemas como Nutriscore y Semáforo no han mostrado ningún impacto en la decisión de compra de alimentos (8). 

Las advertencias en la parte frontal del paquete permiten que los consumidores puedan identificar el exceso de nutrientes críticos que contiene el producto ultraprocesado y les permiten hacer una elección saludable.

Los estudios en Guatemala han demostrado que la mayoría de los alimentos envasados ​​deben tener etiquetas de advertencia (37).

  1. La importancia de la evidencia científica sobre el impacto del etiquetado frontal de alimentos, sin conflicto de interés:

Finalmente, es importante resaltar que el desarrollo de políticas públicas en salud, como la que (en Guatemala) están debatiendo, debe formularse con base en los mejores argumentos, libres de conflicto de intereses. 

Las grandes empresas de la industria alimentaria tienen la capacidad de influir en las conclusiones de importantes investigaciones, presentaciones científicas en congresos de alto impacto, políticas y programas de nutrición gubernamentales y privados.

También en campañas de marketing dirigidas a los niños y, en definitiva, tienen la capacidad de sesgar e influir sustancialmente en la práctica a nivel clínico, pero también a nivel de salud pública (40).

Un estudio dirigido por la doctora Maira Bes Rastrollo encontró revisiones sistemáticas financiadas por la industria, cuyos resultados tenían más probabilidades de no encontrar asociación alguna en lo referente a la relación entre las bebidas azucaradas y la obesidad (38, 39).

Recomendaciones:

En este sentido, recomendamos la adopción de un etiquetado frontal de advertencia octogonal basado en un fuerte modelo de perfil de nutrientes como un paso crucial para asegurar que los consumidores tengan el conocimiento adecuado para tomar decisiones más saludables sobre la compra y consumo de alimentos y bebidas. 

También recomendamos el uso de las expresiones «EXCESO DE SODIO», «EXCESO DE GRASAS SATURADAS» y «EXCESO DE AZÚCAR».

Está claro que el etiquetado frontal de advertencia es eficaz para ayudar a los consumidores a tomar decisiones informadas sobre los alimentos y bebidas que consumen. 

Tomar tal acción colocará a Guatemala como un modelo para la región y el mundo, uniéndose a un número creciente de países que han demostrado un fuerte liderazgo en la protección de la salud pública de sus ciudadanos mediante la promoción de dietas más saludables.

Firmantes

  • Barry M. Popkin. PhD. W. R. Kenan, Jr. Distinguished Professor  of Nutrition. University of North Carolina at Chapel Hill. popkin@unc.edu
  • Professor Tim Lang. PhD. FFPH Centre for Food Policy. City University of London. t.lang@city.ac.uk
  • Frank Chaloupka. Research Professor of Economics. Director, Health Policy Center. University of Illinois at Chicago. fjc@uic.edu
  • Mike Rayner. BA, DPhil. Professor of Population Health. Nuffield Department of Population Health. University of Oxford. mike.rayner@dph.ox.ac.uk
  • Carlos A. Monteiro. MD, PhD. Professor of Nutrition and Public Health. Department of Nutrition, School of Public Health. University of São Paulo. carlosam@usp.br.
  • Frank Hu. MD, PhD. Professor of Nutrition and Epidemiology. Harvard T.H. Chan School of Public Health. frank.hu@channing.harvard.edu
  • Ricardo Uauy. MD, PhD. Professor and Former Director INTA. University of Chile. Ricardo.Uauy@lshtm.ac.uk
  • Carlos A. Camargo. MD DrPH. Professor of Emergency Medicine & Medicine. Harvard Medical School, Prof. of Epidemiology. Harvard T.H. Chan School of Public Health. Conn Chair in Emergency Medicine. Massachusetts General Hospital. ccamargo@partners.org
  • Juan Rivera Dommarco. PhD. Director. Centro de Investigacion en Nutricion y Salud. Instituto Nacional de Salud Pública México. jrivera@insp.mx
  • Karen Hofman. MB BCh, FAAP. Director, Priority Cost Effective Lessons for Systems Strengthening. Professor, School of Public Health. University of the Witwatersrand. Karen.Hofman@wits.ac.za
  • Lawrence J. Appel. MD, MPH. Professor of Medicine, Epidemiology, and International Health (Human Nutrition). Director, Welch Center for Prevention, Epidemiology, and Clinical Research. Johns Hopkins Medical Institutions. lappel@jhmi.edu
  • Walter Willett. MD, DrPH. Professor of Nutrition and Epidemiology. Harvard T.H. Chan School of Public Health. wwillett@hsph.harvard.edu
  • Marion Nestle. Professor of Nutrition, Food Studies, and Public Health. New York University. marion.nestle@nyu.edu
  • Dr. Tim Lobstein. Director of Policy. World Obesity Federation London. tlobstein@worldobesity.org 
  • Professor Corinna Hawkes. PhD. Centre for Food Policy. City University of London. Corinna.Hawkes@city.ac.uk
  • Michael I Goran. PhD. Director, Childhood Obesity Research Center. Co-Director USC Diabetes and Obesity Research Institute. Professor of Preventive Medicine; Physiology & Biophysics; and Pediatrics. The Dr. Robert C. & Veronica Atkins Chair in Childhood Obesity & Diabetes. USC Keck School of Medicine. goran@usc.edu
  • John D. Potter. MD PhD. Member and Senior Advisor. Division of Public Health Sciences. Fred Hutchinson Cancer Research Center. Professor Emeritus of Epidemiology. University of Washington. jpotter@fredhutch.org
  • Boyd Swinburn. MD. Professor of Population Nutrition and Global Health. University of Auckland, New Zealand. Alfred Deakin Professor, Global Obesity Centre (GLOBE). Deakin University, Australia. Co-Chair World Obesity, Policy and Prevention Section. boyd.swinburn@auckland.ac.nz
  • Oliver Mytton. UKCRC Centre for Diet and Activity Research (CEDAR). Department of MRC Epidemiology. University of Cambridge School of Clinical Medicine. Institute of Metabolic Science. otm21@medschl.cam.ac.uk
  • David Hammond. PhD. Professor and CIHR Chair in Applied Public Health. School of Public Health. University of Waterloo, Canada. dhammond@uwaterloo.ca
  • David L. Katz. MD, MPH. President, American College of Lifestyle Medicine. Founder, True Health Initiative. Associate Professor of Public Health. Yale University School of Medicine. david.katz@yale.edu
  • Jennifer L. Harris. PhD, MBA. Director of Marketing Initiatives. Rudd Center for Food Policy & Obesity. Associate Professor. Allied Health Sciences. University of Connecticut. Jennifer.harris@uconn.edu
  • Jean-Pierre Després. Director of Cardiology Research. Québec City Heart and Lung Institute Research Centre. Professor, Department of Kinesiology. Faculty of Medicine. Université Laval. Jean-Pierre.Despres@criucpq.ulaval.ca
  • Kelly Brownell. PhD. Dean of the Sanford School of Public Policy. Robert L. Flowers Professor of Public Policy. Professor of Psychology and Neuroscience. Professor in the Sanford School of Public Policy. Duke University. kelly.brownell@duke.edu
  • Yoni Freedhoff. Associate Professor. Dept. of Family Medicine University of Ottawa. drfreedhoff@bmimedical.ca
  • Simon Capewell, MD, DSc. Vice President. UK Faculty of Public Health. Professor of Clinical Epidemiology. University of Liverpool, UK. capewell@liverpool.ac.uk
  • Rina Swart. PhD, RD (SA). Professor. Department of Dietetics and Nutrition. University of the Western Cape. South Africa. rswart@uwc.ac.za
  • Dr. Simón Barquera. Director, Centro de Investigación en Nutrición y Salud. Instituto Nacional de Salud Pública, Mexico. sbarquera@correo.insp.mx
  • Dr. Giota Mitrou. Acting Director of Science and Public Affairs. World Cancer Research Fund International. g.mitrou@wcrf.org
  • Dr. Anne Marie Thow. Senior Lecturer in Health Policy. Menzies Centre for Health Policy. The University of Sydney. Australia. annemarie.thow@sydney.edu.au
  • Amanda Jones. PhD. Research Fellow. University of Otago. Wellington, New Zealand. amanda.jones@otago.ac.nz
  • Jean-Claude Moubarac. Assistant Professor.   Department of Nutrition.   Université de Montréal. jc.moubarac@umontreal.ca
  • Richard Smith. PhD HMFPH. Professor of Health System Economics. Dean of Faculty of Public Health & Policy. London School of Hygiene & Tropical Medicine
  • Rachel Nugent. Vice President, Chronic Noncommunicable. And Health Economist Diseases Global Initiative. RTI International
  • Harold Alderman. Senior Economist. Poverty, Health, and Nutrition Division. International Food Policy Research Institute
  • Franco Sassi. Chair in International Health Policy and Economics. Imperial College, London
  • Frank Chaloupka. Research Professor. Director, UIC Health Policy Center. University of Illinois at Chicago 
  • Sinne Smed. Associate Professor. Department of Food and Resource Economics, Section for Environment and Natural Resources, University of Copenhagen
  • Robert P. Inman. Richard K. Mellon Professor of Finance. Wharton School of the University of Pennsylvania 
  • Parke Wilde. Associate Professor. Friedman School. Tufts University
  • Arantxa Colchero Aragones. Professor. Center for Health Systems Research. Health Economics Unit, National Institute of Public Health Mexico
  • Shu Wen Ng. Professor and Health Economist. Department of Nutrition, School of Public Health. Carolina Population Center. University of North Carolina at Chapel Hill
  • Hana Ross. Principal Research Officer (Professor equivalent). Southern African Labour and Development Research Unit (SALDRU). School of Economics. University of Cape Town
  • Corne Van Walbeek. Southern African Labour and Development Research Unit (SALDRU). Professor in the School of Economics. University of Cape Town
  • Adam Briggs. Wellcome Trust Research Professor. Nuffield Department of Population Health. University of Oxford
  • Emma Frew. Health Economics. Institute of Applied Health Research. University of Birmingham

Referencias

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  45. The PLoS Medicine Editors.  The Food Industry Is Ripe for Scrutiny. PLoS Med 2012;9(6):e1001246. . doi: https://doi.org/10.1371/journal.pmed.1001246.

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Guatemala Saludable es una coalición que busca fortalecer, desde la sociedad civil, políticas y acciones que contribuyan a una Guatemala más saludable. Se centra en la creación de entornos saludables, donde el estilo de vida sea favorable y así reducir el riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles en el país. La coalición está integrada por varios sectores a nivel nacional, como organizaciones de la sociedad civil, sociedades médicas, institutos de investigación, universidades, organizaciones no gubernamentales y privadas que brindan servicios de salud e instituciones estatales. También cuenta con el apoyo de instituciones internacionales. Puedes seguirlos en Facebook y en X.

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