Soy gay. Hola, perdón por tan abrupta presentación, espero cobre sentido más adelante. Soy JuanPablo, así me gusta escribirlo, todo junto y con doble mayúscula, porque soy tan Juan como …
Soy gay. Hola, perdón por tan abrupta presentación, espero cobre sentido más adelante.
Soy JuanPablo, así me gusta escribirlo, todo junto y con doble mayúscula, porque soy tan Juan como Pablo, aunque mucha gente me dice Juan Pa o Jotapé, que supongo que también soy, use estos sobrenombres con confianza.
Soy activista por los derechos humanos de las personas LGBTIQA+ en la ciudad de Guatemala desde 2017.
Soy introvertido, de horarios vespertinos, hacendoso, naturalmente solitario, malhumorado por las mañanas y de pasar los domingos en casa. Soy muchas cosas, y también, soy la posibilidad de descubrir nuevas.
Hace años, cuando empecé a explorar el mundo gay, hablé con un hombre bastante mayor que yo, le conté mis pasos y tropiezos en el proceso de asumir públicamente mi homosexualidad, así como lo satisfactorio de encontrar facetas de mí que causaban constante y renovada felicidad y fascinación.
-Yo nunca salí del clóset, me dijo, creo que todo el mundo ya lo sabe y nunca sentí la necesidad de hacerlo.
La vida nos volvió a encontrar un tiempo después, en la actualización de nuestras vidas, me contó que había salido del clóset con su anciana madre.
-¿Cómo fue?, le pregunté.
-Le dije: Mama (así sin tilde), fíjese que le quería contar, pues, no se vaya a preocupar… que… este… soy gay. Me gustan los hombres.
Ella le abrazó y todo estuvo bien. Ella vivía sola en la zona 3, cerca del Cementerio General, en la casa familiar de toda la vida y él era su único hijo, que la visitaba seguido y proveía de sus necesidades. Él vivió muchos años con un hombre al que había conocido en sus treintas, eventualmente esa relación no funcionó, así que también vivía solo, aunque en un bonito apartamento en las zonas céntricas de la ciudad de Guatemala. La conversación no pasó a mucho más. Ella se hacía la que no veía nada y él tampoco le contaba nada de su vida personal.
-Me siento mejor ahora -continuó-, como si estuviera en otra etapa de mi vida, donde yo tengo el control de lo que la gente dice o sabe de mí. Ahora sé porque las generaciones más jóvenes lo hacen.
Por si usted no lo sabía, amable lector, “salir del clóset” le llamamos a esta experiencia que muchas personas LGBTIQA+ atravesamos al compartir nuestra orientación sexual y/o nuestra identidad de género con otras personas, usualmente familiares o amistades, pero también aplica para entornos laborales, educativos o de salud. Las historias son tan diversas como somos cada una de las personas que lo hacemos, pero en la mayoría de casos la conclusión es la misma, luego de salir del clóset, todo mejora.
El clóset es un derecho, no salir o salir de él es una decisión personal, personalísima, porque solo nosotres tenemos la capacidad de definirnos y nombrarnos. Esto nos lleva a hablar del derecho a la autodeterminación, que consiste en la libertad individual, o colectiva, a que se nos nombre de la forma como nos identificamos.
El derecho a la libre determinación surgió como concepto en la lucha de los pueblos indígenas contra la colonización. Ha tenido una evolución enorme y es un referente político e histórico muy valioso. Es hasta que surge el movimiento internacional de Derechos Humanos para garantizar los propios de las personas LGBTIQA+ que se hace la transversalidad entre ambas causas, tomando como punto de intersección que, como población diversa, también se nos ha tratado de oprimir, vulnerar y eliminar a través de métodos sistémicos minuciosos que castigaban el nombrarnos como personas fuera de la cisheteronorma.
La orientación sexual y la identidad de género son cualidades enunciativas, no dependen de cómo nos vean o perciban, sino de cómo nos nombramos. He ahí el poder de poder tener el derecho a determinar de forma libre personal y autónoma quienes somos, como queremos ser nombrades o no nombrades.
La autodeterminación nos da la capacidad de posicionar nuestra experiencia personal de forma política y estirar los límites de lo que cualquiera podría creer que es la definición de diversidad sexual para mostrar la inigualable maravilla de ser seres individuales, tan únicos, e irrepetibles como iguales en dignidad y derechos. Es aquí donde nace el orgullo de ser quienes somos, porque nos ha costado mucho llegar hasta aquí, y a pesar de todo, nos hemos encontrado en nuestro interior y hemos encontrado las palabras para decir lo que tenemos y queremos decir.
Soy gay, pero eso ya lo saben, esperé este momento para contarles que también soy asexual, eso significa que mi atracción sexual es baja o inexistente.
Soy gay y asexual, y además soy una persona no binaria, porque siento que las definiciones de hombre y mujer me quedan pequeñas y yo prefiero ser algo más, mi género se mueve, crece, cambia, desaparece, vuelve. Soy una experiencia y siempre me sorprendo.
Parte de mi activismo se basa en la visibilidad, por eso salgo del clóset muy seguido. Nada me emociona más que posicionarme con cada uno de mis componentes y asumirme dentro de ellos para mostrar que existo en mi propia experiencia diversa y que desde ella trabajo, activo, resisto, río y lloro.
Soy JuanPablo, soy una persona gay, asexual y no binaria. También me identifico como una persona feliz. Eso es lo más importante.
JuanPablo Hernández Paredes
Ciudad de Guatemala, 1986. Multidisciplinario e inquieto. Arquitecto de profesión, conservador de monumentos por vocación e interiorista de tiempo completo. También soy crítico del arte e interesado en teorizar sobre el fenómeno artístico. Queer y activista en Visibles.
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