Francisco Goldman: un encierro nutritivo para la novela
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Francisco Goldman, escritor de ficción y no ficción, conversa en esta entrevista sobre sus procesos creativos, su encierro por la pandemia en 2020 y los caminos que atraviesa para construir una nueva historia. Goldman conversa sobre su literatura, en el contexto del festival Centroamérica Cuenta, en mayo de 2022.


Es mayo de 2022 y estamos en pleno Centroamérica Cuenta, uno de los mayores festivales de literatura de la región, que este año, después de dos en la virtualidad, ha reunido a escritores y periodistas de Iberoamérica en Ciudad de Guatemala.

En uno de los salones del Hotel Biltmore, que funciona como sala de comunicación del festival, se encuentra el escritor y periodista Francisco Goldman. 

Goldman nació en 1954 en Boston, Estados Unidos. Es hijo de una madre guatemalteca y un padre judío estadounidense. En los ochenta, mientras escribía su primera novela, The long night of white chickens, trabajó como periodista freelance en El Salvador, Nicaragua, Honduras y Guatemala. 

En 1998 publicó El arte del asesinato político, donde narra el homicidio del obispo guatemalteco Juan José Gerardi.

Ahora, el periodista transita entre Nueva York, desde donde se desplaza a la universidad Trinity College, en Connecticut, para dar clase de lengua y literatura; y Ciudad de México, donde vive su esposa Jhoana Montes y su hija Azalea. 

Goldman espera en el hotel, vestido con una playera y unos tenis. En la cara se le levantan los pómulos, que sugieren una sonrisa detrás de la mascarilla. Dice que le encanta estar acá, en Guatemala, de regreso. 

El escritor ha publicado dos libros de no ficción y cinco novelas. En la última, Monkey Boy, que terminó a inicios de la pandemia de COVID-19, narra la historia de un periodista que visita a su madre en un asilo en Boston. Durante el viaje, hace reflexiones familiares, de romances y del contexto político. El libro fue finalista del Premio Pulitzer este año. 

Goldman también ha recibido el premio francés Prix Femina Étranger en 2011 y el premio Sue Kaufman en 1993, otorgado por la Academia de las Artes y las Letras en Estados Unidos. Sus libros han sido reconocidos en variedad de países y traducidos a muchos idiomas. Además, es fundador del Premio Internacional de Literatura Aura Estrada, creado en memoria de la escritora mexicana, quien fue su esposa.

Después del éxito de Monkey Boy, Goldman tiene ya en mente la idea para su próxima novela. Una historia que, según cuenta, transcurrirá en una ciudad en Estados Unidos donde la migración centroamericana ha cobrado relevancia y tendrá a un médico guatemalteco como protagonista.

¿Cómo ha sido tu proceso de escritura durante estos años de la pandemia?

He visto que muchos autores arrancaron nuevos libros en la pandemia. Esos libros son hijos de la pandemia. Es increíble la cantidad de buenas novelas que han salido desde el encierro, al menos en Estados Unidos. Un período nutritivo para la novela.

La última novela que terminé fue ya en la pandemia, Monkey Boy. Ya estaba en su recta final cuando empezó la pandemia. Estaba bastante avanzada y la terminé en 2020.

¿Influyó en algo el encierro??

Es muy perverso, pero los escritores estábamos contentos con el encierro que implicó la pandemia. Porque es lo que nos gusta hacer: estar encerrados trabajando. Muchos estaban en su sopa.

Este cambio de vida de quedarse en casa me permitió dar clases universitarias por internet, que ya las hacía antes de manera presencial, tres meses al año. Quizá al inicio nos dificultó la vida. Pero fue muy raro porque luego yo me sentí muy bien encerrado con mi familia. Tengo gratitud por ese tiempo porque pude estar con mi niña que nació en 2018. Fue un tiempo de mucha cercanía.

Claro que el inicio fue horrible. Cuando arrancó la pandemia yo estaba en Nueva York, dando clases, y mi familia estaba en México. Cuando pude integrarme a ellas pude estar feliz, pero jamás en mi vida voy a olvidar esas primeras tres semanas de marzo de 2020, hasta que cerraron la universidad. Me parece un milagro que no me enfermé, pues nadie andaba con cubrebocas por la ciudad y yo utilizaba el metro para ir a trabajar.

Incluso cuando llegué a Ciudad de México, el ambiente era muy triste. La ciudad era silencio. Solo se escuchaban ambulancias mientras todos estaban encerrados. Entonces escribí y terminé la novela.

Después he estado escribiendo otras cosas. Me he adentrado a mi nueva novela, lo cual para mí es un proceso largo porque cuando acabo una novela necesito un tiempo extenso para convertirme en otra persona que será el escritor de una nueva historia. Algunas personas tienen procesos más cortos para iniciar nuevas novelas. Yo necesito tiempo y la pandemia me tomó en ese momento.

¿De qué trata esa nueva historia en la que te has adentrado?

Lo que voy a escribir ahora es diferente a mi trabajo previo. Aunque sí tiene algo que ver con Guatemala, esta historia trata sobre una comunidad de New Bedford, en Massachusetts, Estados Unidos. 

Este es uno de los pueblos más icónicos en la literatura norteamericana porque ahí es donde empieza Moby Dick y también es donde vivía Frederick Douglass cuando escribió sus memorias de la esclavitud (Vida de un esclavo americano). 

Además, sigue siendo el puerto de pesca más importante en los Estados Unidos. Pero lo fascinante es que tiene una comunidad de alrededor de 20 mil guatemaltecos. La mayoría es gente de diferentes pueblos de Quiché y he estado investigando y siguiendo.

En este momento siento que ya conozco suficientemente bien a la comunidad para arrancar o empezar a escribir mi novela. 

La migración es uno de los temas presentes en los titulares del mundo, cuando de Centroamérica se trata. Como punto de origen y como recorrido para llegar a Estados Unidos. ¿Cómo impacta eso en próxima obra?

Centroamérica es una comunidad fascinante. Guatemala es una comunidad fascinante. Si volteamos a ver a la población migrante en Estados Unidos, podemos ver al menos tres generaciones de guatemaltecos que viven experiencias muy diferentes a las de acá. Y los nietos e hijos de migrantes que nacen allá tienen oportunidades que sus antecesores no tuvieron.

Mucha población migrante huyó hace décadas de la guerra. Ahora los jóvenes adultos huyen de la violencia, la pobreza y la falta de oportunidades económicas. Las distancias entre esas realidades son abismales. En New Bedford es posible hablar con jóvenes indígenas que nacieron allá y jóvenes indígenas que nacieron en Guatemala y migraron. Mismas edades, mismas etnias y realidades tan diferentes. Agreguemos que muchos jóvenes en la comunidad me cuentan que a sus papás no les gusta hablar de la guerra. 

Esta comunidad es muy unida, existe mucho respeto entre las personas, son muy trabajadoras y se dedican en su mayoría a la industria pesquera. En esta comunidad, por ejemplo, quienes tienen derecho a votar se organizaron, se manifestaron y lograron formar su propio distrito para elegir a un migrante guatemalteco que les represente en el Legislativo del Estado de Massachusetts. Eso es un gran paso para la población migrante. Estas generaciones que están allí es en las que radica mi historia. 

Todavía no sé qué va a pasar con la historia y a dónde llevará a mis personajes. La industria pesquera, el racismo, la migración, el contexto sociopolítico son parte del ambiente, pero aún no defino cómo.

¿Cómo surgió la idea de esta historia?

De diferentes maneras. La idea surge antes de que llegara la pandemia. En 2019 yo estuve como becario en el Instituto Radcliffe de Estudios Avanzados de Harvard (ubicada en Cambridge, Massachusetts) y conocí a un fotógrafo que llegó a trabajar al instituto. Él me contó que su suegro, quien era un médico experto en ortopedia de manos, tenía una oficina en New Bedford porque le habían dicho que los pescadores son de las personas con más problemas en sus manos. Por el tipo de trabajo siempre tienen problemas con sus dedos, por el manejo de redes.

Eso me pareció muy tierno, interesante, y se me ocurrió que este médico podría ser un guatemalteco ladino que tuvo que huir de la guerra en su país, que ahora vive en New Bedford, y trabaja como médico de manos para pescadores que también han migrado de su país.

Después del encierro por la pandemia he visitado varias veces a esta comunidad en New Bedford para continuar con los acercamientos. La última fue una estancia de diez días. La comunidad latina migrante ha sido de las más afectadas por la pandemia por la desinformación relacionada al virus y a las vacunas. Muchas personas no quieren acercarse a los puestos de salud pública porque son del Estado y tienen temor a que les identifiquen. El problema de salud se cruzó con la migración irregular.

¿Tu novela estará atravesada por la pandemia?

No lo sé todavía. Pienso que va a terminar en 2020, cuando ya sientes que va a estallar la pandemia. Lo sigo pensando.


Fotografías: Ana Lucía Galicia / Centroamérica Cuenta

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