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Camino, luego pedaleo
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Desplazarse entre dos puntos es una proeza en la ciudad de Guatemala. El autor de este texto lleva largos años de pedalear y caminar por la urbe y nos cuenta sobre las cotidianas relaciones de quienes, como él, pedalean.


Esta mañana mientras caminaba conté cuarenta ciclistas que iban en la misma dirección por donde yo iba, al lado de estas aceras llenas de huellas cansadas y de sombras de pájaros invisibles. Al lado de aceras llenas de promesas y testimonios vacuos que quedaron garabateadas en trazos hundidos y petrificados en lo que alguna vez fue un suave concreto gris. También conté cuatro bicis estacionadas, tres en un bici-parqueo de un alto edificio de oficinas y una más en la baranda de una tienda de barrio. Esta última amarrada con una gruesa cadena de eslabones oxidados por la sal de este tiempo y de estas calles.

También conté un triciclo de carga que se detuvo en un comedor/tortillería a dejar unas palanganas de regular tamaño muy bien cubiertos con ponchos gruesos y que siempre imagino cálidos. Imaginé que era la masa para hacer las tortillas del día. Es llamativo que desde que salen en dirección a un molino, cuando los granos de maíz se vuelven nixtamal, ya llevan esos ponchos encima. Debe ser parte del por qué una tortilla se siente como se siente cuando envuelve los frijoles, el queso o un puñado arroz con salsa de tomate y pollo frito en cualquier puesto de comida de este lugar.

Otro recuento fue el de los ciclistas que iban en dirección contraria. Eran ocho. Tres directamente en contra del tráfico, pero únicamente un par de cuadras para reincorporarse a la dirección de los carros de gente solitaria una cuadra adelante. Dos de ellos lograron cruzar la calle, pero no el de la bici más pequeña, el que iba en una BMX de las que llevan los patojos que a veces van haciendo piruetas sobre los bordes de la acera. Lo esperaron en la esquina y siguieron pedaleando juntos. Parecía que venían de algún turno nocturno en uno de tantos edificios en construcción.


[También te puede interesar: Una noche en bicicleta. Y una mañana recordándola. Una columna de Engler García]


Ya encarando el último tramo para llegar a mi destino, un ciclista de los que iban en dirección contraria venía con una tremenda luz titilante. ¿Por qué harán eso incluso cuando van en la ciclovía de la reforma por ejemplo? Misterios de andar en bici que, a pesar del tiempo que llevo moviéndome así, no he descifrado. Venía sobre la acera en un tramo donde más he visto que suele pasar eso. Toda suerte de oficinistas y peatones deteniéndose de manera abrupta porque ahí va un ciclista. 

La luz se acercaba muy rápido hasta que aminoró el ritmo y casi se detuvo al lado de una mujer con su bolsa en una mano y la lonchera en la otra. Me imagino que no fue la hora lo que le preguntó o que le haya pedido alguna de sus pertenencias, pero se le acercó bastante. La mujer dio un par de pequeños pasos al lado y sólo siguió caminando con la vista hacia el suelo. Quizás resignada. Quizás frustrada. Quizás con ganas de gritar. Yo iba unos cuantos metros atrás. Encaré al señor que ya rebasaba los cincuenta. Se detuvo y se regresó. Cruzamos palabras que no fueron justamente amables, hasta que llevó la mano al cuadro de su bici gruesa de color ojo donde llevaba un machete amarrado. Me volvió la amabilidad y mejor decidí subirle el volumen al celular para seguir mi camino.

Otro más de los ocho en dirección contraria, ya llegando a mi lugar de trabajo en la zona diez de la ciudad, iba con toda la parafernalia que hace a los ciclistas bastante visibles ante los automovilistas y que, imagino, son quienes hacen reflexionar a los solitarios conductores y les hace concluir que andar en bicicleta es una cosa bastante cara. Una de todos las ciclistas de esta mañana era mujer. Cosa peculiar. Nunca había hecho este ejercicio de contar ciclistas mientras yo también voy pedaleando, pero sí que me he encontrado a muchas más mujeres en bici.

Otro día tendré que volver a contar. Otro día volveré a caminar.


*Engler García es narrador y ciclista urbano. Ambas acciones le han hecho transitar entre la fotografía y la literatura. Editorial Cultura publicó su libro de relatos Postales.


Las opiniones emitidas en este espacio son responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan los criterios editoriales de Agencia Ocote. Las colaboraciones son a pedido del medio sin que su publicación implique una relación laboral con nosotros.

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