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La chica k’iche’ de las chilenas

En Xejuyup, una comunidad al suroccidente de Guatemala, desde hace algunos años, un equipo de mujeres mayas k’iche’s se reúne para entrenar y jugar fútbol. Una de sus mejores jugadoras es Jazmin, una chica que mete goles de chilena y domina el balón con los pies y la cabeza. Esta es su historia, y la de un pueblo maya apasionado por el fútbol, a las faldas de un volcán.

En Xejuyup, una comunidad al suroccidente de Guatemala, desde hace algunos años, un equipo de mujeres mayas k’iche’s se reúne para entrenar y jugar fútbol.

Este es un episodio de podcast. Para escucharlo, dale play al enlace de abajo.

 

Aquí puedes explorar la fotogalería de Sandra Sebastián:

 

Si quieres leer la transcripción de este episodio, la dejamos aquí.

Narración: En Xejuyup, una comunidad rural en el suroccidente de Guatemala, el viento sopla fuerte. Casi siempre es así. Las montañas y los altos árboles que abrazan el pueblo, hacen que se formen corrientes de aire que refrescan el lugar  

El pueblo está rodeado de verde. A un lado está el Santo Tomás, un volcán inactivo conocido en el lugar como “cerro Pecul”. La Sierra Madre, Chuacruz y Tzamabaj son los cerros que terminan de cercar Xejuyup, cubiertos de plantaciones de banano y plátano.

En el centro del pueblo, hay un campo de fútbol. La cancha, con la grama bien podada, está al lado de la única escuela primaria de la comunidad, con algunos vidrios rotos.  

Jazmin está parada ahí, frente a la portería. No es muy alta, mide como un metro cincuenta. Su rostro, moreno, parece el de una niña, aunque tiene 16 años. El viento le hace menear la cola que sostiene su pelo, negro y liso.  

En la portería, un niño delgado, más pequeño que ella, estira los brazos hacia los lados e intenta cubrir el arco que le triplica el tamaño. Da saltitos pequeños de un lado a otro, como habrá visto a los futbolistas en la televisión. 

Cuando el portero le grita que está listo, Jazmin se arremanga el borde de la pantaloneta. El short azul está hecho con la misma tela con la que su madre viste el corte, la falda que es parte de la indumentaria que usan las mujeres mayas k’iche’s de su comunidad. 

Frota las manos sobre los patrones rojos bordados por su mamá en su huipil, la blusa;  recoge del suelo la pelota de fútbol y se voltea. Le da la espalda a la portería. Por unos segundos mira al cerro Pecul.

Jazmin lanza la pelota hacia arriba. Cuando está a punto de caer, eleva la pierna derecha. La izquierda le sigue y se despega del suelo. El tiempo parece detenerse.

Por unos segundos, se queda suspendida en el aire, como si fuera a saltar hacia atrás, un mortal, una vuelta de gato. La zapatilla del pie derecho alcanza a tocar con el empeine la pelota y el tiempo vuelve a la normalidad. 

El pequeño portero se deja caer hacia un lado y estira como puede los brazos y las piernas, pero no alcanza a llegar. En la esquina superior derecha…

Jazmin: Gooool

Narradora Es un gol de chilena.

Jazmin: Gooool

 

***

Narradora: Jazmin Daniela Tahay López es maya k’iche’ y  según muchos en Xejuyup, es una de las mejores jugadoras de fútbol en la historia del pueblo. 

Un pueblo apegado a sus raíces mayas, a su historia. Un pueblo en el que el fútbol se ha convertido no solo en un deporte de culto, sino también en parte de la identidad de sus habitantes.  

Soy Melisa Rabanales, periodista de Ocote y en este episodio iremos a Xejuyup, a Nahualá, en el departamento de Sololá, para conocer a su equipo de fútbol. Para conocer a Jazmin.

***

Miguel: En la cancha de fútbol, nos rodea lo que son los altos árboles. Y el Pecul y las montañas. Xejuyup  significa que estamos debajo de la montaña grande. Juyup es la montaña. Xe: Estamos abajo. Bajo las montañas. El clima es templado, ni calor ni frío, y la gente también es humilde, sencilla.

Narradora: Él es Miguel Perechu, es maya k’iche’, profesor de educación física y entrenador del Deportivo Xejuyup, el equipo en el que juega Jazmin. 

Hablo con él antes del entrenamiento del equipo femenino, en el campo de fútbol público de la aldea, junto a la escuela primaria. Es una comunidad pequeña, de unos 5 mil habitantes. En Xejuyup se cosecha banano, café y maíz. En los últimos años la aldea ha salido en algunos medios de comunicación por su equipo de fútbol mixto. Un equipo formado por hombres y mujeres mayas k’iche’s. 

EFE Noticias:  Cercado a un lado por humildes viviendas y al otro por frondosos árboles. Se encuentra el campo donde el club social y Deportivo Xejuyup se reúne para jugar fútbol. Diario de Centroamérica: Un equipo de fútbol con grandes aspiraciones que lo deja todo en la cancha 

Narradora: El fútbol es casi una obsesión para la gente del pueblo. 

Miguel: Todos (los que) se van en la montaña a su terreno regresan acá, hay algunos que se van a la iglesia y después juegan aquí en el campo de fútbol y practican lo que es el deporte para tener sana la vida.  

Narradora: El deporte es el que conocemos: 11 jugadores en cada equipo, dos porterías, un balón. Pero Miguel dice que la pasión que tienen en el pueblo no vino del fútbol que comenzó en Gran Bretaña aunque tiene orígenes más lejanos, en China, y que se convirtió rápidamente en el deporte global. 

Miguel está convencido de que nació de sus ancestros mucho tiempo atrás, en este territorio. 

Miguel: Y dentro del equipo que fueron los mayas que crearon el juego de pelota maya y ahora pues nosotros tenemos esa conexión espiritual, con la espiritualidad. Y tanto el traje que usan los dos equipos que tenemos en masculino y el femenino.

Narradora: La idea de hacer un equipo de fútbol en Xejuyup llegó en los años 80, en pleno Conflicto Armado Interno en Guatemala.

El pueblo era visitado frecuentemente por el Ejército. Buscaban a células guerrilleras que se ocultaban en las montañas que rodean la aldea y en el volcán Pecul. Además, los soldados organizaban a los habitantes para formar Patrullas de Autodefensa Civil, conocidas como las PAC. El objetivo era crear agrupaciones paramilitares que apoyaran al Ejército y eliminaran a quienes consideraban subversivos. 

Miguel dice que en Xejuyup no se registraron masacres, ni vivieron la misma violencia que azotó a otras comunidades rurales del país, especialmente en el noroccidente de Guatemala. Pero en el pueblo sabían lo que pasaba, por medio de familiares y radios clandestinas.

Miguel: Pues como que nos tuvieron como una mentira, podría decir es como tapar los ojos con un trapo y decir que: “Esto es lo bueno”. Pero en realidad, nosotros experimentamos porque hay varias mujeres y varios hombres que también fueron masacrados por medio del Ejército. Fue el conflicto armado, pero también fue el el robo de nuestras culturas, el robo de toda una patria.

Narradora: Miguel se refiere a la violencia que han vivido las comunidades mayas en sus territorios desde la conquista española hasta el conflicto armado interno que duró 36 años. La pérdida de algunos de  los  idiomas mayas y la instauración del español como idioma oficial del Estado de Guatemala. En Xejuyup, por ejemplo, aunque la mayoría de personas hablan k’iche’,  con el tiempo algunos niños y niñas han dejado de usarlo con regularidad. La pensadora mexicana maya mixe, Yasnaya Aguilar Gil, define esto como “lingüicidio”.   

Miguel también se refiere a la violencia que incluye el despojo y pérdida sus libros sagrados y sus tierras. Al desprecio por su identidad y su forma de vida. 

Por eso en 1980, su padre, Antonio Perechu, decidió revelarse. Pero tomar las armas era muy peligroso. Así que lo hizo de otra forma.

Miguel : Con la idea de formar un equipo, buscar a los mejores jugadores de nuestra comunidad y de los otros caseríos y se vino la idea de mi papá.

Narradora: Los caseríos son pequeñas poblaciones, mucho más pequeñas que las aldeas, en las que normalmente habitan menos de 2 mil personas. El papá de Miguel formó un equipo de fútbol que tenía como objetivo rescatar la identidad de su pueblo de una forma pacífica. Si la guerra, el racismo y la discriminación les habían quitado aquello que era suyo, el fútbol podría devolverlo.

Pronto, el equipo se hizo fama en las comunidades cercanas. No solo porque estaba conformado por indígenas mayas, sino por su uniforme: la indumentaria de los hombres k’iche’s de Nahualá.  En lugar de un short o pantalón, los hombres comenzaron a usar  el koxtar, un tejido rectangular parecido a una falda. La tela es gruesa y el corte es recto, y aunque a simple vista no parece dar opción a mucha movilidad, los jugadores demostraron que es posible saltar, patear y hasta hacer chilenas con él. 

También visten el kutin, una camisa de manga larga tejida por las mujeres de la comunidad. Es roja con líneas verticales blancas. En el cuello, patrones geométricos bordados de color dorado, rosa, azul y blanco que representan las estrellas, la fauna y la flora del lugar. 

Miguel:  Como el traje, pues también tiene un significado. Representa lo que es la naturaleza, el corazón del cielo, el corazón de la tierra.  Igual lo que usamos nosotros el koxtar, le decimos en vez de la pantaloneta, pues igual los cuadritos blancos y negros también significa el día y la noche. 

Narradora: Por un poco más de 30 años, el equipo fue únicamente de hombres. Aunque no solo los hombres jugaban fútbol en Xejuyup. 

El campo se creó en los sesenta. Pasó décadas algo descuidado, pero a inicios de los dos mil se podó la grama, se hicieron las líneas divisorias de la cancha, se cambiaron las porterías; y los niños y niñas tenían un mejor espacio para jugar. 

Para Miguel y los habitantes de Xejuyup, nunca ha sido extraño ver a niñas pateando la pelota, aunque reconoce que a medida que crecen suele ser menos usual porque muchas se casan,  salen a estudiar y a trabajar en otros pueblos, o migran a Estados Unidos. Y aunque los hombres también lo hacen, los que se quedan en el pueblo suelen tener más tiempo para jugar porque se encargan menos de los trabajos de cuidado en sus propias casas.

En 2006, Miguel descubrió que una de las niñas destacaba. Tenía talento. 

Miguel: Cuando ella tenía tres o cuatro añitos, ya ella traía una habilidad, una destreza para jugar con la pelota. Bueno, jugaba ahí en el corredor de la casa. Ella estaba cerca de la casa de nosotros. Y de ahí poco a poco estuvo jugando.

Narradora: Esa niña era Jazmin. 

Miguel: La personalidad de ella es una niña bien tímida, tranquila. Respetaba a su mamá, a su abuela. 

Narradora: Jazmin vive con su mamá, su abuela, sus tíos y primos. La casa, que comparten siete personas, tiene dos habitaciones, una cocina de leña, paredes de tablones de madera, techo de lámina y piso de tierra. 

Es muy diferente a otras casas en Xejuyup, como la de Miguel. De dos niveles, con paredes de block. Casas de la migración. Miguel me explica que él, igual que muchas otras personas de Xejuyup, tienen familiares que migraron a Estados Unidos y envían dinero cada mes. Remesas. Los que no reciben dinero del Norte, como Jazmin y su familia, viven en condiciones más precarias. Viven de lo que ganan en el campo, en la cosecha de café y la milpa. 

La casa de Jazmin queda a unos 50  metros del campo de fútbol. Cuando tenía unos tres años, Jazmin le pedía prestada una pelota a Miguel y se pasaba todo el día de un lado al otro del campo. Pateaba la pelota con sus pies descalzos y corría. Luego empezó a juntarse con sus amigos y sus primos, para practicar a dominar la pelota. 

Manuela, su madre, no habla mucho español. Su idioma materno, al igual que el de todas las personas de Xejuyup es el k’iche’. Me contó que cuando Jazmin empezó a jugar fútbol, a ella le preocupaba mucho que su hija pudiera lastimarse. 

Manuela: Ella se va todo el día, se va en la tarde. Yo sí me da pena. A veces se va a golpear. 

Narradora: A pesar de las preocupaciones de su mamá, Jazmin nunca se planteó dejar de jugar. A los seis años ya practicaba en su casa dar cabezazos y dominar la pelota con el pie.

Su tía la regañaba cuando la pelota topaba con la lámina del techo. Cuando ella lo recuerda, le causa gracia.

Jazmin: Voy a empezar a jugar. Voy a hacer cabeza. Mi tía me va a regañar. Cuando empiezo a hacer cabeza, va a topar ahí y me regaña. Tash” hace, y me regaña. “Andá jugar en el campo si querés jugar”. 

Narradora: Como su mamá, el castellano es el segundo idioma de Jazmin. No lo domina tan bien como el k’iche’, por eso habla con frases cortas y conjuga algunos verbos en futuro. Se ríe nerviosa al terminar cada idea. 

Recuerda que cuando entró a primero primaria, aprovechaba cualquier momento para escaparse con sus amigas y amigos para jugar en el campo. 

Jazmin: Cuando salimos al receso hablamos con mis amigas. Nos compramos pelotas, porque hay una tienda. Vamos a comprar pelotas. Yo le voy a dar un quetzal. Yo le voy a dar dos quetzales. Nos compramos, jugamos.  El profe nos regaña. Nos manda a la dirección: “Les voy a llamar a sus mamás”. 

Narradora: Jazmin se escabullía de las clases para ir a jugar fútbol y por eso se metía en problemas. Fue ahí, en la escuela, cuando tenía siete años, que el profesor de educación física, el profesor Wilson, la vio jugar en el campo. Para ese entonces, ya había un equipo de fútbol de niñas en la escuela, que Wilson entrenaba.

Jazmin: Me dijo: “Vas a jugar con nosotros”. “Ah va, está bien”.  Luego entramos en la selección. 

Narradora: En 2008, Jazmin entró a la selección de la escuela y se ganó el puesto como delantera. El profesor Wilson la entrenaba todos los días al salir de clase. En su casa, su tío Salomón Tahay , que forma parte del equipo de Xejuyup, también la alentaba.  

Jazmin: “Vas a hacer truco”, me dijo. “Ah va, está bien”. Y me salió. Voy a hacer truco.

Narradora: Le salieron tecniquitas, como le decimos en Guatemala. Ejercicios de dominio de balón en el aire, como golpear la pelota con los muslos, pasarla detrás de la cabeza, empujarla con el empeine del pie y bajarla con el pecho. No paró. Mientras más practicaba, más le gustaba, y rápido mejoró. Se empezó a diferenciar de sus compañeras de equipo. 

Miguel: Dejaba a todas las niñas jugando pelota con todas las jugadas que hacía. Bueno, la verdad ya traía una inteligencia del fútbol en la mente. Fue goleadora en todas las categorías y también formó parte de una “selección del distrito”, que llamamos nosotros. 

Narradora: La selección del distrito era el equipo que reunía a niñas de diferentes caseríos, como Xesac, Xojolá y Pasac. Comenzó a ser la sensación en el pueblo, la gente llegaba a animarla y en la escuela todos la conocían. Hasta ahora, Jazmin no recuerda que alguien la haya hecho de menos en el fútbol, a excepción de una vez, cuando su primo la enfrentó en un partido y le dijo: 

Jazmin: Tú no vas a entrar con nosotros, tú eres una niña.

Narradora: Seguimos con su historia al regreso de la pausa. 

***

Narradora: Hace un momento, Jazmin contaba cómo su primo no quería jugar fútbol con ella por ser una niña. A ella le importaba poco la opinión de los demás y no pensaba dejar el deporte, así que le contestó.   

Jazmin: “Ah pero a ti qué te importa”, le voy a decir. “Si yo puedo jugar porque tú no podés por eso”. 

Narradora: Su tío Salomón y su mamá la respaldaron. Al ver cómo jugaba, Manuela perdió el miedo que tenía y con unos ahorros, hace más de un año, le compró unos zapatos de fútbol. 

Fue hasta Santo Tomás Suchitepéquez, la ciudad más cercana a Xejuyup, a unos 30 minutos en auto, y entró a una de las pocas tiendas de deporte. Escogió las que creía le gustarían más a su hija: unas zapatillas blancas, en el pueblo le dicen “cosmas”. 

Son Nike, con cordones naranja, uno de los colores favoritos de Jazmin. Manuela no recuerda exactamente cuánto le costaron, ni tampoco sabe si son originales, pero está segura de que más de 100 quetzales, unos 13 dólares. Lo que sí recuerda es la sonrisa de Jazmin cuando se las dio. 

Jazmin no ha dejado de usarlas. Se le han llegado a romper, pero nada que un poco de pegamento no solucione. 

El equipo de la escuela empezó a participar en torneos en otras comunidades cercanas. Xojolá, Pochol, Xesac. Aunque no siempre ganaban, en muchos de esos partidos era Jazmin la que metía todos los goles.  Eso la entusiasmaba.

Pero había un problema. Para participar en los partidos, las familias tenían que poner algo de dinero. Treinta quetzales, unos cuatro dólares, que servían para el arbitraje y para alquilar la cancha en la que jugaban.  La situación en casa de Jazmin no era como la de las otras niñas de la comunidad. Su tío es la única persona que recibe sueldo en su casa. Gana unos 1,440 quetzales al mes, algo así como 185 dólares, menos de la mitad del salario mínimo de ley.  

El profesor Wilson le decía:

Jazmin: “Vamos a jugar, nos vamos en Xexac”. “Ah va está bien. A qué hora. Qué hora, vas a ver”. “Voy a ver mi hora y vas a llegar”. Me llamaron:  “Aquí estás en el parque y vas esperar”.  “Ah va, solo voy a buscar mi mochila, mi camisola, mi cosma” Luego pidieron dinero a mi mamá “Mamá me das dinero”, “Ah yo no tengo dinero”.

Narradora: A veces su tío le daba unos 20 o 30 quetzales. Miguel también aportaba, con tal de que Jazmin no se perdiera esos partidos. Y en uno de ellos, cuando tenía unos 10 años, pasó. Su primer gol de chilena. 

Jazmin: Va voy a probar el chilena. Y sacaron. Me tiró una mi amiga. “¿Quién tiene la pelota?” Jazmin. Me dieron para una chilena. Gol en la esquina. “¡Goool! Wilson… me dieron 100 quetzales, me compré mis blusas. 

Narradora: Con los 100 que le dio el profesor como premio por haber ganado, se compró unas camisolas de imitación del Real Madrid, su equipo favorito. Las compró en la misma tienda en la que su mamá le había comprado las zapatillas, en Santo Tomás. Ahora las guarda en el ropero que comparte con ella. Dice que las usa para “chamuscas” o juegos especiales. Con el resto de dinero compró unas gaseosas que compartió con su equipo.  

Desde ese día, la chilena, esa vuelta de gato en la que el tiempo se detiene unos segundos, es su forma favorita de meter goles. 

Cuando regresaron de Xesac, donde había sido el partido, otras niñas y adolescentes de su comunidad le pidieron que les enseñara a meter goles así, de espaldas. 

Jazmin:  Porque yo tengo una amiga ahí, es mi vecina. Solo me dijo “Min”, a buscar un apodo”, “Min” “qué le voy a decir” “Vamos a jugar, pero me vas a enseñar”.  Me van a dar 5”.  

Narradora: Sus amigas querían pagarle para aprender a jugar como ella, pero Jazmin nunca aceptó el dinero. Le gusta enseñar, y le gusta que otras niñas también se interesen por el fútbol como ella. 

Narradora: En 2016, Miguel, que para entonces ya dirigía el Deportivo Xejuyup masculino, tuvo una idea.

Miguel: Vi en las redes sociales, en la televisión, en la prensa, que ha habido varias categorías de otros equipos. Entonces a mí se me viene la mente. Entonces formé la escuela de fútbol nuestra, del club. Y de ahí vi que ya las mujeres como que ya están formando, ya en el fútbol. Y como nosotros, pues damos clases en la mañana en primaria y tanto en el básico, y también vimos ahí a las señoritas que jugaban bien. Entonces, se nos viene a la mente hacer una cuadrangular. 

Narradora: Se creó el equipo con adolescentes y mujeres jóvenes de 15 años en adelante. Lo llamaron Deportivo Xejuyup femenino.

Miguel reunió a las mejores jugadoras de los caseríos de la zona. Coordinaron horarios entre todas para poder entrenar y jugar partidos de exhibición. Los partidos de exhibición, que también se conocen como “amistosos”, no forman parte de una liga o un torneo. Sirven como entretenimiento.

Un año después de que se creara el equipo femenino, en 2017, Jazmin ya estaba dentro. A sus 11 años, era la única niña en el club. Hicieron una excepción porque conocían su potencial.

Al igual que el equipo masculino, las mujeres también juegan con su propia indumentaria. Un huipil y un short azul con rayas, fabricado con la misma tela del corte. 

Miguel: La vestimenta de la mujer, de la mujer indígena. Ya que que hoy en día, pues ya varias de las mujeres, de las abuelas, se están muriendo y esa vestimenta y esa tradición como que poco a poco ya se están muriendo también. Pero para no morir, entonces nosotros rescatamos la cultura del traje y lo metemos al fútbol. 

Narradora: Aunque ella ya no lleva corte y huipil en el día a día, en la cancha viste el que tejió su mamá, Manuela en un telar de cintura. Tiene líneas blancas, rojas y rosadas en la parte superior,  y unas flores bordadas en el cuello. Juega y entrena con el mismo. Solo tiene uno. Así que cuando se mancha, lo lava a mano y trata de que se seque al sol, antes del próximo juego. Lo cuida mucho. Dice que llevarlo en la cancha la hace sentir orgullosa porque representa el traje de su madre y de su abuela.  

Los primeros años en el Deportivo Xejuyup Jazmin calentó la banca. Que en realidad no es una banca, las jugadoras que no están en la cancha de juego, esperan sentadas en el pasto del lugar. 

No era titular, así que en los partidos no salía a jugar. Pero con el tiempo se ganó el respeto de sus compañeras y a los 14 años comenzó a jugar en los partidos de la categoría mayor. 

Narradora: Jazmin es de las que casi nunca falta a los entrenamientos. El día que llegué a Xejuyup, metió cinco goles en los ejercicios en pareja, mientras que sus compañeras metían uno o dos.  

Narradora: También es la más rápida. Corrió con los “paracaídas”, un equipo que Miguel compró con su dinero y que sirve para aumentar la fuerza: mientras la jugadora corre, el aire que entra en el paracaídas hace resistencia. 

Los entrenamientos del deportivo Xejuyup femenino no son todos los días. Algunas de las jugadoras de mayor edad estudian fuera, en la universidad en Quetzaltenango. Otras son madres, se dedican a los trabajos de cuidado y no siempre tienen disponibilidad. Es por eso que suelen entrenar una vez a la semana en horarios que Miguel acomoda para que la mayoría pueda llegar. 

Ese día, el que fuimos a verlas, no llegaron muchas. Eran cuatro. Venían de otros caseríos.  Cuando las demás jóvenes tomaban agua en el descanso, Jazmin hacía trucos con la cabeza y los pies. Se pasaba la pelota por detrás del cuerpo y jugaba con algunos niños. 

Jazmin no ha dejado de jugar fútbol. Pero este año, en 2022, sí dejó de estudiar. La pandemia lo cambió todo. Dejó de ver a su profe Wilson porque él vive en Xojolá y ya no llegó a dar clases en la escuela. 

Desde marzo de 2020 los niños y adolescentes de Xejuyup, y los de toda Guatemala, reciben las clases en línea. Algunos por videollamadas esporádicas de Whatsapp. Otros, los más grandes, por aplicaciones para reuniones virtuales.

Pero Jazmin no tiene computadora, así que solo le llegan instrucciones de algunas tareas por audios WhatsApp en su teléfono celular. Eso lo hace todo más complicado. 

Jazmin: Porque solo virtual, no me gusta virtual, quiero presencial. 4:37 Solo nos dicen: “Ese trabajo vamos a hacer”, voy a escribir en mi cuaderno. 

Narradora: Jazmin cursó hasta primero básico. Ahora se dedica a ayudar a su mamá en la casa. Le cocina a su madre, a su abuela, a sus tíos y sus primos. Y cuando no está jugando fútbol, está viéndolo. Su equipo favorito es el Real Madrid. 

Jazmin: Cuando voy a ver televisión, voy a ver qué juegan. Si yo tengo internet, voy a buscar qué juega Luka Modrić. En Youtube o Facebook. Cuando hace chilena, toques, todo voy a ver. Voy a ver en mi cama. Voy a ver la hora, si ya son las 11, voy a apagar mi celular y voy a tortear

Narradora: También ve jugar a mujeres. Cuando piensa en su favorita…  

Jazmin: Ah, de las que salen en televisión. Es… creo que es Lucy. 

Narradora: Jazmin la llama Lucy, no recuerda su apellido, solo sabe que antes jugaba en España. Ahora dice que está en otro lugar, no se acuerda cuál. 

Creo intuir quien es y busco en mi teléfono una foto de Ana Lucia Martínez, la futbolista guatemalteca que ahora juega en el U.C. Sampdoria. Jazmin abre sus ojos y me dice que sí, que es ella. Sonríe fuerte. Deja ver cinco estrellas de oro incrustadas en sus dientes. 

Estrellas, como Lucy, como Modrić, como la que ella quiere ser. 

Miguel comenzó a buscar apoyo de la Federación Nacional de fútbol de Guatemala para conseguir que Jazmin pueda entrenar en un equipo de alto rendimiento. También se ha dedicado a grabar sus partidos y entrenamientos para enviarles los videos a equipos como el Suchitepéquez, pero aún no recibe respuesta. 

Mientras espera por esa llamada, por la llamada, Jazmin se conforma con la de sus primos, a diario, cuando quieren que salga con ellos a jugar. 

Jazmin: Solo me llamaron y yo ya entendí, voy a salir de mi casa. Ahí empezamos a jugar. 

Narradora: Gracias por escuchar este episodio. En nuestra web, agenciaocote.com puedes encontrar una galería de fotos de Jazmin y del Deportivo Xejuyup, de la fotógrafa Sandra Sebastián. 

Si quieres contactar a Jazmin o al Deportivo Xejuyup, puedes hacerlo a través de sus redes sociales. En Facebook como: Deportivo Xejuyup o Deportivo Xejuyup Femenino. En Twitter @XejuyupBc, o al teléfono :+502 5460 5135. 

La cobertura y el guion de este episodio los hice yo, Melisa Rabanales. La edición es de Carmen Quintela. La producción y el montaje sonoro de Isaac Hernández con el apoyo de José Manuel Lemus. El diseño gráfico es de Maritza Ponciano.

La voz institucional de Radio Ocote Podcast es de Lucía Reinoso Flores. Julio Serrano Echeverría es el coordinador creativo. Alejandra Gutiérrez Valdizán es la coordinadora editorial y directora de Ocote.

Melisa Rabanales

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