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El cuaderno del fin del mundo, de Vania Vargas.
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La pandemia de la Covid-19 ha sido muchas cosas en nuestras vidas, y por tanto memoria y sensibilidad. Tal como lo cuenta esta reseña de un libro esencial para entender este tiempo en Mesoamérica: El cuaderno del fin del mundo, de Vania Vargas.


Editorial Celsius 232 de Ocote,
96 páginas
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En el año de 1720 el barco Gran San Antonio, proveniente de Asia menor, atracó en el puerto de Marsella. Su valiosa carga consistía en finas sedas y fardos de algodón, que pronto fueron distribuidos en los talleres y casas de modas de la ciudad. La tela, infestada de pulgas, pronto provocó la última gran epidemia de la peste negra. Durante meses, la Provenza francesa revivió los horrores de la enfermedad, con sus procesiones interminables de muertos, y los cientos de familias afectadas. El resto de Europa, temerosa de un contagio a gran escala como había sucedido en 1665, tembló de miedo. Se implementaron medidas sanitarias, prohibiciones de movilidad, mientras se monitoreaban las listas de muertos que emitían cada semana las parroquias.

En Londres, un estafador, más conocido por gacetillero que por escritor, se apresuró a publicar una crónica de la peste de 1665, pensando en advertir a los lectores del peligro del nuevo brote. El panfletista, con amplia experiencia en periodismo, se llamaba Daniel Foe, pero gustaba anteponer un De a su apellido para darse cierto aire nobiliario. Apenas unos años antes había publicado un libro sobre un náufrago llamado Robinson Crusoe, y sin imaginarlo, había sentado las bases de la renovación de la novela.

El libro, con el lapidario título de Diario del año de la peste, se vendió muy bien. Escrito en un lenguaje conciso aportaba cifras, anécdotas vistas por el autor, aunque advertía que muchos de los hechos habían llegado a él por intermedio de terceros. La crónica funcionaba como un gran fresco del drama humano de esos años.

Aunque el libro, hay que decirlo también, era una gran mentira. Defoe no podía haber presenciado lo que narraba porque para 1665 contaba con apenas 5 años. Si bien se había documentado exhaustivamente, su crónica, que hasta el día de hoy muchos que la leen la dan por veraz, era un trabajo de ficción.

Justo 300 años después de la última gran peste negra el mundo vuelve a estar sumido en una pandemia, la del Covid 19, y la editorial Celsius 232 publica El Cuaderno del fin del mundo, de Vania Vargas, aunque ella no pretende mostrar los hechos como lo hizo Defoe en su momento. En cambio, al leer a Vania se intuye la intención de prender una luz en donde la epidemia ha dejado tanta oscuridad: en el ánimo y el alma de las personas. Han sido tiempos difíciles, oscuros para muchos, pero el horror necesita ser expuesto en imágenes instantáneas, para que lo vivido se pueda señalar con el dedo, y nombrar con los adjetivos correctos.

“El fin del mundo… cuando se aleja, mientras dobla la esquina, lo escucho como el lamento solitario de un país que, con pandemia o sin ella, siempre ha estado dispuesto a que se pierdan sus hijos.”, dice Vania en la primera entrada de esta suerte de Diario. A medida que avanzan los capítulos se percibe con mayor fuerza el arrebato de la locura de esos días de incertidumbre, cuando las cifras de contagios y muertos crecían como el caudal de un río que se desboca después de una tormenta, y la negligencia gubernamental se adelantaba unos pasos a la tragedia natural con su avaricia, su desinterés, y la terquedad de los que pudiendo hacer la diferencia para millones deciden hacerla solo para unos cuantos de sus cercanos.

Pero no todo es oscuridad, también hay espacio para la esperanza: “Y luego de los primeros días de encierro, la gente empezó a soñar”, escribe en el Cuaderno, aunque ahora sabemos que esa esperanza era muy frágil, como el silencio, porque basta nombrarlos para que desaparezcan.

Al final, Vania establece un diálogo de 300 años con Defoe, ya que la preocupación de ambos parece sumergirse en las mismas aguas: ¿saldremos de la pandemia siendo mejor civilización? Si no, ¿tal vez mejor sociedad? Si no, ¿tal vez mejores personas?

“¿Puede existir una tormenta tan larga, tan lenta? Me he preguntado durante los últimos días, como si no llevara una vida viendo la crisis constante, siempre repetida; esperando la explosión latente, pero siempre lejana, de este lugar que nunca termina de convertirse en país.”

Tal vez no exista una respuesta adecuada a estas preguntas, o la respuesta no sea de nuestro agrado. Pero bien vale la pena leer las reflexiones de Vania para por lo menos tener a mano una posible respuesta.

[Te puede interesar: La voz del tiempo, un audiobuki con fragmentos de El cuaderno del fin del mundo, leído por Vania Vargas]


Alessandro Spillari

Ingeniero químico y generoso lector. Ha colaborado en distintas revistas culturales reseñando sus lucturas.


Las opiniones emitidas en este espacio son responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan los criterios editoriales de Agencia Ocote. Las colaboraciones son a pedido del medio sin que su publicación implique una relación laboral con nosotros.

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