Salud mental, COVID-19
Cómo ha afectado la pandemia a niños y adolescentes: detectar trastornos y prevenirlos
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La salud mental ha sido uno de los grandes vacíos en la atención médica durante la pandemia. En esta nota de Maldita.es que republicamos se presentan consejos para detectar y prevenir trastornos mentales en niñas, niños y adolescentes.


La mitad de los trastornos mentales comienzan a los 14 años o antes, pero en la mayoría de los casos no se detectan ni se tratan, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Durante los últimos meses de crisis pandémica, ha aumentado el número de menores que piden ayuda profesional por problemas relacionados con la salud mental. Estos niños y adolescentes sobre todo experimentan ansiedad, miedos desproporcionados o síntomas obsesivos y depresivos. Te contamos cómo les ha afectado la situación generada por el coronavirus, por qué es importante abordar cuanto antes los trastornos de salud mental y cómo actuar para prevenirlos.

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Aumento de trastornos mentales en niñas, niños y adolescentes

Iria Miguéns Blanco, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), explica a Maldita.es que en los últimos meses han crecido en torno a un 30% las asistencias a los Servicios de Urgencias y Emergencias de España por patologías relacionadas con la salud mental.

Entre los pacientes que acuden a estos servicios, Miguéns diferencia dos grandes grupos: los diagnosticados y los que sufren la enfermedad sin un diagnóstico. En el primero, sobre todo hay personas de entre 45 y 60 años. En el segundo, “entraría con especial preocupación el adolescente”: “Ahora mismo deberíamos poner el foco en las edades comprendidas entre los 14 y 20 años“.

Azucena Díez, presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría (AEP), indica a Maldita.es que han aumentado en especial todos los casos relacionados con ansiedad, miedos desproporcionados y síntomas obsesivos y depresivos. La depresión es una de las principales causas de enfermedad y discapacidad entre adolescentes a nivel mundial, según la OMS.

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Díez comenta que también se ha producido “un aumento explosivo” de los cuadros de trastorno de la conducta alimentaria en adolescentes: “Las restricciones en la alimentación han sido, además de más frecuentes, bastante más graves”. Por otro lado, los niños que ya tenían un déficit de atención o trastorno del espectro autista “han sufrido un empeoramiento importante a consecuencia de la pandemia”.

Jonatan Molina, psicólogo experto en terapia psicológica con niñas, niños y adolescentes, hace referencia a un artículo publicado en la revista British Medical Journal. Los autores concluyen que se ha dado un aumento de problemas de salud mental sobre todo en niñas, niños y adolescentes de familias que han sufrido consecuencias psicosociales importantes. “De la pérdida de empleo a muertes o el empeoramiento del clima familiar debido al confinamiento”, dice Molina.

El impacto de la pandemia en la salud mental de los menores

Los problemas relacionados con la salud mental de los menores se deben a múltiples factores. “La COVID-19 nos ha confinado, nos ha cambiado los valores, ha sido una crisis, un ciclo vital nuevo. Todo ello en una edad llena de incertidumbres, de la no visualización clara de una meta”, comenta Miguéns.

Según la OMS, la adolescencia es un periodo muy importante para el desarrollo y el mantenimiento de hábitos sociales y emocionales importantes para el bienestar mental. Por ejemplo, para adoptar pautas de sueño saludables, hacer ejercicio con regularidad, desarrollar habilidades para mantener relaciones interpersonales, hacer frente a situaciones difíciles y aprender a gestionar las emociones.

Marta Carmona, presidenta de la Asociación Madrileña de Salud Mental (AMSM) indica que “en fases del desarrollo tan importantes como la infancia y la adolescencia es crucial mirar el contexto y qué está pasando en la vida de esas personas, tanto a nivel educativo como a nivel familiar”.

Hay algunos factores “generadores de vulnerabilidad” relacionados con el nivel socioeconómico en el que se mueve el menor. Puede influir por ejemplo “vivir en casas pequeñas y en situación de hacinamiento, estresores (estímulos o condiciones que generan estrés) familiares como la pérdida del empleo, la situación de riesgo de exclusión social y la ausencia de alternativas de ocio”.

Para las y los adolescentes, según la experta, resulta primordial la relación con iguales. Estar con personas de su edad “no es accesorio, sino imprescindible para la configuración de su subjetividad, de los cimientos de la salud mental”.

Durante la pandemia “no solo no se ha tenido en cuenta esta necesidad de los adolescentes de relacionarse con el mundo externo, sino que constantemente se ha frivolizado al respecto. Se les ha culpado y tachado de irresponsables por incumplir las restricciones, pensando antes en abrir restaurantes cerrados que en permitir grupos de personas en un parque”, señala.

A ello se suma que debido al coronavirus “hemos vivido una situación de trauma social sin precedentes”. Los familiares enfermos, los fallecimientos y duelos, las dificultades económicas o el aislamiento social “nos han afectado a todos, aunque de manera desigual”.

“Si bien los adultos contamos con una experiencia previa, un horizonte vital distinto y formas más robustas de dar sentido a experiencias tan difíciles como esta, niñas, niños y adolescentes tienen más dificultades para elaborar esta experiencia y en muchos casos carecen de perspectivas y horizontes esperanzadores”, cuenta Carmona. Además, algunos adultos están en “situaciones emocionalmente comprometidas y pueden presentar más dificultades para acompañar a sus hijos”.

Molina subraya que el empeoramiento en la salud mental de las niñas, niños y adolescentes “no se explica ni por el efecto directo del virus, puesto que es un grupo de población de muy poco riesgo, ni tampoco por haber vivido experiencias traumáticas como muertes y hospitalizaciones cercanas”.

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El motivo, según el psicólogo, tiene más que ver con “el impacto en diferentes variables psicosociales que el COVID-19 ha generado. A nivel familiar influyen las dificultades financieras, la incertidumbre laboral o las dificultades para el manejo de los hijos en casa”, comenta. La niñez se ve afectada por “la ausencia de clases presenciales, el alejamiento de los amigos, el sedentarismo, el mayor uso de las nuevas tecnologías o el estrés académico”.

Dificultad para conciliar el sueño, atracones o descenso del rendimiento: señales que pueden indicar la existencia un problema de salud mental

¿Qué señales pueden alertar a un padre de que su hijo o hija puede no estar pasando por un buen momento? “La forma de presentación de los distintos problemas de salud mental que pueden verse a esta edad son variados, dado que cada persona expresa el sufrimiento psíquico de una manera distinta“, afirma Carmona.

Los jóvenes pueden “expresar la tristeza en forma de retraimiento e irritabilidad”. Es también muy frecuente “la presencia de ansiedad, que se puede visibilizar en formas muy diversas como nerviosismo, dificultades para conciliar el sueño o atracones”.

Para detectar trastornos mentales en niñas, niños y adolescentes, madres y padres pueden fijarse en si se ha producido un descenso brusco en el rendimiento, un cambio importante en su forma de ser o si ha perdido el interés de estar con personas de su edad: “No necesariamente esto ha de ser patológico, pero sí es buen indicador de que hay un malestar y de que esa persona necesita ayuda, ya sea profesional o no”.

La recomendación principal de Díez para madres y padres es que procuren un ambiente donde se facilite la comunicación. Por ejemplo, aconseja hablar ellos mismos de sus emociones y preguntarles a sus hijos sobre cómo se sienten. Después lo adecuado sería tratar de empatizar sin juzgarles.

Es precisamente lo que hace con sus hijos la profesora Ana Pilar Sánchez Mateo, que lleva casi veinte años dando clases a niños y adolescentes. Cada día les cuenta lo mejor y lo peor que le ha pasado y le pregunta a ellos, para que también le cuenten lo bueno y lo malo. Después valoran si hay más cosas positivas o negativas, el porqué y si es posible encontrar una solución.

“Existen actividades, juegos y estrategias, que hacen reflexionar y les ayudan a ver sus problemas desde otra perspectiva, y quitarle a veces esa importancia que los convierte en inmensos nubarrones negros encima de su cabeza”, comenta Sánchez. Durante sus años de enseñanza asegura haber visto a niños que a veces dejan de jugar y hablar como antes o incluso se vuelven agresivos por tonterías y quieren estar solos. En ocasiones, según indica, la falta de comunicación hace que los padres se den cuenta demasiado tarde de los problemas.

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Miguéns está convencida de que la solución para prevenir los trastornos mentales pasa por trabajar en la concienciación: “El infradiagnóstico es el gran enemigo de la patología en la salud mental. Cuando llegan a un Servicio de Urgencias con una crisis, agudizaciones o incluso intentos de suicidio es el fracaso del manejo de los pacientes”.

Tanto niñas, niños y adolescentes necesitan tener un espacio en la sociedad, opciones de ocio saludable y puntos de encuentro, según Carmona. “Saber que la sociedad no les considera ciudadanos de segunda ni un peligro, sino personas con derechos y dignidad”, señala.

Abordar los trastornos mentales ayuda a evitar que empeoren y a que una enfermedad no condicione su futuro

Si sospechas que tu hijo o hija puede tener un trastorno mental, lo más aconsejable sería acudir a un profesional sanitario. La OMS indica que “no abordar los trastornos mentales de los adolescentes tiene consecuencias que se extienden hasta la edad adulta, y que afectan tanto a la salud física como a la mental, y limitan las oportunidades de llevar una vida adulta satisfactoria”.

Díez insiste en que es importante abordar cuanto antes estos problemas: “Se calcula que más de la mitad de los trastornos psiquiátricos que padecen los adultos han comenzado antes de los 18 años“. El hecho de recibir un diagnóstico a tiempo y un tratamiento adecuado “mejora mucho la evolución y el pronóstico de cualquier tipo de problema de salud mental”.

Además, según Miguéns, prestar atención cuanto antes a estos trastornos sirve para prevenir suicidios. El suicidio es la tercera causa de muerte para los jóvenes de edades comprendidas entre los 15 y los 19 años, según la OMS. En Maldita.es ya hemos contado por qué hablar del suicidio no induce al suicidio y cómo tratar a una persona que piensa quitarse la vida.

Abordar este tipo de problemas también es primordial si se quiere evitar que una enfermedad condicione el futuro de los menores. En estas edades se dirige la trayectoria profesional y personal. Un abordaje precoz permitiría a los pacientes tener una capacidad de decisión a tiempo para que su enfermedad no repercuta sobre su futuro y el de su entorno en los próximos años.


Este texto fue publicado originalmente en Maldita.es. Puedes leer la publicación original en este enlace.

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