Radio Ocote
Estación del silencio // Femicidios, desaparecidas y violencia económica
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Durante más de un año, trabajamos una serie de investigaciones sobre violencia contra las mujeres en el norte de Centroamérica. En este episodio de Radio Ocote hacemos un breve repaso por nuestros principales hallazgos y las historias que contamos.


– GUION –

Narración: Vamos a hablar de mujeres. Vamos a hablar de violencia. Son palabras que en Centroamérica lamentablemente y en muchas ocasiones, van juntas.

En Agencia Ocote, durante algo más de un año, coordinamos un proyecto que llamamos Estación del Silencio. El nombre nos lo dio el poema de Luz Méndez de la Vega, Toque de queda. “Inermes territorios rodeados por la sangre y por la muerte, en esta vaga región del silencio”, escribió Luz Méndez.

Trabajamos una serie de investigaciones periodísticas en colaboración con El Faro en El Salvador y con Contracorriente, en Honduras. Este trabajo a tres bandas nos ayudó a entender que las violencias contra las mujeres en el norte de Centroamérica son algo sistémico. Estructural. Que no podemos analizar aisladamente un hecho de violencia. Necesitamos comprender que forma parte de un todo, de un sistema de relaciones desiguales.

En la primera temporada de Estación del Silencio hablamos de tres tipos de violencia. Femicidios, desapariciones de mujeres y violencia económica. Contamos estas violencias a través de las historias de las mujeres. Algunas ya no están con nosotras. Otras nos prestaron sus voces y sus cicatrices para poner sobre la mesa unos temas muy dolorosos, pero de los que es necesario hablar.

Las mujeres nos dieron el hilo conductor. Los datos, esas cifras duras, a veces frías, nos dieron los cimientos para entender los fenómenos.

Soy Carmen Quintela, soy periodista de Agencia Ocote y te invito a quedarte aquí a escuchar las historias y los hallazgos que encontramos durante estos meses en la primera temporada de Estación del Silencio.

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Empezamos por el principio. Por una de las violencias que en muchos casos permite que ocurran las demás. La violencia económica. La violencia económica se da cuando un hombre prohíbe a una mujer el acceso a sus bienes, a su casa, a sus documentos personales. También cuando se imponen otros tipos de violencia para controlar los ingresos que entran a los hogares.

Decidimos que uno de los episodios de Estación del Silencio tratara sobre este tipo de violencia porque la sociedad no suele nombrarla. Muchos casos de agresiones y de maltrato psicológico se dan porque las mujeres no pueden escapar de ese círculo. No tienen los recursos económicos para hacerlo.

Sufren violencia económica. Y a pesar de esto, no se habla de ella. Es una violencia invisible.

En el capítulo de Honduras de este episodio, Vienna Herrera, periodista de Contracorriente, nos contó la historia de Doris. Doris tiene 36 años. Es una mujer lenca, campesina. Tiene una sonrisa cercana, que le engorda los cachetes cuando levanta la comisura de los labios. Doris vive en San Pedro Tutule, un municipio al oeste de Honduras, a un par de horas de Tegucigalpa. Es un lugar húmedo, verde, lluvioso. Doris vive con sus cuatro hijos en una casa que no es suya, en una base campesina.

Doris siembra frijol, maíz, plátano y rábano. Cuando la cosecha no se da, va a cortar café a las fincas cercanas o lava y plancha ropa para otras personas.

Vienna nos cuenta un poco más de Doris cuando era adolescente.

Vienna Herrera: “Doris sufrió un abuso sexual a los 15 años y su primer hijo es producto de esa agresión. Cuando denunció en su casa, su familia la terminó corriendo y es así como Doris fue a dar con su expareja, con quien tuvo cuatro hijos más y fue víctima de violencia doméstica y económica durante muchos años”.

Narración: Por ese entonces, Doris trabajaba en el corte del café, en una finca en la que ganaba unos 48 dólares semanales. Su esposo se quedaba con el dinero de su salario. Se lo gastaba en alcohol.

Esto es común en los casos de violencia económica. Por lo general, se dan dos situaciones. Una, que los hombres les piden a las mujeres que se queden en casa, que no trabajen fuera. Primero es una sugerencia, luego es obligación. La otra situación es que ellas trabajan fuera de casa, como Doris, pero el dinero va a parar a una sola cuenta. A la de ellos.

Esta es una forma de anularlas. Ellos gestionan los recursos y cuando ellas quieren salir de esa relación, se encuentran sin dinero. Así le pasó a Doris. Aun sin nada en la bolsa, prefirió dejar a su pareja. Pero él no estaba dispuesto a soltar el poder que tenía.

Vienna Herrera: “Cuando Doris decidió dejarlo, él llegaba a buscarla y la amenazaba con disparos a sus pies, cerca del rostro…”.

Narración: Se separó de él, pero su situación sigue siendo complicada.

Vienna Herrera: “Ahora, él está lejos, pero Doris no tiene casa. Lo que había logrado construir en un terreno que heredó su hermano (y lo heredó por el machismo, porque a las mujeres no se les heredan las tierras), se cayó el año pasado y ahora vive donde su mamá”.

Narración: Y aquí Vienna toca un punto importante. Doris nunca tuvo una vivienda propia. Cuando vivía con su esposo, no compraron casa. Y en el reparto de tierras de su papá a ella no le tocó ninguna herencia. Su hermano heredó ese terreno. A ella no le dejaron nada.

De nuevo, esto es algo común en los casos de violencia económica. En la pareja, la casa, el carro, la moto… todo suele estar a nombre del esposo. En Guatemala, por ejemplo, los datos del último censo nos muestran que poco más del 30% de las personas propietarias son mujeres. El 30%. Tres de cada 10.

En las herencias y repartos de tierra, pasa lo mismo. Es común en Honduras, en Guatemala y en El Salvador que los padres dejen las propiedades a nombre de sus hijos hombres. O, incluso, a nombre de los esposos de sus hijas.

La violencia económica lo atraviesa todo, pero no en todos los países se entiende como un delito. Aunque las leyes de El Salvador y de Honduras la reconocen como un tipo de violencia, no está castigada con prisión. Guatemala es el único país del norte de Centroamérica que la integró en su legislación como un delito con penas de cinco a ocho años. Pero una cosa es el papel y otra la realidad. La fiscalía de Guatemala tiene más de 10 mil denuncias en los últimos diez años y en el Organismo Judicial hay menos de 300 sentencias.

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Cada día, en el norte de Centroamérica desaparecen 10 mujeres. Cada día. Te puedes hacer una idea de la cifra de un año. O de varios años. Te la doy. De 2012 a 2019 desaparecieron casi 29 mil mujeres en Guatemala, El Salvador y Honduras. Lo sé, es difícil imaginarnos este número. Voy a intentar ayudarte.

Vamos a pensar en un concierto. En un estadio. Es de noche. Los focos se encienden y empieza el espectáculo. Miles de personas saltan, pegadas, unas a otras. En las gradas, en la grama. Aplauden, gritan, chiflan, corean canciones. Trata de ponerles rostro a estas personas. Piensa que son todas mujeres. Ahora imagínate un apagón. Todo en silencio. Se encienden las luces y ya no están. Las 29 mil personas. Las 29 mil mujeres. Desaparecieron.

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Narración: Son las dos de la tarde del miércoles 9 de mayo de 2012. Alisson está sentada en el sillón de un cuarto pequeño, de una casa de la colonia Dos Puentes, en San Vicente. El Salvador. Tiene miedo. Llora.

Es prisionera de un grupo de pandilleros del Barrio 18. Algunos son amigos de infancia. Alison quizá sabe que algo malo pasará. Tres jóvenes la vigilan en el cuarto. Tienen orden de no dejarla salir y saben lo que harán con ella. “Si esta morra intenta correr, aquí mismo la vamos a matar”, dice uno de ellos. Alison lleva dos horas desaparecida.

Con esta escena comenzó el capítulo de El Salvador del segundo episodio de Estación del Silencio, sobre mujeres desaparecidas. Gabriela Cáceres y Valeria Guzmán, periodistas de El Faro, en El Salvador, nos contaron la historia de Alison. Escuchamos a Gabriela.

Gabriela Cáceres: “La atleta Alisson Renderos, de 15 años, cursaba noveno grado en el Centro Escolar “Doctor Darío Gonzalez”, en San Vicente”.

Narración: Alison también formaba parte del equipo de lucha olímpica de la escuela. Había ganado una medalla de plata y otra de bronce en varios juegos. Ese día, el 9 de mayo de 2012, fue el último que sus compañeros y su entrenador la vieron con vida. Al salir de clase, se fue con una amiga hacia la casa donde estaban los pandilleros del Barrio 18.

Gabriela Cáceres: “Ella llegó al lugar con engaños, dice la Policía. En ese lugar, los pandilleros la privaron de libertad para cuestionarla sobre una supuesta relación que tenía con miembros de la Mara Salvatrucha”.

Narración: Ella es Valeria Guzmán. Nos cuenta lo que pasó después.

Valeria Guzmán: “La deportista no pudo defenderse de las acusaciones. Uno de los pandilleros le colocó un cincho en el cuello y la ahorcó. Alison dejó de respirar y cayó al suelo. Los pandilleros la desnudaron para luego desmembrarla. Sus familiares la buscaron durante 20 días. Las autoridades encontraron su cuerpo enterrado en un terreno de cultivo de caña, en el cantón San Antonio, San Vicente. El cadáver estaba en un avanzado estado de descomposición y había sido cortado en seis partes”.

Narración: La historia de Alisson le dio la vuelta a El Salvador. Alison tenía solo 15 años. En este país, la mayoría de desapariciones de mujeres se registran entre adolescentes.

Valeria Guzmán: “Expertas de organizaciones feministas, fiscales y personal del órgano judicial nos ayudaron a entender que las desapariciones en el caso de adolescentes está ligada a los abusos sexuales. Al entrar a una edad donde sus características físicas cambian, se vuelven más vulnerables”.

Narración: Algo parecido pasa en Guatemala y en Honduras, aunque muchas de las desaparecidas también son mujeres jóvenes, mayores de edad. En los dos países la mayoría de mujeres desaparecidas tenía entre 13 y 30 años.

Cada país del norte de Centroamérica ha manejado el fenómeno de las mujeres desaparecidas a su manera. En todos se comenzó a nombrar hace muy poco y sólo en algunos se integró en la legislación.

En El Salvador, por ejemplo, el año pasado se tipificó como delito. Antes, sólo se reconocían las desapariciones forzadas, las que realizan policías, militares o agentes estatales. Gabriela lo explica:

Gabriela Cáceres: “Hasta finales de 2019, El Salvador no contaba con la tipificación adecuada para procesar los casos de desapariciones por parte de civiles. Es por ello que todas las denuncias se registraban bajo el delito de privación de libertad”.

Narración: En Honduras, todavía no hay un delito específico por desaparecer a una mujer. Escuchamos de nuevo a Vienna Herrera.

Vienna Herrera: “La legislación únicamente reconoce la desaparición forzada como aquella que es cometida por agentes del Estado. Y el Estado tampoco habla de desapariciones. No existe una institución específica que atienda este tema y todas las denuncias se concentran en la fiscalía y la policía nacional”.

Narración: No se sabe, por ejemplo, cuántas mujeres continúan desaparecidas, cuántas fueron encontradas vivas y cuántas muertas. Tampoco se sabe si se siguió alguna investigación.

Y en Guatemala hay algunos avances. Como en Honduras, las desapariciones tampoco son un delito. Pero aun así, es el Ministerio Público el que se encarga de realizar un registro de estas desapariciones de mujeres desde agosto de 2018. En ese año se implementó el mecanismo de Búsqueda Inmediata de Mujeres Desaparecidas. Con cada mujer que se registra se levanta una alerta para encontrarla. Y cuando aparece, se desactiva. Por ahora, todavía hay más de 600 que no fueron localizadas.

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 Cintillo: ¿Ya descubriste nuestras otras series? En el espejo es un proyecto de ensayos de Agencia Ocote, donde buscamos que las autoras se cuestionen a sí mismas, que se miren en el espejo donde se vean reflejadas otras personas. // La serie Yo macho es un espacio para hablar de masculinidades. Un lugar donde construimos una máquina de relatos y testimonios que traiga luces a un espacio oscurecido por la historia y por un sistema diseñado para que sea así. // Puedes verlas en nuestra página web: www.agenciaocote.com

Narración: En la última parte de este episodio de Radio Ocote te voy a hablar del primer episodio de Estación del Silencio. De la punta del iceberg de la violencia contra las mujeres. Los femicidios. Las muertes violentas de mujeres por el hecho de ser eso, mujeres.

Para hacerlo, nos vamos a ir a San Rafael Pacayá 2, una aldea en el departamento de Quetzaltenango, en Guatemala. Queda a poco más de 30 kilómetros de la frontera con México.

Vamos a conocer a don Ramiro y a doña Honoria. Nos sentamos con ellos en la entrada de su casa. Es una vivienda al final de un callejón de terracería. Tiene dos cuartos y un patio trasero en el que cacarean las gallinas. Donde los cerdos escapan del calor de marzo bajo los palos de mango atiborrados.

En ese mismo callejón, unos metros antes de llegar a la casa de don Ramiro y doña Honoria, encontraron hace cuatro años el cuerpo de su hija.

Karla tenía 14 años. Era estudiosa, tranquila. Era el orgullo de sus papás. La mañana del 4 de abril de 2016, Karla salió al molino, con un poco de maíz en un cazo de plástico. No regresó.

Escuchas ahora a don Ramiro, su papá.

Ramiro Hernández: Como al mediodía fue que ya supimos la noticia, que lamentablemente a ella le pasó, verdad? Que le cortaron la vida a su pequeña edad. Ahí apareció en esa casa.

Narración: La casa de la que habla don Ramiro era la casa de Carlos Miguel Urbina Pérez, un vecino de 19 años. Carlos Miguel vio ese día, ese 4 de abril de 2016, cómo Karla caminaba hacia el molino. Cuando pasó por delante de su casa, la metió dentro a la fuerza, la agredió y la mató. El cuerpo de Karla tenía 110 heridas en el abdomen, en el cuello, en la cabeza.

Ramiro Hernández: Cuando yo supe la noticia solo entré en la casa y vi como estaba. Solo salí fuera y me tiré de rodillas en el piso. La gente me dijo que si quería, lo iban a quemar. Porque ahí estaba, no habría logrado escapar”.

Narración: Pero Don Ramiro pidió que lo dejaran libre. La Policía se llevó al joven detenido. Un año después, se condenó a Carlos Miguel Urbina a 48 años de prisión, por el delito de femicidio. La muerte de Karla marcó un precedente amargo en el lugar. Se probó que un hombre asesinó a una niña por su género, bajo relaciones desiguales de poder.

En El Salvador, Guatemala y Honduras se cuentan más de 13 mil muertes violentas de mujeres en los últimos ocho años. Aun así, no todas se consideran femicidios.

Cada país recoge una serie de circunstancias por las que una muerte violenta es un femicidio. Hay coincidencias. La primera, la más evidente, es que el asesino, o el femicida, en este caso, siempre es un hombre.

Además, hay varios supuestos. Por ejemplo, si el hombre y la mujer tienen una relación o la tuvieron en algún momento, si hubo algún tipo de violencia previa o por ejemplo, si la muerte se llevó a cabo con ensañamiento. No tienen que darse todos estos supuestos para que la muerte violenta se tipifique como femicidio. Basta solo uno de ellos.

Y, aun así, las muertes violentas de mujeres que se dan en estas condiciones no siempre son perseguidas penalmente bajo el delito de femicidio. Entran en otros tipos penales. En homicidio, asesinato, parricidio…

Esto puede pasar porque los jueces o los fiscales no tienen la formación necesaria, no están especializados. También puede pasar porque algunos consideran que es más fácil probar y condenar cualquiera de los otros delitos, antes que el femicidio.

Pero esto es importante hablarlo, porque nombrar un fenómeno, en este caso los femicidios, ayuda a que no se repitan. A que la sociedad los entienda. A que se comprenda como un problema estructural. Como pasó con el caso de Karla.

En los tres países del norte de Centroamérica tratamos de entender los criterios de los jueces para dictar una sentencia por femicidio o por otro tipo de delito, pero el acceso a los expedientes judiciales está casi blindado. Únicamente lo logramos en El Salvador. Y no conseguimos todas las sentencias. Lo explica Gabriela Cáceres.

Gabriela Cáceres: “El principal obstáculo para investigar el tema de feminicidios, fue que ni Valeria ni yo no pudimos acceder al total de expedientes por dicho delito, porque los juzgados no los digitalizan todos. Entonces, no pudimos conocer los argumentos de los jueces o los cambios de tipificación, por ejemplo”.

Narración: Otro fenómeno que suele darse en los femicidios es que las mujeres habían denunciado antes a sus agresores, pero el Estado nunca respondió. No fue el caso de Karla en Guatemala, pero sí el de Heidy, en Honduras, que tuvo que denunciar cinco veces a su expareja para conseguir una orden de restricción. Vienna Herrera investigó los femicidios en Honduras. Hoy nos cuenta un poco más de este fenómeno.

Vienna Herrera: “También sabemos que el sistema no solo tiene deficiencias en el acceso de justicia tras las muertes violentas de mujeres, sino que también les falla a muchas mujeres que se atreven a denunciar violencia doméstica porque no son atendidas a tiempo ni con la eficacia que deberían tener. No están a salvo y esto puede terminar en femicidios”.

***

Narración: El problema de fondo en los tres países es la poca respuesta de unos Estados a unas violencias que atraviesan a las mujeres. Que atraviesan a toda la sociedad. En el caso de los femicidios y de la violencia económica, lo vemos en el bajo número de sentencias en el Organismo Judicial. En el caso de las desapariciones, lo vemos en el alto número de mujeres que todavía no aparecieron.

Nos lo cuenta Vienna.

Vienna Herrera: Hay un patrón entre los femicidios, las desapariciones y la violencia económica que viven las mujeres en Honduras. Ni siquiera la mitad de los casos denunciados en el Ministerio Público llegan al Poder Judicial. Esto nos indica fallas en el sistema y altos grados de impunidad.

Narración: Valeria Guzmán de elFaro en el Salvador lo ve de la misma manera.

Valeria Guzmán: “Y más allá de los obstáculos en la investigación, también encontramos un Estado que obstaculiza el acceso a la justicia para las mujeres. Y esto se materializa en funcionarios públicos sin sensibilización en temas de género, escaso personal fiscal especializado y jueces que, en sus sentencias, ya sea a través de absoluciones o cambios en la tipificación de delitos, menosprecian la violencia de género como una problemática sistémica. Impunidad, a fin de cuentas”.

Narración: Impunidad. La clave para entender por qué los casos de violencia siguen sumándose en el norte de Centroamérica. Por qué las mujeres y las familias siguen sin lograr justicia.

Y es una impunidad que se basa en un sistema de relaciones desiguales. En una sociedad que no da las mismas oportunidades a mujeres y a hombres. En un Estado que no pone suficiente atención a los derechos y a las necesidades de la mitad de la ciudadanía. Como explica la investigadora social Carolina Escobar Sarti, “reconocer lo que les pasó a las víctimas es importante para que la sociedad no lo omita”.

Te invitamos a descubrir la primera temporada de Estación del Silencio, para profundizar más en estas tres violencias y para conocer las demás historias de las mujeres que no debemos olvidar. La encuentras en estaciondelsilencio.agenciaocote.com. No olvides seguirnos en redes sociales y suscribirte a El Correo de Ocote para estar pendiente de nuestras próximas investigaciones.


Créditos:

Estación del silencio es un proyecto transnacional coordinado por Agencia Ocote que investiga y reflexiona sobre las violencias contra las mujeres en Mesoamérica. La primera temporada se realizó en colaboración con El Faro y Contracorriente.

Diseño del proyecto y dirección: Alejandra Gutiérrez Valdizán

Coordinación editorial y datos: Carmen Quintela Babío

Guion de este podcast: Carmen Quintela Babío

Edición: Alejandra Gutiérrez Valdizán, Carmen Quintela, Daniel Valencia, José Luis Sanz y Jennifer Ávila Reyes

Periodistas: Carmen Quintela Babío, Valeria Guzmán, Gabriela Cáceres, María Luz Nóchez y Vienna Herrera

Diseño e infográficos: Maritza Ponciano

Arte: Alberto Rodriguez Collía, Margarita Figueroa y Luisa González Reiche

Coordinación de audiencias y audiovisuales: Lucía Reinoso Flores y Jorge Sagastume

Coordinación creativa: Julio Serrano Echeverría

Desarrollo web: María Batz

Estación del Silencio es financiado por Foundation for a Just Society y el apoyo de Oak Foundation, Fondo Centroamericano de Mujeres y Seattle International Foundation.

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