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Los maestros ascendidos
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Entre los grandes protagonistas de este confinamiento: las maestras y maestros. La educación se transformó radicalmente en la virtualidad y esto también es motivo para cuestionar la forma e ideas que aprendimos.


En la esquina donde trabajo desde que empezó la pandemia, escucho cómo los profesores de mi hijo hacen su mejor esfuerzo para elevarse, mostrar un estado zen y además enseñar y dejar clara cada clase.

El desafío de explicar matemática, historia, gramática o inglés a través de videoclases, mientras hay constantes interrupciones de niños reportando un micrófono que no habla, una cámara que no los muestra, un wifi que no transmite, un niño que no ha terminado de desayunar pero ya mero se va a conectar, además de todos los “no entendí”, es definitivamente una tarea para los dioses.

Estoy convencida de que después de esta etapa, los profesores estarán preparados para ser guías espirituales, maestros ascendidos o algo así.

Mientras me desbordo de admiración por cada uno de ellos, estoy de regreso en el colegio como oyente y llevándome sorpresas que me hacen sentir optimista.

Escucho a una profesora de Ciencias Sociales explicar a los niños de cuarto primaria la conquista española. Sin romanticismos ni cursilerías de “la madre patria”. Les dice sin adornos cuánto daño le hizo la conquista a la vida, integridad, cultura, idioma y religión de los pueblos indígenas y que la historia es importante conocerla para que las cosas dañinas no vuelvan a ocurrir. Continúa explicando que una de las peores cosas que se ha arrastrado desde entonces ha sido el racismo. Que todos los seres humanos son iguales y tienen los mismos derechos sin importar el color de su piel y que creer que las razas con la piel y los ojos claros son superiores es vivir quinientos años atrasado.

De no ser por el distanciamiento obligado, habría ido a buscar a la maestra para darle un abrazo lleno de gratitud.

¿Es posible que nuestros criterios al elegir autoridades serían mejores si el programa nacional de estudio nos hubiera enseñado sin disfraces la historia del país? Probablemente la respuesta sea sí. Algo de cierto debe tener eso de que los pueblos que no niegan su historia no vuelven a cometer los mismos errores. 

¿Será que las generaciones nuevas van a tener un concepto menos distorsionado y más sano sobre el estado y la sociedad? Tal vez sí. Quiero creer que además de la titánica tarea de los maestros, hay ahora tantas formas de informarse, que sus criterios ya no se formarán solo con las opiniones que se imponen en las sobremesas, como le ocurrió a nuestra generación. 

A nosotros lo que nos queda es seguir desaprendiendo muchas cosas y volver a aprenderlas con más humanidad y sentido de comunidad.

Mientras divago imaginando estas otras realidades, escucho que entra a la pantalla de clase el profesor de matemática.

-Disculpe profe, fíjese que dice fulanita que en su casa se fue la luz 

-Me está pidiendo menganito que le diga que está escribiendo en el chat porque su micrófono se arruinó

-Yo tengo una duda ¿Por qué a fulanito no le llegó el link de esta clase?

-¿Cuál tarea?

[También te puede interesar: La mesa, una columna de Fabiola Hurtado]


*Fabiola Hurtado, madre, esposa, hermana, hija, mercadóloga, en la lucha por sobrevivir a una pandemia. 


Las opiniones emitidas en este espacio son responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan los criterios editoriales de Agencia Ocote. Las colaboraciones son a pedido del medio sin que su publicación implique una relación laboral con nosotros.

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