“Hay ginecólogos que dicen a las pacientes que su matriz sólo sirve para dar hijos”

En Agencia Ocote publicamos los resultados de un cuestionario sobre violencia ginecoobstétrica. Aquí, la ginecóloga y obstetra Linda Valencia y la psicóloga Dina Elías hacen un análisis sobre los resultados y sobre la falta de denuncias y de acciones de las instituciones.

La violencia ginecoobstétrica siempre ha ocurrido, pero hasta hace unos años se le puso nombre. Ahora, dos expertas analizan los resultados y hablan estos abusos en el norte de Centroamérica …

Hasta hace unos años se le puso nombre a la violencia ginecoobstétrica y sucede de manera sistemática en todo el mundo. Poco se abordan estas agresiones en la región.

En Agencia Ocote compartimos a inicios de 2020 un cuestionario con el que buscábamos obtener algunas respuestas acerca de cómo es la atención ginecológica y obstétrica que reciben mujeres cisgénero y hombres trans en el norte de Centroamérica.

Muchas de las personas que respondieron aseguraron que han recibido abusos, comentarios hirientes y malos tratos por parte del personal médico, tanto en las consultas rutinarias, en intervenciones y durante el embarazo, parto y postparto.

[Lee aquí los resultados del cuestionario de Agencia Ocote sobre violencia ginecoobstétrica]

En este texto, la médica y cirujana Linda Valencia, quien fue presidenta de la Asociación de Ginecología y Obstetricia de Guatemala; y la psicóloga clínica y comunitaria Dina Elías hacen un análisis de estos datos y conversan acerca de estos tipos de violencias.

Tipo de atención ginecológica

Las preguntas del cuestionario fueron dirigidas a personas de Guatemala, El Salvador y Honduras. La ginecóloga Linda Valencia explica que este tipo de violencia es universal y es común que los tres países compartan muchos de los abusos y malos tratos por parte del personal de salud.

Aun así, añade que hay ciertas prácticas que son propias de lugares específicos. Por ejemplo, en Guatemala, “sucede mucho la discriminación por etnia, por el idioma y por la procedencia de las personas. Es algo muy específico que no sé si se da en otros países: el trato a mujeres indígenas, las cuestiones culturales, las costumbres de las poblaciones indígenas que son ignoradas y hasta objeto de burla…”.

En el cuestionario realizamos algunas preguntas básicas como las edades a las que las personas comenzaron a ir a consulta ginecológica. La mayoría respondió entre los 18 y los 23 años. La psicóloga Dina Elías encontró importante señalar el hecho de que no se comience a ir a consulta cuando se empieza a menstruar, sino hasta superar la barrera de la mayoría de edad. “La creencia sobre la preservación de la virginidad, que se vería expuesta al ser examinada ginecológicamente puede tener que ver. Y tristemente, el conocimiento de que un ginecólogo puede ser un peligro para tu hija, si es acosador o abusador”.

No se consultó si las personas prefieren que las atienda un médico de un sexo determinado, pero Elías asegura que, por lo general, “se prefiere una mujer a un hombre. También, una mujer con cierta apertura, por ejemplo, para el caso de hombres trans, sobre planificación familiar, salud reproductiva…”.

Los anticonceptivos que se utilizan

La mayoría de las personas indicó en el cuestionario que su método de preferencia es el condón. En los tres países, alrededor de una de cada tres personas aseguró no utilizar ningún método anticonceptivo. En Guatemala, el dato coincide con el de las últimas Encuestas Nacionales de Salud Materno Infantil (ENSMI).

Valencia achaca este alto número de personas a dos causas: una, el acceso a la educación y a la información en salud sexual y reproductiva.

La otra, el acceso a métodos anticonceptivos por parte del Estado. “Siempre estamos en una situación de falta de acceso porque los servicios son inaccesibles por una cuestión geográfica o económica. Puede ser que yo sí quiera ir a traer mi píldora o un inyectable, pero tengo que tener el dinero para el transporte porque sólo me lo dan en el centro de salud de la cabecera municipal”, señala. 

Algunas personas que respondieron el cuestionario añadieron que les gustaría cambiar de método anticonceptivo. El ideal: no hormonal, de larga duración y a un precio asequible.

La ginecóloga asegura que esto también tiene que ver con el acceso: “En el mundo hay una gran variedad métodos anticonceptivos, pero esa no es una realidad para los servicios de salud pública. Tienen un anticonceptivo y nada más. Es uno para todas, sin importar su condición o su salud”.

En el sector privado, añade, sí hay variedad, pero los precios de los medicamentos en Guatemala son mucho más elevados: “Tenés que tener tus Q100 o Q130 para tu cajita de anticonceptivos si querés uno de última generación. Y a veces las usuarias ni eso ganan al día”, explica Valencia.

Según las respuestas obtenidas en el cuestionario, en Guatemala, un 31.3% de las personas gastan al mes menos de Q100 en anticonceptivos. Un 9.25% gasta más de Q300.

Varias mujeres indicaron que preferirían que fueran sus parejas, hombres, los que consumieran los anticonceptivos. Sobre esto, Elías explica que “el machismo y la cultura patriarcal hace recaer sobre la mujer la responsabilidad de la reproducción, cuando es mutua. Si lo piensas, una mujer promedio ovula 12 veces al año. Doce oportunidades de quedar embarazada. Un hombre puede embarazar a una mujer cada vez que eyacula dentro. ¿Por qué no se ha hecho algo para ellos? Las farmacéuticas no hacen productos para hombres, los hombres no consumen los que hay, no quieren usar condón y no les gusta operarse”.

“El número de hombres que se hacen la vasectomía es muy bajo —añade Elías—. Lo asocian con su virilidad, piensan que no podrán tener erecciones y que afectará a su orgasmo. Aunque lo expliques, no lo hacen. Creo que ya no es cuestión de información, sino de machismo, de dejar la responsabilidad en ellas”.

Abusos en consultas ginecológicas

En Guatemala, El Salvador y Honduras entre el 70% y el 80% de las personas admitió tener dificultades para encontrar un médico con el que se sientan cómodas y seguras. Los abusos y malas prácticas en consultas ginecológicas son abundantes en los tres países.

Linda Valencia asegura que muchas de las mujeres que llegan a su consulta le comparten experiencias que han tenido con otros médicos. Uno de los comentarios más recurrentes, dice, es que los ginecólogos les dicen que “su matriz sólo sirve para darle hijos. Si no va a tener hijos, quítesela, solo va a darle cáncer”.

“Otra cuestión muy frecuente es en el tema de fertilidad: empujar a las mujeres a tener hijos. Relacionan enfermedades vinculadas al útero con que no tuvieron hijos”, añade.

En el cuestionario de Agencia Ocote, entre un 12% y un 18% de las personas aseguró que en alguna ocasión un profesional médico les recomendó tener hijos para solucionar algún problema de salud.

Valencia recuerda un concepto recurrente entre médicos, cuando una mujer quiere tener hijos después de los 35 años: “primigesta añosa”. “Dicen que la naturaleza tiene sus tiempos y que están viejas para tener hijos. Es común decirles que los hijos van a nacer enfermos porque sus óvulos ya son viejos. ¿De dónde sacan eso? Eso lastima mucho”, lamenta.

La médica también recuerda las estigmatizaciones a personas con infecciones de transmisión sexual: “Se juzga a la mujer, no a la otra persona que le transmitió la ITS, hay comentarios de promiscuidad…”.

Varias de las personas que respondieron indicaron que en consulta ginecológica les hicieron procedimientos sin consultarles. Por ejemplo, una mujer dijo que le hicieron un Papanicolaou de manera brusca, sin informarle en qué consistía el proceso y sin preguntarle si quería hacerse el examen.

Algo similar indicó un hombre, que explicó que por el uso de testosterona su canal vaginal se había estrechado “y cuando (el ginecólogo) introdujo el espéculo me dolió muchísimo”. La psicóloga Dina Elías define esto como “un abuso total e irrespeto de derechos sobre las decisiones médicas sobre tu propio cuerpo”.

Más de la mitad de las personas que respondió el cuestionario indicó conocer a alguien que había tenido una complicación médica por un mal diagnóstico médico. Valencia asegura que, en su experiencia, más que por mala praxis, esto suele deberse a una mala comunicación entre médico y paciente. 

“Tengo muchas mujeres que vienen buscando una segunda opinión y me doy cuenta de que fue por una falta de entendimiento que ellas tuvieron. Una falta de comunicación adecuada de los médicos para asegurarse que ellas entendieron su situación de salud”, indica.

Las experiencias de mujeres durante embarazos, partos y pospartos

Desde hace unos años se ha comenzado a hablar más de la violencia obstétrica: el tipo de violencia que el personal de salud infringe sobre sus pacientes durante el embarazo, el parto y el post parto.

En algunos países, de hecho, ha habido avances para tipificar este tipo de abusos. En Guatemala y en El Salvador se presentaron iniciativas de ley en el Legislativo que van en esta línea.

La médica Linda Valencia asegura que las prácticas más generalizadas de violencia obstétrica en el sector privado son la realización de cesáreas innecesarias y los procedimientos para acelerar e inducir el parto.

En el cuestionario, entre un 40% y un 46% de las personas, dependiendo del país, aseguró que se les inyectó oxitocina para incrementar sus contracciones. Aproximadamente la mitad aseguró que habían tenido un parto por cesárea.

De estas, un 73.5% de las personas indicó que había sido por la condición de su embarazo. Un 20.5% respondió que el médico lo había decidido así y que no pudo elegir. Un 6.02% afirmó que había sido porque ellas así lo decidieron.

“Me atrevería a decir que las personas que respondieron que fue por la condición de su embarazo, en muchos casos no es tanto la condición, sino cómo te lo presentan”, asegura Dina Elías. “Si te dicen que hay un riesgo mayor en parto y que se controlan mejor las circunstancias en cesáreas, claro, la mujer dice que prefiere y acepta cesárea para no arriesgarse”.

Elías añade que los médicos “te presentan el parto natural como un trauma y muchas mujeres le tienen miedo, y esto trae otras consecuencias. Por ejemplo, la depresión postparto”.

Una de las mujeres que respondió el cuestionario, de hecho, aseguró haber tenido depresión postparto relacionada con malos tratos por parte del personal de salud. Elías explica que algunos expertos consideran que “ciertas molestias o complicaciones en el parto podrían estar relacionadas con un rechazo inconsciente del embarazo o de sus consecuencias desagradables. La depresión postparto es resultado de un desbalance hormonal o en neurotransmisores. Durante el parto natural, el cuerpo produce los neurotransmisores que te protegen de eso y que te ayudan al apego con tu cría”.

En el sector público, dice la médica Linda Valencia, hay otro tipo de complicaciones: “la calidez del trato, el permitir acompañantes, que la mujer pueda parir en la posición que prefiera, el parto con pertinencia cultural…”. “Se dejan a las mujeres sin alimentos, no les dejan moverse, el ambiente no tiene las condiciones necesarias de un lugar digno para parir ni los medicamentos esenciales”, añade.

Igual que en las consultas ginecológicas, en el cuestionario varias personas aseguraron que durante sus partos les hicieron procedimientos médicos sin consultarles. “Esto es muy frecuente en hospitales y en el seguro social”, cuenta Dina Elías. “No preguntan e ignoran los derechos de las mujeres. A veces, esperan que sus esposos decidan, aún en estos tiempos. Y con mujeres de nivel socioeconómico o educativo bajo, es peor”.

Por ejemplo, la presión en el abdomen durante el parto o la ruptura de la bolsa amniótica fueron respuestas recurrentes a lo largo del cuestionario. “La mujer debe tener derecho a que le duela, a elegir si quiere anestesia o no la quiere —explica la psicóloga—. Aunque si te informan bien, tú puedes tomar las mejores decisiones para ti y tu bebé. Por ejemplo, con anestesia, el parto es más difícil y a veces termina en cesárea, es un riesgo que se corre. Otro ejemplo: provocar el parto con hormonas lo hace más doloroso, porque el proceso es más brusco en lugar de ser gradual”.

El tema de la lactancia fue bastante recurrente en los comentarios. Varias mujeres explicaron que después del parto, el personal médico llevó al bebé a otro cuarto y le dio leche de fórmula, lo que después complicó la lactancia. Elías asegura que esto tiene que ver por una parte con la falta de educación alrededor de la lactancia, pero también con otros aspectos más profundos. “Obedece a los protocolos médicos obsoletos y machistas, a la infraestructura que no permite que los bebés estén con las madres en el mismo cuarto en los hospitales, al interés de las compañías farmacéuticas que hacen la fórmula…”, comparte.

Aun así, Valencia asegura que, al menos en el sector privado, cada vez más las mujeres se están informando y buscan un parto respetado: “Solicitan cuestiones que se les negaban antes, como tener un parto natural, el alojamiento conjunto, el contacto directo con sus bebés, que no les aceleren el parto…”.

Las denuncias

Aunque haya algunas iniciativas, por ahora no existen leyes en el norte de Centroamérica que consideren la violencia ginecoobstétrica como un delito. De todos modos, sí hay instituciones que recogen denuncias por malas prácticas médicas y abusos.

Por ejemplo, el Colegio de Médicos y Cirujanos o la Asociación de Ginecología y Obstetricia. Linda Valencia formó parte de la junta directiva de las dos entidades, donde, asegura, conocieron varias quejas.

“En la del Colegio de Médicos estuve en el 2006, 2007 y había menos conciencia del tema de violencia obstétrica, no se mencionaba mucho, pero ya había quejas. Más recientemente, en la Asociación de Ginecología (2018) seguimos recibiendo incluso solicitudes del Colegio de Médicos y de juzgados especializados para analizar algunos casos en los que las mujeres se habían quejado, no de violencia obstétrica, sino de violencia de género”, explica.

Según Valencia, el Colegio de Médicos no penaliza a un profesional si hay algún caso abierto en el Ministerio Público o el Organismo Judicial. Cuando el caso se cierra, explica, el tribunal de honor del colegio ya puede emitir algún dictamen acerca de la conducta o de las acciones del médico. “Puede hacer una resolución o una amonestación privada o pública o llegar a la cancelación de su licencia profesional para ejercer. Hasta el momento no he escuchado que el colegio haya dictaminado algo en algún caso de violencia contra la mujer”, asegura. 

Consultamos al Colegio de Médicos y Cirujanos de Guatemala acerca de cuántas denuncias recibieron por malas prácticas y abusos en los últimos diez años, y qué resolución se les ha dado dentro de la institución. A la fecha de publicación de este texto no habíamos recibido respuesta. Si nos enviaran la información, la publicaremos con la aclaración respectiva.

Dina Elías es escéptica acerca de que estas denuncias sean tomadas en cuenta en los órganos competentes: “¿Te imaginas llegar al MP a decir que vas a denunciar a un médico o una médica porque te lastimaron y te trataron mal, te violentaron, al momento de hacerte el Papanicolau? Si no toman en serio la violencia psicológica, a veces, imagínate esta”.

El cuestionario circuló cuando en el norte de Centroamérica todavía no se registraban casos de COVID-19 y los gobiernos todavía no habían tomado medidas en función de la pandemia. Por esto, los resultados no están relacionados con esta situación.

Aun así, preguntamos a la médica Linda Valencia qué puede implicar una crisis sanitaria como la actual para la atención ginecoobstétrica.

“Con esta crisis, muchas cosas que se habían logrado mejorar en los servicios de salud han tenido un retroceso, como el acompañamiento de las mujeres o el contacto con los bebés”, explica Valencia. “La justificación es muy clara, porque los hospitales están saturados y hay riesgo para las mujeres. Todas las especialidades se han visto afectadas, pero esto tiene que ser temporal para que las mujeres puedan seguir teniendo un parto respetado”.

[Lee también: Olvidadas en la pandemia: Embarazadas y mujeres que requieren anticonceptivos]

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