Las Recias
Las Recias // En la ciencia // Susana Arrechea, Glenda García García y Andrea del Valle
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Nanotecnología, memoria histórica e ingeniería química. El segundo episodio de la primera temporada de Las Recias, presentamos a algunas científicas que trabajan en laboratorios con tecnología de punta o recogiendo testimonios en el altiplano, aportan al conocimiento científico y de las ciencias sociales de Guatemala y de la humanidad. Memoria e innovación. Pasado y futuro.

Susana Arrechea doctora en nanotecnología quien, desde su casa en California, explica de su humildes inicios en Ciudad Quetzal, del altruismo de sus padres, de su época como estudiante en la Universidad de San Carlos y luego la Universidad de Castilla-La Mancha en Toledo, España; hasta cómo, desde su trabajo en nanotecnología, aporta al desarrollo sostenible de aldeas en Guatemala. La psicóloga social y antropóloga Glenda García García, originaria de San Martín Jilotepeque, explica cómo el conflicto armado interno (1960-1996) impactó a su familia y la motivó a trabajar con grupos de retornados, brindar apoyo a refugiados de las Comunidades de Población en Resistencia (CPR) y dedicar gran parte de su carrera profesional a la memoria histórica. Andrea del Valle, ingeniera química, reconocida por haber realizado una propuesta de tratamiento para destruir tumores cancerígenos, en la Universidad de Tsing Hua, en Taiwán.


Te doy la bienvenida a otro episodio de la primera temporada de nuestra serie “Las recias”. Hoy escucharás la historia de tres mujeres científicas; una, especialista en nanotecnología, otra, en la psicología y antropología social y memoria histórica; y otra más, en química. Son tres mujeres que, desde de la ciencia, investigan, verifican, experimentan. Observan problemas y buscan soluciones. Guatemala, un país que poco invierte en la investigación y en la ciencia, es su laboratorio.

Soy Lucía Reinoso y, junto al periodista Alejandro García, los llevaremos a escuchar las historias de estas tres recias: Susana Arrechea, doctora en nanotecnología; Glenda García García psicóloga y antropóloga social y Andrea del Valle, ingeniera química. De San Martín Jilotepeque a Berkely, California. De Ciudad Quetzal a Taiwán. Energía renovable. Acompañamiento psicosocial para exiliados del conflicto armado. Anticuerpos que disuelven tumores en días. Ellas nos contarán de cómo empezaron sus carreras, de sus retos, del origen de sus investigaciones, de sus referentes y del futuro.

[CORTINA DE AUDIO]

Susana Arrechea
Ilustración Maritza Ponciano.

Susana Arrechea: Así que para mi es muy importante fomentar las carreras científicas para que existan más en el mundo, en especial en nuestro país y en especial con un enfoque en género. Y es que la Organización de Cooperación para Desarrollo Económico, también destaca que (…) ellos tienen como países miembros 34 países y observaron que las niñas, a partir de los quince años, ya saben que no van a ser ingenieras.

Narración: Escuchan a Susana Arrechea. Susana es ingeniería química, doctora en nanotecnología y profesora afiliada a la Universidad de San Carlos de Guatemala. Susana, de 32 años, nos habla desde California, donde vive ahora. Cuando hablamos con ella, a finales de febrero, acababa de ganar el Premio Elsevier, un reconocimiento a mujeres científicas de países en vías de desarrollo por su trabajo en energía renovable. El audio que escuchan ahora, detrás de mi voz, es el de su disertación TedX en la universidad San Carlos, en noviembre del 2019.

Susana Arrechea: El problema viene desde la sociedad, que inculcamos esa tradición. De que para un niño está bien darle herramientas, carros, las naves espaciales, los aviones; mientras que para una niña están bien los trastecitos de cocina, las muñecas, los espejos. Y así empezamos a generar esa brecha que va generando una percepción en las niñas de que no son lo suficientemente buenas en estas áreas. Y cuando yo reflexiono respecto a mi niñez y de cómo era en primaria, y es que a mi tampoco me gustaban las matemáticas y no era muy buena.

Narración: Del premio, Susana dijo que esperaba mostrarle a su hija y a las y los guatemaltecos que pueden hacer investigación científica, sin importar dónde nacieron y su sexo. Esa convicción la llevó de Ciudad Quetzal, a Toledo, España. Esa energía, dice Susana, la obtuvo del ejemplo de sus papás.

Susana Arrachea: Mi mamá es psicóloga industrial. Y mi papá era médico. Él falleció hace algunos años y bueno, ambos se graduaron ya cuando yo (…) bueno mi papá cuando yo tenía como cuatro años y mi mamá cuando yo tenía como once. No recuerdo bien. Pero recuerdo que al menos de mi mamá me recuerdo cómo se esforzaba ella por estudiar, trabajar y llegar siempre como a atendernos.

Narración: Susana admite que de pequeña no le gustaba ver a su mamá tan ocupada.

Susana Arrachea: Salía muy temprano ella a trabajar. Salía a las 5 de la tarde de trabajar a estudiar y llegaba como a las 8 de la noche. A veces, recuerdo que solo me despertaba y un beso que me dejaba porque ni siquiera la había podido ver.

Narración: Y de su papá, recuerda su infinito altruismo.

Susana Arrachea: Era médico y cirujano. Tenía una clínica en Ciudad Quetzal donde atendía pacientes (…) recuerdo que por mucho tiempo los atendía como por Q.5 por paciente, era así súper, él solo quería atender un montón de gente (risas).

Narración: Susana recuerda también cómo su abuela le regalaba trocitos de madera y cómo la ponía a leer cuentos los domingos. También la inspiró su maestra, la exigente Miss Elsa, la retaba en clase de matemática.  O su tía, quien fue socia del Colegio Bilingüe IMB-PC.

Susana Arrachea: Se veía mucho como su visión a futuro me inspiró mucho, el ver que una mujer puede ser la jefa y puede destacar, eso me inspiró mucho.

Narración: Justo en el Colegio IMB-PC Susana completó un bachillero en computación con orientación científica. Le atraían las matemáticas, la física y la química. Supo que quería estudiar ingeniería química en la universidad. Llegó a la Universidad de San Carlos en el 2005. Al principio se interesó por realizar procesos de fabricación azúcar y trabajar en algún ingenio. Pero después dio un giro, y quiso aprender más sobre nanotecnología.

Susana Arrachea: Bueno, nanotecnología es básicamente el estudio de materiales que son a un nivel muy pequeño, por ejemplo, si puedes comparar la relación entre el tamaño del planeta tierra y una manzana, es la relación entre una manzana y un material nanoestructurado. Entonces a lo que me refiero es que, a ese nivel tan pequeñito, más pequeño que micro, 1X10 a las -9mts, es súper pequeño, o sea, no ocurren los mismos fenómenos que ocurren normalmente, que nosotros vemos, con nuestros ojos, como son la gravedad, o estos efectos cambia. Entonces a ese nivel tan pequeñito, como molecular, la materia se comporta diferente y se comporta según efectos cuánticos y efectos de superficie.

Narración: La nanotecnología, según Susana, se puede usar en la medicina, el ambiente, el tratamiento de aguas, energía sostenible, materiales de construcción, y un largo etcétera. Pero la nanotecnología en Guatemala es incipiente. Al terminar la ingeniería, en el 2010, Susana aplicó a una beca de la Fundación Carolina, en España. De la Universidad de Castilla-La Mancha, en Toledo, recibió una oferta para estudiar una maestría y doctorado en Nanociencia y Nanotecnología Molecular. En el 2011 migró. Pero al recién llegar, dudó si estaba a la altura del programa.

Susana Arrachea: Una vez que llegué al laboratorio me di cuenta que no sabía hacer nada de lo que ellos estaban haciendo ahí. Tenía que poner una reacción química y me pidieron que hiciera la síntesis y no tenía ni idea de cómo hacerlo.

Narración: Esa primera semana, un catedrático la llamó a su oficina y le dijo que él no consideraba que ella fuera a terminar el doctorado, que no sabía lo suficiente como para completar el programa.

(SILENCIO) 

Susana Arrachea: Y recuerdo que sí me sentí muy mal, pero al mismo tiempo era motivación para mi el poder demostrar que sí se podía. Sí, una de las cosas que tuve que hacer es preguntar, si no podía hacer algo, preguntar cómo se hacía, poner mucha atención, luego para la práctica y practicar mucho, pero luego después de laboratorio que era como de 9 de la mañana a 7 de la noche, al principio, porque luego era más tiempo. Me iba a estudiar. O sea, casi siempre, en las noches intentaba estudiar toda la parte teórica, porque en el día era cuando tenía para practicarlo, entonces sí estudié bastante. Me desvelaba mucho para poder llegar como al nivel que necesitaba.

(Discurso Susana OWSD Elsevier Award)

Narración: Aquí es cuando Susana acepta el premio OWSD Elsevier, en Seattle, Washington.  Así como siempre recuerda a quienes le inspiraron; le importa mucho motivar a las niñas:

Susana Arrachea: Bueno les diría que no tengan miedo, primer lugar que se animen mucho porque la voluntad es lo primero. Si ellas tienen las ganas de hacerlo, nada ni nadie las puede detener. Segundo que se capaciten. Que no importa que vean que el país esté mal en ciencia y tecnología, es que estudien, hay recursos en internet, recursos en libros, que se capaciten en lo que ellas están curiosas por aprender y luego que busquen esas oportunidades también, a través de becas.

Narración: El premio Elsevier, fue creado en el 2011. Cada año, la fundación Elsevier premia a mujeres científicas de 81 países en desarrollo y que están iniciando su carrera. Susana Arrechea es la primera centroamericana en recibir este galardón. La fundación reconoció su compromiso para contribuir al desarrollo de la nanotecnología en Guatemala y resaltó su trabajo en mejorar la electrificación solar, conectividad y educación digital, la educación basada en ciencia, tecnología, ingeniería, artes y matemática. Pero, ¿cómo se podría implementar la nanotecnología en un país con los retos de Guatemala?

Susana Arrachea: Se podría aplicar en la industria guatemalteca para después llevar a las comunidades, pero lo veo todavía un poco lejano, entonces en el tema de celdas solares aún, si ya hay empresas que producen esos productos, pero están en Europa.  

Narración: Luego de terminar su doctorado en Toledo, Susana hizo una estancia corta en UC Berkely, como investigadora visitante, en el 2015 y se unió a la iniciativa New Sun Road, en California, una corporación que se dedica a llevar tecnología, energía e internet a comunidades que no la tienen. Allí Susana descubrió dónde podía aplicar sus conocimientos.

Susana Arrachea: Y bueno con el apoyo de Microsoft, hace dos años, instalamos un centro en Santa Rosa, que son, básicamente una escuela, una comunidad donde no había energía eléctrica, instalamos paneles solares, baterías, dispositivos con internet de las cosas y entonces es un sistema súper avanzado que incluso desde lejos se puede monitorear para que sea más eficiente. Instalamos unas computadoras y hacemos cursos de alfabetización digital.

Narración: El proyecto benefició a 65 niños de Llano Largo, Santa Rosa. Y estos paneles solares son de energía renovable. Tienen una vida útil de 20 años.

Susana Arrachea: Entonces eso es lo que me gusta más de lo que estoy haciendo ahora porque considero que tiene un impacto que puede ser ya, algo que hoy está llevando a la comunidad un resultado y lo veo con la comunidad con la que hemos trabajado que están muy contentas, las niñas y los niños y también las mujeres jóvenes en la comunidad, porque (…) ellos no sabían lo que era una computadora antes y ahora ya pueden como hacer cosas básicas que les ayuda a mejorar su perfil.

Narración: Ahora, Susana, con el apoyo de New Sun Road, busca replicar lo que hizo en Santa Rosa en otras comunidades. Además, trabaja en mejorar las propiedades del cemento a través de la nanotecnología, para así obtener un producto con mejor conductividad, lo que mejora su resistencia y durabilidad, esto con el apoyo de la Universidad del San Carlos de Guatemala. 

*** 

Ilustración Maritza Ponciano.

Glenda García García: Sí yo nací en San Martín Jilotepeque, municipio de Chimaltenango y fíjate que es curioso porque no es que se hablara de la guerra, yo tenía siete, ocho años cuando fueron como los años como más duros de la guerra, 79, 80.

Narración: Ella es Glenda García, psicóloga y antropóloga social.

Glenda García García: Y pues no era que se discutiera tanto de la guerra, por lo que yo recuerdo, porque estábamos viviendo la guerra, prácticamente San Martín fue uno lugares más lastimados durante el conflicto  

Narración: Glenda, se ha dedicado los últimos treinta años a viajar por Guatemala, hablando con personas de comunidades, documentando sus apuros. En los noventas dio apoyo psicosocial a las comunidades de exiliados que volvían al país. Ha recogido el testimonio de cientos de retornados. En los noventa dio talleres de formación a mujeres de las Comunidades Poblacionales en Resistencia, las CPR, en Petén. Hizo una extensa investigación sobre la historia de su pueblo natal San Martín Jilotepeque y, hace unos meses, publicó un libro sobre la ocupación militar en Guatemala, de 1978 a 1985. Glenda se obsesionó por la memoria.  Esto no es casual. La guerra la marcó a ella y a su familia. La guerra y la muerte.

Glenda García García: Sí, sí lo vivíamos situaciones como, por ejemplo, como el toque de queda que había como cierta hora que ya no se podía salir. Pero también momentos en que todavía vivenciamos desde el encierro de la casa, los enfrentamientos entre el ejército y la guerrilla, algunos de los enfrentamientos que hubo en el casco urbano, entonces sí recuerdo uno específicamente en que se escuchaban, bueno, los tiroteos y entonces ya adentro de la casa estaba como los espacios designados, por así decirlo, de qué hacer, entonces recuerdo bien como algunas de esa ocasión lo de ir a uno de los espacios más retirados (….) de la casa (…) más retirados de la casa hacia la calle. Entonces uno de esos era la cocina y ahí como todos debajo de la mesa, escondiéndonos para evitar lo del tiroteo, cuestiones así.

Narración: La familia García tuvo que huir.

Glenda García García: Para el momento era la situación ya no se puede vivir con esa situación y de violencia, y entonces la decisión es irse. También la decisión por lo que nos contaron después no fue solamente por el extremo de violencia que se estaba viviendo, sino vinculado también al hecho que la gente (…) los hombres tenían que patrullar, era obligación. Mi papá estaba en edad de patrullar y no (…) mi mamá se oponía que lo hiciera porque no, el temor, verdad, no solo que le pasara algo, sino también de quedarse sola con cinco hijos.

Narración: Como la misma Glenda describe en su libro “Memoria, Conflicto y Reconciliación”, a finales de 1981—año que su familia migró—camiones llenos de gente salían de San Martín. Llevaban a gente que ya no quería estar en el pueblo. Que tenían miedo. Los García, como muchas otras familias, se fueron a la cabecera departamental de Chimaltenango. Ella tenía nueve años cuando se convirtió en exiliada. Pero a pesar de la incertidumbre, en la casa de Glenda se daba espacio para el estudio y para practicar la equidad de género -cuando es probable que no fuera usual ese nombre-. 

Glenda García García: En ningún momento fue (…) en memoria no tengo ningún momento que mi mamá a ninguna de las cuatro, en ningún momento, las haya orientado o nos haya hecho mención de la importancia de encontrar un hombre para casarnos.

Narración: A pesar de que la mamá de Glenda, Zoila América García, solo cursó hasta el sexto grado, Glenda y todas sus hermanas tienen estudios universitarios. Ella estudió magisterio:

Glenda García García: Este magisterio tiene la otra rama comunitaria y es de trabajo con organizaciones comunitarias sociales, mucho enfocado en el empoderamiento de las mujeres y a esa rama fue a la que yo me dediqué desde graduarme de magisterio.

Narración: Al recibir su título de magisterio, y mientras estudiaba psicología, Glenda atendió una oferta de trabajo que requería de ella manejar temas de organización comunitaria, derechos humanos y empoderamiento de mujeres. Y también estaba involucrada con organizaciones políticas. 

Glenda García García: Cuando yo empecé a trabajar con organizaciones refugiadas y desplazadas en México yo era militante revolucionaria, de una de las organizaciones revolucionarias de Guatemala y esa fue mi conexión con el trabajo con estas poblaciones, desde mi campo que era la psicología. Era básicamente organización de mujeres y eso incluía procesos de formación sobre género, derechos de las mujeres, lo que implicaba como temas vinculados a la reinserción que eso incluía la discusión sobre la economía, la productividad, a qué se iban a dedicar en el retorno cuando ya estuvieran retornadas y reasentadas en distintos lugares de la región del norte de Guatemala. Fue como los primeros contactos de la población que se había o refugiado en México o desplazado como el caso de las Comunidades Populares en Resistencia de Petén que también acompañé como su proceso, parte de su proceso de salida a la luz pública.

Narración: Después de la psicología entró a la antropología.

Glenda García García: Yo sentí que estudiar antropología iba a complementar el área que yo tenía de la psicología social pero complementarla con otras miradas como todos los estudios de género, por ejemplo, pero también con otras herramientas para el análisis y la investigación, entonces, ahí fue que me interesé por la antropología entonces el doctorado lo hice en antropología social.

Narración: Desde entonces, Glenda dedica su vida a la memoria histórica, el feminismo, el empoderamiento de las mujeres y de las comunidades rurales, la docencia y actualmente a la justicia transicional. No es un trabajo sencillo. Hablamos de recuperar la información y evidenciar las heridas de una guerra de 36 años. Recuerda cuando ella y dos investigadores más fueron retenidos por autoridades comunitarias en San Martín, pues desconfiaban que hicieran preguntas sobre la guerra.

Glenda García García: Primero eran como las autoridades y luego llegó gente, se fue sumando como gente y para mi una de las cosas que me impactó muchísimo de esa (…) de ese momento fue ver a uno de los niños, que también llegaron niños ahí, fue a ver a uno de los niños con un lazo. Y ya, bueno, nosotros nos mirábamos y nos preguntábamos, bueno, qué hacer y eso y ya con (…) sí con el temor que, de que fueran a lincharnos.

Narración: Pero esos son los desafíos que renuevan su interés por lo que hace. La convencen de la trascendencia de estas ramas de las ciencias sociales para Guatemala.

Glenda García García: Para mi en lo particular y en lo personal la importancia la vinculo con la necesidad que todavía tenemos en Guatemala de conocer nuestra historia, de comprender y explicar nuestra historia, no solo para entender por qué vivimos la realidad que vivimos hoy, sino que sobre todo comprendiendo esta historia de violencia de exclusión, de desigualdad, de racismo, de discriminación que hemos vivido a lo largo del tiempo, pero sobre todo, para replantearnos como el futuro de Guatemala, ¿qué futuro queremos de Guatemala? Y para mi la psicología social y la antropología, son de las disciplinas como otras ciencias sociales, que pueden contribuir a que Guatemala la formación y la producción de conocimiento aborde todas estas problemáticas y replantee otros caminos para poder ser una sociedad más sana.

Narración: Ahora, Glenda García García dedica sus días a una investigación sobre la justicia transicional y las reparaciones para los sobrevivientes de la masacre del Río Negro, en Baja Verapaz.

***[Pausa de Radio Ocote]***

Andrea Del Valle
Ilustración Maritza Ponciano.

(AUDIO ANDREA DEL VALLE HABLANDO mandarín)

Narración: Ella es Andrea del Valle. Es ingeniera en biomedicina y ciencias ambientales por la Universidad Tsing Hua en Taiwán. En los próximos meses recibirá su diploma de doctorado. En el mundo científico, Andrea es conocida por su propuesta de un tratamiento para destruir tumores cancerígenos, resistentes a todo tipo de drogas. Hablamos con Andrea a principios de año, cuando estaba de visita en Guatemala. Le preguntamos si desde pequeña le interesó la ciencia, contestó con un “no” rotundo.

Andrea del Valle: No. Fue un proceso de exploración personal. Como he dicho a mi familia, en un inicio, yo quería ser un soldado. Quería ser soldado. Después me pasó mi fase que quería ser maestra.

Narración: Pero admite que desde niña era muy curiosa.

Andrea del Valle: En ese entonces estaba la Encarta, ¿sabés cuál es? Y yo me ponía a jugar mucho con la Encarta, ahí. Mi abuelito me regalaba enciclopedias enteras y me decía, “Léalas todas, durante las vacaciones.”  Así que yo leía de todo y tenía interés. Hacia todo.

Narración: Era también creativa.

Andrea del Valle: Digamos, a mi se me ocurría hacer, digamos, una curita nueva. Se me ocurría hacer una curita, y entonces ahí mis papás lo probaban y me decían, “Ah, esta no está buena, ah, esta esta bien”. Entonces y siempre he sido así una persona de crear cosas, de crear mis propios juguetes.  Pero yo nunca, o sea, mis papás nunca me presionaron a tener notas altas. Era así de, “Ay, no estudiés tanto.” A mi me gustaba estudiar. Y, “Ay, no estudiés tanto, salí con tus amigos, disfrutá tu niñez”. Así, verdad. A mi me gustaba estudiar.

Narración: Andrea estudió en el Colegio Belga, en la zona 1, en el Centro Histórico, de la capital de Guatemala. A pesar de que sus papás no le exigían noventas o cienes, Andrea obtenía buenas calificaciones. Sus maestras se dieron cuenta. Especialmente la señorita Ana Lucía, su maestra de Ciencias Naturales, quien la invitaba a participar en las olimpiadas de la ciencia de la Universidad de San Carlos. Así creció su interés por la ciencia. Y en el 2009 Andrea empezó a estudiar medicina aquella universidad.

Andrea del Valle: La razón por la que yo escogí medicina era porque era la única carrera que me iba a tener física, biología y química en la carrera. Eso fue. Después fue el sentimiento encontrado de, “Estoy en el lugar incorrecto”. Y fue ahí mismo en la USAC que las profesoras, la licenciada Orozco y la licenciada Marroquín que era las que me daban química y biología en ese entonces, que también me dijeron que, si yo estaba más interesada en eso, yo debería escoger otra carrera y no seguir ahí en Medicina.

Narración: Empezó a considerar salir de Guatemala.

Andrea del Valle: Lo de Segeplan creo que pasó un año adelante que salía en una cita con un chavo (risas) en una cita con un chavo creo que esperando a mi papá nos metimos al INGUAT y así en ese preciso momento estaban las (…) la feria de becas. Y creo que pasé entre todos los stands que tienen y pasé en el Taiwán y ahí dejé mi correo electrónico.

Narración: Poco tiempo después, la contactaron para que enviara su papelería. La entrevistaron en la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia, la institución que coordina los programas de becas de Guatemala. Fue seleccionada para la siguiente ronda. Hizo un examen de inglés. Y en marzo del 2009 la entrevistaron en la Embajada de Taiwán. Le preguntaron qué sabía de Taiwán, por qué había escogido esa carrera, cuáles eran sus planes. Todo fue muy rápido.

Andrea del Valle: Pero ahí al final me llamaron. Como yo corría todas las tardes, me llamaron mientras estaba corriendo. Me dijeron que había sido escogida y yo, “Ah, gracias”, y, pero yo pensé en ese momento que había sido escogida como pre-seleccionada (risas) pero después ya me dijeron que tenía que llegar a recibir la beca y que iba a recibir todo el dinero y así. Y yo, “¿Qué? ¿Ya me voy? ¿Qué?”. 

Narración: Andrea tenía 18 años cuando llegó a Taiwán. Pasó el siguiente año aprendiendo el mandarín. Pero cuando finalmente empezó a estudiar la ingeniería, se dio cuenta que no estaba al nivel de los taiwaneses.

Andrea del Valle: Por ejemplo, acá hay Mate 1 hasta la 12 en ingeniería. Allá solo hay una y es en solo un año, donde viene todo. Entonces todo lo ponen en los primeros dos años. Los taiwaneses estudian todo lo que es el primer año de carrera de la universidad en lo que es nuestro bachillerato. Entonces cuando llegan al primer año, ya saben todo. Y me resultaba difícil, más porque las clases eran en chino y todo, verdad (…)

Narración: Andrea pasó de sacar noventas y cienes, a cuarentas en los exámenes. Pero no se iba a rendir. Empezó a estudiar unas 16 horas al día, a dormir una o dos horas, a tomarse quince minutos por comida. Funcionó. Los cuarentas se convirtieron en sesentas o setentas. Para el segundo año de la ingeniería Andrea había alcanzado a los taiwaneses. Aun así, seguía estudiando 16 horas diarias. Recuerda un momento de ese segundo año, particularmente difícil.

 Andrea del Valle: Y una de las clases que teníamos en segundo año era química orgánica y difícil, verdad. Y me encontraba ya los finales, creo, en el final, y siempre así con la tensión de estudiar y todo lo demás. Yo me pasaba, para un examen me empezaba a prepara dos meses antes. Y así, verdad. Dos meses estudiando todo el tiempo, cuando un día antes del examen me llama mi mamá y me dice, “Tu abuelito falleció”. Y yo llorando, verdad. “Mi abuelito, bla, bla, bla,” así estudiando y llorando.

Narración: Andrea se fue a dormir temprano ese día, no solo por el luto, sino porque los exámenes finales duran entre dos y cuatro horas. Pero…

Andrea del Valle: Me quedé dormida para el examen. Fue cuando me llamó el asistente si iba a ir al examen o no iba a ir al examen ese día. Y yo me desperté corriendo, llegué una hora y media tarde al examen. O sea, me quedaba media hora y (risas) y llegué, “ay, disculpe”, así, verdad, a empezar a escribir el examen, empezar a hacer lo que yo podía hacer y (…) fui la nota más alta (ríe).

Narración: Pero, Andrea no solo estudiaba sin respiro. Ese año empezó como voluntaria en el departamento de ciencias de la vida. Quería investigar.

Andrea del Valle: Y tampoco tenía tanto tiempo. Era así (…) me recuerdo que me levantaba como a las 7 de la mañana y me iba corriendo al laboratorio a empezar a hacer todo eso y después me iba corriendo a tener clases, después teníamos como unos 15 minutos de descanso y me iba corriendo a otro laboratorio a ver qué era lo que estaba pasando, cómo iban mis reacciones y después me regresaba corriendo otra vez, a recibir clases y yo era feliz con eso.

Narración: Empezó a aprender lo básico para tratar células cancerígenas. Primero intentó usar algo llamado nanopartículas de oro. Andrea nos explicó que estas nanopartículas atacaban con genes a las células cancerígenas, para matarlas. Pero no funcionó. La segunda idea de Andrea fue usar fármacos. Los fármacos llegaban hasta las células cancerígenas a través de su propio ADN. Fue un experimento exitoso, pero no lo suficiente novedoso. La tercera idea de Andrea fue utilizar algo llamado aptamers, que son un tipo de anticuerpo. Ella nos explica.

Andrea del Valle: Y utilicé estos aptamers para venir y hacer un (…) una (…) un link entre la droga y el aptamer, logré que este link sea thermo-responsive, que responda a la temperatura, o sea, al momento que la temperatura suba, este link se va a romper y entonces la droga va a salir y aptamer también va a salir que también puede servir como un tratamiento genético. Y logré aplicarlo en lo que eran los tumores resistentes a todos los fármacos. Y la eficiencia es impresionante porque solamente una inyección y ya aplico el láser y el tumor desaparece (¿en cuánto tiempo?) en dos o tres días. Una dosis. Dos, tres días sí empieza a desaparecer el tumor.

Narración: Todo es muy prometedor, dice Andrea. Pero falta mucho por hacer. Antes de poder iniciar cualquier proceso, Andrea tiene que presentar sus ideas ante el grupo del laboratorio. Una vez aprobado, puede iniciar a trabajar. Las pruebas las hizo en ratones de laboratorio. Al comprobar que el tratamiento de aptamers era exitoso, pudo continuar. El año pasado Andrea hizo las gestiones para empezar las pruebas con seres humanos, pero el Ministerio de Tecnología de Taiwán no aprobó la iniciativa.

Andrea del Valle: Fue un momento que yo estaba llorando, porque yo realmente quería que funcionara este proyecto.

Narración: Una vez que Andrea termine su doctorado, en julio, estima que a la Universidad Tsing Hua le tomará unos cinco o seis años iniciar pruebas con humanos, en parte por la burocracia del ministerio, en parte también porque no hay otra persona estudiando que continúe el proceso. Mientras tanto, Andrea planea realizar un pos doctorado en Estados Unidos, Canadá o Europa. Dice que quiere conocer la industria occidental y posiblemente estudiar genética.  Después de eso quiere regresar a Guatemala, a estudiar la medicina tradicional.

Andrea del Valle: Estoy muy interesada en lo que es la medicina maya que es algo muy tradicional y tal vez es algo tradicional y cultural entre nosotros los guatemaltecos. Como que: “¡Ay, me duele el estómago!”, “Tomate esto”, pero si no existe investigación que venga y diga, “Esto funciona”, no se puede vender.

Narración: Andrea quiere trabajar en la investigación y obtener los patentes para distribuir la medicina tradicional guatemalteca. Apuesta por que el Estado invierta más en ciencia y tecnología.

Andrea del Valle: Primero yo había leído, ay cómo es que se llama este (…) un país de África, Malawi. Malawi tiene menor producto interno bruto que Guatemala, pero invierte más en ciencia y tecnología que Guatemala y tiene más publicaciones que Guatemala, entonces es un poco contradictorio. Sí tenemos los recursos para venir y tener buena ciencia y tecnología aquí en Guatemala. Entonces yo creo que tenemos personas que pueden venir con ideas bastante novedosas y que pueden hacer un cambio en lo que es la ciencia y tecnología. Yo creo que una de las razones es que todavía no lo han visto como un negocio.

Narración: Susana, Glenda y Andrea. Nanotecnología, memoria histórica y biomedicina. Ellas son tres de las decenas y cientos de guatemaltecas que aportan cada día al desarrollo científico e intelectual del país. Es curioso, pero contrario al resto de Recias de otros episodios de nuestra serie, las científicas señalan que el machismo nunca ha sido un obstáculo en su carrera. “Tal vez no ser escuchada en alguna reunión”, dice Glenda. Pero, “en la ciencia y academia usualmente hay personas con mente más abierta”, afirma Andrea. Sin embargo, para las tres, el gran enemigo de la ciencia en Guatemala es el desinterés, falta de oportunidades y poca inversión del Estado. Basta recordar lo difícil que fue para Susana y Andrea adaptarse a un nuevo sistema educativo. Por eso ellas apuestan que para contrarrestar esto es necesario abrir más espacios de aprendizaje, que el Estado invierta en educación. Según datos recogidos por la UNESCO, Guatemala invierte 25 veces menos en desarrollo científico y tecnológico que el promedio de la media en América Latina. La doctora en nanotecnología Susana Arrechea, contesta: 

Susana Arrachea: Si seguimos invirtiendo esa cantidad al año, vamos a seguir produciendo poco como país y vamos a seguir siempre como adaptando o comprando lo que los demás hacen. No estoy diciendo que nos igualemos con lo que invierte Israel o Corea del Sur, que son como los más alto, no; al menos tener la media o ser de los primeros en América Latina si realmente queremos cambiar, si queremos producir avances tecnológicos que ayuden a nuestra comunidad.

Narración: Esto, según Arrechea, generará industria, aumentará el ingreso económico de país y abrirá oportunidades de estudio y trabajo a más científicas.

Susana Arrachea: Si bien es cierto que el país necesita en otras áreas, porque sí lo necesita, también lo necesita en ciencia porque no es justo que le demos a las comunidades solo lo que necesitan para comer hoy y no les enseñemos lo que necesitan para mañana, o avanzar para poder generar un mejor futuro para ellos mismos. Entonces sí necesitamos generar nuestros propios avances científicos y tecnológicos y no estar siempre dependiendo de otros países.

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