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Banderas blancas al viento
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Cada día aparecen más, y son una de las tantas maneras que la realidad se manifiesta, las banderas blancas. De las personas que sobre los puentes las ondean en busca de alguna forma de ayuda nos habla el periodista Haroldo Sánchez.


Rompen el viento de estos días de mayo. Izada por manos morenas, curtidas, ajadas. Las hay también fuertemente asidas por jóvenes mujeres, quienes sienten la caricia inocente del hijo que se agarra a su pierna. El más grande, unos años más, tiene su propia bandera. Para él es como un juego, salió a la calle para acompañar a su mamá. El papá se fue hace mucho. Ya ni se acuerda de él. Mejor, porque cuando llegaba, bolo, era muy violento.

Ella, madre soltera, se llama Zara. Trabajaba en una maquila, pero apareció un contagiado y la cerraron. Viven en la ladera del barranco, ese que está abajo del puente El Incienso. Allí cerca, algunos de sus vecinos, sobre todo mujeres, también con su bandera blanca.

Cuando le pregunté sobre lo de acarreados, dice que no sabe qué es eso. Tampoco se lo explique. No vale la pena. Solo veo cansancio en esos ojos en los que adivino un rostro de mujer joven, tapado con una mascarilla blanca. Dice que la hizo ella misma. Ve pasar los carros, veloces, indiferentes, con la esperanza que uno de ellos pare, y le den algo para ella y sus hijos.

El puente desde hace varias semanas se ha convertido en un lugar para personas que, con sus banderas blancas demandan una ayuda, un apoyo. Hay familias completas algunas con hijos pequeños y adolescentes. Hay hombres y mujeres, solos. A todos los distingue esa bandera blanca, que reclama atención, una posible entrega de víveres para poder ir pasando estos días de incertidumbre y miedo.

Me acerco a una señora de pelo cano. Tiene su bandera blanca y cerca, una canasta verde de plástico. En su interior, unas cuantas bolsas grises. “Me lo acaban de pasar dejando”, dice con esa voz apagada por la mascarilla. Cada mañana se hace presente en este puente. Primero eran unos cuantos, hoy son bastantes personas. Algunos se conocen, otros jamás los habían visto. Los unió la necesidad.

Le pregunto si ha recibido algún tipo de apoyo del gobierno. Me mira con ojos cansados por el tiempo, y mueve la cabeza para reafirmar que nadie se ha acercado a su casa. Ni a la de los vecinos. Por eso están aquí, aguantando el sol, el viento y que alguien sin corazón, les pase insultando.

Cuando se recorren las calles y se pasa por las áreas que rodean la ciudad, las banderas blancas son el grito silencioso ante la desidia, la dejadez, la corrupción, el olvido y la mala administración de los fondos públicos. Esos fondos millonarios que durante años fueron mal utilizados por funcionarios corruptos. En abril, el Congreso aprobó millonarias trasferencias, las cuales están durmiendo, o bien el sueño de los justos, o alguien busca la manera de que parte de ese dinero, se pierda en el camino.

No puede ser posible seguir viendo como la gente más necesitada, tiene que salir a la calle con banderas blancas, porque el Estado no da respuesta a sus sentidas demandas. Eso que dijo alguien que eran acarreados, pues bueno, hay que salir a la calle, pararse un momento y platicar con ellos para descubrir que atrás de esas banderas blancas solo hay seres humanos llenos de necesidades.

Guatemala se está convirtiendo en una bandera blanca, enorme, presente. La bandera blanca nos dice que este país tiene que cambiar. Que no se puede seguir en el mismo camino, donde la gente pobre se hace más pobre, y aquellos que deberían velar por que el pueblo esté bien, se hacen cada día más ricos.

El Estado tiene la enorme obligación de trabajar porque esta gente que hoy clama por ayuda, no se quede en el abandono. Para eso existen suficientes fondos, unos entregados por el sector privado, y el otro aprobado por los diputados. Así que excusas no tienen aquí cabida.

La actual pandemia, solo vino a sacar a la luz pública, lo que existe en el país: hay gente que apenas tiene para comer. No hay trabajo. El desempleo aumentó considerablemente entre abril y mayo. Y lo que está presente es la desesperación de la gente. 

Veo las banderas blancas que claman por ayuda. Que mañana esas manos que hoy las sostienen, no las conviertan en banderas de guerra por la sobrevivencia.

 


Las opiniones emitidas en este espacio son responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan los criterios editoriales de Agencia Ocote. Las colaboraciones son a pedido del medio sin que su publicación implique una relación laboral con nosotros.

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