Diversidad y política
Aldo Dávila, el activista gay del altoparlante llega al Congreso
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Es el segundo diputado abiertamente homosexual que llega al Congreso de la República de Guatemala. La primera, Sandra Morán, dejó abierto un camino que ahora él pretende seguir. Aldo Dávila, nunca ha callado, y ahora se planta en el Legislativo -con una buena porción de legisladores conservadores- con la intención de enfrentar al “Pacto de Corruptos” y de impulsar iniciativas de ley a favor de los derechos humanos.


El 31 de agosto de 2018, poco después del mediodía, Jimmy Morales, rodeado de militares y policías, se puso frente a las cámaras de los medios de comunicación: “Hemos notificado oficialmente al secretario de la ONU la no renovación de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG)”.

Dos horas después de esta escena, frente al Palacio Nacional, varias personas llegaron a manifestar su desacuerdo. Sonaban tambores y algunas vuvuzelas y se extendía una manta negra con letras azules y blancas: : “#IvánSeQueda en CICIG #FueraJimmy del Gobierno”. Un hombre se dejaba la voz al micrófono.

No pasaba desapercibido con su chaleco rojo y con voz firme, rechazaba la decisión del Presidente. “¡Es evidente que está debilitado! ¡Está dando patadas de ahogado!”, gritaba.

Bordado en el chaleco “Gente positiva” (una organización que fomenta la lucha contra el VIH) y un lazo rojo, símbolo de apoyo a la lucha contra el VIH. “Aldo Dávila, director de Gente Positiva”, respondía el hombre del chaleco y del micrófono y los gritos, cuando los reporteros preguntaban su su nombre.

Aldo Iván Dávila Morales era ya un veterano de las manifestaciones. Estuvo en 2015 en marchas, protestas y concentraciones contra la corrupción, contra el Gobierno de Otto Pérez Molina.. Pero desde muchos años antes, en marchas, protestas y concentraciones a favor de la diversidad, cuando aún no se llamaba así a las poblaciones LGBTIQ.

En 2017 y 2018, ante la decisión de Jimmy Morales de retirar de Guatemala a la CICIG y al comisionado Iván Velásquez, su voz se escuchó más aún. .

Un par de meses después de la escena frente al Palacio Nacional, a la sede de Gente Positiva llegaron a hacerle una propuesta. Que se lanzara como diputado.. Lo pensó. Lo pensó mucho. Quería dar una respuesta segura, meditada.

Y se animó. En seis meses tomará posesión de su curul.

***

Desde hace cuatro meses, Aldo Dávila ya no es director de Gente Positiva. Tuvo que renunciar para poder lanzarse como candidato. Pero todavía usa su pequeño despacho, en la sede de la ONG, para apoyar a sus colegas, recibir visitas, organizar marchas, ordenar ideas.

Dos sacos, uno negro y otro rosado, colgados en serchas. Una bufanda multicolor en el respaldo de una silla. Papeles esparcidos por la mesa. Sobre un estante, un despliegue de objetos inconexos: Una bandera de Guatemala con pines de lazos rojos, un muñeco de Darth Vader, una alpaca mullida, un Mickey Mouse, un Pitufo y una figurilla de Lego de Thor. Tras su escritorio, varios arcoíris garabateados con crayones; su sobrina de nueve años los dibujó.

Aldo Dávila llega, apurado, y se disculpa por la demora. Estaba en una reunión para terminar de pulir los preparativos del Desfile de la Diversidad del 20 de julio. Se sienta en un futón, en un rincón del despacho, y encoge las piernas.

Habla rápido. Deja perdidas algunas palabras. Frases llenas de puntos suspensivos… Une sílabas y las arrastra. Quiere llegar rápido al final de las oraciones, dejar ahí las ideas que necesita sacar de su cabeza.

Después de pedírselo, se presenta:

“Soy Aldo Dávila. Tengo 41 años y 17 años con mi relación (de pareja). Soy el hermano mayor de tres. Hombre abiertamente gay. Desde siempre me ha gustado la defensa de los derechos y he trabajado en eso. Trabajé en varios lugares, siempre en la defensa y promoción de las personas que viven con VIH o personas de la diversidad sexual. Tengo un perro que se llama Valentino, soy de signo virgo, impulsivo. No lo digo con orgullo, pero sí, impulsivo. Me atrevo a decir que de carácter interesante. Ese es Aldo Dávila”.

“Molotera a Iván por hueco”

Aldo Dávila nació el 20 de septiembre de 1977, en Ciudad de Guatemala. De pequeño, vivió con su madre y su padre, en una casa en zona 5. Cuando tenía ocho años, nació su hermana, Gabriela. Dos años después, su hermano, Kenny.

Aldo recuerda una parte de su infancia con cariño. “En la cuadra tenía muchos amiguitos”, dice. “En la cuadra”, repite, puntualiza. Porque el colegio no fue un lugar fácil para él.

“En el colegio sí sufrí mucho. Me ofendían mucho”, admite. Recuerda a un compañero. “Decía: ‘Hombres aquí, mujeres aquí, Aldo Ivan aquí’. ‘Molotera a Iván por hueco’ y se me tiraban todos y me pegaban. Sufrí mucho, pero no me animaba a poner la queja en casa porque decía: ‘Yo tengo la culpa’”.

Su madre, Olga Marina Dávila, recuerda que desde que Aldo era pequeño ella intuía ciertas conductas que podían asociarse con su orientación sexual. Esto no se habló abiertamente en casa durante su niñez y adolescencia.

La mujer sugiere que la relación con el padre de Aldo era a veces algo distante, a causa de esto. “Él era más conmigo que con su papá. Su papá tenía un cierto rechazo. Como que adivinaba, pero no decíamos. Él estaba más conmigo y él (su papá) decía: ‘Tú tenés la culpa por estarlo solapando’”.

El padre de Aldo murió cuando él tenía 13 años, en un accidente de tráfico. Su madre se desmoronó. Se encerró mucho en sí misma, comenzó a vestirse con ropa larga, apagada. A no salir mucho, a estar siempre triste.

Desde hacía unos años, trabajaba como mesera en Pollo Campero y al fallecer su esposo, tuvo que hacer más turnos, además de encargarse del trabajo en casa. No le pidió a Aldo que dejara de estudiar. Él iba al colegio y cuidaba de sus hermanos, que apenas tenían cuatro y dos años. Por la noche, iba a recoger a su mamá al trabajo. “Aldo se dedica a estudiar y cuidar de los hermanos. Cuando salía a las once y media, doce, me llegaba a traer en ruletero, para que no fuera sola”.

A los 17 años, Aldo Dávila conoció a un joven y empezaron una relación, en silencio. No lo habló con nadie de su familia. Hasta que él le propuso ir a conocer Oasis, una organización nueva, que llevaba tres años, desde 1993, trabajando con personas de la diversidad.

Jorge López, su actual director, tenía 27 años cuando Aldo llegó a Oasis. “En esa época estábamos ampliando la cantidad de personas que llegaban. Fue como un refugio para personas víctimas de discriminación social por su orientación sexual”, cuenta. “Nos dedicábamos a sanar las heridas que nos habían hecho por la discriminación. Convertir el daño social en una muestra de amor”.

A Aldo le cambió la vida. Define su entrada en Oasis como un parteaguas, como un hecho que definiría quién es hoy.

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El activismo

Oasis organizaba entonces unos talleres. Talleres holísticos, se llamaban. Juntaban a unas 15 personas y se reunían cada sábado, de 6 de la tarde a las 12 de la noche, en la 11 calle de la zona 1.

Aldo llegó a Oasis en 1995. A su madre, le decía que iba a talleres de ecología, ríe ahora. “Eran unos talleres muy lindos. De autoestima, codependencia, alcohol y drogas, VIH…”.

Los talleres le dieron tanta fuerza a Aldo que a los dos meses tuvo las agallas para hablar con su mamá y confesarle su homosexualidad. Ese último año había sido terrible para él. “Lloraba mucho todas las noches. Yo decía: ¿Por qué yo? ¿Por qué no alguien más? Me voy a ir al infierno. Soy el más grande de mis hermanos. Tengo que dar el ejemplo. Mi mamá se va a decepcionar”. Los pensamientos, recurrentes, le asaltaban cada día, cada noche.

Hasta que se sentó con su madre. Y todos esos miedos se desvanecieron.

“Yo era un tanto violento porque cuando me molestaban, no por gay, por hueco, yo pegaba, o maltrataba. Entonces mi mamá me dijo: ‘No me digas que te tengo que cambiar de colegio’”. “No, no es eso”, le respondió él.

“Cuando me dijo que era gay, para mí fue muy duro”, admite Olga. “Yo le dije: ‘Entonces vas a empezar a andar de vestido. Según yo, va”, sonríe ahora, algo apenada.

“No mama, yo soy gay no soy trans”, le aclaró Aldo. “Me gustan los hombres, pero nunca me va a ver vestido de mujer”.

Aldo sabía que contárselo al resto de la familia sería más complicado. Pero a él lo que le importaba es que su madre le aceptara.

“Me basta con que usted me quiera”, le dijo.

En esa conversación, él le sugirió que podía dejar la casa si ella lo deseaba. No quería ser “mala influencia” para sus hermanos, cuenta.

Pero eso no sucedió. Después de las lágrimas, de las dudas y del golpe, Olga le respondió. “Sos mi hijo, te amo y te voy a apoyar”.

Con sus amigos del colegio, hizo lo mismo. “Quedamos como nueve amigos y les digo: ‘Miren muchis, soy gay’. ‘Ay Iván, lo que nos venís a decir si se te nota, siempre se te ha notado que sos una marica’”, respondieron.

***

Aldo no faltaba a una reunión de Oasis. Su madre, que guardaba cierto recelo con las salidas del hijo, le preguntaba constantemente dónde estaba, con quién estaba, a qué hora volvería.

“Aquella hostigadera —recuerda ahora ella— ¿A dónde vas? A Oasis. ¿Qué vas a ir a hacer? Ay, mama, ahí recibo talleres. ¿A qué hora vas a volver?”. Cuando él se retrasaba un poco, salía a una cabina a llamarle por teléfono.

Hasta que un día, le impidió salir.

No vas —dijo ella.
— Ah, ¿no voy? — contestó él— Entonces vienen ellos a la casa.

Cuando su madre vio que Aldo preparaba todo para la visita de sus compañeros, lo detuvo. “Va, andate pues”.

El cambio llegó para Olga una tarde. Le dijo a Aldo que le acompañaría a Oasis. “No me creía a qué iba”, dice él. En el salón de la organización, los asistentes se presentaron y le dijeron a la mujer que al día siguiente irían a entregar condones.

“Ah bueno, yo también voy”, dijo ella.

Jorge López, director de Oasis, ríe al recordar ese primer encuentro con Olga. “Todos nos mirábamos extraño. Decíamos: ‘¿Qué hace esta señora aquí?’ Mirar a una persona que llegaba acompañando a su hijo nos causaba algo de sensación”. Rápido se convirtió en una más de la organización. “Y no llegó sola, también llegó con Gabriela —hoy directora de Gente Positiva— y Kenny. Fueron una familia que se quedó viviendo en Oasis”, dice Jorge.

Aldo Dávila junto a Olga, su mamá.
Aldo Dávila junto a Olga, su mamá, en el escenario del Desfile del Orgullo de la Diversidad Sexual. Foto: Lucía Reinoso

“Empieza mi mamá a dar condones en la calle conmigo”, cuenta Aldo, orgulloso. “En los parques, el sector trans, el callejón del amor, la Línea, la Sexta avenida A… y se incorpora de alguna forma a Oasis”.

Olga empezó a asistir a los talleres holísticos. E igual que sucedió con Aldo, esto le dio una fuerza y una autoestima que habían desaparecido con la muerte de su esposo. “Cuando se murió el papá de Aldo mis vestidos eran hasta aquí”, dice mientras se señala la pantorrilla. “No más mama, no más. Adiós vestido largo”, le dijo su hijo.

“Tal vez si no fuera por Aldo, me hubiera quedado encerrada. Empecé a viajar, a irme a los departamentos. Y aquel apoyo consistente. Es que Aldo es un amor”, dice Olga.

Jorge López habla con mucho cariño de la madre de Aldo. “Es como que fuera nuestra madre. “Yo le sigo diciendo mamá oso” (“Porque doy abrazos de oso”, dice Olga) Muchos nos indentificábamos en querer tener una mamá como la de Aldo”, admite Jorge.

Y eso a Olga le causa cierto desconsuelo. “Me dicen: ‘Dichoso Aldo, que tiene una mamá como tú… Qué diera yo por tener una mamá así’. A mí me duele mucho saber eso, que las mamás los rechazan”. Por eso, cuenta, tiene entre sus planes organizar sus propios talleres. Quiere apoyar a las madres de personas diversas. “Empoderar a las mamás, aconsejarlas. Otra cosa que mata, además del VIH, es el rechazo de la misma familia”.

El diagnóstico

En sus primeros años de vida, Oasis centró buena parte de sus esfuerzos en conversar y concienciar sobre la lucha contra el VIH y el sida en Guatemala. De hecho, sus siglas corresponden a “Organización de Apoyo a una Sexualidad Integral frente al Sida”.

Ahí dentro, desde 1997, comenzaría a fraguarse lo que hoy es Gente Positiva. “Cuando estábamos haciendo la papelería para ser aprobados como asociación, teníamos una situación terrible de muertes por VIH”, cuenta Jorge López, director de Oasis. “Las víctimas eran nuestros novios, hermanos… Gente Positiva nace como un grupo de base comunitaria dentro de Oasis, de hombres gays con VIH”. Hoy por hoy, la organización es un referente en Guatemala de la lucha y concienciación contra el virus.

Con 22 años, a Aldo le dio meningitis. “Llegué a estar en coma”, cuenta. Cuando llegaron a hacerle la prueba del VIH, él miró escéptico al doctor. “No, no puede ser sida, porque no pasé por el período de ventana, no perdí peso, no me dio diarrea”, citó los síntomas, bien conocidos para él.

Llevaba cinco años en Oasis. Hacía pruebas de VIH a otras personas, entregaba condones, sabía perfectamente las formas de transmisión y de cuidado. El diagnóstico llegó de golpe: “Aldo, sí es sida lo que tienes”.

Para entender esto: por lo general, una persona que se infecta con VIH pasa por una serie de etapas en las que el virus se multiplica en el organismo. Sin un tratamiento antirretroviral, pueden pasar diez o incluso más años hasta que se convierte en sida. Para ese entonces, el virus ha destruido el sistema inmunitario y las infecciones son más difíciles de combatir.

Aldo se había realizado la última prueba a los 20 años y había salido negativa. “La conclusión a la que hemos llegado con algunos infectólogos y epidemiólogos, es que había una cepa que era de esparcimiento muy rápido”, que fue la que le infectó a él, cuenta.

“Para mí fue un shock”, admite. “Pero el período de aceptación fue rápido. Salgo del hospital y me dicen; tenés que venir a postratamiento. Estaba tomando 12 pastillas diarias. Los cocteles eran fuertísimos. Ahora tomo una pastilla al día y ya soy indetectable. Tú me sacas sangre y ya no”, cuenta.

Actualidad, diputado electo

Gente Positiva tiene su sede en la Casa de la Cultura 4 de noviembre, una vivienda situada en la zona 1 de Guatemala referente de la comunidad LGBTIQ como un lugar seguro al cual acudir.

Es un caserón grande del centro y tiene un gran salón que nadie ocupa, así que desde hace un tiempo, como estrategia de sostenibilidad, lo rentan.

Varios partidos políticos empezaron a utilizarlo. Uno de ellos, Winaq. Después de un tiempo de usar las instalaciones para asambleas y reuniones, Edgar Montúfar y Edgar Batres, miembros del partido, llegaron al despacho de Aldo Dávila.

Aldo baja la voz, al recordar sus palabras: “Queremos hacerte una proposición. Nos gustaría mucho que fueras candidato a diputado de la metropolitana”.

Al inicio lo descartó, y los dos le pidieron que se lo pensara. Era octubre de 2018 y había tiempo para realizar las asambleas y elegir a las personas que integrarían los listados.

Winaq no fue el único partido que le hizo tal proposición. También recibió sugerencias del Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP) y de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).

Asesorado por una colega, hizo una única petición a los tres partidos: ir en la primera casilla de la metropolitana. A él solo lo conocían en la capital, dice, así que solo ahí tenía posibilidades. Y cualquier casilla que no fuera la primera le alejaba de quedar electo.

En el MLP le dijeron que las primeras casillas eran para personas de las bases del partido. Descartado.

Las negociaciones con URNG las llevaba Juan Ramón Ruíz, miembro del comité ejecutivo del partido. “Con él proyectamos los videos de Jimmy (Morales) en la calle, donde aceptaba ser investigado por la CICIG”, recuerda Aldo, en referencia a unas acciones en las que se proyectó sobre Palacio y otros espacios públicos las promesas incumplidas del Presidente. Ruíz murió en diciembre de 2018 y nadie más en URNG continuó las pláticas.

Solo Winaq aceptó. “No lo esperaba”, admite el ahora diputado.

Igual que cuando le dijo a su madre que era homosexual, hizo un almuerzo para hablar con su familia. Quería preguntarles qué les parecía la propuesta. Todos le regresaron la pregunta: “¿Pero vos querés?”. “Yo quiero intentarlo”, respondió él. A su pareja, Álex, le dijo que no quería sacarlo del closet a la fuerza. “Él está alejado de reflectores, de micrófonos, no es tan público como yo. Va a la marcha y todo pero…”.

En enero de 2019 se realizó la asamblea del Comité Ejecutivo Nacional. Fue un sí unánime a la candidatura de Aldo.

Lo siguiente pasó muy rápido. En dos meses comenzó la campaña electoral. Una campaña “pobre”, dice. De ir a mercados, colonias, de puerta en puerta.

Tenía un único temor. Sandra Morán, diputada de Convergencia, dejaría su curul en enero de 2020, no se postularía por segunda vez, y sin ella, la diversidad se quedaba sin representación. Tenía que quedar.

A ratos, Aldo se desanimaba. “El partido mandó a hacer 60 caballitos con mi rostro. Cuando mirabas en la Roosevelt, en cada metro había un caballito de otro partido. Un día los conté. Sólo de un candidato había 182, del Trébol a Mixco. Y yo tenía 60 para toda la ciudad”. Aldo pensó: “Bueno, espero que esto sirva para que la próxima candidatura se lance algún otro diverso”.

Pero entonces llegaba a los mercados, a los barrios, a entregar volantes y alguien le decía: “A usted sí lo conozco, lo vi en la televisión con lo de la CICIG”. Y Aldo no veía tan lejos la posibilidad de quedar.

El 16 de junio, se levantó a las 5 de la mañana para preparar desayunos para los fiscales que estarían en los centros de votación. Se desconectó desde esa hora hasta que fue a votar, a las cuatro y media de la tarde. Entonces sacó su teléfono, para recordarle a sus contactos que votaran por él. Tenía decenas de mensajes.

“Cuando veo mi WhatsApp la gente: ‘Ya fui a votar’, ‘ya fui a votar’, ‘ya fui a votar’, ‘voté por ti’”, dice.

Las siguientes horas, los siguientes días fueron de incertidumbre. Recibía llamadas de felicitación pero todavía faltaban varias mesas por escrutar. Luego, los errores en el cómputo del Tribunal Supremo Electoral (TSE). El 11 de julio, casi un mes después, se confirmaron los resultados. Aldo Dávila era diputado.

Dávila aseguró desde que se confirmó su triunfo que seguiría la agenda y los pasos de Sandra Morán. Su idea es plantear de nuevo iniciativas que recibieron dictamen desfavorable o que están engavetadas. “La de las niñas acusadas sexualmente, la ley de identidad de género, la ley de aguas, definitivamente…”, recita.

Morán se siente tranquila de que sea Dávila quien trate de mantener su legado. “Primero tengo que reconocer que (su llegada como diputado) fue sorpresa”, sonríe la congresista, en su despacho. “Y me parecen muy importantes ese tipo de sorpresas. Da cuenta de un pensamiento más amplio en la población y una expresión de un voto cruzado, que permite la continuidad de un trabajo que pude haber hecho y de la representación”.

Sandra Morán organiza desde hace unas semanas una serie de reuniones con diputados y diputadas electas para la próxima legislatura. “Estoy haciendo una transferencia de experiencia”, cuenta. “Yo no tuve la capacidad de imaginarme lo que sería entrar a Congreso, literalmente. No tuve la capacidad. Todo fue nuevo desde el punto cero. Al transferir la experiencia, tienen ellos la capacidad de imaginar cómo es. Y ya ellos definirán”.

Sandra Morán después de dar unas palabras en el Desfile de la Diversidad Sexual. Foto: Lucía Reinoso.

Una de las recomendaciones que la diputada Morán le dio es que no centre su paso por la legislatura en un único tema. Parece que le hará caso. Por lo que él asegura, las iniciativas que busca impulsar, son diversas y no estarán centradas únicamente en un tema.

Según Jorge López, de Oasis, esto tiene mucho que ver con su paso por la organización primero y por Gente Positiva después. “Muchas de las personas que integramos Oasis estamos comprometidos por la lucha de los derechos humanos. Miramos que las acciones iniciadas en Oasis hacen ahora a ese Aldo que ha adoptado esas luchas sociales. Él ha dicho que va al Congreso a defender y apoyar a todas las personas que son discriminadas”.

Dávila asegura que “hay que ser muy realistas y honestos y desgavetar iniciativas de ley que apoyen a los niños y niñas. Pero cuando estamos con mojigaterías, con mis hijos no te metas, la Asociación la Familia Importa, ridículos, hipócritas, doblemoralistas…”

— ¿Considera la posibilidad de incluir una iniciativa que legalice el aborto? — se le pregunta.

— Es una decisión de las mujeres porque es su cuerpo. Definitivamente yo esperaría que una diputada haga una iniciativa de ley y yo la voy apoyar. Porque lo primero que van a decir es que, si lo hace Aldo Dávila ¿qué sabe de aborto si no es mujer? El aborto es una decisión de las mujeres, únicamente de las mujeres. Es su cuerpo y ellas van a decidir sobre su futuro y su vida. Una niña fue abusada sexualmente, no quiere ese producto. Pero una mujer de 36 años quedó embarazada y tampoco. ¿Quién soy yo para decirle: usted lo tiene que tener y si no se va a ir presa? No, no.

“Va a cambiar un poco el Congreso. Pero temas como el aborto creo que es imposible”, asegura Sandra Morán.

¿Y sobre la unión civil o el matrimonio igulaitario?

Por ahora, la legalización del matrimonio igualitario no está entre las prioridades del diputado recién electo. Dávila tiene reuniones con organizaciones de la diversidad sexual para conversar acerca de cuáles creen que son las leyes que es necesario impulsar con más urgencia. El matrimonio entre personas del mismo sexo todavía no está entre las primeras.
“En este momento hay prioridades más importantes, pero es algo que no se puede dejar de discutir. Si las organizaciones dicen que es imperativo y que urge, se planteará alguna iniciativa”, asegura. En las reuniones que han tenido hasta ahora, las agrupaciones —sobre todo las del sector trans— le han hecho ver que la ley que más urge para la diversidad es la de Identidad de Género.

Entre sus planes también está crear una comisión que dé acompañamiento legal y psicológico a personas que sufren acoso y presentar una iniciativa de ley de crímenes de odio. “Guatemala es el único país de Centroamérica que no ha tipificado el crimen de odio. Aquí da igual que te maten de una puñalada o que te metan 120. ¿Pero qué lleva al crimen de odio? El discurso de odio, como el de Sandra Torres, donde nos dice indefinidos en un video. Eso también hay que penalizarlo. El crimen de odio es la consecuencia de un discurso”.

Asegura que será importante el apoyo de las bancadas más progresistas, como Semilla o URNG, pero su estrategia para conseguir que determinadas iniciativas pasen, dice, será el apoyo ciudadano. “La idea es educar y sensibilizar al ciudadano para que no se dejen embaucar por el pacto de corruptos”.

No descarta negociar con otros diputados, pero tiene límites: “Hay leyes retrógradas, inconstitucionales, nefastas que en la vida voy a apoyar. La ley de reconciliación nacional y de olvido y perdón, en la vida, en la vida. Leyes donde se pueda cubrir más el pacto de corruptos, en la vida. Hay cosas que no vas a poder negociar, definitivamente”.

“Estos vienen muy bravos, van a querer meter la 5272, la de ONG, la de reconciliación nacional….”, augura.

Durante los tres meses que duró esta campaña, dice Aldo, tuvo que morderse la lengua muchas veces. “Estos meses de campaña sentí una mordaza. Yo tengo mi altoparlante ahí siempre a la mano”, cuenta.

Y aquí es donde se ve la impulsividad que lo define. “Yo decía en Facebook: ‘Muchá, está pasando esto en la CC, hay que apoyar a los magistrados”. Agarraba mi altoparlante y decía: ‘Ahí nos vemos’”.

Su familia, su madre, sobre todo, pasaban miedo. “No andés solo”, le repetía. Pero él salía corriendo. Ya encontraría alguien allá.

Hoy Olga Morales admite que ese temor no sólo no ha desaparecido. Con la elección de su hijo como diputado, aumentó. “Por su condición diversa… La mayoría en el Congreso son evangélicos. Comentan que es una aberración, que él no tendría que ser así. Él no es bienvenido ahí, igual que no lo era Sandra Morán. Ella fue muy rechazada cuando se enteraron que era lesbiana y él es más claro y conciso. Para mí si hay un gran riesgo para Aldo”.

El sábado 20, durante el Desfile de la Diversidad, Olga fue la sombra de Aldo. A donde su hijo fuera, donde él se paraba, ella iba a su lado. “Venite conmigo mama”, le decía él. “Yo tenía que correr a donde lo llamaban, a donde lo abrazaban y yo decía: ‘Señor, cuídamelo’. Porque ahora sí tengo temor. Que haya una persecución, que le quieran hacer algo. Ahora va solito para adentro”, dice Olga.

Aunque él no se siente solo. Durante la marcha, varios grupos de personas le gritaban desde la banqueta. “Felicidades, diputado”. “En mi empresa te apoyamos mucho”. “Te queremos mucho”.

“Gracias, muchas gracias. Agréguenme a Facebook”, respondía él.

En un momento del desfile, alguien le colocó un micrófono. “No estamos pidiendo derechos nuevos. Tenemos derecho a educación, a salud, a trabajo, a acceso a la justicia”, gritó él.

“¿Y ustedes que dicen? ¿Pasa o no pasa la 5272? La 5272 no va a pasar porque viola nuestros derechos, es inconstitucional”.

“Por eso votamos por ti”, le abrazó alguien, cuando terminó de hablar al micrófono.

Simpatizantes de Aldo Dávila detienen su paso para tomarse fotografías con él y su mamá. Foto: Lucía Reinoso
Simpatizantes de Aldo Dávila detienen su paso para tomarse fotografías con él y su mamá. Foto: Lucía Reinoso

El 26 de julio pasado, luego de que la Corte de Constitucional lo prohibiera, el Gobierno de Guatemala firmó un acuerdo con el de Estados Unidos para convertirse en tercer país seguro. Una de las últimas acciones de Jimmy Morales (probablemente de las más cuestionadas) antes de dejar su cargo como Presidente.

Un mensaje breve, directo, apareció minutos después en el perfil de Facebook de Dávila. “Te indigna? Hoy a las 6:00 pm frente a la CC”. Ahí mismo se convocó una concentración para el día siguiente frente a Casa Presidencial. Aldo llegó, y se plantó en medio del grupo. “Jimmy, traidor, renuncia por favor”, “Jimmy, cerote, te vas a ir al bote”, gritó, junto con decenas de personas. El megáfono, en la mano izquierda, la mano derecha, hecha un puño, acompañaba el ritmo, de arriba a abajo.
Ahora estará adentro, en el Congreso, con los diputados a quienes gritó y exigió innumerables veces. Ahora, el activista del megáfono es diputado.

[Te recomendamos escuchar el Episodio #9 de Radio Ocote, más sobre Aldo Dávila y una narración sobre las violencias a las que se enfrenta la población LGBTIQ]

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